Cuando de cincuenta pases... - Manuel Bretón de los Herreros - E-Book

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Manuel Bretón de los Herreros

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Beschreibung

Entrañable comedia teatral de Manuel Bretón de los Herreros en la que volvemos a asistir a los deliciosos enredos de amor a los que el dramaturgo nos tiene acostumbrados. Un célebre marqués vive una vida retirada del mundanal ruido, pero el amor ha llamado a su puerta: se ha encaprichado de su sobrina Manuela. Sin embargo, su amigo y confidente Gaudencio quedará prendado de la joven en cuanto pose sus ojos sobre ella. El enredo está servido.

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Seitenzahl: 77

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Manuel Bretón de los Herreros

Cuando de cincuenta pases...

COMEDIA EN TRES ACTOS

Estrenada en el Teatro del Príncipe, en 24 de Diciembre de 1864.

Saga

Cuando de cincuenta pases...

 

Copyright © 1864, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726654110

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS.

 ACTORES.

MANUELA

Sra. D. ªmatilde díez.

LUISA

Sra. D. ª emilia sanz.

DOÑA CRISPINA

Sra. D. ªemilia dansant.

EL MARQUÉS

Sr. D. Manuel catalina.

D. GAUDENCIO

Sr. D. Juan catalina.

D. EDUARDO

Sr. D. Manuel pastrana.

__________

La accion pasa en una quinta del Marqués próxima al ferro-carril del Norte.

ACTO PRIMERO.

Sala baja con puerta en el foro, que deja ver un jardin; otras dos á la derecha del actor, de las cuales la primera, esto es, la mas cercana al proscenio, guia al zaguan, y tambien á otras piezas interiores; otras dos á la izquirdda. Muebles adecuados, entre ellos un velador.

ESCENA PRIMERA.

El marqués, d. gaudencio.

 

(Llegan por la puerta primera de la derecha, y deja cada cual su sombrero en cualquier mueble.

 

Marq. Vuelve á abrazarme, Gaudencio.

¡Cuánto te agradezco, cuánto

esta visita!

D. Gaud. No bien

llega tu carta á mis manos,

única que de tu puño

he recibido en tres años

de ausencia, arreglo el baúl,

corro á la estacion, me embarco

en el tren nocturno, y llego,

querido Juan, á tus brazos.

Marq. Bien venido una y mil veces.

(Se sientan.)

D. Gaud. ¿Conque Marqués de Valgayo...

Marq. Sí, por la gracia de Dios

y la muerte de mi hermano

que esté en gloria. Desde Burgos,

donde me hallaba mandando

un regimiento, preciso

fué hacer un viaje á Betánzos;

que allí en gran parte radican

los bienes del mayorazgo.

Un mes tras de otro, hasta siete,

ocupé en el maremágnum

de reconocer las fincas,

de examinar los legajos,

de legitimar la herencia,

cumplir mandas y sufragios...

Por último, emancipándome

de curas y de notarios,

vuelvo la proa á Castilla

y en esta granja me instalo,

que tambien me reconoce por su nuevo propietario.

D. Gaud. Sea en buen hora. ¿Es cuantiosa

la renta del marquesado?

Marq. Deceutita y nada mas:

de diez á once mil ducados.—

Oída esta explicacion,

caro amigo, y confesando

que soy algo perezoso para escribir...

D. Gaud. Y mas que algo.

Marq. Ya no debe parecerte

mi silencio tan extraño.

D. Gaud. Cierto; y amigos leales

desde que éramos muchachos...,

ya es larga la fecha, Juan!,

y en balde los escolapios

nos explicaban bellezas

de Ciceron y de Horacio,

nos queremos y servimos

aunque no nos escribamos.

Ya ves que no hago melindres

para acudir al reclamo.

¿Y dónde mejor que en esta

bella quinta y á tu lado

pasara yo los calores

del estío?

Marq. El clima es sano

y fresco, la caza abunda,

cuidaré de tu regalo;

pero léjos de Madrid

te aburrirás...

D. Gaud. No.

Marq. En un páramo...

D. Gaud. No tal: yo á todo me avengo.—

Pero, qué! ¿tan solitario

vives...

Marq. Por ahora, sí;

que es insociable el verano;

mas no pienso resignarme

á la vida de ermitaño.—

Ni absoluta soledad

es la mia. Los encantos

de una interesante jóven...

D. Gaud. Hola!

Marq. No hagas comentarios.

Es una sobrina mia.

D. Gaud. Y que lo sea! Eso...

Marq. La amo...

D. Gaud. Pues ya!

Marq. Como un padre. Soy

su tutor, su único amparo.

Huérfana desde muy niña

y yo soltero y soldado,

su educacion y crianza

tomar no pude á mi cargo.

Con una lejana tia

vivió,—yo pagaba el gasto—,

primero en Madrid, despues,

porque los aires del campo

mejorasen su salud,

que sufrió algun menoscabo,

en Arévalo, y de allí

la traje á fines de Mayo,

pudiendo ya mejor que ántes

cumplir un deber tan grato,

ya que, en vez de concederme

el merecido entorchado,

plugo al Ministro dejarme

en situacion de reemplazo.—

Pero tú no habrás dormido...

D. Gaud. Poco.

Marq. Pues lo que es descanso

aquí no te ha de faltar.

(Levantándose y mostrando la puerta de la izquierda inmediata al foro.)

Allí te he dispuesto un cuarto

con vista al jardin...

D. Gaud. (Levantádose.) No hay prisa.

Marq. Querrás tomar un bocado

primero.

D. Gaud. Para almorzar,

todavía es muy temprano.

Ahora chocolate...

Marq. Aquí

lo tomarémos entrambos.

(Llamando.)

Manuela!

D. Gaud. ¿Conque soltero

todavía?

Marq. ...Sí...

D. Gaud. Lo aplaudo.

Yo tambien...

ESCENA II.

El marqués. d. gaudencio. manuela.

 

Man. Qué manda usted?

D Gaud. (Vaya una moza de garbo!)

Marq. Tráenos aquí el chocolate,

y si ya se ha levantado

la niña...

Man. Se está vistiendo.

(Quién será ese ente tan raro?)

Marq. Dile que venga.

Man. Está bien.

ESCENA III.

El marqués. d. gaudencio.

 

D. Gaud. Diantre! no es moco de pavo

esa hembra. ¿Eres su... tutor

tambien?

Marq. Malicioso! Su amo,

nada mas. Ella y su madre,

que está baldada de un brazo,

cuidaban ya de esta hacienda

ántes de morir Bernardo;

me dieron buenos informes

de las dos, y sin reparo

á la madre y á la hija

comprendí en el inventario.

Era justo, y no me pesa;

que Manuela es un dechado

de lealtad y discrecion

y talento. Hay mas de cuatro

señoritas linajudas

que no valen otro tanto.

Yo la estimo y la respeto.

D. Gaud. Mucho te has morigerado.

ESCENA IV.

El marqués. d. gaudencio. manuela.

 

Manuela trae y coloca sobre el velador el servicio del chocolate.

 

Man. Ya están ustedes servidos.

(Se sientan y toman el chocolate.)

Marq. Vamos.

D. Gaud. Es muy de mi gusto...

Marq. El chocolate?

Gaud. (La moza.)

(Tomando una sopa y mirando á hurtadillas á Manuela.)

Cosa rica!

Marq. Es soconusco.—

Y mi sobrina?

Man. En su cuarto

le serviré el desayuno,

y luego que esté peinada

vendrá...

Marq. ¿Qué importa...

D. Gaud. No es justo

exhibirla en negligé,

y aunque yo me la figuro

donosa y linda...

Marq. En efecto.

D. Gaud. Al mas perfecto dibujo

no perjudica...

Marq. (Á Manuela.) Está bien;

pero que no tarde mucho.

ESCENA V.

El marqués. d. gaudencio.

 

D. Gaud. Y ahora que tu buena estrella,—

salvo rezar al difunto,—

con herencia tan bonita

ha aumentado tu peculio,

y al don de la libertad

juntas...

Marq. Ah!

D. Gaud. El de estar robusto...

Marq. Pche!...

D. Gaud. Aunque, como yo, te acercas

al duodécimo lustro,

¿en dónde piensas plantar

tus reales?

Marq. Áun no sé el rumbo

que tomaré. Eso depende...

D. Gaud. ¿Cómo tan serio,... tan mustio...

Qué te pasa? qué meditas?

has tenido algun disgusto?

Marq. No, pero mis circunstancias

han cambiado, y Dios y el mundo

me imponen el sacrificio

de...

D. Gaud. Ay Juan, Juan de mi alma!... Escrúpulo?

te ha convertido algun neo?

piensas hacerte cartujo?

Marq. Nada de eso.

D. Gaud. Desdichado!,

¿aspiras al férreo yugo

matrimonial?

Marq. Por qué no?

D. Gaud. Casarte, ya tan machucho!

Marq. Otros mas viejos se casan,

y yo...

D. Gaud. Desatino! absurdo!

(Se levantan.)

Marq. Es tan triste el celibato!

D. Gaud. Harto mas triste es un nudo,

mejor diria un dogal,

que sólo rompe el sepulcro.

Marq. Heredo un solar ilustre

y no quiero ser el último

de mi alcurnia.

D. Gaud. Ba!

Marq. Y bien puedo

sin ser un santo ni un buho

recogerme á buen vivir.

D. Gaud. Pero, infeliz catecúmeno,

¿cómo tantos escarmientos

no te horriplian? ¿El único

has de ser tú que se libre...

Marq. Tú exageras. Hay algunos

que son felices. ¿Por qué

no he de entrar yo en este número?

D. Gaud. Hable un poeta por mí:

en su autoridad me fundo.

Marq. Autoridad un poeta!

D. Gaud. Oye, y tiembla.

Marq. Ya te escucho.

D. Gaud. «Que es el mejor estado

dice cierto doctor

el casto matrimonio

si le bendice Dios;

pero ¿y si el diablo al mio

le echa una maldicion?

Que se case quien quiera:

yo no me caso, no.

¡Ay, que de todo tiene

la viña del Señor!

Y ello es que el susodicho

doctor no se casó.

Por si acaso me sale

calabaza el melon,

que se case quien quiera:

yo no me caso, no.

Si es la mujer celosa,

qué mortificacion!

Respirar no te deja

ni á la sombra ni al sol.

Si infiel... Ah! los cabellos

se erizan de terror.

Que se casequien quiera:

yo no me caso, no.

Mas doy que humilde sea,

que sea casta doy;

¿y si me encuentro luego

con que come por dos?

Y si me sale puerca?

Cielos! esto es peor.

Que secaseun demonio:

yo no me caso, no.

Si en casa te la dejas,

la hostiga un seductor;

si al Prado la conduces,

te llaman maricon;

si al baile, te la soban;

si á las máscaras... Oh!!!

Que se case quien quiera:

yo no me caso, no.

Y todo esto no es nada,

que áun falta lo mejor:

falta el primito alférez

que con ella creció;

falta la suegra adusta;

falta el cuñado hambron...

Ah! câsese quien quiera: