Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Quien no cae no se levanta es una comedia hagiográfica de Tirso de Molina. Aquí se narra la historia de la conversión de Margarita, una mujer pecadora. Sin embargo, aparece en los dos primeros actos en el entorno de una comedia cortesana, al presentársenos un vivo cuadro de costumbres cotidianas, entre personajes de clase media y en un ambiente de ciudad. En obras como Quien no cae no se levanta, Tirso de Molina no pretende relatar con fidelidad una leyenda o la vida de un santo.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 93
Veröffentlichungsjahr: 2010
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Tirso de Molina
Quien no cae no se levanta
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Quien no cae no se levanta.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9953-808-2.
ISBN rústica: 978-84-9816-533-3.
ISBN ebook: 978-84-9953-419-0.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 53
Jornada tercera 97
Libros a la carta 143
Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.
Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria en 1600 y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias, al tiempo que viajaba por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana), regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.
Cleandro, viejo
Leonela, criada
Lelio, galán
Margarita
Valerio
Alberto, lacayo
Britón, lacayo
Lisarda
Celio
Ludovico
Andronio
Roselio
Pinardo
Pinabel
Felicio
Un Ángel
(Salen Cleandro, de camino, Margarita y Leonela.)
Cleandro No hay mucho desde aquí a Sena.
Laurencia tu tía, está
a la muerte, el verme allá
tiene de aliviar su pena.
Mi hermana es y hermana buena.
Sola ella pudiera ser
ocasión, hija, de hacer,
aunque corto, este camino,
que no es poco desatino
dejar sola una mujer
moza y doncella en tu edad,
donde el vicio y la insolencia
habitan, porque Florencia
no tiene otra vecindad.
Parentesco y voluntad
me obligan; pero el temor
de tu edad y de mi honor,
viendo el peligro en que estás,
vuelven los pasos atrás
que da adelante mi amor.
Hija, si una despedida
licencia de hablar merece,
por ver lo que se parece
a la muerte una partida,
haz cuenta que de la vida
en esta ausencia me alejo,
y como cansado y viejo,
no a Sena, al sepulcro voy;
y que en el paso en que estoy
te encamino y aconsejo.
Sola en mi casa naciste
de una madre a quien Florencia
aunque muerta, reverencia;
pero bien la conociste.
Nobleza antigua adquiriste;
lo mejor de esta ciudad,
honrando mi calidad,
pariente mayor me llama,
riqueza heredas y fama,
discrección y autoridad.
El verte sola, y querida
y celebrada en Florencia
dio a tu mocedad licencia
más suelta que recogida.
Al fin le costó la vida
a tu madre el conocerte
tan libre, y por no ofenderte,
ni con reñirte enojarte,
quiso más por adorarte
morirse que reprehenderte.
¿Cuántas veces te llamó
poniendo a tu vida freno,
y a solas, en nombre ajeno,
tus costumbres reprendió?
¿Cuántas veces te leyó
sucesos con que Dios toca
la mocedad libre y loca,
y temiendo darte enojos
te castigó con los ojos
lo que no osó con la boca?
Pues yo sé vez que, enojada
de ver tu desenvoltura,
tu libertad y locura
castigó en una crïada;
y tú, por esto agraviada,
en un mes no nos hablaste
ni a la cara nos miraste,
hasta que vino a quebrar
por nosotros, que a callar
y a sufrir nos obligaste.
Todo esto causa el no haber
más de un hijo en una casa;
la edad vuela, el tiempo pasa;
solo ha de permanecer
la fama; que en la mujer
corre peligro doblado;
tu honra es mi espejo amado.
Si le procuras quebrar,
¿cómo me podré mirar
en un espejo quebrado?
Margarita Pues ¿a qué efecto es agora
tan estudiado sermón?
¿Qué afrenta o disolución
en mí tu linaje llora?
¿Heme ido, como Lidora,
con algún hombre, perdida?
¿De qué ventana, atrevida,
de noche escala has quitado,
o qué persona has hallado
tras el tapiz escondida?
¡Oh, qué pesadas vejeces!
Cleandro Soy pesado y tú liviana.
No vi escala en la ventana,
pero a ti sí, muchas veces;
y como en ella pareces
siempre, por más que te digo,
tu fama ha de ser castigo
de la licencia que toma;
que pocas veces se asoma
que no dé abajo consigo.
Y si a caerse comienza
en la calle, ¿habrá quien calle?
No, que la fama en la calle
será fama a la vergüenza.
El recato al gusto venza;
no uses mal de mis regalos
para libres hijos, malos;
deja algún tiempo del día
palos de la celosía
que dan al honor de palos.
¿Qué oraciones y ejercicios
lees? Cuando estás despacio,
las novelas de Bocacio,
maestrescuela de los vicios.
Tus mangas darán indicios,
escritorio, cofre o arca
de los papeles que marca,
y con quien haces tu agosto
el furioso del Ariosto
y las obras del Petrarca.
¿Con tal compañía quieres
que tu honor no ande en demandas?
De los amigos con que andas
podremos sacar quién eres.
¿Qué gusto o provecho adquieras
de traer las faltriqueras
preñadas con las quimeras
de canciones y tercetos,
de liras y de sonetos,
de décimas o terceras?
Anda, que ninguno aprende
que no procure saber;
la poesía es mercader
que versos por honra vende.
Es fuego sordo que enciende.
Sus vanos terceros son
tercetos que al torpe son
de los sonetos que miras,
leyendo liras deliras,
dando a tu afrenta ocasión.
Margarita Recoletándome vas
con industria peregrina.
¡Ea, vuélveme capuchina,
que así contento estarás!
No me traigas galas más.
Quítame el oro y la plata,
el chapín al alpargata
reduce, al sayal la seda,
porque encartujada pueda
ser a tu gusto beata.
Por onzas vienes a darme
la libertad de la vida,
pues aun vista tan medida
determinas cercenarme.
¿Qué daño ha de resultarme
de que las varas posea
de una celosía, y vea
por su confusa noticia?
A ser varas de justicia,
pudieran hacerme rea.
¿No es una jaula enredada?
¿Aún menos quieres que sea
que un pájaro, y que no vea
segura de ser mirada?
¿Qué monja hay tan encerrada
que, ya por rejas de acero,
ya por el rallo grosero
o vistas a ver no venga,
si aun no hay torno que no tenga
su socarrón agujero?
¡O pretendes con casarme
propagar tu sucesión,
o huyendo la condición
de un yerno, monja encerrarme!
Si lo primero has de darme,
deja que en canciones reales
las cortesanas señales
pueda aprender de un poeta,
que no han de hacerme discreta
los salmos penitenciales.
Pero debes de gustar
que entre estameña y picote
me entre monja, porque el dote
temes que acá me has de dar.
La vejez toda es ahorrar.
Y pues ella me limita
lo que un convento aún no quita,
vete con Dios donde vas,
que a la vuelta me hallarás
recoleta o carmelita.
(Hace que se va; detiénela Leonela.)
Cleandro Hija, Margarita, espera;
Leonela, vuélvela acá,
no te reñiré más ya.
Que soy viejo considera.
Prolija es la edad postrera;
llégate acá, abrázame,
todo es de burlas a fe;
ansí probarte he querido.
Tu virtud he conocido,
tu recogimiento sé.
Quita el lienzo de los ojos,
no llores lágrimas vanas,
o en la holanda de estas canas
deposita tus despojos.
¿No ves que me das enojos
cuantas veces me amenazas
entrarte monja? Si trazas
matarme pronto, hazlo así.
¡Ea, por amor de mí!
¡De mala gana me abrazas!
Pedirte quiero perdón;
dame la mano y pondréla
sobre la boca... Leonela,
¿dala el mal de corazón?
Leonela De tu mala condición
mil es poco que la den.
Cleandro Pues ¿ríñesme tú también?
Leonela Si está por ti mi señora
de esta suerte cada hora
y la afliges, ¿no hago bien?
Cleandro Buena anda toda mi casa.
¡Oh amor de hijos imprudente!
Quiérola excesivamente;
no hay poner a mi amor tasa.
Con ella mi vejez pasa
en descanso.
Margarita ¡Ay me!
Cleandro ¿Volviste?
Margarita No sé.
Cleandro Ea, no estés triste.
Mírame alegre, y de Sena
te prometo una cadena
como a la que Lesbia viste;
más si palabra me das
que no te has de meter monja.
Leonela No es esta mala lisonja.
Margarita Como no me digas más
vejeces, siempre hallarás
en mí una justa obediencia.
Cleandro No oso salir de Florencia,
porque un monasterio temo.
Margarita Ya se ha acabado este extremo.
Cleandro Pues júralo.
Margarita En mi conciencia.
Cleandro Pues con esa condición
a verme parto a mi hermana.
Hasta después de mañana
orden en mi casa pon.
Margarita Ni ventana ni balcón
la calle ha de ver abierto
hasta que vuelvas.
Cleandro Bien cierto
estoy que has de ejecutallo.
Ea, adiós. ¡Hola el caballo!
Amor todo es desconcierto.
(Vase.)
Leonela Vaya con... iba a decir
una sarta de galeotes,
quítale al Sol los capotes
que ya te puedes reír.
¿Saco mantos?
Margarita ¿Para qué?
Leonela ¿No hemos de irnos a un convento?
Margarita De Venus.
Leonela ¡Buen fingimiento,
y de harto provecho a fe!
No hay sino en riñendo el viejo
decir que a enmonjarte vas.
¡Buen «cata el coco» hallado has!
Margarita No medro si no me quejo.
Leonela No sino haceos miel. ¡Qué enfado
es un padre o madre vieja
cuando a una hija aconseja
sin quitársela del lado,
que habiendo en su mocedad
no perdonado deleite,
conversación, gala, afeite,
fiesta, sarao ni amistad,
más envidiosa que honrada,
riñe, aconseja, limita
en la mesa, en la visita,
y porque de desdentada
no puede comer por vieja,
es perro del hortelano
que, con la col en la mano,
ni come, ni comer deja!
Margarita No esgrime con ejercicio
quien no ha sido acuchillado,
ni hay amigo taimado
como el que es del mismo oficio.
Los viejos de nuestros días
cansados e impertinentes,
que el gusto a falta de dientes
repasan con las encías
papilla nos piensan dar
a los que al mundo venimos.
Leonela Ésa al viejo se la dimos
ya que no puede mascar.
Váyase el caduco al rollo;
y pues es tu edad en flor,
bollo de azúcar de amor,
busca quien coma ese bollo.
Ni bien seas primavera
que toda en flores se va,
ni bien estío, que está
abrasado dentro y fuera.
Entre abril y julio hay mayo
y junio, que dan tributo
parte en flor y parte en fruto,
en lo que has de hacerte ensayo.
¿Entiéndesme lo que digo?
Margarita Anda, necia, que ya sé
que me aconsejas que dé
un medio al gusto que sigo.
Leonela No como el abril en flores
pases el tiempo inconstante.
«Daca el guante, toma el guante»
papeles, cintas, colores;
que hay mujer que el tiempo
pasa en aquestas chucherías,
y al cabo de muchos días
que a fuego lento se abrasa,
cuando echa mano a la presa
que de sustancia ha de ser,
no se la dejan comer,
porque levantan la mesa.
Buena es cuando alguno brinda
la guinda antes de la polla