Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Ligera y enternecedora comedia teatral del maestro del género en español en su época: Manuel Bretón de los Herreros. En ella conocemos a doña Francisca, adinerada dama obsesionada con la moda y las costumbres parisinas, quien acaba de prometer a su hija Joaquinita con el maduro don Braulio. Doña Francisca, a su vez, está enamorada de don Enrique, amigo de don Braulio, y requerirá de este un favor para interceder por ella ante su amigo. Se sucederán los enredos hasta que el amor haga acto de presencia.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 75
Veröffentlichungsjahr: 2022
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Manuel Bretón de los Herreros
COMEDIA EN TRES ACTOS
Representada por la primera vez en el teatro del Principe el dia 14 de Octubre de 1824 (*).
Saga
A la vejez, viruelas
Copyright © 1825, 2022 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726654189
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
La escena es en Zaragoza. El teatro representa una sala bien amueblada, con tres puertas; una en el foro, que es la principal; otra á la derecha, que guia á las habitaciones interiores,y otra en frente de esta.
DOÑA FRANCISCA. D. BRAULIO.
D.aFrancisca.Y bien, don Braulio: ¿Qué le parece á usted de Zaragoza?
D. Braulio. Muy bien me parece.
D.aFranc. Digo que no tiene usted gusto para nada. Ni esta ciudad, ni otra alguna de la Península pueden compararse con una aldea de Francia. ¿Ha visto usted en España paseo que no sea triste, teatro que no esté mal construido, tertulia que no sea insípida…..
D. Braul. Tiene usted mil razones. ¿Ha estado usted mucho tiempo en Francia?
D.a Franc. No, señor, jamás. No he tenido tanta fortuna; pero ¡me la han alabado tanto!…. Y con razon; como que sin disputa es el centro de la finura y del buen gusto.
D. Braul. Es verdad.
D a Franc. Pero ¡qué! si la torpeza….Vamos; ¡sobre que no puede ser!
D. Braul. No hay duda.
D.a Franc. Dias pasados me mandé hacer un traje, y tres veces estuvo en casa de la modista por no acertar con mi gusto. No piense usted que por último lo dejó bien, y eso que le dije que lo queria á la dernrère. Ideas me dieron de hacerlo añicos..... ¡Lástima de dinero tirado á la calle! La doncella es quien lo luce, porque yo..... ¡Jesús! ¿yo me lo habia de poner? No me sucederá otra vez. De aquí en adelante, en Paris me han de cortar todos los vestidos.
D. Braul. Bien pensado.
D. a Franc. Pues ¿y los peluqueros? ¡No digo nada! Parecen segadores. No he tenido el gusto de que me hayan peinado siquiera una vez medianamente: tanto que me he visto precisada á usar de peluca. Ya ve usted; ahora por lo menos tengo la ventaja de ir mejor tocada que ninguna, y me ahorro de lidiar con semejantes idiotas.
D. Braul. Yo creí que el gastar usted peluca era por faltarle el pelo natural.
D.a Franc. No por cierto.
D. Braul. Me convence usted.
D a Franc. ¿No aprueba usted que haya tomado esta determinacion?
D. Braul. Sí, señora; pero el caso es que, segun la variedad que noto cada dia en los peinados, necesitará usted trescientas sesenta y cinco pelucas todos los años.
D.a Franc. ¡Oh! no es para tanto; pero aun cuando asi sea, poco me importa con tal de ir á la moda.
D. Braul. ¿Y qué tal? ¿se divirtió usted anoche en casa de la condesita?
D.a Franc. Poca cosa. Bailé dos contradanzas.
D. Braul. ¡Cómo! ¿Usted baila?
D a Franc. ¿Pues no tengo de bailar? ¿Me falta agilidad? ¿Me faltan buen humor, destreza y elegancia?.... Usted se burla.
D. Braul Ciertamente.
D.a Franc. ¿Qué dice usted?
D. Braul. Digo que efectivamente tiene usted gran disposicion para el baile.
D.a Franc. Usted me favorece. Tambien nos entretuvimos un poco con juegos de prendas, y luego con el de la gallinita ciega.
D. Braul. ¿Y usted hizo tercio?
D.a Franc. ¡Vaya! La primerita. ¡No, que ine estaría en el sofá con las señoras mayores!
D. Braul. No corresponde; porque aunque….. usted ya pasa de los cincuenta.....
D.a Franc. ¿Y qué? Yo estoy robusta, y en medio de mis años todavía soy envidiada de muchas jóvenes. Visto con mas primor que ninguna; bailo bien; canto mejor; mi palmito, sin vanidad, no es despreciable….y últimamente, para mí son todos los aplausos.— Mire usted; anoche por el rescate de una prenda estuve en berlina, y en lugar de oir defectos mios como otras presumirlas los escuchan en semejantes casos, todos me colmaron de elogios. Uno me dijo que por la elegancia del peinado parecia mi cabeza la de Medusa, y que era digna de entrar en el número de las Euménides.— Dígame usted: estas serán sin duda algunas ninfas…..
D. Braul. Por cierto que al tal caballero debe usted vivir agradecida. A la cabeza de Medusa nos la pintan los poetas con culebras en lugar de cabellos, y las Euménides son cabalmente las furias infernales.
D.a Franc. ¡Cómo! Me ha dejado usted absorta. ¡Vea usted qué atrevimiento! ¡Qué insolencia! Si le pillara, yo le diria cómo se ha de tratar á una señora de mis circunstancias. ¿Yo Medusa? ¿Yo furia infernal? Estoy volada.
D. Braul. ¡Eh! No se desazone usted por eso. Lo diria de broma.
D.a Franc. Se supone. Pero hay chanzas que.....
D. Braul. Y los demás ¿qué dijeron?
D.a Franc. ¡Oh! Los otros estoy bien cierta de que no se chancearon. Tienen mas discernimiento y mejores principios. Cuál me decia Venus, cuál Elena, éste la décima musa, el otro la octava maravilla…..
D. Braul. Vamos, vamos; eso ya es muy distinto. Como no hablasen con ironía….. Pero tratemos de otra cosa. ¿Cómo ha recibido Joaquinita la noticia de su matrimonio? ¿Puedo prometerme.....
D.a Franc Puede usted prometérselo todo de mi amistad y su obediencia.
D. Braul. ¿Y nada de su corazon?
D.a Franc. Su corazon es dócil y sencillo. Estoy bien segura de que no será capaz de disgustar á su madre.
D. Braul. Pero.....
D.a Franc. Es usted muy impertinente. ¿Cuántas veces le he de decir que Joaquinita será su mujer?
D. Braul. Como yo no entiendo de saraos ni de…..
D.a Franc. ¡Qué pesado!
D. Braul. Y yo soy muy viejo, y ella muy niña, y no visto á la dernière…..
D.a Franc. Bien; no se case usted si tiene tantas dificultades. Nadie se lo ruega.
D. Braul. Esto no es decir.....
D.a Franc. Esto es decir…..
D.aFranc. Esto es decir que me deja usted desairada.
D. Braul. Vaya; no se enoje usted, doña Francisca. No parece sino que la llamo Medusa ó cosa semejante. Yo prometo no incomodarla mas con mis desconfianzas. Desde ahora me conformo con cuanto usted disponga, y espero un éxito feliz.
D.a Franc. ¡Ay don Braulio! ¡Dichoso usted que logrará bien pronto sus deseos! Pero yo…..
D. Braul. ¿Qué significan esas exclamaciones?
D.a Franc. Mi recato….., ol decoro de mi sexo…..son unos obstáculos insuperables…..
D. Braul. Comuníqueme usted sus penas, si merezco tanto honor, que como pueda aliviarlas, debe usted esperarlo asi de mi amistad.
D.a Franc. Solo á usted descubriria mi pecho. — ¡Ay paisano mio! El cielo me ha hecho tan sensible…..
D. Braul. ¿Hay algun necesitado á quien se halle usted imposibilitada de socorrer? ¿Llora usted la muerte de algun deudo, de algun…..
D.a Franc. No, señor.
D. Braul. Pues ¿qué…..
D.a Franc. En una palabra: yo estoy enamorada.
D. Braul. ¡Enamorada!
D.a Franc. ¿Se admira usted? ¿Me contempla invulnerable á los dardos de Cupido?
D. Braul. No, señora: todo lo contrario. Ese rapaz maldito á nadie perdona, y no es extraño que haya herido á la venerable doña Francisca, cuando á don Braulio con sesenta años de edad tambien le ha hecho blanco de sus tiros. ¿Y quién es el dichoso?
D.a Franc. ¡Ah! Yo sería la mil voces afortunada si me correspondiera. Un amigo de usted.
D. Braul. ¿Quién? ¿El señor don Deogracias?
D.a Franc. Usted tiene gana de chulearse. ¿Es mi gusto tan estragado que haya de poner mis ojos en un decrépito? ¡Buenos estamos!
D. Braul. Por eso lo preguntaba. Porque solo una Euménide podria enamorarse de semejante Cancervero.
D.a Franc. Suplico á usted no me nombre mas las Euménides, si quiere que no riñamos.
D. Braul. No las pondré mas en boca. Pero acabemos. ¿Quién es ese caballero?
D.a Franc. Aquel don Enrique con quien usted suele acompañarse. Aquel jóven tan galan, tan prudente, tan…..
D.a Braul. En fin, don Enrique.
D.a Franc. ¿Y quién sino él podria blasonar de haber merecido mi corazón? Pero ¡ah! yo dudo si el suyo será libre…..
D. Braul ¿No le ha observado usted algunos indicios de amor.....
D.a Franc.