Oráculos de Talía - Gertrudis Gómez de Avellaneda - E-Book

Oráculos de Talía E-Book

Gertrudis Gómez de Avellaneda

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Beschreibung

"Oráculos de Talía" (1855) es una comedia original de Gertrudis Gómez de Avellaneda en cinco actos y en verso ambientada durante la minoría de edad de Carlos II. La obra narra el ascenso inmerecido al poder de Fernando de Valenzuela, gracias a las intrigas de la corte y a los favores de la reina regente Mariana de Austria. -

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Gertrudis Gómez de Avellaneda

Oráculos de Talía

LOS DUENDES DE PALACIO.

COMEDIA EN CINCO ACTOS Y EN VERSO,

Representada por primera vez en el teatro de la Cruz, la noche del 15 de Marzo de 1855.

Saga

Oráculos de Talía

 

Copyright © 1855, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726679694

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

A la Señora

Doña Casta Barreda de Leon,

En cortu nuestra de grande afecto,

Su constante anuga.

La Autora.

PRÓLOGO.

Faltaria á una deuda de gratitud si al dar á la prensa esta comedia, que tan señaladas muestras de aprobacion ha recibido del público., no comenzase por rendir gracias á este por su constante benevolencia conmigo. Se las debo igualmente é los distinguidos artistas, que han contribuido, no poco, con la perfeccion del desempeño, al brillante éxito que está obteniendo todavia al escribirse estas líneas, en cada una de las noches en que se repite su representacion.

Grande ha sido sin duda la buena voluntad y la decision del público al aplaudir con perseverante y creciente entusiasmo una produccion, respecto á la cual se ha procurado inspirarle, por diferentes medios, desfavorables prevenciones. Grande tambien el triunfo de los actores que, luchando contra el espíritu, prosáico de la época y contra las otras circunstancias que se reuneu para producir la actual decadencia de nuestro teatro, han logrado atraer la atencion pública hácia una obra que, segun la afirmacion de ciertos críticos, no tiene interés, ni caractéres, ni pensamiento filosófico, ni fin moral, ni invencion, ni nada en resumidas cuentas que justifique la lisonjera acogida que ha merecido del público. Reciba este, por tanto, nuestras mas expresivas gracias por su gran bondad para con esta defectuosísima composicion, y crea que anhelosos de corresponder á aquella hubieramos trabajado para corregir en lo posible los Oráculos de Talia, antes de dar el manuscrito á la prensa, si nos cupiese la dicha de alcanzar á comprender la enseñanza que hemos buscado en la severa crítica.

Pero ¿qué podremos hacer, que valga mas que el seguir nuestro propio juicio sancionado por la aprobacion de ese mismo público, cuando (por el capricho de la naturaleza, que se ha complacido en ostentar tan infinita variedad en sus obras) nos vemos, desgraciadamente para nosotros, en la absoluta imposibilidad de poner de acuerdo á nuestros ilustrados censores para aprovechar sus lecciones? Terrible ha sido la confusion de nuestro ánimo al encontrarnos con que mientras uno nos acusa de que no hay caractéres en nuestra comedia, otro nos reconviene por haber prestado al protagonista cualidades que no tuvo, y pintado á la reina doña Mariana no muy en consonancia con la historia. Aqui se nos fulminan cargos porque hemos hecho la apoteosis de Valenzuela; allá nos dicen que lo habernos convertido en un bobalicon. Quién nos echa en cara el que descuidamos la correccion; quién, indica que merced á ella y á los buenos versos ha podido únicamente agradar nuestra obra. Cuando intentamos refundir los dos primeros actos, porque hay quien los declara malos, lánguidos, embrollados, etc., nos sale otro diciendo que son los mejores de la comedia. En fin, hasta nos hallamos, para mayor turbacion de nuestro pobre, espiritu, con que han causado risa los versos en que dice Valentin:

El togado manda en guerra

y el literato en marina

y el militar en hacienda.

Un concienzudo crítico ( 1 ) nos hace saber que todo esto era lengua babilónica para las gentes del siglo XVII; que tales lindezas son impropias de aquellos tiempos, que nos empeñamos los poetas en pintar con los colores del nuestro. ¡Cuál no debió ser, por tanto, nuestra angustia al vernos cogidos en tan grave falta, solo por habérsele antojado á un satírico del mencionado siglo XVII el escribir en esa lengua babilónica que no entendian sus contemporáneos, y caer nosotros en la inocentada de copiar casi literalmente sus versos, creyendo en nuestra ignorancia que pintaban abusos de entonces, y desaciertos de entonces, en lenguaje de entonces; porque entonces y ahora podian existir en nuestro pais los mismos males y ser expresados con las mismas palabras!...

Otro disgusto grave nos ha causado tambien el haber incurrido en la equivocacion de pensar que al escribir nuestra humilde comedia teniamos esta idea:=Valenzuela, hombre de talento incuestionable, poeta, activo, ambicioso, hubiera podido acaso ser gloria de su patria, si no se le hubiese arrancado de su esfera, para convertirle en mal ministro. Si la miseria, el abandono completo que es dote del ingenio literario en España, no le llevasen á renegar de su vocacion primera, buscando por la intriga y el favor lo que se negaba al mérito.=Tal era la idea que me pareció tener cuando, ocupándome del favorito de doña Mariana de Austria, bosquejaba su desgracia como poeta, y su rápida y escandalosa fortuna como palaciego. Cuando le hacia decir á él mismo:

No soy genio universal:

ábranme campo en mi esfera

y útil seré; seré grande

quizá; pero no me tuerzan

el camino á que me llama

la Divina Providencia;

pues no sé, lanzado en otro,

si útil ó dañoso fuera.

Cuando al tocar á la cúspide de su privanza le hago volver los ojos con ternura á su triste pasado de poeta, y preguntarse con dolor:

¿Qué serás en aquel puesto

á que el cielo no te llama?

Lo que será, tambien él mismo lo dice mas adelante:

Uno de tantos validos!

Pero todo eso no quiere decir nada/por lo que vemos, ni encierra idea ninguna.

Algunos de nuestros críticos han tenido la bondad de declararnos que damos por leccion que se debe enamorar á una linda camarista y tener por vecina á una bordadora de la reina para llegar á ser grande hombre. Verdad es que bien merecido nos tenemos toda esa donosa burla, por no haber aspirado, como debimos hacerlo en concepto de otro maestro, á enseñarle muchas cosas al pueblo: é ese pueblo que tiene derecho para exigir que lo instruyan... los autores de comedias. Pero ¿qué le dejariamos que hacer á los hombres políticos, si nosotros nos tomabamos á ese buen pueblo á nuestro cargo?

Advertimos de pronto que se va haciendo muy largo este prólogo, que estan esperando los cajistas, y le ponemos fin agradeciendo las alabanzas que algunos periódicos nos han dispensado, y agradeciendo no menos las censuras de otros. ¿Qué mayor prueba del vivo interés que les inspiramos y del afan con que anhelan nuestros adelantos, que esa severidad en la critica, usada por los que son comunmente tan pródigos de alabanzas con otros? Seriamos muy ingratos si no confesasemos su buena voluntad para con nosotros; y únicamente les rogamos, á ellos, y á todos los Aristarcos que en lo sucesivo se dignen ocuparse de nuestros pobres ensayos literarios, que para que podamos sacar de sus críticas el fruto que desean, se sirvau juzgarnos literariamente, tomándosela pena de leer con detencion lo que quieren juzgar. Con tal que nos den censuras razonadas les dispensamos generosamente del trabajo de, envolverlas en forzadas alabanzas. Aspiramoś á merecerlas, no á oirlas; y si no fueramos humildes quizá nos explicariamos las censuras de tal modo que nos fuesen mucho mas lisonjeras que los mas lisonjeros elogios, recordando un dicho célebre de cierto moralista. Pero Dios nos libre! no queremos por ningun motivo pensar tan altamente de nuestra insignificante persona.

G. G. de Avellaneda.

PERSONAJES. ACTORES.

LA REINA DOÑA MARIANA DE AUSTRIA

Sra. Fenoquio.

DONA EUGENIA DE UCEDA, camarista

Sra. Palma.

LUISA PAZ, bordadora de la Reina

Sra. Orgaz.

D. FERNANDO DE VALENZUELA

Sr. Romea. (D. Julian .)

EL CONDE DE MONTEREY

Sr. Romea. (D. Florencio .)

EL DUQUE DE MONTALTO

Sr. Aguirre.

EL MARQUES DE ASTORGA.

Sr. Guzman.

VALENTIN, criado de Valenzuela.

Sr. Del rio.

EL BALLESTERO MAYOR

Sr. Sobrado. (D. Pedro .)

CORTESANO l.°

Sr. Perez.

CORTESANO 2.°

Sr. Bermonet.

UN PAJE

Sr. Sineo.

UN GENTILHOMBRE

Sr. Solans.

Cortesanos.

______________

La época, últimos, años de la minoria del rey Carlos II.

ACTO PRIMERO

Sala muy modesta.—Puertas al fondo y laterales.— A la derecha del actor, y muy cerca del tabique, una estálua de Talia. Delante de aquella estátua una mesa cubierta de papeles y con recado de escribir, y á espaldas de la misma una puerta secreta.—Al lado opuesto, y al frente de la primera, otra mesa mas pequeña, en la que hay tambien un tosco tintero.—Es de dia.

ESCENA PRIMERA.

Valenzuela y Valentin, ambos escribiendo: el primero en la mesa de la derecha y el segundo en la de la izquierda.

Valenz. (Para sí.) Pronto la cuarta jornada termino.

Valent. (Id.) Nunca doy fin

á la suma de esta deuda.

Valenz. Esta escena hará aplaudir

al mas bolo.

Valent. Estos guarismos

dieran miedo al mismo Cid.

Valenz. (Leyendo.) Doña Clotilde, don Cárlos

y el duque de Campoañil.

Valent. La patrona, el zapatero

y el sastre, que es un Cain!

Y volverán!.. si señor!..

Volverán!...

(Se levanta y alza la voz.)

Valejz. Vete con mil!..

En lo mejor de la escena

me vienes á interrumpir

para hablarme de acreedores?

Valent. Mi cuenta ajustaba alli

sin mezclarme en su comedia;

mas pues venció desde abril

el plazo décimoquinto,

que les dimos...

Valenz. Parlanchin!

Déjame en paz

Valent. Bien, le dejo;

mas sepa que de alguacil

hablan ya, y hablan de embargo...

Valenz. Tengo mucho que escribir.

Valent. (Acercándosele con zalameria.)

Don Fernando, y no tendrá

siquiera un maravedí

para acallar á esos hombres?

No halla al menos un ardid

que preserve de su enojo

mi amenazada cerviz?

Valenz. Pagaremos!

Valent. Pagaremos?

Valenz. A ellos y á todos.

Valent. Si?...

Valenz. Si.

Valent. Con que aun son mas?...

Valenz. Por desgracia!

Mas ya lo dije, infeliz:

pagaremos.

Valent. Va de veras?

Valenz. Lo juro.

Valent. A son de clarín

voy á anunciarlo. (Hace que se va y vuelve.)

Hay cum quibus?

Valenz. Qué es eslo?

Valent. Qué es eso?

Valenz. Di!

Valent. Claro está que sou papeles.

Valenz. Papeles?... Oro de Ofir!

Valent. Oro!...

Valenz. Vale esta comedia

las minas del Potosí.

Valent. Con comedias, voto al chápiro!

vuesarcé piensa salir

de sus apuros? Con ellas

pagar quiere, pésia á mí!

Valenz. Con ellas haré que vuele

del uno al otro confin

el nombre de Valenzuela.

Valent. Calle, calle por San Luis!

En hora infausta dejamos,

señor, el patrio Genil,

y le trajo necio antojo

á esta Babel de Madrid,

para emprender un oficio

que tengo por el mas ruin.

Valenz. (Levantándose.) Blasfemo!... si no mirara

tu ignorancia!...

Valent. No aprendí

las artes que ahora le embeben,

pero no soy tan cerril

como piensa. eo el muudo

y sé sobre él discurrir

mejor que vuesa merced

con ese ingenio sutil.

Si yo ley no le tuviera... (Con emocion.)

mas no puedo prescindir;

que le he mecido en mis brazos

cuando aun era chiquitin.

Valenz. Sé que, amigo, casi padre,

mas que sirviente hallo en tí,

y no ignoras que te estimo;

pero atreverte á decir

que es villano el noble empleo

de autor dramático!...

Valent. En fin,

será noble, y archinoble:

mas su esfuerzo juvenil

no quiero verle gastar

devanándose el magin

por encontrar consonantes

que de nada han de servir.

Valenz. De nada?...

Valent. Lo dicho.

Valenz. Vete!...

Valent. Tome carrera civil,

ó cualquier rumbo.—Qué gana

con tanta comedia urdir?...

Valenz. Legar un nombre á los siglos!

llegar al claro cenit

de la gloria!

Valent. Y qué le importan

los siglos, si ha de morir

en este... y acaso de hambre!

Valenz. Yo tengo fé, Valentin,

en el genio, á quien fortuna

tributo debe rendir.

El talento es patrimonio!

Valent. No en la ley de este pais.

Valenz. Estás de broma?

Valent. No, á fé,

que antes bien debo gemir.

Valenz. Es tan malo el ser poeta?

No es digna carrera?

Valent. Psit!

Valenz. No es destino bello y grande?

Valent. Oiga, y podrá decidir

por sí mismo la cuestion.

Valenz. Dios me dé paciencia: dí!

(Valenzuela se sienta, y despues de una pausa dice lo que sigue Valentin.)

Valent. Pasa un pobre mentecato

noche tras noche sin sueño,

(y no me ponga ese ceño,

que no hago aqui su retrato).

Pasa el cuitado en desvelo

su juventud bella y pura,

buscan do siempre una altura

dó encuentre espacio su vuelo.

Al error y al vicio guerra

declara audaz, tal victoria

por timbre dando á la historia

de su siglo y de su tierra:

y asi, sufriendo dolores

que el mundo no ve ni entiende,

con mano, amiga le tiende

los frutos de sus sudores.

Valenz. Dices bien: ansioso el mundo

recoge tan ricos dones,

y devuelve en ovaciones

gran prez al genio fecundo!

Valent. El mundo—si está de humor—

le responda—Bravo!Bien!

Requiescat in pace; amen.

Qué mas alcanza un autor?

Valenz. Eso dices?

Valent. La medalla

del lado hermoso le enseño,

que otro cuadro, y no risueño,

por el reverso se halla.

Lo encontrará si recuerda

que hay ignorancia atrevida,

que ciega juzgue y decida,

pedantesca ladre y muerda.

Que hay envidia, que al ruido

se irrita de justa fama;

que, aunque á rastro, se encarama

sobre el cieno, que es su nido,

y desde alli ronca chilla

mostrando su afan cruel,

y escupiendo sucia hiel

en lo que mas se alza y brilla.

Si no olvida en fin... que hay pitos!..

á peseta el centenar!...

y que hay hombres muy peritos

en la ciencia... de silbar.

Yo pintárselos pudiera,

con sus pelos y señales;

mas trazar retratos tales

del pincel deshonra fuera.

Y los pobres...á mi ver

avergonzarlos no es justo.

El meter ruido es un gusto,

y ellos... qué ruido han de hacer?

Valenz. Y al águila, que del cielo

mide espacios infinitos,

qué le importan los mosquitos

que estan zumbando en el, suelo?

Martillo en vano se emplea,

Valentin, contra el diamante;

porque él luce mas brillante

cuanto mas se le golpea!

En parte tienes razon.

No se ocultan á mis ojos

de mi senda los abrojos;

mas me sobra corazon!

Sabré luchar y vencer.

Valent. Vencerá... cuando no luche.

Valenz. Te empeñas en que te escuche

filosofar?

Valent. Podrá ser.

Valenz. Y es tu lógica asaz fuerte.

Valent. Quién no sabe de memoria

que del templo de la gloria

guarda las llaves la muerte?

Valenz. Es como el corcho el talento;

nunca se hunde, Valentin.