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Tanto es lo de más como lo de menos, tiene la particularidad, entre las obras inspiradas en temas bíblicos, de fundarse no en la narración de un suceso o en la dramatización de un personaje auténtico, sino en la parábola evangélica del hijo pródigo. Tirso de Molina enlaza dicha parábola con la historia de Lázaro, el pobre que comía las migajas del rico avariento.
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Seitenzahl: 92
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Tirso de Molina
Tanto es lo de más como lo de menos
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Tanto es lo de más como lo de menos.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: info@Linkgua-ediciones.com
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9953-810-5.
ISBN rústica: 978-84-9816-535-7.
ISBN ebook: 978-84-9953-459-6.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 53
Jornada tercera 105
Libros a la carta 145
Tirso de Molina (Madrid, 1583-Almazán, Soria, 1648). España.
Se dice que era hijo bastardo del duque de Osuna, pero otros lo niegan. Se sabe poco de su vida hasta su ingreso como novicio en la Orden mercedaria en 1600 y su profesión al año siguiente en Guadalajara. Parece que había escrito comedias, al tiempo que viajaba por Galicia y Portugal. En 1614 sufrió su primer destierro de la corte por sus sátiras contra la nobleza. Dos años más tarde fue enviado a la Hispaniola (actual República Dominicana), regresó en 1618. Su vocación artística y su actitud contraria a los cenáculos culteranos no facilitó sus relaciones con las autoridades. En 1625, el Concejo de Castilla lo amonestó por escribir comedias y le prohibió volver a hacerlo bajo amenaza de excomunión. Desde entonces solo escribió tres nuevas piezas y consagró el resto de su vida a las tareas de la orden.
Nineucio
Modesto, hijo mayor de Clemente
Liberio, hijo segundo de Clemente
Gulín, lacayo
Diodoro
Dina, mujer
Nisiro
Un Criado
Clemente, viejo
Torbisco, pastor
Abrahán
Laureta, pastora
Garbón, villano
Lázaro
Simón
Nicandro
Taida, dama
Felicia, dama
Flora, dama
Músicos
Cuatro pobres
Timandro, capeador
Clodro, capeador
La Avaricia
(Salen Nineucio, Liberio y Lázaro.)
Nineucio ¿En fin, en mi competencia
amáis los dos a Felicia?
Liberio No siempre guarda justicia
el juez que ciego sentencia;
y siendo ciego el Amor,
cuando te venga a escoger
Felicia, por ser mujer,
vendrá a escoger lo peor.
Nineucio No imagines que me afrento
de tu loca mocedad;
que yerra tu voluntad,
pero no tu entendimiento;
que éste, por torpe que sea,
confesará, aunque forzado,
que no hay hombre afortunado
que el bien que gozo posea.
No hay caudal ni posesión
que en Palestina pretenda
ser réditos de mi hacienda;
casi mis vasallos son
cuantos en Jerusalén
saben mis bienes inmensos,
sus casas me pagan censos,
sus posesiones también.
Desde el Nilo hasta el Jordán
Ceres me rinde tributo;
cada año a Baco disfruto
desde Bersabé hasta Dan.
¿No cubren estas comarcas
vellocinos apacibles
para el número imposibles
respetados por mis marcas?
Los vientos me engendran potros
que brotan aquesos cerros,
en sus crías los becerros
se impiden unos a otros.
A la aritmética afrenta
la suma de mi tesoro,
pues entre mi plata y mi oro
se halla alcanzada de cuenta.
De suerte el planeta real
con diamantes me enriquece
y esmeraldas, que parece
que traigo el Sol a jornal.
Las ondas del mar, si a verlas
llego, son tan liberales,
que en nácares y en corales
me ofrecen púrpura y perlas;
con las unas y otras quiso
honrarme el cielo, que trata
mi dicha, visto escarlata,
gasto cambray, rompo biso.
Mi mesa es la cifra y suma
donde el gusto no preserva
desde el árbol a la hierba,
desde la escama a la pluma.
Bríndo a la sed que desprecia
vides que poda Tesalia,
ya con Falernos de Italia,
y ya con Candias de Grecia;
y a tal gloria me provoco,
que conforme a lo que escucho,
para rey me sobra mucho,
para dios me falta poco.
Si de esto tenéis noticia,
¿no será temeridad,
viendo mi felicidad,
que pretendáis a Felicia?
Liberio Ponderativo has estado,
rico y poderoso eres,
mas no es razón que exageres
con tal soberbia tu estado.
Arrogante, a Dios te igualas,
y a nadie te comunicas;
caudaloso te publicas
y a ti solo te regalas.
El bien es comunicable,
Dios es bien universal;
tú para ti liberal,
para todos miserable;
mira cuán diversos modos
distinto de Dios te han hecho:
tú a ninguno de provecho,
y Dios todo para todos.
Podremos sacar de aquí,
aunque te injuries, los dos,
que no es bueno para Dios
quien es todo para sí.
Yo en las riquezas no fundo
la pretensión de mi amor,
que en fin soy hijo menor,
pues me hizo el cielo segundo,
en las partes personales
con que me aventajo, sí;
de ilustre sangre nací,
dotes tengo naturales;
juventud y gentileza
es el tesoro mayor
para los gustos de amor,
cuyo objeto es la belleza.
En esta felicidad
hallarás tus desengaños.
No quita el oro los años
que ya han mediado tu edad;
ya en la tela de tu vida
teje la vejez ingrata
hilos de peinada plata
que traen la muerte escondida;
ya con arrugas procura
tu cara desengañarte,
pues te dobla por guardarte
el tiempo en la sepultura.
Disforme estás para amante,
que la gula corpulenta,
en fe que en ti se aposenta,
te hizo su semejante.
Si Amor se pinta con alas,
porque siempre es ágil, ¿cómo
siendo tú un monstruo de plomo,
a mi agilidad te igualas?
Anda, que ése es barbarismo.
Come, bebe y atesora,
de ti mismo te enamora,
pues eres dios de ti mismo.
Procura desvanecer
el fuego que te estimula,
y pues adoras la Gula,
no busques otra mujer.
Nineucio Eres loco y te desprecio.
(A Lázaro.) Solo, sobrino, de ti
me admiro por ver que así
intentes como este necio,
haciéndome oposición,
desacreditar la fama
que sabio y cuerdo te llama.
Lázaro Sobrárate la razón
si estribara la esperanza
que en Felicia tengo puesta
en la riqueza molesta,
que es tu bienaventuranza.
Si es causa la voluntad
del amor, y ésta potencia
del alma, cuya excelencia
goza de inmortalidad,
no creo yo, siendo tan sabia
Felicia, que hará elección
de tus riquezas, blasón
caduco que el alma agravia.
Menos rico que tú soy,
aunque con bastante hacienda
para que esposa pretenda
a quien inclinado estoy.
Y advierte, porque deshagas
la rueda sobre que estribas,
más considerado vivas,
y menos te satisfagas,
que imitó Naturaleza
a una madre que ha criado
dos hijas a quien da estado,
una de extraña belleza,
y otra fea, y que acomoda,
porque casarlas desea,
toda su hacienda a la fea,
y a la otra su gracia toda.
Entre sabios e indiscretos
Dios sus dones repartió;
ingenio a los sabios dio
y hacienda a los imperfetos;
que por eso es pobre el sabio,
y el ignorante es tan rico.
Pon el ejemplo que aplico
en los dos, aunque en tu agravio,
que si para tu desprecio
la sabia Naturaleza
reparte hacienda y riqueza
a la medida del necio,
de estos dos diversos modos
la cuenta podrás hacer,
que tan necio vendrá a ser
el que es más rico de todos.
Nineucio Consuélete esa opinión,
que no por eso me agravio;
tan rico fue como sabio
Job, David y Salomón.
No es bien que por eso cobre
desestima de mi estado.
Siempre el rico es murmurado
y desvergonzado el pobre.
Llamados hemos venido
por Felicia todos tres;
si es hermosa, discreta es;
escoger quiere marido.
Al más digno ha de nombrar
por esposo de nosotros.
Ésta es. ¡Pobres de vosotros,
cuáles os he de dejar!
(Sale Felicia.)
Felicia Reconocida al amor
que todos tres me mostráis,
y aunque confusa en la deuda,
deseosa de pagar,
os permito, caballeros,
que agora merced me hagáis,
honrando esta casa vuestra,
que ufana en veros está.
Si yo tuviera tres almas
en tres cuerpos que lograr,
entre sujetos tan nobles
diera en amorosa paz
fin a vuestra competencia,
brío a vuestra voluntad,
quietud a mi confusión
y a mi sangre calidad.
Mas siendo vosotros tres,
y una sola la que amáis,
fuerza es que entre vuestro amor
viva mi elección neutral.
Desvelos me habéis costado
con que el cuidado, a pesar
del sueño, diversas noches,
ya abogado, ya fiscal,
os abona y os condena.
Ved como sentenciará
quien es juez en causa propia,
si es pasión su tribunal.
Reconozco de Liberio
que es ilustre, que es galán,
que es discreto, que es hermoso,
que es cortés, que es liberal;
y cuando voy a elegir,
hallo que alegando está
Lázaro merecimientos
de valor y estima igual.
Considérole apacible,
virtuoso y principal,
bienhechor de sus vecinos,
amado en esta ciudad.
Bien pudieran tantas partes
reducir mi libertad,
si no la contrapusiera
Nineucio, prosperidad
de este siglo, mayorazgo
de la Fortuna, caudal
del contento y la riqueza,
que en él colmados están.
(A Liberio.) En fin, halla en vos el gusto
gentileza y mocedad;
(A Lázaro.) en vos, prudencia y virtud;
(A Nineucio.) Y en vos halla autoridad
y riqueza el interés.
Colegid cuál estará
quien ha de escoger al uno,
y perder a los demás.
Pero, pues ha de ser fuerza,
y Felicia me llamáis
la inclinación determino
con el nombre conformar.
Felicia soy; solamente
aquel mi dueño será
que poseyere en su estado
la humana felicidad.
Vos, Liberio, mientras vive
vuestro padre y a él estáis
sujeto hijo de familia,
tasándoos la cortedad
de su vejez alimentos,
mal os podréis alabar
de ser feliz, pues consiste
el serlo, en la libertad.
Juventud y bizarría
son venturas al quitar
que, o el tiempo las tiraniza,
o postra la enfermedad.
Felicidad de futuro,
sujeta a la variedad
de mudanzas y accidentes,
mientras llega, pena da;
en espera, sois dichoso,
martirio es el esperar;
dichas presentes procuro,
pues que tardan, perdonad.
Y vos, Lázaro también,
que puesto que sea verdad
que os den fama las virtudes
que piadoso ejercitáis,
ya remediando pobrezas,
componiendo pleito ya,
con que os llama todo el reino
su socorro universal,
entretanto que adquirís
a costa de la mortal
la felicidad eterna,
a que piadoso aspiráis
disipando vuestra hacienda
y faltándoos el caudal,
fuerza es, casando con vos,
que también falte la paz.
En la casa de Nineucio
no halló la necesidad
puerta franca, ni hasta ahora
ha entrado en ella el pesar.
La abundancia es quien la habita,
y hasta ella corriendo van
los deleites como ríos,
por ser Nineucio su mar.
Llámale rico avariento
la murmuración vulgar,
porque con ellos no gasta
los bienes que Dios le da.
miente el vulgo, que el avaro,
solo por acrecentar
riqueza a riqueza, es
verdugo de sí mortal.
Cuando más rico, es más pobre.
No come por no gastar,
no viste por no romper,
no duerme por no soñar.
En la casa de Nineucio,
desde el retrete al zaguán
toda güele a ostentación,
toda sabe a majestad.
Sus paredes cubren telas,
sus artesones están
compitiendo en sus labores
con la esfera celestial.
Biso delicado viste,
arrastra púrpura real,
sobre blandas plumas duerme,
en carrozas fuera va.
¿Qué invención el apetito
ha inventado, qué manjar,
que no registre su mesa?
¿Qué licor tan cordial
que su sed no satisfaga,
si su prodigalidad
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