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La peña de Francia es una de las comedias religiosas de Tirso de Molina, un género en el que alcanzó gran altura, con trama de trasfondo religioso pero con protagonistas que se alejan de la alegoría y la abstracción y abrazan la humanidad, con motivaciones más cercanas a los sentimientos y no tanto a los prodigios religiosos.
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Seitenzahl: 93
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Tirso de Molina
Saga
La peña de FranciaCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726548952
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Hablan en él las personas siguientes.
Simón Vela. Don Enrique, infante.
Ricardo, viejo. Don Pedro, infante.
Doña Catalina, infanta. Don Juan,
el Segundo, rey.
Celia, dama. Don Gonzalo.
Don Diego. Fernán Alonso.
Un Paje.
(Salen Simón Vela, de estudiante,
con un «Arte» de Antonio en la mano,
y Ricardo, viejo.)
Ricardo Dos años, sobrino, habrá
que llevó a tu hermana Opia
el cielo, que luz la da,
dejándote larga copia
de hacienda, que aumentará 5
tu industria, tomando estado.
Pues Dios, Simón, te ha dejado
sin padres ¿no es ya razón
que procures sucesión
a la sangre que te han dado? 10
Ya tu edad las flores pasa
de la adolecencia tierna,
y la juventud que abrasa;
treinta años tienes, gobierna,
sobrino, tu hacienda y casa, 15
que tu flojedad me espanta.
Simón Sin razón te maravillas.
Ricardo Los pensamientos levanta.
Simón Sí, pero ¿con qué costillas
podré llevar carga tanta? 20
Que tienes razón confieso,
pues mi edad obliga al seso;
pero, tío y señor, ¿cómo
siendo la carga de plomo
podré sufrir tanto peso? 25
¿Agora quieres que entienda
en los pensamientos vanos
que la ambición encomienda?
¿Agora me atas las manos
con los lazos de la hacienda? 30
¿Grillos a los pies me pones,
de tantas obligaciones,
cuando librarme entendí?
¿Qué delito hallas en mí
que me cargas de prisiones? 35
Goza la hacienda que aprestas
y por mía manifiestas,
porque entregarme el poder
de estado y casa es querer
echarme la casa a cuestas. 40
Ya mi poca habilidad
te consta, y que no he podido
desde mi primera edad,
aunque desvelo el sentido,
saber la latinidad. 45
Ocho años ha que, estudiando
gramática, estoy cansando
los ojos, sin que haya parte
que pierdan de vista al Arte
y en los pretéritos ando. 50
Si en ocho años, pues, no sé
lo que un niño en medio sabe,
¿de qué manera podré
sustentar el peso grave
que a tus hombros confié? 55
Ricardo Poco importa eso, sobrino;
que por diverso camino
reparte el cielo en las gentes
ciencias y artes diferentes.
No te quiere Dios latino; 60
mas en otros ejercicios
querrá que honrando tu tierra,
des de tu caudal indicios.
Valor se gana en la guerra
hacienda en cargos y oficios; 65
no todos tienen de ser
soldados ni han de querer
cursar las escuelas todos.
Estados hay de mil modos:
el hidalgo, el mercader, 70
el religioso, el letrado,
el rey, el duque, el pastor,
el pontífice, el soldado,
el esclavo y el señor,
el rico y el despreciado; 75
todos, por modo diverso,
hacen un compuesto verso
de la máquina que ves;
porque la variedad es
adorno del universo. 80
En fe de lo que te quiero,
porque en mi vejez prolija
descansar contigo espero,
te has de casar con mi hija,
que aunque primos, si primero 85
viene la dispensación
de Roma, con sucesión
noble, si juntos vivís,
tendré nietos en París
que estime nuestra nación: 90
esto es lo que te conviene.
Simón ¿Que con tan grandes cuidados,
¡cielos!, el dinero viene?
(En un bufete se descubren tres fuentes de plata: en la primera esté un libro y un bonete con borla colorada; en la segunda un broquel y una espada desnuda, y en la tercera un peso y una vara de medir.)
Ricardo Estos son los tres estados
que el mundo en más precio tiene. 95
Las letras, sobrino, son
estas; si apeteces letras
(que te causan confusión)
y sus misterios penetras,
honrarás su profesión, 100
que bien puedes ser casado
y juntamente letrado,
interpretando las leyes
que emperadores y reyes
escritas nos han dejado. 105
(Enséñale el primer plato.)
Casi sin número son
los que han ganado opinión
y renombre soberano
en ellas: un Justiniano,
Bártulo, Baldo, Jasón, 110
y otros mil, por quien confieso
que dura la paz propicia
y enfrenan cualquiera exceso,
porque son de la justicia
las que gobiernan el peso. 115
Mas porque dirás, sobrino,
que en balde para la ciencia
con mis consejos te inclino,
pues natural impotencia
tienes, toma otro camino. 120
Ejercicio más barato
te ofrece el plato segundo, (Muéstrasele.)
con que intento hacerte el plato.
Las armas dan en el mundo
honras de real aparato. 125
Este estado noble toma,
que altivas cervices doma;
verás que solo por él
gozó César el laurel
que oprimió el cuello de Roma. 130
Si valor tu pecho encierra
para empresas de importancia,
que el miedo torpe destierra,
Carlos Octavo de Francia
marcha contra Ingalaterra; 135
sal con su gente en campaña,
defiende su flor de lis
de las armas de Bretaña,
porque triunfes en París
célebre con tanta hazaña, 140
que, cuando la escala arrimes
y en poco la vida estimes,
premiará el rey tus trabajos,
pues suelen soldados bajos
subir a cargos sublimes. 145
Mas si te lleva a otra parte
tu pacífica costumbre
y conoces inclinarte,
conforme tu mansedumbre,
más a Mercurio que a Marte, 150
en este plato repara,
Simón, que es ciencia más clara
y su ganancia en exceso.
No es de justicia este peso, (Enséñasele.)
no de justicia esta vara; 155
pero es de mayor codicia
esta con que medir ves
sus medras a la avaricia;
que la vara de interés
tuerce la de la justicia. 160
Por solo este plato precia
sus dueños Italia y Grecia,
y por ella valen tanto,
que al mundo han causado espanto
las dos: Génova y Venecia. 165
Si este estado seguir quieres,
los príncipes de más nombre
harán cuanto les pidieres,
que ya el más presumido hombre
adula a los mercaderes. 170
En fin, destos tres estados
puedes despacio escoger
el de menores cuidados;
mas ha de ser tu mujer
mi hija.
Simón [Aparte.] Ansí son doblados. 175
Ricardo Es moza noble y honesta,
considéralo y apresta
el gusto y inclinación
a la mejor profesión,
porque me des la respuesta. (Vase.)180
Simón Dejado me han en tres platos
las armas, letras y tratos
con que vive el mercader,
y todos de la mujer
son verdaderos retratos. 185
Las letras, porque ellas son
tan sabias para engañar,
que atropellan la razón
y obligan a idolatrar
las ciencias de Salomón. 190
Las armas, por ser extrañas
en el mundo las hazañas
con que atropellan rendidas
Troyas en Asia encendidas,
y mal ganadas Españas. 195
El peso y vara es la vida
de su codicia fingida,
porque la mujer más cara
suele al medir de una vara
dar los gustos sin medida. 200
Letras habré menester
para que no me contrasten
ardides de su saber,
mas ¿qué letras hay que basten,
cielos, contra una mujer? 205
Armas, para que defienda
el honor, costosa prenda,
porque el hombre que se casa,
si tiene al ladrón en casa,
justo es que guarde su hacienda. 210
Escudo, porque ande armado
de la paciencia en que fundo
el gobierno de su estado,
que no hay mártir en el mundo
que sufra lo que un casado. 215
Y por conservar el seso
he menester vara y peso
con que pese, a mi pesar,
las joyas que le he de dar
a este extraño contrapeso. 220
Pues si tanto es menester
para un casado, Dios mío,
¿quién sufrirlo ha de poder?
No permitáis que mi tío
me dé bienes y mujer. 225
Notable sueño me ha dado.
¡No es bueno que me ha cansado
no más que el imaginar
que me procuran casar!
Mas de casado a cansado 230
va una letra solamente.
¡Libre el cielo de mi cuello
el yugo que no consiente!
Mas quiero dormir sobre ello,
veré si me es conveniente, 235
que, en fin, es perfeto estado
entre todos el casado.
Mas si el casamiento fuera
de veras, cielos, ¿qué hiciera,
pues que cansa imaginado? 240
(Duérmese sobre una silla y oye una
voz que dice dentro:)
Voz Vela, Simón.
Simón (Despierta.) ¡Santo cielo!
O alguna imaginación
me inquieta con tal desvelo,
o dijo «Vela Simón»
una voz. No; imaginelo, 245
que lo que el alma recela
tal vez en sueños desvela.
Dejadme, cuidados tristes,
ya que de tropel venistes, este rato.
(Vuelve a dormirse y vuelve la voz.)
Voz Simón, vela. 250
Simón ¿Otra vez? Sin duda el cielo,
como en mis provechos anda,
para aliviar mi recelo,
agora velar me manda.
Voz misteriosa, ya velo. 255
De aquí sé que ha menester
velar quien ha de escoger
esposa de honesto nombre,
que no es bien que duerma el hombre
cuando ha de eligir mujer. 260
El dormir fue desacierto;
despierto, escucho y advierto
lo que mandas, voz sagrada.
Ninguno me dice nada.
¡Pues no me quieren despierto! 265
Si imaginación no ha sido
la que me desvela ansí,
voz, que a inquietarme has venido,
di lo que quieres de mí,
que velando estoy dormido. 270
(Duérmese y vuelve la voz, y despierta.)
Voz Simón, vela.
Simón ¿Hay tal instancia?
Voz Y si esposa de importancia
quieres hallar santa y bella,
sal de Francia, y fuera della,
busca la Peña de Francia, 275
y vela Simón.
Simón (Levántase.) Sí haré.
Quien tan buenos sueños sueña
bien es que durmiendo esté.
¿Mujer me han de dar de peña?
¡Qué dura esposa tendré! 280
Mas buena debe de ser,
pues guardará ansí el decoro
que el honor ha menester,
que no la ablandará el oro
si es de peña la mujer. 285
Mas, ¡ay promesas risueñas
de esperanzas halagüeñas
que imposibles han de ser!
Pues, si es peña la mujer,
dádivas quebrantan peñas. 290
Mas, si me promete el cielo
una esposa de importancia
velando en este desvelo,
salgamos, Simón, de Francia.
¡A Dios, París, patrio suelo! 295
¡A Dios, bienes con cautela!,
que este estado me consuela,
libre de hacienda y pesar.
Dios me ha mandado velar,
llamareme Simón Vela. 300
A Dios, mundana arrogancia,
laberinto en que me ofusco,
donde triunfa la ignorancia,
que fuera de Francia busco
desde hoy la Peña de Francia. 305
(Vase y cúbrese la mesa de platos, y
sale doña Catalina, infanta, con un
papel abierto, y Celia.)
Catalina Ya tengo escrito el papel
al infante, y mi delito
también mi vergüenza ha escrito,
pues va declarado en él.
Pero el ciego amor impele 310
al alma, que teme y arde;
el aconsejarme es tarde.
Dame la hostia y cerrarele;
quedará mi desacierto,
con mi atrevido cuidado, 315
dentro del papel cerrado,
y dentro del alma abierto.
Celia, acaba. La hostia venga.
Celia El lacre fuera mejor.
Catalina No tiene lacre mi amor 320
aunque mi fama le tenga.
Ve por la hostia mientras yo,
leyendo esta breve suma,
miro si escribió la pluma
lo que el alma la dictó. (Vase Celia.) 325
(Lee.) «Esta noche o nunca, infante».
Breve y compendioso está,
pero es filósofo ya
en el hablar un amante.
Que vaya así determino, 330
porque vergüenza y temor,
cuando comienza el amor,
le notan de vizcaíno.
Extraña resolución
tenéis, intentos livianos. 335
Sírvenme (aunque son hermanos)