Quien calla otorga - Tirso de Molina - E-Book

Quien calla otorga E-Book

Tirso de Molina

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Beschreibung

Quien calla otorga es una de las comedias de capa y espada de Tirso de Molina, también llamadas comedias palatinas. Se basa en una historia de amor galante entreverada con aventuras, articulada en torno a una trama de comedia de enredo.-

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Tirso de Molina

Quien calla otorga

 

Saga

Quien calla otorgaCover image: Shutterstock Copyright © 1620, 2020 Tirso de Molina and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726548785

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS

AURORA, marquesa.NARCISA, su hermana.DON RODRIGO GIRÓN. CARLOS, conde.ASCANIO, marqués.CHINCHILLA, lacayo.BRIANDA, dueña.TEODORO, caballero.SIRENA, dama.ARMINDA, dama.Dos criados. Acompañamiento.

La escena es en Saluzo.

Acto I

Jardín del palacio de la marquesa, el cual linda con el campo.

Escena I

AURORA, NARCISA y BRIANDA.

AURORA ¡Qué necio y qué porfiado!

NARCISA Por fuerza ha de ser lo uno

si es lo otro.

AURORA ¿Hay tal enfado?

¡Hola! No entre aquí ninguno;

esté este jardín cerrado. 5

Salid vos también afuera;

guardá la puerta.

BRIANDA ¡Portera

siendo dueña! ¿Hacerme quiso

ángel deste paraíso?

En mi mocedad sí fuera; 10

pero ¡cuando dan despojos

al tiempo, que no resisto,

mis años y mis enojos...!

Hasta agora, ¿quién ha visto

ángel con tocas y antojos? 15

(Vase.)

Escena II

AURORA y NARCISA.

AURORA ¿Qué es lo que Carlos pretende

con tanta embajada, hermana?

NARCISA Escribiendo se suspende

de amor la llama tirana,

que en tu memoria la enciende. 20

Mientras no te ve, te escribe,

y en respuestas que recibe

apoya ausencias crueles;

que la esperanza, en papeles

tal vez, como joya vive; 25

y fiado en el concierto

y palabra que le dio

mi padre, tiene por cierto

ser tu esposo.

AURORA Ya murió

mi padre, y con él se ha muerto 30

cualquier derecho y acción

que alegue en la pretensión

de mi amor; pues si le di

esperanzas con el sí,

fue más por obligación 35

de una forzada opinión

que por gusto y voluntad.

NARCISA Contra ti das la sentencia.

AURORA ¿Por qué, si mi libertad

queda libre, con la herencia 40

deste marquesado absuelta?

NARCISA Nunca la palabra suelta

quien estima su valor.

AURORA Dísela como menor;

libre soy, y estoy resuelta 45

a no cumplirla; esto es cierto.

Déjame, hermana, gozar

de mí misma, pues se ha muerto

mi padre; que no he de hallar

en medio del golfo el puerto. 50

No cautives mi cuidado

dese modo: que no es justo

que intente el conde, pesado,

oprimir leyes del gusto

por sola razón de Estado. 55

La voluntad ha de hacer

esta elección; que, a no ser

ella la casamentera,

la cruz que hace amor ligera,

de plomo, harame caer. 60

NARCISA ¿Tan mal el conde te está,

mancebo, galán, discreto,

y que en Borgoña podrá,

si llega mi amor a efeto,

(que si eres cuerda, sí hará), 65

con este Estado y el suyo,

casi un reino hacer?

AURORA Concluyo

que en mí imposibles conquista.

Amor entra por la vista,

no por el abono tuyo. 70

No le he visto, y así, trato

no ser conmigo cruel

si mi libertad maltrato.

NARCISA Ya sustituye por él

este gallardo retrato. 75

AURORA Pinturas encarecidas

y verdades, imagino

que vienen a ser, oídas,

como nuevas de camino:

mentirosas o añadidas. 80

Pintar y escribir es ciencia

de adular con elocuencia;

porque, en materia de amores,

los poetas y pintores

tienen de mentir licencia. 85

¡Bueno es que al pintor pagase

retrato el conde, que fuese

bastante a que me obligase,

y que al pincel permitiese

que sus faltas retratase! 90

Yo, a lo menos, no lo creo,

ni pienso dar fe al traslado,

si el original no veo;

que es retrato éste pagado

y no puede venir feo. 95

NARCISA Ya yo sé que el interés

hace, cuando Apeles es,

por ser su pincel de oro,

de un Polifemo un Medoro;

mas cuando crédito des 100

a la fama, que acrecienta

del conde alabanzas sumas,

yo sé que estarás contenta.

AURORA Es la fama toda plumas,

¡y no quieres tú que mienta! 105

¿De plumas no es el pincel?

Luego mentiras me ofrece.

NARCISA Milagros me cuentan dél.

AURORA Si a ti tan bien te parece,

cásate, hermana, con él. 110

NARCISA Si fuera marquesa yo...

AURORA ¿Luego sólo en eso estriba

tu voluntad?

NARCISA ¿Por qué no?

Lo más a lo menos priva.

AURORA Heredera te dejó 115

de sus tesoros mi padre;

y del dote de mi madre,

joyas, riquezas y bienes;

tanta hacienda a tener vienes,

que como el conde te cuadre, 120

te igualas casi a mi Estado.

NARCISA No es bien, siendo yo menor,

casarme antes, ni le ha dado

al conde pena mi amor:

sola tú le das cuidado. 125

AURORA Pues aunque así dél te avisa,

no me encarezcas sus quejas

ni me cases tan aprisa;

que ese oficio es de muy viejas,

y tú eres niña, Narcisa. 130

Ayer dejamos el luto

con que el paternal tributo

pagamos al fin del año;

gocemos, pasado el daño,

de la libertad el fruto. 135

Esto de casarse, hermana,

ha de tener ocasión;

no como fruta temprana,

que, cogida sin sazón,

o sale insípida o vana. 140

NARCISA Muy alegórica estás.

No tratemos desto más

El conde sufra y perdone,

hasta que amor te sazone;

que agora ni aun hojas das. 145

AURORA Mudemos plática, hermana,

y no te acuerdes más de él.

Di qué te escribe Dïana,

condesa de Oberisel.

NARCISA Es la hermosura alemana. 150

A un don Rodrigo Girón,

español y caballero,

me encomienda.

AURORA Su opinión

le ha dado el lugar primero

entre los de su nación 155

Lo mismo me pide a mí,

porque ha de venir aquí,

y de verle me holgaré;

que ya sus amores sé.

NARCISA Cosas notables oí 160

dese español, si es que son,

verdaderas.

AURORA La condesa

le tuvo tanta afición

como la fama confiesa;

y a aprovechar la ocasión, 165

dicen que de Oberisel

fuera conde, y de Dïana,

esposo.

NARCISA Para ser él

español, nación que gana

por atrevida el laurel 170

de Marte, como el de Amor,

milagro es que tal valor

haya, por corto, dejado

perder tal mujer y Estado.

AURORA ¿Gozole el conde? Mejor. 175

(Óyense voces dentro.)

PRIMERA ¡Matalde!

VOZ SEGUNDA Al agua se echó.

TERCERA Disparalde las pistolas.

CUARTA Venturas son españolas.

La cerca, leve saltó.

QUINTA El jardín de la marquesa 180

le ha dado seguro puerto.

SEXTA ¡Que no le hubiéramos muerto!

¡Ah, mal cumplida promesa!

Escena III

DON RODRIGO, la espada en mano.- AURORA, NARCISA.

AURORA ¿Qué es esto? Hombre, ¿dónde vas?

Retírate, hermana mía. 185

NARCISA ¿Hay tan notable osadía?

¿Sabes acaso que estás

en el jardín, reservado

sólo a la marquesa Aurora?

DON RODRIGO Lo que la ignorancia ignora, 190

mi ventura ha declarado.

Damas suyas debéis ser,

ya que las señoras no,

y no poco feliz yo

si la mereciese ver. 195

AURORA ¿Tanto vuestra dicha gana,

sólo en ver a la marquesa?

DON RODRIGO Sí, en verdad.

AURORA Pues yo soy ésa.

DON RODRIGO A vos me envía Diana.

AURORA ¿Cómo venís desa suerte? 200

DON RODRIGO Envidiosos lisonjeros,

por quitarme el bien de veros,

han querido darme muerte.

Pero este jardín, que en ser

vuestro da clara señal 205

de que es noble y es leal,

me vino a favorecer

contra la pasión violenta

que envidiosa me persigue,

de quien para que os obligue 210

será razón daros cuenta.

Nací en España noble, no dichoso

(si en mis desgracias mi fortuna fundo),

de madre ilustre y padre generoso.

Rodrigo en nombre, en sucesión segundo; 215

mi hermano, mayorazgo caudaloso,

me forzó a que buscase por el mundo

correspondiente estado a mis intentos,

huyendo sus escasos alimentos.

Troqué por Flandes mi famosa tierra, 220

donde hermanos segundos no heredados

su vejación redimen en la guerra,

si mayorazgos no, siendo soldados.

Entré en Oberisel, en cuya sierra,

metrópoli Momblán de sus estados, 225

el tribunal de su gobierno elige,

corona muros y flamencos rige.

Varios sucesos, que prolijos dejo,

me dieron a Dïana por señora,

condesa suya, de quien es bosquejo 230

el sol que montes raya y valles dora.

Con luto viudo, de cristal espejo,

que el ébano guarnece, del aurora

emulación hermosa parecía,

noche a su amor, a sus amantes día. 235

Pusiérame silencio su respeto,

si ella misma al partir no me mandara

que os contase esta historia, y el secreto,

la fama, en fin mujer, no profanara.

Su secretario me hizo, y en efeto... 240

Quédese aquí, señora; que repara

su autoridad mi lengua, si os da aviso...

AURORA Ya hemos sabido lo que Diana os quiso.

Proseguid vuestra historia, don Rodrigo;

pues ella os lo mandó, decí adelante, 245

si no es que en el suceso a que os obligo

sois relator tan corto como amante.

DON RODRIGO Servirame el contalla de castigo.

Pero, en fin, venturoso, aunque ignorante,

Dïana, entre confusos pensamientos, 250

me dio favor, si no merecimientos.

Peleaban en ella justamente

vergüenza y afición: obligaciones

de su estado y viudez la hacían prudente,

el deseo animaba persuasiones, 255

ya desdeñoso honor, ya amor clemente,

divisas en contrarias opiniones;

tal vez neutral y tal determinada

nave era de huracanes asaltada.

De aquestos dos principios tan distantes 260

nació un mixto, a sus causas parecido,

que en mí influyó contrarios semejantes,

juzgándome ya humilde, ya atrevido,

méritos niños admiré gigantes,

y gigante valor lloré abatido, 265

nube a su sol que sus colores viste,

si amante, alegre, si severa, triste.

De aquesta suerte, amándome en confuso,

y yo en confuso acciones imitando,

esfinge, enigmas a mi amor propuso, 270

intérpretes deseos despeñando.

¡ Qué de veces el alma a ver se puso,

por ser vista, en los ojos; y mirando

desde ellos mi inquietud y sus enojos,

Edipos de la lengua eran mis ojos! 275

Jeroglífico en fin mi amor, vivía,

atrevido, cobarde; pues si hablaba

a Dïana, y su amor agradecía,

rayos de enojo airada fulminaba;

si otra beldad mi pena entretenía, 280

celosa atrevimientos castigaba,

deletreando enigmas mi sentido,

más desdeñado, cuando más querido.

Vino a Momblán entonces Casimiro,

palatino del Rin, a ser su esposo. 285