La villana de Vallecas - Tirso de Molina - E-Book

La villana de Vallecas E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

La villana de Vallecas es una comedia de enredo de Tirso de Molina llena de alusiones a México y a los conflictos y malentendidos que viven quienes llegan a la España del Siglo de Oro provenientes del nuevo mundo, así como a la curiosidad insaciable que despertaba el continente americano. Como en otras comedias de la época, los pretendientes se confunden entre sí y luchan por reconocer y conquistar a la persona deseada. Cabe añadir que La villana de Vallecas destaca por el sutil tratamiento de los personajes femeninos.

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Tirso de Molina

La villana de Vallecas

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La villana de Vallecas.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica: 978-84-9816-524-1.

ISBN ebook: 978-84-9953-270-7.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

El trópico 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 57

Jornada tercera 121

Libros a la carta 179

Brevísima presentación

La vida

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

El trópico

Esta comedia de enredo está llena de alusiones a México y a los conflictos y malentendidos que viven quienes llegan a la España del siglo de oro provenientes del nuevo mundo, así como a la curiosidad insaciable que despertaba el continente americano.

¿cuántas son? ¿Dónde es Campeche

¿Cómo se coge el cacao?

Guarapo ¿qué es entre esclavos?

¿Qué frutos dan los guayabos?

¿Qué es casabe, y qué jaojao?

Como en otras comedias de la época, los pretendientes se confunden entre sí y luchan por reconocer y conquistar a la persona deseada. Cabe añadir que esta pieza destaca por el sutil tratamiento de los personajes femeninos.

Personajes

Aguado, criado

Agudo, criado

Blas Serrano, viejo.

Cornejo, criado

Don Diego

Don Gabriel

Don Gómez

Don Juan

Don Luis

Don Pedro

Don Vicente

Doña Serafina

Doña Violante

Luzón, criado

Mateo, mozo de mulas.

Polonia, criada

Un Alguacil

Un Criado

Un Huésped

Valdivieso

Jornada primera

(Salen don Vicente y Luzón.)

Vicente Llama, Luzón, a mi hermana.

Luzón Según venimos de tarde,

pues ya asoma la mañana,

cansada de que te aguarde

la doncella a la ventana,

o el esclavo a la escalera,

se habrán echado a dormir.

Vicente Jugué y perdí. Esta primera

nos tiene de consumir

bolsa y vida. Sales fuera

de casa al anochecer,

mudándote hasta las cintas,

y, como estás sin mujer,

ya a la polla, ya a las pintas,

damos los dos en perder,

yo, paciencia, y tú, dinero.

Volvémonos a cenar

cuando sale el jornalero,

segunda vez, a almorzar.

Llamando al alba el lucero,

aguárdate mi señora,

que, en fe de lo que te ama,

sin ti lo que es sueño ignora,

dando treguas a la cama

y nieve a la cantimplora.

Entras con llave maestra,

cenas a las dos o tres,

duermes hasta que el Sol muestra

el cahiz al reloj que es

tasa de la vida nuestra.

Si la campana te avisa

de nuestra iglesia mayor,

cuando es fiesta, oyes de prisa

a un clérigo cazador,

que dice en guarismo misa.

Hincas encima del guante

una rodilla, y sobre él

más que rezador, mirante,

volatines de un coredel

pasan cuentas cada instante;

que, de oraciones vacías

como cuentas las llamaron

la dan, por no estar baldías

más de las damas que entraron,

que de las Ave Marías.

Oyes a don Juan mentiras;

mientras alza el sacerdote,

a doña Brígida miras;

si te dio cara, picóte;

si no te la dio, suspiras;

y apenas la bendición

con el Ite, missa est

da fin a la devoción,

cuando salís dos o tres,

y, en buena conversación

el portazgo o alcabala

cobrando de cada una,

la murmuración señala

si es doña Inés importuna,

si doña Clara regala,

si se afeita doña Elena,

si ésta sale bien vestida,

si estotra es blanca o morena.

¡Mira tú si es esta vida

para un Flos Sanctorum buena!

Vicente Lo que se usa, no se excusa.

Eso se usa. Llama ahora.

Luzón De perdidos es tu excusa.

¡legue a Dios que mi señora

nos dé una vez garatusa!

Abre, pues que tienes llave.

Vicente ¿De qué sirve, si despierta

me espera, y que vengo sabe?

Luzón Oye: abierta está esta puerta.

Para tan honesta, grave,

y amiga de estar cerrada,

mucho es que a tal hora tenga

patente en la calle entrada,

para que cualquiera venga.

Vicente Serán de alguna criada

descuidos, o habrá sentido

que venimos. Entra allá.

(Vase Luzón.) Casa sin padre o marido

es fortaleza que está

sin alcalde apercibido.

Quedando por cuenta mía

mi hermana doña Violante,

mucho mi descuido fía

del natural inconstante

de una mujer, que podría

abrir puerta a la ocasión

con la que le da mí juego.

Hechizos los naipes son;

que poco hay de juego a fuego.

¡Encantada ocupación

es la de un tahúr! ¡Qué olvido

en todos causa el jugar!

Decía un bien entendido

que no hay honra que fiar

en el jugador marido.

Más que amor el juego abrasa,

porque aquél mira el honor,

cuyos límites no pasa;

pero ¿cuándo el jugador

tuvo cuenta con su casa?

A ver en mí mismo vengo

la experiencia de esto llana;

y, si enmiendas no prevengo,

es por ser cierta en mi hermana

la satisfacción que tengo.

(Sale Luzón.)

Luzón Todos duermen en Zamora;

solo no he podido hallar

a tu hermana y mi señora,

y dame que sospechar

la puerta abierta a tal hora,

y el hallar este papel

para ti sobre la mesa.

Vicente ¿Qué dices?

Luzón No sé; por él

podrás ver si, en esta impresa,

de desafío es cartel

contra tu poco cuidado.

Vicente Letra es de doña Violante.

Luzón Por la pinta la has sacado.

Brujulea, que adelante

verás qué juego te ha entrado.

(Lee.)

Vicente «El poco cuidado, hermano mío,

que los dos hemos tenido, tú con

tu casa y yo con mi honra, ha dado

ocasión para que de entrambas falte

la prenda de más estima. Mientras

tú jugabas dineros, perdí yo lo que

no se adquiere con ellos. Un don

Pedro de Mendoza, forastero en

Valencia, pagó en palabras de

casamiento obras de voluntad.

Huyendo se va, y dice quien le

encontró, que camino de Castilla;

y yo de un monasterio, que no quiero

que sepas, hasta que, o hallándole

me vengues, o, no pareciendo, sea

el silencio de mi vida remedio de

mi afrenta. Dentro de este papel va

la cédula que me dio de esposo;

haz lo que della gustares; y, si

culpas mi liviandad, reprehende

tu descuido.

Doña Violante.»

¡Hay desdicha semejante!

Luzón, ¿qué es lo que he leído?

¡Sin honra doña Violante!

Tras la hacienda que he perdido,

la joya más importante

pierdo también. ¡El honor

que de mi padre heredé!

¡El patrimonio mejor,

que en Valencia espejo fue

de la nobleza y valor!

¡Por una mujer liviana!

¡Por un juego en que, violento,

un tahúr la honra me gana!

¿Éste era el recogimiento

y la virtud de mi hermana?

¡Mal haya quien confianza

hace en el desasosiego

de la femenil mudanza!

¡Mal haya quien en el juego

pone hacienda y esperanza!

Que si en papeles pintados

se funda todo su ser,

livianos son sus cuidados

y si es papel la mujer,

llevando los más pesados

el viento, que burlador

mi fama deja ofendida,

bien es que llore mi error

mi hacienda al juego perdida,

como al descuido mi honor.

Luzón ¿De qué ha de servir ahora

ponderar, como el perdido,

lo que tarde siente y llora?

Sepamos dónde se ha ido

mi poco cuerda señora,

y sacarás de buscalla

el saber más claramente

quién fue el que vino a engañalla.

Despertar quiero la gente.

(Llamando.) ¡Dionisia, Lucrecia!

Vicente Calla;

no publiques, si eres sabio,

la infamia de aqueste insulto;

ten la lengua, cierra el labio;

que, entre tanto que está oculto,

no da deshonra el agravio.

Mientras que la noche veda

que saque el Sol a poblado

infamias que decir pueda,

déjame vivir honrado

este tiempo que me queda.

Luzón Pues, ¿qué hemos de hacer?

Vicente Advierte

en lo que me ofrece agora

la industria en la ocasión fuerte.

Don Juan de Aragón adora

a mi hermana, y es de suerte,

que, aunque intenta en Zaragoza

su padre don Luis casalle

con una señora moza,

noble, y barona del Valle,

que con otros pueblos goza,

tiene en tanto la belleza

de doña Violante ingrata,

que, sin mirar su pobreza,

las otras bodas dilata,

y a éstas su amor endereza.

Toda la gente de casa,

como tan público fue,

saben lo que en esto pasa.

Luzón Y yo también, señor, sé

que por tu hermana se abrasa.

Vicente Oye, pues. Tú has de quedarte

aquí con un papel mío,

que, en fe de que sé estimarte

por fiel, de ti mi honor fío,

como si en él fueras parte.

Escribiré en él, Luzón,

a doncellas y a criados,

que de don Juan de Aragón

los amorosos cuidados

han llegado a ejecución

de casarse con secreto

con mi hermana en un castillo

que tiene para este efeto

prevenido, y que encubrillo

importa, por el respeto

que a su padre es bien tener;

y que, en fe de esto, llegó

esta noche, sin querer

que sepan más de él y yo

lo que determina hacer.

Por lo cual, sin avisar

a nadie, a la media noche,

a las puertas del lugar

nos esperó con un coche;

y yo, para asegurar

su alboroto y confusión,

les escribo este papel.

Fingirás admiración,

y que ignorabas en él

nuestra jornada a Aragón;

dirásle que te mandé

que nuestra vuelta esperases,

y el gobierno te encargué

de casa, y con que gastases

en mi ausencia te dejé.

También les escribiré esto.

Iré a don Juan de Aragón;

diréle que, porque ha puesto

los ojos cierto barón

valenciano y descompuesto

en mi hermana, la he sacado

de Valencia, y, por quitar

la esperanza a su cuidado,

he querido divulgar

que en secreto se han casado

los dos; y él, agradecido,

mi engaño defenderá,

y, con esto persuadido,

en pie mi honor quedará,

ignorado, aunque ofendido.

Partiré luego a Castilla

en busca de este tirano,

que a sus pies mi honor humilla;

y, si negase la mano

a quien se atrevió a pedilla,

vengándose mi esperanza,

demostrará la experiencia

lo que mi valor alcanza,

y que a injurias de Valencia

ofrece armas la venganza.

Luzón Bien me parece todo eso.

Vicente Ven, y daréte el papel.

¡Ay, Luzón, que estoy sin seso!

Luzón Tu hermana estaba sin él,

y dio en tierra con su espejo.

(Vanse. Salen don Pedro de Mendoza y Agudo, de camino.)

Pedro ¿Hay buenas camas?

Agudo De Holanda

prometen sábanas.

Pedro Bien.

Agudo Colcha y rodapiés también

de red, con su flueco y randa;

dos almohadas que alistan

lazos de azul y amarillo,

debajo de un acerillo,

y porque sus faldas vistan

las manchas, de la pared,

tres sábanas, aunque tiernas

por viejas, distinguen piernas,

ya de lienzo, ya de, red.

Un cielo encima colgado,

con fluecos del mismo modo,

que, viéndole blanco todo

dije, «el cielo está nublado»,

y dos doseles, que son

adorno del aposento;

un prolijo paramento;

pintada en él la Pasión

y la historia de Susana,

con los dos viejos y el baño;

y, al otro lado del paño,

un San Joaquín y Santa Ana,

y un ángel sobre la puerta

que con las alas los junta;

al otro un sayón que apunta

a un San Sebastián que acierta;

luego un San Antón muy viejo

con su vestido de estera,

y debajo la escalera;

junto de él, un San Alejo.

Remátase la labor

con la espigadera Rud,

cual le dé Dios la salud

al bellaco del pintor.

Pedro Con eso vive contenta

aquesta gente sencilla.

No es Arganda mala villa.

Agudo Tiene un soto que sustenta

con su caza y entretiene

a sus vecinos y dueños.

Corren toros jarameños,

que a gozar la corte viene

por pasar por él Jarama,

de quien sus vecinos beben

las fuerzas con que se atreven;

que son bravos de la fama.

Pedro ¿Está la maleta arriba?

Agudo Dando abrazos al cojín.

Pedro ¡Que hoy hemos de entrar, en fin,

en Madrid!

Agudo Él te reciba

con buen pie; que es menester

confesar y comulgar,

como quien se va a embarcar,

quien su golfo quiere ver.

Pedro ¿Golfo?

Agudo Y no de muchas leguas.

Pedro Bien dices, si a Madrid llamas

manso golfo de las damas.

Agudo Antes golfo de las yeguas.

¡Qué mal su rumbo conoces!

¿Más que te han de marear

la bolsa luego al entrar,

si tiran sus olas coces?

Pedro ¿Por qué, si a casarme voy?

Agudo Tu nombre lo ha declarado.

¿De mando a mareado,

qué va?

Pedro Satisfecho estoy

de que en doña Serafina

no hay recelo que me asombre,

porque, del modo que el nombre,

tiene la fama divina.

Agudo Serafín bien puede ser;

mas no creo en serafines,

que por andar en chapines,

son fáciles de caer.

Y serafines caídos

ya tú ves que son demonios.

Pedro Como aquesos testimonios

les levantan atrevidos.

Agudo ¿Hasla visto?

Pedro ¿Cómo puedo,

si ha un mes que desembarqué

de Sanlúcar y llegué

de México?

Agudo ¿Y sin más miedo

te vas a casar con ella,

sus virtudes canonizas,

su hermosura solemnizas,

y te enamoras sin vella?

Pedro Escribió su padre al mío

sobre aqueste casamiento;

que no pudo el elemento

del mar enfadoso y frío

anegar correspondencias

de su pasada amistad,

pues las que la mocedad

funda, vencen las ausencias.

Informóse de su estado,

que, por ser tan conocido,