La santa Juana III - Tirso de Molina - E-Book

La santa Juana III E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

La trilogía de La Santa Juana pertenece al teatro hagiográfico de Tirso de Molina. Aquí se relatan diferentes episodios de la vida de Santa Juana, desde su conflicto inicial con la vida profana y la religiosa hasta su visión casi epifánica de los sucesos terrenales. La obra tiene además un trasfondo mundano en el que destacan personajes como el emperador Carlos V.

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Seitenzahl: 89

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Tirso de Molina

La Santa Juana III

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La santa Juana.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-841-9.

ISBN rústica: 978-84-9816-521-0.

ISBN ebook: 978-84-9897-083-8.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 55

Jornada tercera 95

Libros a la carta 133

Brevísima presentación

La vida

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

La trilogía de La Santa Juana pertenece al teatro hagiográfico de Tirso de Molina. Aquí se relatan diferentes episodios de la vida de Santa Juana, desde su conflicto inicial con la vida profana y la religiosa hasta su visión casi epifánica de los sucesos terrenales. La obra tiene además un trasfondo mundano en el que destacan personajes como el emperador Carlos V.

Personajes

Aldonza

Berrueco, pastor

César

Crespo, pastor

Cristo, Nuestro Señor

Don Jorge

Don Luis

Doña Inés

El Ángel de la guarda

El Niño Jesús

La Santa

La Virgen, Nuestra Señora

Lillo

María, monja

Mingo, pastor

Otra Monja

Peinado, pastor

San Laurel

Un Alma

Una Niña

Jornada primera

(Salen don Luis y César, como de noche.)

Luis ¿Hay más de eso?

César ¿Es esto poco,

don Luis, para obligaros

a la razón que os provoco?

¿No basta para apartaros

de ese pensamiento loco

el saber cuán adelante

ha estado mi amor constante

y que fui favorecido

poco menos que un marido

y mucho más que un amante?

¡En un año que he gozado

el dulce entretenimiento

que ya niega a mi cuidado,

mil veces mudé el asiento

desde la silla a su estrado,

y en él dando a mis amores

esperanzas en favores

de cintas, guantes, cabellos,

he alcanzado otros por ellos,

no sé si diga mayores.

Esto es cierto; averiguadlo,

y si veis que vuelve atrás

vuestro crédito, dejadlo.

Luis ¿Tenéis que decirme más?

César Harto os he dicho, miradlo.

Luis Ya lo he visto, y como es

el amoroso interés

feria de cambios y trazas,

sabéis mucho en sus trapazas,

que sois, César, genovés.

Ya sé que vuestras porfías

por remediar vuestros daños

inquietan las dichas mías;

que son propios los engaños

en guerras y en mercancías,

y como es guerra el amor

y mercancía la mejor

que pone el gusto en su tienda,

por quedaros con la hacienda

dais hoy en enredador.

Pero no habéis de tener

mucha ganancia conmigo,

que es necio, a mi parecer,

quien fía de su enemigo

o cree a su mercader.

Doña Inés es principal

y discreta, y siendo tal,

cuando algún favor os diese

no haría cosa que estuviese

a su reputación mal,

y a hacerla vos, en efeto,

de cuatro eses con que han dado

fama al amante discreto,

la mejor habéis borrado,

que es la «ese» del secreto;

y a quien no sabe guardalle

hace bien en desprecialle

y echar de la voluntad

a quien, quizá sin verdad,

sus faltas echa en la calle.

César Refrenad la lengua airada,

que en un caballero es mengua

el no tenerla enfrenada,

y contra una libre lengua

suele ser lengua la espada;

que no sin causa parece

lengua el acero que ofrece

venganza que a la honra sigue,

porque una lengua castigue

lo que otra lengua merece.

Y si el término os provoca

de mi trato cortesano,

responded por lo que os toca

con la lengua de la mano

y dejad la de la boca.

Yo ha un año que a doña Inés

pretendo y sirvo y después,

puede ser que por venganza

de celos o de mudanza,

que es mujer, y ella lo es,

dicen que da en admitiros

y en olvidarse de mí.

Yo he venido a persuadiros

con término honrado aquí,

mas pues no basto a advertiros

cosas que pusieran tasa

en el amor que os abrasa,

a ser más considerado,

hoy vengo determinado

a que no entréis en su casa.

Mi resolución es ésta,

la vuestra haced manifiesta

luego, que de no lo hacer,

la espada sola ha de ser

quien me ha de dar la respuesta.

Luis A estar en otro lugar

y no en la calle y la puerta

de mi casa, sin hablar,

respuesta os diera tan cierta

como lo es vuestro pesar;

pero en otro más capaz

a vuestro amor pertinaz

responderé por borralle,

que es el reñir en la calle

llamar a quien ponga paz.

César Yo no tengo sufrimiento

para tanta dilación,

y así, aquí vengarme intento.

Luis Castigara mi razón

vuestro mucho atrevimiento.

(Riñen. Sale don Diego, viejo.)

Diego ¿Qué es esto? ¿Agora pendencia,

y en la calle? Don Luis,

ten respeto a mi presencia.

Señor, tened, si os servís,

a mi vejez reverencia.

Loco, sosiégate ya,

mira que tu padre está

embotando a tu rigor

los filos. Señor, señor,

sosegaos.

Luis Entraos allá,

padre, no deis...

Diego Tente inquieto.

Luis Si os pierdo el respeto.

Diego Impida

mi amor tu enojo indiscreto.

Luis ¡Oh!

Diego No pierdas tú la vida

y piérdeme a mí el respeto;

y vos, señor caballero,

templad el airado acero;

si a esto un viejo padre os mueve

en esta agua, en esta nieve.

Luis Ya yo os advertí primero

que no hace el valor alarde

cuando riñe donde acuda

gente que su vida guarde,

y que siempre pide ayuda

de aquesa suerte el cobarde.

Ya veis de eso prueba llana;

yo os avisaré mañana

donde, sin impedimento,

nos veamos.

César Soy contento.

Diego De su mocedad liviana

algún mal suceso espero.

Luis ¡Oh, qué importuna vejez!

Diego Tenme respeto.

Luis No quiero.

(Vase don Luis.)

Diego ¡Quiera Dios que alguna vez

no lo pagues! Caballero,

no os vais, esperad un poco,

si con ruegos os provoco.

César Ya yo os espero admirado

de que a padre tan honrado

desprecie un hijo.

Diego Es un loco.

César Quien tan poca reverencia

tiene a su padre no hay duda

que morirá en la pendencia

mañana, pues en mi ayuda

ha de ser su inobediencia.

¿Qué es, señor, lo que mandáis?

Diego Que la causa me digáis

de este enojo. ¿Es por el juego?

César Todo es uno, luego y fuego,

si una letra les mudáis;

fuego es amor, y amor es

ocasión de esta pendencia.

Yo quiero a una doña Inés,

tan bella, que en su presencia

el Sol se postra a sus pies;

tan rica, que su caudal

es a su belleza igual;

tan noble, como notable

en hacienda, y tan mudable,

como bella y principal;

un año ha que la he servido

dando el fuego que me abrasa

tantas muestras, que he tenido

en su calle y en su casa

parabienes de marido;

porque, aunque es tal doña Inés,

la corte sabe quién es

mi linaje y la nobleza

que se iguala a mi riqueza.

Diego ¿No sois César, genovés?

César Para serviros.

Diego La fama

que en Madrid todos os dan

tanto os celebra, que os llama

rico, discreto, galán,

y digno que cualquier dama

de vuestro amor sea testigo.

César Hacéisme merced.

Diego No digo

sino solo lo que sé.

César Estos favores gocé

un año; pero, en castigo

de lo que nunca he pecado,

mudóse por persuadirme

la variedad de su estado;

mas, mujer y un año firme,

¿a quién no diera cuidado?

Supe que quien eclipsaba

la luz que mi amor gozaba

era don Luis; pedíle

me escuchase, persuadíle

cuán mal a su honor estaba

su pretensión amorosa,

porque amar a doña Inés

y no amarla para esposa

no es posible, y esotro es

empresa más peligrosa.

Fue la respuesta, en efeto,

no con el justo respeto

y valor que merecía

mi término y cortesía,

mas no hay enojo discreto;

obligóme a desafialle,

no reparando en que estaba

a su mesma puerta y calle;

llegastes, y aunque bastaba

vuestra vista a sosegalle,

hizo su cólera prueba

de la inobediencia nueva

con que ciego os respondió,

y quien a vos se atrevió,

¿qué mucho que a mí se atreva?

Éste es, señor, el suceso

y ocasión de esta pendencia.

Diego Luis es mozo y travieso;

y de su poca experiencia

se arguye su poco seso;

y pues en vos resplandece

lo uno y otro, si merece

obligaros mi vejez,

tened a raya esta vez

la furia que os embravece,

que yo haré que don Luis

no hable con esa dama

por quien con él competís.

César Mal reprimiréis su llama,

pues que tan mal reprimís

la libertad con que os trata.

Diego No importa, que amor dilata

las leyes entre hijo y padre,

y en su rostro el de su madre,

que esté en el cielo, retrata.

Es mi único heredero,

y aunque me pierde el decoro,

no os espante si le quiero,

que en su juventud de oro

dora mi vejez su acero.

Si esta razón es bastante

no ha de pasar adelante,

César, aquesta quistión.

César Como la reputación,

que a un hombre es tan importante,

no pierda en mí su valor,

y él deje su intento, digo

que, por serviros, señor,

desde hoy en nombre de amigo,

trueco el de competidor.

Diego Dadme esos brazos por él,

y de este enojo cruel,

una amistad nazca nueva.

César Y el alma en ellos, en prueba

de que soy su amigo fiel

y hijo vuestro, si por vos

deja aquesta competencia.

Diego No la tendréis más los dos.

César Yo fío en vuestra prudencia.

Diego Bien podéis.

César Adiós.

Diego Adiós.

(Vase César.)

Diego Si la imagen al espejo

causa amor tan excelente,

como a la experiencia dejo,

siendo solo un accidente

que pinta el cristal reflejo,

¿qué mucho llegue a querer

un padre a un hijo en quien ver