La lealtad contra la envidia - Tirso de Molina - E-Book

La lealtad contra la envidia E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

La lealtad contra la envidia es el tercer volumen de la trilogía dramática sobre la Familia Pizarro escrita por Tirso de Molina tras su estancia en la Hispaniola, actual República Dominicana. Este tercer volumen está dedicado al conquistador Hernando de Pizarro.-

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Tirso de Molina

La lealtad contra la envidia

 

Saga

La lealtad contra la envidiaCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726548990

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

ACTO PRIMERO

Hablan en él las personas siguientes.

 

Obregón. Don Fernando Pizarro.

Cañizares. Don Gonzalo Vivero.

Don Alonso de Mercado. Doña Isabel.

Don Alonso Quintanilla. Doña Francisca.

Castillo. Chacón.

Padilla.

 

(Tocan dentro chirimías y trompetas

como en la plaza cuando hay toros;

silbos y grita, y salen Obregón y

Cañizares.)

Obregón Acogerse, que el toril

está abierto y las trompetas

hacen señal.

Cañizares A recetas

tan viudas, lo civil

de la fuga es más seguro

que una muerte criminal.

Obregón Otra vez hacen señal.

Cañizares Aquel andamio es mi muro.

Obregón ¿Hay bota?

Cañizares Con munición

de Alaejos.

Obregón Esa afrenta 10

tome Medina a su cuenta,

pues solos sus vinos son

los monarcas de Castilla.

Cañizares Ya sé que en fe de su vino

dicen que Baco es vecino 15

desta populosa villa,

mas todo lo forastero

suele ser más estimado.

Obregón ¿Qué hay más?

Cañizares Conejo empanado

y una pierna de carnero 20

tan tachonada de clavos

(y para que en más se precie,

ojalada con la especie

villana por todos cabos)

que se juntan las Molucas 25

en ella con Alcalá

de Henares.

Obregón Cógense allá

robustos ajos.

Cañizares Caducas

suspensiones de la taza

que tiemblen de puro anejas, 30

con un jamón que en guedejas

se deshile, harán la plaza

que se te ande alrededor.

(Grita como que sueltan toro.)

Dentro ¡Bravo toro!

Otros ¡Guárdate, hombre!

Obregón Pedilde a la oreja el nombre 35

si os preciáis de toreador.

Dos rayos lleva en los huesos

y cuatro alas en los pies.

Cañizares Barrendero valiente es,

por Dios, que los más traviesos 40

le van despejando el coso.

Obregón A todos tiembla la barba.

Cañizares ¡Fuego de Dios, cómo escarba

y cómo bufa el barroso!

Dentro ¡Jesús, Jesús, que le mata! 45

Obregón ¿Cogiole?

Dentro ¡Válgate Dios!

Cañizares ¿Otra vez? De dos en dos

cita, ejecuta y remata.

¿A pares las cabezadas?

¡Oh Minotauro español! 50

Obregón ¿Hiriole?

Cañizares No, pero el sol

le alumbra las dos lunadas.

Obregón Descortésmente se paga

toro que hace tal castigo.

Cañizares Debe de ser enemigo 55

del arzobispo de Braga.

Obregón No experimento sus tretas.

Cañizares Alto, al tablado, Obregón,

que este sin ser postillón

condena en las agujetas. 60

Dentro ¡Corre, corre, que te alcanza!

Obregón ¡Qué bien la capa le echó

el que se le atravesó!

Cañizares En ella toma venganza.

¡Oh, cómo ojala y pespunta! 65

¡Dalle, dalle! ¿Hay tal porfía?

Obregón ¡Fialde una ropería!

Cañizares No tiene de punta a punta

palmo y medio su armazón.

Obregón Más de algún culto dijera 70

que se pone bigotera.

Cañizares Aguardemos, que hay rejón.

(Dentro suenan pasos de caballo con

pretal.)

Obregón ¡Alentado caballero;

qué buen aire, qué bizarro!

Cañizares Este es Fernando Pizarro. 75

Obregón ¿Quién?

Cañizares El Marte perulero,

el que ha dado a Carlos quinto

un nuevo orbe que dilata

y de mil leguas de plata

le trae al césar su quinto; 80

el más airoso soldado

que Italia y que Flandes vio.

Obregón ¿Este es a quien hospedó

don Alonso de Mercado?

¿El que en la justa y torneo 85

hizo tan festivo estrago?

Cañizares El lagarto de Santiago

en fe de tan noble empleo

tiene en su pecho el lugar,

que es su centro y propia esfera. 90

Obregón Extremadura le espera

en estatuas venerar.

Este dicen que prendió

al monarca Atabaliba

y de una suma excesiva 95

de indios triunfante salió.

Cañizares Cuatro hermanos son que igualo

a los nueve héroes que dan

renombre a la fama: Juan,

Francisco, Hernando y Gonzalo, 100

pero el que ves sobre todos.

Obregón Su presencia lo asegura:

¡venturosa Extremadura!

(Suena el pretal como que se pasea.)

Cañizares Es sangre, en fin, de los godos.

Obregón Ya ha dado a la plaza vuelta 105

y hacia el toro se encamina.

Cañizares ¡Qué bien al bruto examina!

¡Qué airoso que el brazo suelta

caído con el rejón!

Obregón El caballo es extremado. 110

Cañizares Hermoso rucio rodado.

Obregón Su piel en oposición

mezcla la nieve y la tinta;

bellas manchas le hermosean.

Cañizares Más las colores campean 115

si la enemistad las pinta;

en este solo se enseña

(si quieres examinallo)

la perfeción de un caballo:

cabeza airosa y pequeña, 120

viva, alegre y descarnada;

los ojos grandes; abiertas

las narices por ser puertas

del aliento; bien poblada

la clin, que el talle hace bello, 125

de plata espesa y prolija

que se escarcha y ensortija;

ancho el pecho; corto el cuello;

las dos caderas partidas;

al pisar, firmes y llanos 130

los pies, echando las manos

afuera, y tan presumidas

que a los estribos se atreven;

tan sujeto al freno y fiel,

que parece que con él 135

le habla el dueño.

Obregón Lición lleven

los más diestros de lo airoso

con que el gallardo extremeño

quiere salir deste empeño.

Cañizares ¡Qué atento le mira el coso! 140

Obregón Aguardemos esta acción,

que no es bien mientras subamos

al tablado que perdamos

tan vistosa ostentación.

(Suena el pretal como que se pasea.)

Cañizares Repara con el aseo 145

que paso a paso se va

al toro.

Obregón ¡Qué atenta está

la plaza!

Cañizares El común deseo

le favorece.

Obregón Ya el bruto

le encara escarbando el suelo, 150

y hacia atrás tomando el vuelo,

airado, diestro y astuto,

previene la ejecución

del golpe.

Cañizares Y el don Fernando

la nuca le va buscando 155

con el hierro del rejón.

(Ruido de caballo y pretal, como que

acomete.)

Obregón ¡Oh, quiera Dios que le acierte!

Cañizares Ya le embiste.

Obregón Con él cierra.

Dentro ¡Válgate Dios!

Cañizares Cayó en tierra

el toro.

Dentro ¡Extremada suerte! (Chirimías.) 160

Obregón Tan dichosa como cuerda.

Cañizares Pienso que al caballo hirió.

Obregón No pudo, que le sacó

veloz por la mano izquierda

y la presa hizo en vacío 165

la bestia.

Cañizares Patas arriba

aplaude a quien le derriba.

Obregón Todos celebran su brío.

Cañizares Dejole dentro una braza

desde la nuca hasta el cuello. 170

Obregón ¡Lance airoso, golpe bello!

Cañizares Víctores le da la plaza.

Obregón Y con razón, que su gala

mayor aplauso merece.

Cañizares ¿En qué el toro se parece 175

a la comedia que es mala?

Obregón Buen enigma, alto, al tablado.

Cañizares ¿En qué se parecen, digo,

el toro y comedia?

Obregón Amigo,

parécense en lo silbado. (Vanse.) 180

(Don Alonso de Quintanilla, don Fernando, como que se apea de dar el rejón, y Castillo, su criado; y sale don Fernando con hábito de Santiago.)

Quintanilla Don Fernando, estos abrazos

os doy por dos parabienes,

y entrambos son tan solenes

que, a transformarse sus lazos

en laureles, consiguieran 185

la dicha de coronaros.

Dedícooslos por hallaros

en España; no pudieran

darme nuevas de igual gusto.

Los míos también os doy 190

por la acción con que honráis hoy

estas fiestas,pues fue justo

cuando Medina del Campo,

católica, las ordena

a la Cruz (que fue de Elena 195

tesoro que halló en el campo,

como el Evangelio dice,

oculto y del orbe luz)

que honrando vos con la cruz

el pecho noble y felice 200

hallase en vos igual pago,

pues una y otra divina

festeja a la de Medina

hoy en vos la de Santiago.

Bizarra demostración, 205

tan dichosa como diestra,

acaba de darnos muestra

de que vuestros hechos son

dignos de infinitas famas.

Con razón podrán teneros, 210

si envidia los caballeros,

en su protección las damas.

¡Sazonada y feliz suerte!

Fernando La de hallaros lo será;

dejad de encarecer ya 215

el dar a un bruto la muerte,

que las de toros y dados

consisten en la ventura.

Quintanilla Juzgábala yo segura

mientras que fuimos soldados 220

y camaradas los dos

en Italia.

Fernando ¡Oh capitán,

qué vida aquella!

Quintanilla Ya están,

desde que faltastes vos,

las cosas tan diferentes 225

que no las conoceréis.

Fernando Múdanse, como sabéis,

los sucesos con las gentes,

pero el césar, Dios le guarde,

en Nápoles y en Milán 230

reina; huyole Solimán,

solo con Carlos cobarde;

Túnez le paga tributo

a pesar de Barbarroja;

al ciego sajón despoja; 235

cubrió el landgrave de luto

presunciones que Lutero

llenó de torpe arrogancia;

preso en Madrid, lloró Francia

a su Francisco primero; 240

Roma le dio la obediencia,

bien que a costa de Borbón;

duques los Médices son

con su favor en Florencia;

capitanes y soldados 245

tiene de inmensos valores;

¿qué le falta?

Quintanilla El ser mejores

siempre los tiempos pasados.

¿Acordaisos de aquel día

que nos hallamos los dos, 250

alférez entonces vos,

Fernando, en la de Pavía,

cuando el marqués de Pescara

al rey Francisco prendió,

que porque la honra negó 255

al marqués de acción tan rara

un capitán italiano,

le desafiastes?

Fernando Fue

en las hazañas y fe

prodigio algo más que humano 260

el marqués. ¿Qué maravilla,

si se llamó don Fernando

de Ávalos, ilustrando

sangre que le dio Castilla,

que un don Fernando volviese 265

por otro? Él lo mereció;

mas también me acuerdo yo

(porque el crédito os confiese

en que el césar siempre os tuvo)

que cuando su majestad 270

después que dio libertad

al dicho rey, y él no estuvo

firme en la correspondencia

a tanta piedad debida,

su ingratitud conocida 275

y irritada su paciencia,

que de persona a persona

le envió a desafiar,

y a vos os hizo avisar

que partiendo a Barcelona 280

le hiciésedes compañía

por si fuese dos a dos

el combate, que de vos

valor tanto el césar fía.

Quintanilla Excusose el francés deso 285

y quedose mi alabanza

no más que en esa esperanza;

pesome, yo os lo confieso.

Dichoso vos, don Fernando,

que no cabiendo en el mundo 290

buscastes otro segundo,

nuevos polos conquistando

que el non plus ultra dilata

y al césar su globo humilla.

Fernando Don Alonso Quintanilla, 295

fama pretendo, no plata.

Quintanilla Con una y otra se adquieren

blasones y estados grandes.

Ricos de fama hay en Flandes

que pobres de plata mueren. 300

Yo vengo ahora de allá

tan cargado de papeles

como el honor de laureles,

pero juzgareme ya

por dichoso y bien premiado 305

pues veros he merecido.

Fernando Todo lo que he adquirido

es vuestro.

Quintanilla No interesado,

amigo sí, me estimad,

que son más firmes tesoros. 310

Gocemos ahora los toros

y aquella ventana honrad;

oiréis aplausos desde ella

que la plaza os apercibe.

(Gritos y ruido dentro de fuego.)

Fernando Quien de adulaciones vive 315

poco le debe a su estrella.

Pero escuchad, ¿qué ruido

es este?

Dentro ¡Agua, que esta casa se quema!

Otro ¡Agua, que se abrasa esta acera!

Otro Ya ha cogido 320

las puertas el fuego.

Otro ¡Ayuda, que me abraso!

Otro ¡Que me quemo!

Otro ¡Que me ahogan!

Quintanilla ¡Triste extremo!

Fernando ¡Qué brevemente se muda

el regocijo en cuidados! 325

Quintanilla Confusa con la congoja,

toda la gente se arroja

sin sentido a los tablados

desde los balcones.

Fernando ¡Llamas

terribles, incendio extraño! 330

Quintanilla El sobresalto hace el daño

mayor. ¡Qué de hermosas damas

sin reparar en recatos

se arrojan y precipitan!

Fernando ¡Y qué poco solicitan 335

su remedio los ingratos

pretendientes de su amor!

Quintanilla ¿Pues qué ayuda pueden darlas,

si aunque intenten ampararlas

contra el fuego no hay valor? 340

Fernando No desamparar su lado

en peligro tan urgente.

(Gritos de dentro y ruido como que

se ha hundido un tablado.)

Quintanilla La multitud de la gente

con todos hundió el tablado.

Unos ¡Jesús, Jesús!

Otro ¡Que me matan! 345

Otro ¡Que me ahogan! ¡Confesión!

Fernando ¿Hay más triste confusión?

Otro ¡Agua!

Otro ¡Favor!

Fernando Se retratan

sus congojas en mi pecho.

¡Ah cielos, que no haya traza 350

de socorrerlos!

Quintanilla La plaza

va toda allá sin provecho,

porque antes la multitud

estorba que favorece.

Fernando Voraz el incendio, crece 355

el espanto y la inquietud.

Quintanilla En una silla han sacado

del riesgo una dama bella.

Fernando ¡Válgame Dios! ¿No es aquella

doña Isabel de Mercado? 360

¿Qué espero aquí si la adoro?

Dentro ¡Huir, que el toril se ha abierto!

Unos ¡Agua!

Otros ¡Favor!

Otro ¡Que me han muerto!

Otro ¡Confesión!

Quintanilla ¡Soltose un toro!

Fernando Y hacia el tablado caído 365

se encara contra la gente.

Quintanilla ¡Extraña ocasión!

Fernando Presente

mi dama, desaire ha sido

cuando tanto la he querido

el no irla yo a segurar. 370

¿Yo tengo fe? ¿Yo sé amar?

Quintanilla A la silla ha acometido

el bruto fiero y los mozos

huyen dejándola en ella.

(Embraza la capa y saca la espada.)

Fernando ¡Aquí valor, aquí estrella! 375

No ha de mal lograr mis gozos

la fortuna, no la suerte.

Amor, esta es mi ocasión. (Vase.)

Quintanilla ¡Gallarda resolución!:

téngale envidia la muerte. 380

Contra el bruto cara a cara

se arroja y puesto delante

de la silla (acción de amante)

airoso a su prenda ampara.

¡Qué valientes cuchilladas! 385

¡Qué diestro que sale y entra!

¡Qué animoso que le encuentra!

¡Qué atentas y qué aseadas

acciones! Ni descompuesto