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La Santa Juana es una de las comedias religiosas de Tirso de Molina, un género en el que alcanzó gran altura, con trama de trasfondo religioso pero con protagonistas que se alejan de la alegoría y la abstracción y abrazan la humanidad, con motivaciones más cercanas a los sentimientos y no tanto a los prodigios religiosos.
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Seitenzahl: 80
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Tirso de Molina
Saga
La Santa Juana, segunda parteCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726549065
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
MÚSICA, y salen la SANTA y el ÁNGEL arriba, que va bajando hasta la mitad del tablado, y la SANTA subiendo de él al mismo tiempo, hasta emparejar los dos, y entonces cesa la música
ÁNGEL: Esposa cara del Monarca eterno,
contra cuyo poder no prevalecen
las puertas tristes del Tartáreo infierno;
las entrañas de Dios que se enternecen
con el agua sabrosa de tu llanto
remedio al mundo por tu ruego ofrecen.
Delante de su altar, tálamo santo,
llorando estabas el estrago horrible
que al mundo anuncia confusión y espanto
por la ponzoña del dragón terrible
de las siete cabezas que en Sajonia
niega la ley católica infalible.
Llorabas que con falsa ceremonia
y hipócrita apariencia, el vil Lutero
imitase a Nembrot en Babilonia,
y que el rebaño del Pastor cordero,
este lobo, en oveja disfrazado,
despedazase con estrago fiero.
Llorabas que se hubiese dilatado
su blásfema y pestífera dotrina
por Alemania y su imperial estado,
y que, cual de la máquina divina,
derribó la tercer parte de estrellas
la angélica soberbia serpentina,
este Anticristo austral, las leyes bellas
de la alemana iglesia derribase,
asolando la mies de Dios con ellas.
Lloras el ver que tanto cáncer pase
tan adelante y su infernal blasfemia
que lo mejor de vuestra Europa abrase.
El católico reino de Bohemia
la verdadera ley de Dios destierra,
y al apóstata falso sirve y premia.
Flandes le sigue ya, e Ingalaterra
sus desatinos tiene por ganancia,
desamparando a Dios su gente y tierra,
Polonia, Hungría y la cristiana Francia
frenéticas aprueban los errores
que el vicio trajo al mundo y la ignorancia;
por esto lloras, y es razón que llores
pérdida tan notable.
SANTA: ¡Ay, Ángel mío!
Comprando Dios a costa de dolores
........................... [-ío]
............................. [ -anto]
............................. [ -ío]
.......................... [ -anto]
las almas con su sangre redimidas,
¿tantas se han de perder costando tanto?
De tres partes del mundo están perdidas
las dos, porque Asia y África no adoran
sino de Agar las leyes pervertidas;
los más la luz de la verdad ignoran,
y perdido el camino verdadero,
al despeñarse sin remedio lloran,
pues si agora el apóstata Lutero
este rincón de nuestra Europa abrasa
con la doctrina falsa y el acero;
si a Europa, que es columna firme y basa
de nuestra militante Monarquía,
los límites que Dios la puso pasa,
¿quién duda que la bárbara herejía
de mar a mar ensanchará el imperio
que tuvo antes la ciega idolatría?
No permita mi Dios que en cautiverio
tenga a su pueblo el condenado Egipto
ni pase la verdad tal vituperio.
Bien sé que este rigor es por delito
de mis culpas, que son merecedoras
de un castigo inmortal, Ángel bendito;
pero páguelo yo.
ÁNGEL: Por ver que lloras
con tanto afecto, Dios, por el estado
de la iglesia y su ley que humilde adoras,
desde aquí, Juana Santa, me ha mandado
que te venga a enseñar el fértil fruto
que en las Indias España al cielo ha dado.
Van subiendo los dos hasta el un ángulo superior, y descúbrese en un nicho de él una estatua de don Hernando Cortés, viejo, armado a la antigua, con bastón y un mundo a los pies
Si un pequeño rincón paga tributo
en Europa a Lutero, pervertido
por la ambición, que le hace disoluto,
un nuevo mundo rico y extendido
ha descubierto la romana barca
que al yugo de la Cruz está rendido.
Mira al pesar del bárbaro heresiarca
este nuevo Alejandro que conquista
el orbe indiano al español monarca.
Don Hernando Cortés, con cuya vista
se alegra el Mar del Norte, es éste, Juana,
digno de que sea yo su coronista.
Por él se extiende nuestra ley cristiana
por infinitas leguas, y al bautismo
regiones inauditas vence y gana.
Éste es quien pasa el fluctuoso abismo
que márgenes de plata y oro baña,
y para eternizar su nombre mismo
a vuestra España da otra Nueva España,
muerte a la idolatría, almas al cielo,
y a su linaje una inmortal hazaña.
SANTA: Ya, soberano Ángel me consuelo
viendo lo que la ley de Dios se extiende
y que le adora tan remoto suelo.
¡Oh, ilustre capitán! Si el tiempo ofende
la memoria de hazañas infinitas,
defienda Dios la tuya, pues defiende
su ley tu brazo y las colunas quitas
del estrecho de Cádiz, por ponellas
en tierras y naciones inauditas.
Esculpa el mundo tu renombre en ellas,
pues a la iglesia das el occidente
y el cielo pueblas otra vez de estrellas.
(Pasan los dos por el aire al otro ángulo del tablado y en él enséñale una estatua de don Alonso de Alburquerque, viejo, a lo portugués antiguo, con otro mundo a los pies, y bastón
ÁNGEL: Vuelve agora los ojos al oriente
y verás la nación del griego Luso
y las hazañas de su ilustre gente.
Este fiel capitán las quinas puso
desde el Atlante monte al mar Bermejo,
a pesar del idólatra confuso.
Mira en aquellas canas el consejo
y el valor de la fe en aquella espada,
que en uno y otro fue español espejo.
Por él ha vuelto nuestra ley sagrada,
a hacer que en Asia el bárbaro se asombre
viendo en ella su iglesia restaurada.
SANTA: Ángel, ¿quién es tan milagroso hombre?
ÁNGEL: Alonso de Alburquerque, lusitano,
que de magno ganó fama y renombre.
Éste, venciendo al moro y al pagano,
al etíope torpe, al ciego persa,
la cruz dilata con valor cristiano.
Si gente, pues, tan bárbara y diversa
en América y Asia a Dios adora,
¿qué importa que la herética perversa
contra el cielo publique guerra agora,
si por una provincia sola gana
dos mundos cuyas almas atesora?
SANTA: ¡Oh nobleza católica y cristiana
de Portugal! ¡Oh célebre Castilla!
¡Viva la ley de Cristo soberana!
Alegre estoy de ver tal maravilla.
ÁNGEL: Aunque el rey don Manuel dichoso
tiene la lusitana y invencible silla,
ya el tiempo deseado a España viene
en que se junten los castillos de oro
con las sagradas quinas; ya conviene
que dando al cielo un Sebastián el moro,
goce en España el Salomón segundo
con Portugal un orbe lleno de oro.
Bajan un poco y en la mitad del teatro descúbrese otra estatua de Filipo segundo, viejo, con dos mundos a sus pies
Ya el césar Carlos quinto ha dado al mundo
un Filipo primero, que el primero
de quien nació Alejandro, aunque es segundo.
Su ilustre imagen enseñarte quiero
del modo que en edad grave y madura
en oro ha de volver la edad de acero.
Aquí la cristiandad está segura;
la justicia en su punto y la prudencia.
SANTA: Su gravedad deleita y compostura,
respeto pone su real presencia.
ÁNGEL: Dos mundos a sus pies sujeta el cielo;
y cada cual su nombre reverencia;
enjuga, pues, el llanto y desconsuelo,
pues que tan dilatada, Juana, has visto
la ley divina que respeta el cielo,
que si el sajón, apóstata anticristo,
la potestad del cielo a Roma niega,
y a quien es en su silla vice-Cristo,
y con malicia y pertinacia ciega
las indulgencias de las cuentas santas
contradice y blasfemias loco alega,
por eso Dios ha dado gracias tantas
a las sagradas cuentas que su hijo
te dió, con que su ceguedad quebrantas;
para contradecirle las bendijo.
Y en fe de que el rosario santo
aprueba que el sacrílego fiero contradijo,
un árbol ha nacido y planta nueva
en la isla de Irlanda en este instante
que en vez de fruta mil rosarios lleva.
Jamás el mundo vio su semejante;
nació y creció en un punto, convenciendo
al pueblo pervertido e ignorante;
de sus ramas las cuentas están viendo,
que como de las parras los racimos,
en fe de la fe santa están pendiendo.
Descúbrese un árbol lleno de rosarios arriba
Aquéste el árbol es.
SANTA: ¡Qué merecimos
en nuestros tiempos ver, rosarios santos,
el árbol de quien sois frutos opimos!
Celebre el cielo con alegres cantos
hazaña tan ilustre y portentosa,
pues tal consuelo dais a nuestros llantos.
ÁNGEL: De esta suerte la mano poderosa
de Dios castiga, y de esta suerte sana.
Bajan volando al tablado
SANTA: ¿Qué merecí, señor, ser vuestra esposa?
ÁNGEL: Carlos quinto ha venido a verte, Juana.
SANTA: ¿Adónde, pues, se va Vuestra Hermosura?
ÁNGEL: Contigo quedo. ¡Oh vista soberana,
gran consuelo, gran suerte, gran ventura!
Sale volando el ÁNGEL, todo se encubre. Salen el emperador CARLOS Quinto y acompañamiento, y don JORGE, del hábito de Santiago, y LILLO
SANTA: Señor, ¿otra vez honráis
ésta vuestra humilde casa?
CARLOS: Si vos, madre, en ella estáis,
¿quién por vuestras puertas pasa
sin que vos le bendigáis?
Soy yo muy devoto vuestro,
y así lo que os quiero muestro.
SANTA: A lo menos sois, señor,
de la cristiandad favor,
y por eso lo sois nuestro.
CARLOS: La guerra, madre, publico
contra el hereje que ampara
el duque Juan Federico
de Sajonia y se declara
contra el imperio. Es muy rico
y poderoso, y también