Quien calla otorga - Tirso de Molina - E-Book

Quien calla otorga E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

Escrita en 1614, “Quien calla otorga”, continuación de "El castigo del penseque", es un ejemplo cimero del arte dramático de Tirso de Molina y, por ende, del teatro español del Siglo de Oro.

Tirso de Molina (seudónimo de Fray Gabriel Téllez) exhibe aquí sus mejores dotes creativas, combinando con mano sabia diversas dosis de amor, ingenio, humor, erotismo, enredo… Bajo el marco genérico de la comedia palatina cómica, el lector asiste al aprendizaje galante de un caballero que, si bien en el primer libro titubea en la conquista de una dama y fracasa en su empresa, en esta segunda parte pondrá en práctica la lección aprendida y logrará casarse con su enamorada.

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Tirso de Molina

Quien calla otorga

Tabla de contenidos

QUIEN CALLA OTORGA

Personas

Acto I

Acto II

Acto III

QUIEN CALLA OTORGA

Tirso de Molina

Personas

- AURORA,

- NARCISA,

- DON RODRIGO GIRÓN.

- CARLOS,

- ASCANIO,

- CHINCHILLA,

- BRIANDA,

- TEODORO,

- Dos criados.

- Acompañamiento.

La escena es en Saluzo.

Acto I

Jardín del palacio de la marquesa, el cual linda con el campo.

Escena I

AURORA, NARCISA y BRIANDA.

AURORA

¡Qué necio y qué porfiado!

NARCISA

Por fuerza ha de ser lo uno

si es lo otro.

AURORA

¿Hay tal enfado?

¡Hola! No entre aquí ninguno;

esté este jardín cerrado.

Salid vos también afuera;

guardá la puerta.

BRIANDA

¡Portera

siendo dueña! ¿Hacerme quiso

ángel deste paraíso?

En mi mocedad sí fuera;

pero ¡cuando dan despojos

al tiempo, que no resisto,

mis años y mis enojos...!

Hasta agora, ¿quién ha visto

ángel con tocas y antojos?

(Vase.)

Escena II

AURORA y NARCISA.

AURORA

¿Qué es lo que Carlos pretende

con tanta embajada, hermana?

NARCISA

Escribiendo se suspende

de amor la llama tirana,

que en tu memoria la enciende.

Mientras no te ve, te escribe,

y en respuestas que recibe

apoya ausencias crueles;

que la esperanza, en papeles

tal vez, como joya vive;

y fiado en el concierto

y palabra que le dio

mi padre, tiene por cierto

ser tu esposo.

AURORA

Ya murió

mi padre, y con él se ha muerto

cualquier derecho y acción

que alegue en la pretensión

de mi amor; pues si le di

esperanzas con el sí,

fue más por obligación

de una forzada opinión

que por gusto y voluntad.

NARCISA

Contra ti das la sentencia.

AURORA

¿Por qué, si mi libertad

queda libre, con la herencia

deste marquesado absuelta?

NARCISA

Nunca la palabra suelta

quien estima su valor.

AURORA

Dísela como menor;

libre soy, y estoy resuelta

a no cumplirla; esto es cierto.

Déjame, hermana, gozar

de mí misma, pues se ha muerto

mi padre; que no he de hallar

en medio del golfo el puerto.

No cautives mi cuidado

dese modo: que no es justo

que intente el conde, pesado,

oprimir leyes del gusto

por sola razón de Estado.

La voluntad ha de hacer

esta elección; que, a no ser

ella la casamentera,

la cruz que hace amor ligera,

de plomo, harame caer.

NARCISA

¿Tan mal el conde te está,

mancebo, galán, discreto,

y que en Borgoña podrá,

si llega mi amor a efeto,

(que si eres cuerda, sí hará),

con este Estado y el suyo,

casi un reino hacer?

AURORA

Concluyo

que en mí imposibles conquista.

Amor entra por la vista,

no por el abono tuyo.

No le he visto, y así, trato

no ser conmigo cruel

si mi libertad maltrato.

NARCISA

Ya sustituye por él

este gallardo retrato.

AURORA

Pinturas encarecidas

y verdades, imagino

que vienen a ser, oídas,

como nuevas de camino:

mentirosas o añadidas.

Pintar y escribir es ciencia

de adular con elocuencia;

porque, en materia de amores,

los poetas y pintores

tienen de mentir licencia.

¡Bueno es que al pintor pagase

retrato el conde, que fuese

bastante a que me obligase,

y que al pincel permitiese

que sus faltas retratase!

Yo, a lo menos, no lo creo,

ni pienso dar fe al traslado,

si el original no veo;

que es retrato éste pagado

y no puede venir feo.

NARCISA

Ya yo sé que el interés

hace, cuando Apeles es,

por ser su pincel de oro,

de un Polifemo un Medoro;

mas cuando crédito des

a la fama, que acrecienta

del conde alabanzas sumas,

yo sé que estarás contenta.

AURORA

Es la fama toda plumas,

¡y no quieres tú que mienta!

¿De plumas no es el pincel?

Luego mentiras me ofrece.

NARCISA

Milagros me cuentan dél.

AURORA

Si a ti tan bien te parece,

cásate, hermana, con él.

NARCISA

Si fuera marquesa yo...

AURORA

¿Luego sólo en eso estriba

tu voluntad?

NARCISA

¿Por qué no?

Lo más a lo menos priva.

AURORA

Heredera te dejó

de sus tesoros mi padre;

y del dote de mi madre,

joyas, riquezas y bienes;

tanta hacienda a tener vienes,

que como el conde te cuadre,

te igualas casi a mi Estado.

NARCISA

No es bien, siendo yo menor,

casarme antes, ni le ha dado

al conde pena mi amor:

sola tú le das cuidado.

AURORA

Pues aunque así dél te avisa,

no me encarezcas sus quejas

ni me cases tan aprisa;

que ese oficio es de muy viejas,

y tú eres niña, Narcisa.

Ayer dejamos el luto

con que el paternal tributo

pagamos al fin del año;

gocemos, pasado el daño,

de la libertad el fruto.

Esto de casarse, hermana,

ha de tener ocasión;

no como fruta temprana,

que, cogida sin sazón,

o sale insípida o vana.

NARCISA

Muy alegórica estás.

No tratemos desto más

El conde sufra y perdone,

hasta que amor te sazone;

que agora ni aun hojas das.

AURORA

Mudemos plática, hermana,

y no te acuerdes más de él.

Di qué te escribe Dïana,

condesa de Oberisel.

NARCISA

Es la hermosura alemana.

A un don Rodrigo Girón,

español y caballero,

me encomienda.

AURORA

Su opinión

le ha dado el lugar primero

entre los de su nación

Lo mismo me pide a mí,

porque ha de venir aquí,

y de verle me holgaré;

que ya sus amores sé.

NARCISA

Cosas notables oí

dese español, si es que son,

verdaderas.

AURORA

La condesa

le tuvo tanta afición

como la fama confiesa;

y a aprovechar la ocasión,

dicen que de Oberisel

fuera conde, y de Dïana,

esposo.

NARCISA

Para ser él

español, nación que gana

por atrevida el laurel

de Marte, como el de Amor,

milagro es que tal valor

haya, por corto, dejado

perder tal mujer y Estado.

AURORA

¿Gozole el conde? Mejor.

(Óyense voces dentro.)

PRIMERA VOZ

¡Matalde!

SEGUNDA

Al agua se echó.

TERCERA

Disparalde las pistolas.

CUARTA

Venturas son españolas.

La cerca, leve saltó.

QUINTA

El jardín de la marquesa

le ha dado seguro puerto.

SEXTA

¡Que no le hubiéramos muerto!

¡Ah, mal cumplida promesa!

Escena III

DON RODRIGO, la espada en mano.- AURORA, NARCISA.

AURORA

¿Qué es esto? Hombre, ¿dónde vas?

Retírate, hermana mía.

NARCISA

¿Hay tan notable osadía?

¿Sabes acaso que estás

en el jardín, reservado

sólo a la marquesa Aurora?

DON RODRIGO

Lo que la ignorancia ignora,

mi ventura ha declarado.

Damas suyas debéis ser,

ya que las señoras no,

y no poco feliz yo

si la mereciese ver.

AURORA

¿Tanto vuestra dicha gana,

sólo en ver a la marquesa?

DON RODRIGO

Sí, en verdad.

AURORA

Pues yo soy ésa.

DON RODRIGO

A vos me envía Diana.

AURORA

¿Cómo venís desa suerte?

DON RODRIGO

Envidiosos lisonjeros,

por quitarme el bien de veros,

han querido darme muerte.

Pero este jardín, que en ser

vuestro da clara señal

de que es noble y es leal,

me vino a favorecer

contra la pasión violenta

que envidiosa me persigue,

de quien para que os obligue

será razón daros cuenta.

Nací en España noble, no dichoso

(si en mis desgracias mi fortuna fundo),

de madre ilustre y padre generoso.

Rodrigo en nombre, en sucesión segundo;

mi hermano, mayorazgo caudaloso,

me forzó a que buscase por el mundo

correspondiente estado a mis intentos,

huyendo sus escasos alimentos.

Troqué por Flandes mi famosa tierra,

donde hermanos segundos no heredados

su vejación redimen en la guerra,

si mayorazgos no, siendo soldados.

Entré en Oberisel, en cuya sierra,

metrópoli Momblán de sus estados,

el tribunal de su gobierno elige,

corona muros y flamencos rige.

Varios sucesos, que prolijos dejo,

me dieron a Dïana por señora,

condesa suya, de quien es bosquejo

el sol que montes raya y valles dora.

Con luto viudo, de cristal espejo,

que el ébano guarnece, del aurora

emulación hermosa parecía,

noche a su amor, a sus amantes día.

Pusiérame silencio su respeto,

si ella misma al partir no me mandara

que os contase esta historia, y el secreto,

la fama, en fin mujer, no profanara.

Su secretario me hizo, y en efeto...

Quédese aquí, señora; que repara

su autoridad mi lengua, si os da aviso...