Los lagos de san Vicente - Tirso de Molina - E-Book

Los lagos de san Vicente E-Book

Tirso de Molina

0,0

Beschreibung

En 1607 Tirso de Molina escribió la comedia hagiográfica Los lagos de san Vicente sobre la vida, legendaria y heroica, de Santa Casilda. Según la historia Casilda hija del emir de Toledo y practicando la caridad, solía llevar alimentos a los prisioneros cristianos detenidos por su padre. Los lagos de san Vicente presenta las vicisitudes de Santa Casilda para encontrar la cura de una enfermedad que padece en la sangre y que la aflige. Casilda rechaza la asistencia médica por parte de médicos musulmanes y milagrosamente encuentra la cura en el mundo cristiano. En este trayecto se presenta la evolución intelectual y espiritual de la futura santa en defensa de la fe cristiana.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 85

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Tirso de Molina

Los lagos de san Vicente

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Los lagos de San Vicente.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-804-4.

ISBN rústica: 978-84-9816-529-6.

ISBN ebook: 978-84-9953-316-2.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 51

Jornada tercera 91

Libros a la carta 129

Brevísima presentación

La vida

Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.

Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria, en 1600, y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias y por entonces viajó por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana) y regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.

Personajes

Fernando, Rey

Don Tello

Doña Blanca

Dos cautivos

Axa, mora

Rey Moro

Carrasco, pastor

Mari Pablos

Músicos

Alí Petrán, moro

Dos moros

Don Gutierre

Don García

Casilda, santa

San Vicente, mártir

Abén Rogel, moro

Nuestra Señora, Santa María

Juan Pascual, rústico

Dos pastores

Jornada primera

(En lo alto de unos riscos Pascual, villano, muy a lo grosero con un bastón y una honda. Por la mitad de los riscos el Rey don Fernando, de caza.)

Pascual ¡Hao! Que espantáis el cabrío.

¡Verá por dó se metió!

¡Valga el diablo al que os parió!

Echá por acá, jodío.

Teneos el abigarrado.

Fernando Enriscado me perdí;

Pastor, acércate aquí.

Pascual Sí, acercáosle, que espetado;

pues yo os juro a non de san

que si avisaros no bonda

y escopetina la honda

tres libras de mazapán,

mijor diré mazapiedra

¡Hao! Que se mos descarría

el hato.

Fernando Escucha.

Pascual Aún sería

el diablo; verá la medra

con que mos vino; arre allá

hombre del diabro, ¿estás loco?

Ve bajando poco a poco,

no por ahí, ancia acá.

¡Voto a san, si te deslizas...

Fernando Acerca, dame la mano.

Pascual Que has de llegar a lo llano,

bueno para longanizas.

(Alárgale el bastón para que se tenga a él.)

Agarraos a este garrote.

¿Quién diabros, por aquí os trujo?

Teneos bien, que si os rempujo,

no doy por vueso cogote

un pito.

Fernando ¿Qué tierra es ésta?

Pascual La Bureba de Castilla.

Fernando ¡Notables riscos!

Pascual Mancilla

vos tengo.

Fernando ¡Qué extraña cuesta!

Pascual Llámase Espanta roínes.

Fernando No sé yo que haya en España

tan escabrosa montaña.

Pascual Mala es para con chapines.

(Van bajando.) Dad acá la mano.

(Con guante.)

Fernando Toma.

Pascual ¿Hay mano con tal brandura?

O sois vagamundo o cura.

Echad por aquesta loma.

Con tiento, hao, que caeréis.

Fernando ¿Hay peñas más enriscadas?

Pascual Manos de lana y peinadas

guedejas: hao, no me oléis

a poleo. Pregue a Dios

que no encarezcáis la leña.

Fernando No malicies.

Pascual ¿Pues hay dueña

que las tenga como vos?

Fernando ¿Nunca viste guantes?

Pascual ¿Qué?

Fernando (Aparte.) Éstos. (¡Simple es el villano!)

(Vase descalzando el guante.)

Pascual Hao, que os desolláis la mano.

¿Estáis borracho?, a la he,

que debéis ser hechicero.

E pellejo se ha quitado

y la mano le ha quedado

sana, apartada del cuero.

Las mías el azadón

les ha enforrado de callos;

pues que sabéis desollallos

hedme alguna encantación,

o endilgadme vos el cómo

se quitan, que Mari Pabros

se suele dar a los diabros

cuando la barba la tomo.

Fernando ¡Sazonada rustiqueza!

Pascual Por aquí, que poco falta

de la sierra.

Fernando Ella es bien alta

y asombrosa su aspereza.

Pascual Y decid, por vuesa vida,

qué, ¿se puede desollar,

la mano sin desangrar

quedando entera y guarrida?

Fernando Anda, necio; la que ves

es una piel de cabrito

o cordobán.

Pascual Sí; bonito

soy yo.

Fernando Adóbanla después

y ajustándola a la mano

del aire y Sol la defiende.

Pascual ¡Qué bueno! O sois brujo o duende.

¿Pensáis, aunque só serrano

burlarme? ¿No está apegada

con la carne esotra?

Fernando No.

Pascual ¿No os la vi desollar yo?

Fernando Estaba en ella encerrada

como tu pie en esta abarca.

Pascual Si las atáis por traviesas

dejáradeslas vos presas

o metidas en el arca.

Mari Pabros me pedía

la mía de matrimeño,

y yo, como amor la enseño,

dándola aquesta vacía,

burlada se quedará

si por Olalla la dejo;

que hay mano que da el pellejo

pero no la voluntá.

Y porque ya estáis abajo

adiós, que al hato me vó.

Fernando Quiero desempeñar yo

las deudas de tu trabajo.

Toma este anillo.

Pascual ¿Este qué?

Fernando Anillo es de oro.

Pascual Verá,

de prata los hay acá

mijores; se le daré

a Mari Pabros, señor.

¿Qué es esto que relumbrina?

Fernando Un diamante, piedra fina.

Pascual ¿Lo que llaman esprendor

el ruta y el boticario?

Fernando ¿Quién?

Pascual Un par de entendimientos

que, a falta de pensamientos,

nos habran tras ordinario

y hay en nueso puebro quien

mos avisa; estos que oís

echan al pan negro anís

para que oros sepa bien.

(Sale don Tello, desnuda la espada y en cuerpo.)

Tello Quien no cumple obligaciones

de valor y de amistad

pague así su deslealtad

y vengue sus sinrazones.

Fernando Tened, don Tello, ¿qué es esto?

¿Vos con la espada desnuda?

Tello Señor, un agravio muda

leyes que amor había puesto.

Cazando os habéis perdido,

pero podréis os hallar

a vos mismo, si excusar

sentimientos sois servido

de quien valor interesa

y busca satisfacción.

Cazad, Fernando, el blasón

de igual, que es sabrosa presa

digna de las majestades

en que se retrata Dios.

Verdades huyen de vos;

seguid, señor, las verdades.

Fernando Pues ¿a qué fin es todo eso?

Tello Don Diego, favorecido

de vos, muchos ha ofendido,

que el privar ofusca el seso;

y yo que de él confié

prendas de la voluntad,

quejoso de su amistad

en esta sierra saqué

con su sangre el sentimiento

de mi agravio. No sé yo

si vive. Sé que quedó

herido y con escarmiento.

Temo el poder coronado

de un Rey que se subordina

a leyes que amor inclina

contra la razón de estado.

Siento seguirme su gente

y el riesgo no da lugar

a poderos declarar

la ocasión que tuve urgente.

Si vos la verdad seguís,

que os suplico que busquéis,

en los yermos la hallaréis,

y si templado la oís

sabréis el agravio mío;

mas si os tiene el favor ciego

de doña Blanca y don Diego,

aunque enemigo, os la fío.

Fernando Don Tello, esperad.

Tello No puedo,

gran señor, aunque os adoro,

que os he ofendido; al Rey moro

voy a servir de Toledo.

(Vase don Tello. Sale doña Blanca.)

Blanca Fernando generoso,

a quien debe Castilla

el título de reino

si el de condado olvida,

y en hermandad eterna

acuartelados pintas

castillos y leones

en unas armas mismas,

escucha agravios tuyos,

porque entre injurias mías

a ti te satisfagas,

a mí me des justicia.

Mi nombre es doña Blanca,

ya blanco de desdichas,

a quien airados cielos

con triste aspecto miran.

Señora de estos montes,

de estas sierras altivas,

mis padres castigaron

por heredarlos hija.

Única fui en Briviesca,

solar y casa antigua

de mis antepasados;

notoria fue su estima.

Mis años eran pocos

y menos la noticia

forzosa a una doncella

ya madre de familias.

Don Tello de Velasco,

cuyas tierras vecinas

le hicieron, si no deudo,

doméstico en mi villa,

multiplicaba en ella

frecuencias compasivas

a que le ocasionaban

el verme sola y rica.

Menesterosa entonces

de quien con manos limpias

mi hacienda administrase,

que en huérfanos peligra,

tomóla por su cuenta,

y al paso que crecían

mis réditos y censos,

crecieron sus visitas.

Menguó en vulgares lenguas

la fama, que lastiman

con sombras de verdades

hipócritas mentiras.

Llegaron estas nuevas

despacio a mi noticia,

puesto que siendo malas

suelen llegar de prisa.

Y como la advertencia

después de la puericia

en juventudes nobles

lo lícito limita,

en lo que no lo era,

por refrenar malicias,

quise, si no atajarlas,

honrada, reprimirlas.

Para esto, vergonzosa,

llamé a don Tello un día

y entre vislumbres arduas

examinando cifras,

le dije: «Diligencias

que alientan cortesías

y desinteresadas,

si no empeñan, obligan,

han dado al ocio infame

sospechas y premisas

que a mi opinión se atreven,

que vuestra fama eclipsan.

Ya suele juzgar verde

la nieve quien la vista

por verdes vidrieras

socorre, cuando mira.

¿Qué mucho, si villanos

ociosos nos registran

con maliciosos ojos,

que juzguen a malicia

desvelos de nobleza,

queriendo que se midan

con sus intentos torpes

acciones comedidas?

El veros tan afecto

diligenciar prolijas

agencias de mi hacienda

por vos restituida,

remiso en vuestra casa,

solícito en la mía,

cuidando mis aumentos

y frecuentar venidas,

no siendo nuestra sangre

por vínculos propincua,

la edad ocasionada

en vos y en mí florida;

vos hombre, mujer yo,

y en ellas perseguida

la fama, si nos notan

no os cause maravilla,

que yo os juro, don Tello,

que a no ser presumida

aventurara aciertos

de este confuso enigma.

Porque oficiosas muestras

después de tantos días,

con tal perseverancia

aunque el silencio oprima,

señales acreedoras

por sí mismas me avisan,

que agencias sin retornos

o mueren o se entibian.

Ya yo me he declarado.

Quien debe, y noble libra

hidalgos desempeños,

no quiere trampear ditas.

Los vuestros reconozco

y sé que se acreditan

con el cortés silencio,

que cuando beneficia

el bien nacido, calla;

porque ajustar partidas

de amantes pretensiones

serán mercadurías.

Mirad en este caso

lo que la vuestra arbitra,

y sea desmintiendo

los que nos fiscalizan,

o limitando el verme

y de mi casa y vida,

si administrador, dueño

creciendo a mi amor dichas».

Dije, y él, cortesano,

con lengua agradecida

no osó afirmar con alma,

que tal vez son distintas

palabras de intenciones,

encareció la estima

de mis ofrecimientos,