Las quinas de Portugal - Tirso de Molina - E-Book

Las quinas de Portugal E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

Las quinas de Portugal es una de las comedias históricas de Tirso de Molina, historias teatrales que suelen mezclar tramas de enredo amoroso con un trasfondo histórico, en este caso el mito de la fundación de la nación portuguesa.

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Seitenzahl: 70

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Tirso de Molina

Las quinas de Portugal

COMEDIA ESCRIPTA POR EL MAESTRO TIRSO DE MOLINA

Saga

Las quinas de PortugalCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726548891

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

Personas

Don Alfonso Enríquez, Giraldo, viejo conde de Portugal Ismael, rey moro Brito, pastor, gracioso Leonor, dama Don Egas Muñiz Zulema, moro Don Gonzalo Algunos moros Una dama y un moro Algunos portugueses Un alfaquí Don Pedro Y un niño que hace a Cristo

ACTO PRIMERO

(Toda la fachada del teatro ha de estar de arriba abajo llena de ris-cos, peñas y espesuras de matas, lo más virisímil y áspero que se pueda, imitando una sierra muy difícil, con las circunstancias que se dirán después. Por lo más alto de estas breñas saldrá Brito, rústico, con un bastón largo, disparando la honda, y por en medio de las dichas peñas sale el conde don Alfonso Enríquez, en hábito de caza, en cuerpo muy bizarro.)

Brito ¡Aho, que espantáis el cabrío!

¡Verá por dó se metió!

¡Valga el diabro al que os parió!

¡Echad por acá, jodío!

¡Teneos el embigotado! 5

Alfonso Enriscado me perdí:

pastor, acércate aquí.

Brito ¿Acercáosle? ¡Qué espetado!

Pues yo os juro a non de san

que si avisaros no bonda 10

y escopitina la honda

seis libras de mazapán,

mijor diré mazapiedra...

¡Aho, que se mos descarría

ell hato!

Alfonso ¡Escucha!

Brito ¡Aún sería 15

el diabro! ¡Verá la medra

con que mos vino! ¡Arre allá!

Hombre del diabro, ¿estás loco?

Ve abajando poco a poco...;

no por ahí, hancia acá. 20

¡Voto a san!, si te deslizas.

(Acércanse.)

Alfonso Acerca, dame la mano.

Brito … que has de llegar a lo llano

bueno para longanizas.

(Dale el cabo de el bastón y tiénen-

le ambos.)

Agarraos a ese garrote. 25

¿Quién diabros por aquí os trujo?

(Bajando.)

Teneos bien, que si os rempujo

no doy por vueso cogote

un pito.

Alfonso ¿Qué sierra es esta?

(Bajando Brito hacia el conde, asi-

dos los dos al palo.)

Brito La de Braga hacia Galicia. 30

Alfonso ¡Notables riscos!

Brito Se envicia

hasta el cielo.

Alfonso ¡Extraña cuesta!

Brito Llámase «Espanta ruines».

Alfonso No sé yo que haya en España

más escabrosa montaña. 35

Brito Mala es para con chapines.

Dad acá la mano.

Alfonso Toma.

(Júntanse de las manos y repara Bri-

to en el guante.)

Brito ¿Hay mano con tal brandura?

O sois vagamundo o cura.

Echad por aquesta loma; 40

con tiento, ¡aho!, que caeréis.

(Van bajando poco a poco de las ma-

nos.)

Alfonso ¿Hay peñas más enriscadas?

Brito ¡Manos de lana y peinadas!

¡Qué guedejas! ¡Aho, me oléis

a poleo! ¡Pregue a Dios 45

que no encarezcáis la lleña!

Alfonso No malicies.

Brito Pues ¿hay dueña

que las traiga como vos?

Alfonso ¿Nunca viste guantes?

Brito ¿Qué?

Alfonso Estos. (Aparte.) Simple es el villa-

no. 50 (Descálzase uno.)

Brito ¡Aho, que os desolláis la mano!

¿Estáis borracho? A la hé

que debéis ser fechicero.

El pellejo se ha quitado

y la mano le ha quedado 55

sana, apartada del cuero.

Las mías ell azadón

las ha enforrado de callos;

pues que sabéis desollallos

hacedme una encantación, 60

o endilgadme vos el cómo

se quitan, que Mari Pabros

se suele dar a los diabros

cuando la barba la tomo.

(Bajando.)

Alfonso ¡Sazonada rustiqueza! 65

Brito Por aquí, que poco falta

de la sierra.

Alfonso Ella es bien alta y escabrosa su aspereza.

Brito Y decid, por vuesa vida:

¿que se puede desollar 70

la mano sin desangrar

quedando entera y garrida?

Alfonso Anda, necio; la que ves

es una piel de cabrito

o cordobán.

Brito ¡Pues bonito 75

soy yo!

Alfonso Adóbanla después

y ajustándola a la mano

del polvo y sol la defiende.

(Bajando.)

Brito ¿Sí? ¡Bueno! O sois brujo o duende.

Vos pensáis, por lo serrano, 80

burlarme. ¿No está apegada

con la carne a esotra?

Alfonso No.

Brito ¿No os la vi desollar yo?

Alfonso Estaba en ella encerrada

como tu pie en esa abarca. 85

Brito Atareislas por traviesas,

que ya yo vi manos presas

por retocar lo dell arca;

Mari Pabros me pedía

la mía de matrimeño 90

y yo, como amor la enseño,

dándole a esotra vacía

burlada se quedará,

(Ya están abajo.)

si por Olalla la dejo,

que hay mano que da el pellejo 95

pero no la voluntá.

Y, porque ya estáis abajo,

adiós, que all hato me vo.

Alfonso Quiero desempeñar yo

las deudas de tu trabajo: 100

toma este anillo.

Brito ¿Este qué?

Alfonso Sortija: es de oro.

Brito Verá;

mijores las hay acá

de prata. Se la daré

a Mari Pabros. Señor, 105

¿qué es esto que relumbrina?

Alfonso Un diamante, piedra fina.

Brito ¿Lo que llaman esprendor

el cura y el boticario?

Alfonso ¿Quién?

Brito Un par de entendimientos 110

que, a falta de pensamientos,

mos habran extraordinario;

y hay en mueso puebro quien

mos avisa esto que oís:

echan al centeno anís 115

para que mos sepa bien;

habran los dos tan prefundo

que los doy a Barrabás

y porque no es para más,

adiós, hasta el otro mundo. (Vase.)120

Alfonso Dudo que puedan hallarme

en tan distante espesura

mis monteros. ¡Oh hermosura!,

tú has venido a enajenarme

de mi gente y de mí mismo. 125

Es doña Elvira Gualtar

objeto digno de amar,

pero en el hermoso abismo

que mi memoria atropella,

anegadas mis pasiones, 130

falto a mis obligaciones.

Dos ángeles tengo en ella:

dos niñas, que de mis ojos

niñas han venido a ser

para no dejarme ver 135

más que sus bellos despojos.

Soy conde de Portugal,

y por la madre y las hijas

ocupaciones prolijas

de un gobierno casi real 140

olvido... Pero ¿qué es esto?

(Suena música. Ábrese toda la monta-

ña desde la mitad abajo, quedando

descubierta una cueva capaz, toda

entapizada de yedra, flores y rome-

ros, techos, paredes y suelo. En me-

dio, una mesa de hierbas, y asentado

en un peñasco, la cara a la gente,

Giraldo, viejo venerabilísimo, ves-

tido de estera de palma, con algunos

libros, como que los estudia; a un

lado de la puerta de la cueva, una

palma, colgando de ella las armas

que aquí se dicen. Las peñas por

donde bajó el conde, levantadas ago-

ra, servirán a la cueva de chapitel

y toldo. Prosigue don Alfonso.)

Los peñascos, obeliscos

de esta sierra, entre sus riscos

dividiéndose, han compuesto

entre su nevado espacio 145

un modo de solio regio

que de la aurora es palacio;

las peñas, sus capiteles,

con majestad elevados,

techumbres suplen dorados; 150

yedras sirven de doseles

que, entretejidas de flores,

trepan sus ramas inquietas

por jazmines y mosquetas

con brazos escaladores. 155

Desde el verde pavimento

hasta el florido artesón

da causa a la admiración

que le juzga encantamento.

Una senectud se eleva 160

prodigiosa y venerable

que, con respeto agradable,

el centro ocupa a la cueva;

trofeo son de esta palma

la espada, yelmo y arnés. 165

Algún héroe portugués

por la milicia del alma

las materiales olvida:

libros, estudioso, hojea.

¡Qué bien sus ocios emplea! 170

¡Qué bien retirada vida!

Amagos muestra divinos:

toda el alma me ha robado.

(Quiere retirarse asombrado, y le-

vántase Giraldo, y sale, deteniéndo-

le.)

Giraldo Detén, güésped deseado,

el paso a tus descaminos. 175

Por dicha, ¿eres portugués?

Alfonso Por dicha y mucha lo soy,

pues las dichas que medro hoy

en verte son interés,

el más nuevo que jamás 180

de mi discurso el exceso

apeteció.

Giraldo Según eso,

al conde conocerás

Alfonso Enríquez.

Alfonso Crieme

en su casa y compañía, 185

y tanto de mí se fía,

que, para que más se extreme

la privanza afectuosa

con que siempre me estimó,

podré decir que él y yo 190

somos una misma cosa.

Giraldo En eso ha calificado

dignamente la eleción

de su mucha discreción;

pero ¿quién te ha derrotado 195

por aquestos pricipicios?

Alfonso Cazando, al conde perdí

no muy distante de aquí.

Giraldo Son honestos ejercicios

los que imitan la milicia, 200

ensayando entre las fieras

burlas que enseñan las veras,

cuando es menos la codicia