Achaques a los vicios - Manuel Bretón de los Herreros - E-Book

Achaques a los vicios E-Book

Manuel Bretón de los Herreros

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Beschreibung

Divertida trama de enredo amoroso con la chispa y la agilidad de palabra a la que nos tiene acostumbrados su autor, el dramaturgo Manuel Bretón de los Herreros. La disipada doña Ana vive una vida entregada al ocio y a las fiestas, para desesperación de su marido. Sin embargo, lo que no sospecha el marido es que Ana ve cada vez con mejores ojos al libidinoso don Diego, asiduo a sus fiestas y a su compañía.

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Seitenzahl: 92

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Manuel Bretón de los Herreros

Achaques a los vicios

COMEDIA EN TRES ACTOS.

[Inédita.]

Saga

Achaques a los vicios

 

Copyright © 1862, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726654158

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS.

doña ana. doña gerónima. teresa. d. esteban. d. diego. d. justo. d. cipriano. d. fermin. cosme. un comisario. JUGADORES.—CRIADOS.—LA RONDA DE POLICÍA.

La escena es en Madrid en casa de don Esteban. Sala con varias puertas que conducen á otras habitaciones.

ACTO PRIMERO.

ESCENA I.

DOÑA ANA. DOÑA GERONIMA. D. ESTEBAN.

 

D. Esteban. ¿Con que ustedes no acaban de conocer que es imposible sostener este gasto? ¿Tengo yo alguna mina? ¡Fuerte cosa es que aun no quieran ustedes desterrar esa vanidad tan criminal como ridícula que dará muy pronto con todos nosotros en el hospital.

D.a Gerónimo. Eso no ha de entenderse conmigo. Yo procuro que nada supérfluo se gaste en casa. ¡Jesus! Sería un cargo de conciencia….. Y en cuanto á mí, no hay que decir. Desde que padecí aquella terrible gastro-enteritis que me puso á las puertas de la muerte, un humilde hábito de Santa Teresa de Jesus y una mantillita de tafetan son todo mi ajuar. Tu mujer.....

D. Esteb. Mi mujer no quiere privarse de las modas y sabe muy bien que ya le es imposible seguirlas. Solo en guantes y cintajos consume lo que sobra para alimentar á una familia.

D.a Ana. Yo no estoy acostumbrada á miserias, hijo mio.

D. Esteb. Peor para tí; porque asi te serán mas sensibles las que te amenazan. Cuando no hay moderacion; cuando se estira la pierna mas de lo que permite la sábana; cuando no se piensa en mañana…..

D.a Gerón. Esa no es incumbencia de las mujeres. El que se casa ha de ver cómo cumple con los deberes que se impono. Si tú no sabes sor padre de familias, ten paciencia.

D. Esteb. ¿Y es obligacion mia quedarme por puertas por saciar la golosina de usted? ¿Es obligacion mia matar el hambre á esa plaga de parásitos que convida usted todos los dias porque tienen la condescendencia de adularla?

D.a Gerón. ¡Pues me gusta! ¿Quieres reducirme á un triste puchero? ¿A lo que se llama sota, caballo y rey? ¡Qué bajeza! Mientras una pueda ¿por qué no ha de comer bien? ¿Acaso se saca otra cosa de este mundo miserable?

D. Esteb. Pero usted, que la echa de santurrona, ¿ignora que la gula es uno de los siete pecados capitales?

D.a Gerón. No parece sino que yo me estoy atracando siempre como una bestia.

D. Esteb. Lo cierto es que aun no se cura usted de uu cólico cuando empieza á quejarse de otro, y me gasta usted en botica lo poco que me perdona en la plaza.

D.a Gerón. ¡Cómo ha de ser! ¡Harto trabajo tengo en ser delicada de estómago!

D. Esteb. Pues pura eso no hay un remedio mas eficaz que la dieta.

D.a Ana. ¿Quieres dejar esa conversacion?

¡Qué fastidio! Cualquiera que nos oyese…..

D.a Gerón. Y en suma, ¿qué lujo ni qué profusion se observa en nuestra mesa? Todo se reduce á tener de cuando en cuando tres ó cuatro convidados, gente cristiana y moderada que se contenta con media docena de principios.

D. Esteb. Mi casa parece una fonda.

D.a Gerón. Pues nada se desperdicia, porque todos los dias viene el mudito á llevarse lo que sobra.

D. Esteb. ¡Lástima fuera que habiendo pobres á quienes socorrer se tirase al basurero lo que sobra! Pero el caso es que mis facultaes no permiten que sóbre nada; y la caridad bien ordenada…..

D.a Gerón. Pues, hijo mio, asi me he criado y asi he de morir.

D.a Ana. Yo bien sé por qué gruñes tanto de algunos dias á esta parte. Ese filosofon de don Justo no cesa de meter cizaña. ¡Bien paga el hospedaje que le damos! Él es quien te indispone con nosotras.

D. Esteb. Don Justo es hombre de bien y me da muy buenos consejos.

D.a Ana. ¿Se reducen á que mortifiques á tu mujer y ultrajes á su madre? Ese hombre tan rígido y virtuoso ¿aprueba que tú te juegues hasta la camisa, sin acordarte de que tienes una esposa y tres hijos que mantener?

D. Esteb. No; pero hay una gran diferencia.... Yo juego….. Yo juego….. por recurso.

D.a Ana. Pues yo visto con lujo y asisto á los bailes y á la ópera….. por no ser menos que otras de mi clase.

D.a Gerón. Y yo soy espléndida en la mesa por inclinacion y por costumbre.

D. Esteb. Yo no he podido hacer mas que empobrecerme por dar á ustedes gusto. En tal situacion no me queda otro arbitrio que probar fortuna jugando. Si no siempre me salen las cuentas….. ¿cómo lo he de remediar?.... ¡El gasto es tan excesivo!.... Ya no se encuentra quien preste un duro….. He procurado adquirir un empleo; pero ni he contraido méritos para que me lo den….., ni tengo habilidad para pretender. Yo soy el hombre mas condescendiente del mundo; pero asi como me repugna bostezar en las antesalas, me sentaria muy mal que mi mujer fuese obsequiada en los gabinetes. Mi educacion y mis sentimientos me prohiben recurrir á otros medios con que tantas gentes aseguran la pitanza. Yo no soy farolero, ni petardista, ni soplon….. En fin, no hay remedio. Es preciso jugar.

D.a Ana. ¡Como tienes tan buena suerte! Mas dinero te has dejado en la maldita bayeta…..

D. Esteb. No, mujer. Apuntando me va mal por lo regular; pero cuando tallo….. Antes de ayer gané quince duros.

D.a Ana. Para eso ayer mañana perdiste tres onzas.

D. Esteb. Ya querrá Dios que me desquite y….. ¡Vaya! No me muelas. Son las once….. lloy está la partida en casa; porque, como tenesmos que andar á salto de mata….. Voy corriendo á la calle Ancha de San Bernardo á ver si aquel infernal prendero me da siquiera cuatro mil reales por las alhajas y efectos que tenemos en ajuste. Con esta suma me podré bandear mejor. El dinero llama dinero. Estos dias he perdido por llevar poco. Ya se ve; á los seis albures se queda uno sin blanca, y aunque luego esté de suerte….. Mira: si vienen algunos amigos antes que yo vuelva, que entren en el gabinete y me esperen….. Oyes, Anita; no des mucha conversacion á don Diego. Yo no soy celoso; pero…..

D.a Ana. ¿Esas tenemos tambien? ¿No podré dar los buenos dias á un hombre sin que creas que es mi cortejo? Es un amigo que me estima, me acompaña…..

D. Esteb. Pues eso es lo que no me gusta á mí.

D.a Ana. ¿Es posible que formes tan mal concepto de tu mujer? ¿Te he dado yo motivo…..

D.a Gerón. ¡Qué crueldad! ¡Prohibir á su mujer que trate con las gentes! ¡Obligarle ú que sea una grosera! ¡No permitirle siquiera un amigo! ¿Se haría esto en Constantinopla?

D. Esteb. No es eso, señora; sino…..

D.a Gerón. ¡Hija de mis entrañas!.... Mira, mira cómo llora. Tú la quieres matar á pesadumbres.

D. Esteb. Señora, déjeme usted por Dios. ¿A qué se mete usted en lo que no le importa? Vaya, Anita; no te enojes. No ha sido mi intencion ofenderte; haz cuenta que no he dicho nada. Tu virtud me tranquiliza. Adios.—Pronto vuelvo.

ESCENA II.

DOÑA GERÓNIMA. DOÑA ANA.

 

D.a Ana. ¡Pobre Esteban! ¡Me quiere tanto!.... Pero es preciso que no sea tan regañon; porque lo pasaremos mal. ¡Mire usted qué delito tan grande el ser amiga de la moda y las diversiones! Peor es jugar, y jugar con tan poca conducta….. Lo que yo puedo gastar en un mes es capaz él de perderlo en media hora. En cuanto á don Diego, yo sé muy bien lo que me hago.

D.a Gerón. Por supuesto. Chica, tú haz lo que te dé la gana, y mas que grite y se desespere. Gasta y triunfa como haré yo, y ya que se queme la casa calentémonos en ella. — Yo voy á San Luis á oir un par de misas. Al momento volveré, porque antes que se ponga Esteban á jugar quiero traerle á la memoria que mañana es mi cumpleaños y es preciso celebrarlo á toda costa. — ¡Jesus!.... No sé qué tengo….. Los calamares de anoche no me han sentado muy bien.

D.a Ana. ¿Está usted mala?

D.a Gerón. No; no es cosa de cuidado. Yo creo que esto es debilidad, porque los calamares ¿qué daño me han de haber hecho? Es verdad que cargué bien la mano. ¡Como que es mi plato favorito! Pero desde anoche acá….. Vamos, lo que yo digo, debilidad. Hoy solo he tomado cuatro tostadas de manteca con el chocolate…..

D.a Ana. Sí; y á las nueve se comió usted un plato de menudillos.

D.a Gerón. Pues, mira; estoy lo mismo que si no me hubiera desayunado. A bien que para ir á la iglesia tengo que pasar por casa de doña Brígida y allí tomaré unos bizcochitos y una copa de pajarete; y á la vuelta ya me tendrán preparada mi taza de sopas de gato con un par de yemas por si acaso comemos tarde. Hasta luego. No me olvidaré de encomendarte á Dios.

ESCENA III.

DOÑA ANA.

 

¡Pues ha dado en buena gracia mi marido! Ahora la ha tomado con el pobre don Diego, despue que él se pasa todos los dias y muchas noches enteras entre tahures que le estan saqueando sin acordarse de que su mujer es jóven y….. Vamos, no sin razon dice mi amiga la brigadiera que soy demasiado virtuosa. ¿Si pensará mi marido que yo amo á don Diego?.... Aunque me gusta su trato y no me pesa de verme obsequiada por un elegante, ni por él ni por ninguno faltaré á los deberes de mi estado. Poco me costaria despedirle; pero por lo mismo….. Teresa.

ESCENA IV.

DOÑA ANA. TERESA.

 

Teresa. Mande usted, señorita.

D.a Ana. Si viene don Diego, llámame: si los otros caballeros preguntan por mí, diles que estoy ocupada.

ESCENA V.

TERESA.

 

¡Qué bien hace mi señorita en preferir á don Diego! El amo es buena figura y está muerto por ella; pero desde que se ha echado á jugador….. ¡Oh! Don Diego es un gallardo mozo, muy fino, y sobre todo muy garboso con las criadas. Hago bien en protejerle. — Pero este maula de Cosme, ¡sin haber puesto todavía el tapete y las barajas! — ¡Cosme! — A otra puerta. Tiene una cachaza….. ¡Cosme!

ESCENA VI.

TERESA. COSME.

 

Cosme. ¿Qué se ofrece? [Bosteza.]

Teresa.