Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Interesante comedia teatral del dramaturgo Manuel Bretón de los Herreros que sigue las andanzas de don Ramón, cuyo amor se debate entre la liberal y disipada Teresa y la casta aunque mas insulsa Casilda. Sin embargo, en medio de sus cavilaciones se inmiscuye don Jorge, quien también tiene sentimientos hacia Teresa.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 66
Veröffentlichungsjahr: 2022
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Manuel Bretón de los Herreros
COMEDIA EN CINCO ACTOS.
Saga
El ingenuo
Copyright © 1862, 2022 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726653991
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Representada por la primera vez en el teatro de la Cruz el dia 13 de Noviembre de 1828
PERSONAS.
La escena es en Madrid, en casa de don Zoilo. El teatro representa una sala con muebles decentes y entre ellos una mesa con escribanía. Habrá tres puertas: una á la izquierda, que es la del cuarto de don Ramon; otra á la derecha y otra en el foro: estas dos últimas guian á las habitaciones interiores.
D. RAMON. AMBROSIO.
Ambros.Si usted no muda de genio,
será siempre desgraciado.
En este siglo, amo mio,
no se sufren espartanos.
El hombre sencillo ahora
es agreste y mentecato,
la virtud preocupacion
y la ingenuidad descaro.
Yo convengo en que los hombres
por lo general son malos;
pero es preciso sufrirlos,
ya que no está en nuestra mano
mejorar su condicion.
Al fin, son nuestros hermanos.
D. Ram. Tus consejos son muy buenos;
pero, aunque sea en mi daño,
la verdad, la verdad santa
lucirá siempre en mi labio;
y en hora buena los hombres
me llamen adusto y raro.
Ambros. Después de tantos disgustos,
contratiempos y petardos,
¿no ha de escarmentar usted? —
Usted se ha visto robado,
calumniado y perseguido
por cantar siempre de plano.
Usted, si no se corrige,
va á ser muy pronto el escarnio
de Madrid y su comarca;
se expone á gritas, á palos,
á enfermar, á ir á la cárcel,
y en fin á cuantos trabajos
puede padecer un hombre.
¡Ah señor! Costando tanto
la verdad, quien la sostiene
es un loco, un insensato.
Para vivir en el mundo
es preciso ser mas cauto;
si no, vámonos á un bosque
á hacer vida de ermitaños.
D. Ram. ¡Muy bien! ¡doctrina admirable
en la boca de un cristiano!
¿Tú autorizas la mentira?
Pues no haría mas el diablo.
Ambros. Yo no digo que usted mienta;
digo que es muy arriesgado
decir siempre la verdad.
D. Ram. Vaya; te cansas en vano.
Ambros. Pero ¿no ve usted.....
D. Ram. Ambrosio,
yo sé bien lo que me hago.
A nadie voy á buscar
para darle desengaños.
Si quito el velo á los vicios,
tambien la virtud alabo.
Yo he de decir lo que sienta,
sea bueno, ó sea malo.
El que no sufra verdades
que se aparte de mi lado.
Ambros. (Dejémosle con su tema.)
¿Se podrán ir preparando
los baules?
D. Ram. ¿Para qué?
Ambros. El negocio que nos trajo
á Madrid ya se zanjó.
El Marqués pagó los plazos
de la deuda ya vencidos,
y el resto está asegurado.
Aquí nada nos detiene;
y como usted ama tanto
su tierra, creo que pronto.....
D. Ram. Ambrosio, ya no nos vamos.
Ambros. Pues ¿cómo.....
D. Ram. Estoy muy contento
en Madrid.
Ambros. Mucho lo extraño.
D. Ram. Don Zoilo me trata bien,
que es mucho para un avaro,
y pienso estar en su casa,
ya que en esto le complazco,
hasta pasar Navidades.
Ambros. Esa yo no me la trago.
¿Cuánto va á que las muchachas,
y no ese viejo espantajo,
son las que á mi amo obligan
á olvidarse de sus campos?
D. Ram. Yo.....
Ambros. No será usté el primer
filósofo enamorado.
D. Ram. Ya se ve que no. Soy hombre;
mi corazon no es de mármol,
y tal vez.....
Ambros. ¿Tendremos boda?
D. Ram. Eso es para mas despacio.
Yo, en verdad, no soy de aquellos
que ensalzan el celibato
con mengua de la moral
y perjuicio del estado;
pero es menester primero
mirar muchas cosas.....
Ambros. Vamos;
¿y cuál de las dos.....
D. Ram. Iguales
me parecen en el garbo
y la belleza. En Teresa
advierto yo sin embargo
cierta gracia natural,
cierta dulzura en el trato
que la hace muy superior
á Casilda. Tiene rasgos
muy recomendables..... Pero
¡es tan ligera de cascos,
tan frívola, tan voluble!....
Para ella no hay hombre malo;
de todos gusta. Casilda
toca al extremo contrario.
Todos le parecen frios,
torpes, feos, mentecatos,
despreciables..... Mas tal vez
es puramente afectado
el odio con que nos mira. —
La una y la otra, es claro,
cuando se presente un novio
abrirán el ojo un palmo;
las dos son mas inclinadas
á los hombres que á los cláustros,
y por caminos opuestos
ambas quieren conquistarlos;
esta á fuerza de desdenes,
y aquella á fuerza de halagos.
Ambros. Pero ¿á cuál prefiere usted?
D. Ram. El dudarlo es un agravio.
A Teresita.
Ambros. Bien hecho.
¿Quién deja un cordero manso
por una serpiente? Yo,
que no soy ningun peñasco,
tambien así....., á lo plebeyo,
de las caricias me pago
aunque con ellas me vendan.
No gusto de marimachos
que me enamoren gruñendo,
porque siempre voy al grano;
y al fin vale mucho mas
un beso que un arañazo.
D. Ram. Hay mas. Aunque su inconstancia
suele darme malos ratos,
yo creo que Teresita
entre sus apasionados
hace una particular
distincion de mí, y acaso
llegará á amarme de veras;
que nuestro continuo trato,
mis finezas, su interés
al fin han de poder algo.
Ambros. ¿Y ese embrollon de don Jorge
que hace á la niña arrumacos?
Es un rival…..
D. Ram. No le temo.
En fuerza de ser tan vano
él está muy engreido…..
D. RAMON. AMBROSIO. D. ZOILO.
D. Zoilo. Tengo que hablar con tu amo,
y quisiera…..
Ambros. Basta: soy
condescendiente. Me largo.
D. RAMON. D. ZOILO.
D. Zoilo. Yo soy padre, amigo mio;
y como tal, mi conato
es natural que se cifre
en procurar dar estado
á Teresita. Usted sabe
cuán espinoso es el cargo
de velar sobre las hijas. —
La mia nunca me ha dado
que sentir; pero con todo,
si bien lo reflexionamos,
amigo mio, en su edad
un buen marido es mas apto
para este empleo que un padre.
Yo, que siempre he sido un Argos
de su conducta, y que leo
de su pecho los arcanos,
no quiero tiranizarla;
porque al fin no se ha prendado,
como les sucede á muchas,
de ningun hombre de bajos
principios, ni de ningun
miserable perdulario.
Usted es noble, juicioso,
amable, rico, bizarro,
sensible, gracioso, justo,
comedido, buen cristiano,
instruido, complaciente,
formal, prudente, sensato.....
D. Ram ¿Adónde va usté á parar?
Acabemos con mil santos.
Yo no quiero que me adulen.
D. Zoilo. ¡Oh virtud! ¡Oh insigne rasgo
de humildad y de modestia!
Mis elogios son escasos
para un mérito tan grande,
tan sublime; y sin embargo…..
D. Ram. Vaya, no se empeñe usted
en calentarme los cascos
con importunas lisonjas,
ó me encerraré en mi cuarto…..
D. Zoilo. Bien; bien. — No se enoje usted. —
Digo que habiendo observado
el tierno y mutuo cariño…..
D. Ram. ¡Mutuo cariño! Es muy raro
que lo haya notado usted
antes que yo.
D. Zoilo. ¿A qué es negarlo?
¡Sobre que ya no se trata
de otra cosa en todo el barrio!
Usted arde por Teresa
en un amor el mas casto,
el mas acendrado y puro.....
D. Ram. ¡Qué tabardillo! Yo no ardo
por nadie, señor don Zoilo.
La quiero, sí; mas no tanto
como usted piensa.
D. Zoilo. ¡Pues ya!
No con aquel entusiasmo
concupiscente y fogoso
que solo aspira á livianos
y transitorios deleites:
usted ama como un sabio;
así....., con filosofía.....
En fin, para no cansarnos,