La peña de Francia - Tirso de Molina - E-Book

La peña de Francia E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

La peña de Francia es una de las comedias religiosas de Tirso de Molina, un género en el que alcanzó gran altura, con trama de trasfondo religioso pero con protagonistas que se alejan de la alegoría y la abstracción y abrazan la humanidad, con motivaciones más cercanas a los sentimientos y no tanto a los prodigios religiosos.-

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Tirso de Molina

La peña de Francia

 

Saga

La peña de FranciaCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726548952

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

ACTO PRIMERO

Hablan en él las personas siguientes.

 

Simón Vela. Don Enrique, infante.

Ricardo, viejo. Don Pedro, infante.

Doña Catalina, infanta. Don Juan,

el Segundo, rey.

Celia, dama. Don Gonzalo.

Don Diego. Fernán Alonso.

Un Paje.

 

(Salen Simón Vela, de estudiante,

con un «Arte» de Antonio en la mano,

y Ricardo, viejo.)

Ricardo Dos años, sobrino, habrá

que llevó a tu hermana Opia

el cielo, que luz la da,

dejándote larga copia

de hacienda, que aumentará 5

tu industria, tomando estado.

Pues Dios, Simón, te ha dejado

sin padres ¿no es ya razón

que procures sucesión

a la sangre que te han dado? 10

Ya tu edad las flores pasa

de la adolecencia tierna,

y la juventud que abrasa;

treinta años tienes, gobierna,

sobrino, tu hacienda y casa, 15

que tu flojedad me espanta.

Simón Sin razón te maravillas.

Ricardo Los pensamientos levanta.

Simón Sí, pero ¿con qué costillas

podré llevar carga tanta? 20

Que tienes razón confieso,

pues mi edad obliga al seso;

pero, tío y señor, ¿cómo

siendo la carga de plomo

podré sufrir tanto peso? 25

¿Agora quieres que entienda

en los pensamientos vanos

que la ambición encomienda?

¿Agora me atas las manos

con los lazos de la hacienda? 30

¿Grillos a los pies me pones,

de tantas obligaciones,

cuando librarme entendí?

¿Qué delito hallas en mí

que me cargas de prisiones? 35

Goza la hacienda que aprestas

y por mía manifiestas,

porque entregarme el poder

de estado y casa es querer

echarme la casa a cuestas. 40

Ya mi poca habilidad

te consta, y que no he podido

desde mi primera edad,

aunque desvelo el sentido,

saber la latinidad. 45

Ocho años ha que, estudiando

gramática, estoy cansando

los ojos, sin que haya parte

que pierdan de vista al Arte

y en los pretéritos ando. 50

Si en ocho años, pues, no sé

lo que un niño en medio sabe,

¿de qué manera podré

sustentar el peso grave

que a tus hombros confié? 55

Ricardo Poco importa eso, sobrino;

que por diverso camino

reparte el cielo en las gentes

ciencias y artes diferentes.

No te quiere Dios latino; 60

mas en otros ejercicios

querrá que honrando tu tierra,

des de tu caudal indicios.

Valor se gana en la guerra

hacienda en cargos y oficios; 65

no todos tienen de ser

soldados ni han de querer

cursar las escuelas todos.

Estados hay de mil modos:

el hidalgo, el mercader, 70

el religioso, el letrado,

el rey, el duque, el pastor,

el pontífice, el soldado,

el esclavo y el señor,

el rico y el despreciado; 75

todos, por modo diverso,

hacen un compuesto verso

de la máquina que ves;

porque la variedad es

adorno del universo. 80

En fe de lo que te quiero,

porque en mi vejez prolija

descansar contigo espero,

te has de casar con mi hija,

que aunque primos, si primero 85

viene la dispensación

de Roma, con sucesión

noble, si juntos vivís,

tendré nietos en París

que estime nuestra nación: 90

esto es lo que te conviene.

Simón ¿Que con tan grandes cuidados,

¡cielos!, el dinero viene?

(En un bufete se descubren tres fuentes de plata: en la primera esté un libro y un bonete con borla colorada; en la segunda un broquel y una espada desnuda, y en la tercera un peso y una vara de medir.)

Ricardo Estos son los tres estados

que el mundo en más precio tiene. 95

Las letras, sobrino, son

estas; si apeteces letras

(que te causan confusión)

y sus misterios penetras,

honrarás su profesión, 100

que bien puedes ser casado

y juntamente letrado,

interpretando las leyes

que emperadores y reyes

escritas nos han dejado. 105

(Enséñale el primer plato.)

Casi sin número son

los que han ganado opinión

y renombre soberano

en ellas: un Justiniano,

Bártulo, Baldo, Jasón, 110

y otros mil, por quien confieso

que dura la paz propicia

y enfrenan cualquiera exceso,

porque son de la justicia

las que gobiernan el peso. 115

Mas porque dirás, sobrino,

que en balde para la ciencia

con mis consejos te inclino,

pues natural impotencia

tienes, toma otro camino. 120

Ejercicio más barato

te ofrece el plato segundo, (Muéstrasele.)

con que intento hacerte el plato.

Las armas dan en el mundo

honras de real aparato. 125

Este estado noble toma,

que altivas cervices doma;

verás que solo por él

gozó César el laurel

que oprimió el cuello de Roma. 130

Si valor tu pecho encierra

para empresas de importancia,

que el miedo torpe destierra,

Carlos Octavo de Francia

marcha contra Ingalaterra; 135

sal con su gente en campaña,

defiende su flor de lis

de las armas de Bretaña,

porque triunfes en París

célebre con tanta hazaña, 140

que, cuando la escala arrimes

y en poco la vida estimes,

premiará el rey tus trabajos,

pues suelen soldados bajos

subir a cargos sublimes. 145

Mas si te lleva a otra parte

tu pacífica costumbre

y conoces inclinarte,

conforme tu mansedumbre,

más a Mercurio que a Marte, 150

en este plato repara,

Simón, que es ciencia más clara

y su ganancia en exceso.

No es de justicia este peso, (Enséñasele.)

no de justicia esta vara; 155

pero es de mayor codicia

esta con que medir ves

sus medras a la avaricia;

que la vara de interés

tuerce la de la justicia. 160

Por solo este plato precia

sus dueños Italia y Grecia,

y por ella valen tanto,

que al mundo han causado espanto

las dos: Génova y Venecia. 165

Si este estado seguir quieres,

los príncipes de más nombre

harán cuanto les pidieres,

que ya el más presumido hombre

adula a los mercaderes. 170

En fin, destos tres estados

puedes despacio escoger

el de menores cuidados;

mas ha de ser tu mujer

mi hija.

Simón [Aparte.] Ansí son doblados. 175

Ricardo Es moza noble y honesta,

considéralo y apresta

el gusto y inclinación

a la mejor profesión,

porque me des la respuesta. (Vase.)180

Simón Dejado me han en tres platos

las armas, letras y tratos

con que vive el mercader,

y todos de la mujer

son verdaderos retratos. 185

Las letras, porque ellas son

tan sabias para engañar,

que atropellan la razón

y obligan a idolatrar

las ciencias de Salomón. 190

Las armas, por ser extrañas

en el mundo las hazañas

con que atropellan rendidas

Troyas en Asia encendidas,

y mal ganadas Españas. 195

El peso y vara es la vida

de su codicia fingida,

porque la mujer más cara

suele al medir de una vara

dar los gustos sin medida. 200

Letras habré menester

para que no me contrasten

ardides de su saber,

mas ¿qué letras hay que basten,

cielos, contra una mujer? 205

Armas, para que defienda

el honor, costosa prenda,

porque el hombre que se casa,

si tiene al ladrón en casa,

justo es que guarde su hacienda. 210

Escudo, porque ande armado

de la paciencia en que fundo

el gobierno de su estado,

que no hay mártir en el mundo

que sufra lo que un casado. 215

Y por conservar el seso

he menester vara y peso

con que pese, a mi pesar,

las joyas que le he de dar

a este extraño contrapeso. 220

Pues si tanto es menester

para un casado, Dios mío,

¿quién sufrirlo ha de poder?

No permitáis que mi tío

me dé bienes y mujer. 225

Notable sueño me ha dado.

¡No es bueno que me ha cansado

no más que el imaginar

que me procuran casar!

Mas de casado a cansado 230

va una letra solamente.

¡Libre el cielo de mi cuello

el yugo que no consiente!

Mas quiero dormir sobre ello,

veré si me es conveniente, 235

que, en fin, es perfeto estado

entre todos el casado.

Mas si el casamiento fuera

de veras, cielos, ¿qué hiciera,

pues que cansa imaginado? 240

(Duérmese sobre una silla y oye una

voz que dice dentro:)

Voz Vela, Simón.

Simón (Despierta.) ¡Santo cielo!

O alguna imaginación

me inquieta con tal desvelo,

o dijo «Vela Simón»

una voz. No; imaginelo, 245

que lo que el alma recela

tal vez en sueños desvela.

Dejadme, cuidados tristes,

ya que de tropel venistes, este rato.

(Vuelve a dormirse y vuelve la voz.)

Voz Simón, vela. 250

Simón ¿Otra vez? Sin duda el cielo,

como en mis provechos anda,

para aliviar mi recelo,

agora velar me manda.

Voz misteriosa, ya velo. 255

De aquí sé que ha menester

velar quien ha de escoger

esposa de honesto nombre,

que no es bien que duerma el hombre

cuando ha de eligir mujer. 260

El dormir fue desacierto;

despierto, escucho y advierto

lo que mandas, voz sagrada.

Ninguno me dice nada.

¡Pues no me quieren despierto! 265

Si imaginación no ha sido

la que me desvela ansí,

voz, que a inquietarme has venido,

di lo que quieres de mí,

que velando estoy dormido. 270

(Duérmese y vuelve la voz, y despierta.)

Voz Simón, vela.

Simón ¿Hay tal instancia?

Voz Y si esposa de importancia

quieres hallar santa y bella,

sal de Francia, y fuera della,

busca la Peña de Francia, 275

y vela Simón.

Simón (Levántase.) Sí haré.

Quien tan buenos sueños sueña

bien es que durmiendo esté.

¿Mujer me han de dar de peña?

¡Qué dura esposa tendré! 280

Mas buena debe de ser,

pues guardará ansí el decoro

que el honor ha menester,

que no la ablandará el oro

si es de peña la mujer. 285

Mas, ¡ay promesas risueñas

de esperanzas halagüeñas

que imposibles han de ser!

Pues, si es peña la mujer,

dádivas quebrantan peñas. 290

Mas, si me promete el cielo

una esposa de importancia

velando en este desvelo,

salgamos, Simón, de Francia.

¡A Dios, París, patrio suelo! 295

¡A Dios, bienes con cautela!,

que este estado me consuela,

libre de hacienda y pesar.

Dios me ha mandado velar,

llamareme Simón Vela. 300

A Dios, mundana arrogancia,

laberinto en que me ofusco,

donde triunfa la ignorancia,

que fuera de Francia busco

desde hoy la Peña de Francia. 305

(Vase y cúbrese la mesa de platos, y

sale doña Catalina, infanta, con un

papel abierto, y Celia.)

Catalina Ya tengo escrito el papel

al infante, y mi delito

también mi vergüenza ha escrito,

pues va declarado en él.

Pero el ciego amor impele 310

al alma, que teme y arde;

el aconsejarme es tarde.

Dame la hostia y cerrarele;

quedará mi desacierto,

con mi atrevido cuidado, 315

dentro del papel cerrado,

y dentro del alma abierto.

Celia, acaba. La hostia venga.

Celia El lacre fuera mejor.

Catalina No tiene lacre mi amor 320

aunque mi fama le tenga.

Ve por la hostia mientras yo,

leyendo esta breve suma,

miro si escribió la pluma

lo que el alma la dictó. (Vase Celia.) 325

(Lee.) «Esta noche o nunca, infante».

Breve y compendioso está,

pero es filósofo ya

en el hablar un amante.

Que vaya así determino, 330

porque vergüenza y temor,

cuando comienza el amor,

le notan de vizcaíno.

Extraña resolución

tenéis, intentos livianos. 335

Sírvenme (aunque son hermanos)