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La casa de huéspedes es una encantadora comedia teatral en tres actos del dramaturgo Manuel Bretón de los Herreros. Nos cuenta los líos amorosos que se suceden en la pensión de doña Liboria, de cuya hija Concha están enamorados varios huéspedes, mientras que el corazón de ella solo pertenece a don Manuel, quien no se atreve a declarar sus sentimientos.
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Seitenzahl: 85
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Manuel Bretón de los Herreros
COMEDIA EN TRES ACTOS.
Saga
La casa de huéspedes
Copyright © 1834, 2022 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726653335
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Representada por primera vez en el teatro del Príncipe el dia 30 de Marzo de 1834.
PERSONAS.
La escena es en Madrid en una sala de casa de doña Liboria, con puerta en el foro, otras laterales y una ventana. Entre otros muebles habrá un velador y una mesa con escribanía.
CONCHA. RITA.
Concha. [Llega con una jarrita en la mano. Rita prepara sobre el velador tazas, servilletas, &c., para servir luego el desayuno.]
Alcanza esa jaula, Rita,
que mudar el agua quiero
á mi pintado jilguero.
Rita. Tómela usted, señorita.
[Se la da, acaba de cubrir el velador, y se retira.]
CONCHA.
Dulce compañero mio,
mi amigo y consolador,
á quien tan solo mi amor
y mis lágrimas confio,
¿cómo al verme alborozado,
cómo piando no agitas
tus matizadas alitas,
tu cuello tornasolado?
Ni como sueles te veo
el pico arpado bañar,
ni á tu amiga saludar
con melodioso gorjeo.
[Lo saca de la jaula.]
Ven, ven á mi seno
fiel, aunque ya en vano porfia
por prestarte la alegría
que un tiempo moraba en él.
¿Suspiras por la pradera
que embelesaba tu canto?
¿Es causa de ese quebranto
tu perdida compañera?
Consuélate, que en prision
yo tambien penando vivo.
¡Ay! Tambien gime cautivo
mi llagado corazon.
Tú al menos en mi
piedad puedes cifrar tu ventura;
mas ¿quién en tanta amargura
me dará á mí libertad?—
Vuela á tu floresta umbría;
goza del aura serena,
que yo rompo tu cadena.....
ya que no puedo la mia.
Vuela, jilguerito; vive
contento, libre, dichoso,
y de mi labio amoroso
el postrer beso recibe.
[ Lo echa á volar por la ventana, después de besarlo, y se sienta pensativa.]
CONCHA. D. MANUEL.
D. Man. [Atravesando de puntillas el teatro. ]
Allí está el dulce embeleso
de mis ojos Si pudiera
salir sin que ella me viera.....
[ Vuelve Concha la cabeza y le mira.] ¡Ah!
Concha. Don Manuel, ¿cómo es eso?
Temprano sale usted hoy.
D. Man. Cierto negocio me obliga.....
Concha. ¡ Sin saludar á su amiga!
D. Man. ¡Conchita!....
Concha. Quejosa estoy.
La causa saber deseo.....
D. Man. Perdóneme usted. Salia
distraido..... (¡Ay, alma mia!) Concha. (Yo tiemblo cuando le veo.)
Bien sabe usted que le estimo:
lo confieso sin rubor.
D. Man. Y esa es mi dicha mayor.
(Mal mi turbacion reprimo.)
Concha. Si fuera usted don Fulgencio
y sin hablarme saliera,
ninguna queja le diera;
no culpara su silencio.
D. Man. ¿Y si fuera don Donato?
Concha. Tampoco.
D. Man. Huéspedes son
tambien.
Concha. Tiene usted razon;
mas no me gusta su trato.
D. Man. Pues la aman á usted los dos,
la pretenden á porfia;
y al fin.....
Concha. La culpa no es mia,
don Manuel. ¡Sábelo Dios!
D. Man. No es mucho que ese semblante
cautive sus corazones.
Concha. ¿Tantas son mis perfecciones?
D. Man. No tiene usted semejante.
Mi labio no lisonjea.
Concha. Cierto.—No soy melindrosa.
Pues usted me llama hermosa, no debo de ser muy fea.
D. Man. Don Fulgencio y su rival
lo habrán dicho antes que yo.
Concha. ¡Pluguiera al cielo que no!
D. Man. Pues ¿hay en eso algun mal?
Concha. A ser yo libre, ninguno.
D. Man. (¡ Cielos! ¿Si á otro amará?)
Concha. (¡Ah!...) La hora se acerca ya
de servir el desayuno.
¿Usted no nos acompaña?
D. Man. No, señora.
Concha. Es singular.....
¿Se va usted sin almorzar?
Verá usted cómo lo extraña
mi mamá. La llamaré
para que usted se convenza.....
¡ Mamá!....
D. Man. ¡No, no! (¡Qué vergüenza!)
No la llame usted.
Concha. ¿Por qué?
D. Man. Ahora no.... (¡ Terrible aprieto!)
Ahora no la puedo ver.
Quisiera..... Tengo que hacer.....
Concha. Eso anuncia algun secreto.....
D. Man. No, señora.
Concha. Que no alcanza
mi discurso.
D. Man. No. ¡Si digo
que....
Concha. No es usted ya mi amigo.
Ya perdí su confianza.
D. Man. Permítame usted callar.....
Concha. Está bien.
D. Man. Es una cuita
que yo.....
Concha. Basta.
D. Man. ¡No, Conchita!
Ya lo voy á declarar.
¡ Tiene usted tan dulce imperio sobre mí!....
Concha. No lo creía.
D. Man. Oiga usted la pena mia. —
Pero ese rostro tan serio.....
Concha. No era encono ni desvío;
era impaciencia amistosa.
Soy á veces tan temosa.....
Hable usted. Ya me sonrío.
D. Man. Yo me veo en un terrible
compromiso.
Concha. ¡ Cielo santo!
D. Man. En el mas duro quebranto
que hombre padeció.
Concha. ¡ Es posible!
D. Man. Venció ayer..... ¡ suerte tirana!....
mi mes de hospedaje.....
Concha. ¿ Y qué?
D. Man. Y pagarlo no podré
hasta la tarde ó mañana.
Concha. ¿Es ese el lance espantoso
y sin ejemplo en la historia?
D. Man. ¿Qué dirá doña Liboria?
Dirá que soy un tramposo.
Concha. A no estorbarlo el cariño reñiríamos ahora.
¿Quién le apura á usted?
D. Man. Señora....
Concha. ¡Eh! No sea usted tan niño.
D. Man. ¿Quién no tiene una manía?
Concha. Pero.....
D. Man. Pagar en el acto,
ser en todo el mas exacto;
esta fué siempre la mia.
Concha. Pero hace usted una ofensa
á mi mamá.
D. Man. El pundonor.....
Me tendrá por jugador, libertino.....
Concha. Ni lo piensa.
D. Man. Anoche á eso de las diez,
después de dar mis lecciones,
me salieros tres ladrones
junto á la calle del Pez,
y dos onzas que traía
los infames me robaron.
Concha. ¡Buen Dios!
D. Man. Pero me trataron
con mucha cortesanía.
¡Soy el hombre mas fatal.....
Desde que en Madrid resido
solo á un baile he concurrido
en tiempo de carnaval.
Y no fué, así como quiera,
baile de bota y fandango,
que la casa es de alto rango
y gasta arrobas de cera.
¡Qué música celestial!
¡Qué lújo! ¡Qué sala aquella!—
Y ninguno entraba en ella sin billete personal.—
Grande ambigú preparado
para la gran sociedad..... ,
aunque yo de cortedad no probé un triste bocado.
Solo bailé un rigodon,
y lo bailé de pareja
con una maldita vieja
que parecía un sayon;
y para mayor tragedia,
antes que á sentarse vaya
en mis brazos se desmaya.....
¡y no vuelve en hora y media!
Me retiro amostazado; voy á recojer el Clac,
y una copa de Cognac
se habia en él derramado.
Una capa nuevecita
en la antesala dejé;
y sin ella me encontré.....
¡y hasta sin chanclos, Conchita!
Soplaba un cierzo cruel,
y amanezco al otro dia
con tan atroz pulmonía
que hube de soltar la piel.—
Mientras en dudosa lid
con el médico luchaba,
«¡ Mísero de mí!, exclamaba,
¡esto es bailar en Madrid!
Buen Dios, sacadme con bien,
que ya estoy arrepentido,
y de bailes me despido
por siempre jamás, amen.»
Concha. ¡Se llama usted desgraciado, don Manuel!
D. Man. Y con razon.
Concha. Otros mas que usted lo son,
aunque menos lo han mostrado.
D. Man. ¡Ay, Conchita! El hado mio.....
Concha. Será inflexible, cruel;
pero al menos, don Manuel,
manda usted en su albedrío.
Hombre es usted, y sin mengua
se puede al menos quejar,
y el corazon trasladar
á los ojos y á la lengua.
D. Man. ¡ Ah! Si me atreviera á tanto
aun mas infeliz sería.
No sabe usted todavía
cuán acerbo es mi quebranto.
Concha. Pues ¿tan poca confianza
le inspiro á usted? ¿No sabré.....
D. Man. Sí, Conchita; lo diré.
Yo amo..... sin esperanza.
Concha. ¿Sin esperanza?
D. Man. Ninguna.
Concha. ¡Cuán triste es amar así!
Mas aun me depara á mí
mas grave mal la fortuna.
D. Man. ¿Mas grave mal? No concibo.....
¡ Y usted, tan jóven, tan bella,
se queja ya de su estrella?
Concha. Solo para el llanto vivo.
D. Man. ¡ Oh justo cielo que ves
su alma pura y rostro hermoso!,
¿quién merece ser dichoso
si Conchita no lo es?
Concha. Si perder el bien querido
es dardo que el pecho clava,
¡ cuánto mas el ser esclava de un objeto aborrecido!
Y para mayor tormento
quiere mi enemiga suerte
que á un tiempo me den la muerte
amor y aborrecimiento.
D.Man. ¿Será posible..... ¡Ay, Conchita! —
¿Y qué dichoso mortal.....
D. Donat. [Dentro]
Acepilla aquí, animal.
D.a Lib. [Dentro.]
Sirve el desayuno, Rita.
D. Man. ¡ Ella es! Déme usted licencia.....
Concha. ¿Dónde va usted? Pues ¿no es rara aprension.....
D. Man. ¡No! ¿Con qué cara
me pongo yo en su presencia?
¡ Cuidado que entre los dos se quede el secreto.....
Concha. Bien.
Pero es muy extraño..... ¿ Quién por un dia.....
D. Man. ¡ Adios! ¡ Adios!
CONCHA. DOÑA LIBORIA. D. FULGENCIO. D. DONATO.
[Rita sirve el desayuno, retirándose luego que todos se han sentado á la mesa.]
D. Fulg. ¡ Hermoso dia!
D.a Lib. Excelente.
D. Fulg. ¡Oh, señorita! ¡Tan sola.....
Concha. Ya iba á buscar á mamá.
D. Donat. [Saliendo de su cuarto.]
Felices, doña Liboria.
¿Cómo está usted de su reúma?
D.a Lib. Algun tanto me incomoda,
pero estoy mejor que ayer.
Y usted ¿qué tal de su gota?
D. Donat. Hoy así, así.
D. Fulg. Mal de ricos.
D. Donat. Sí por cierto. ¡ Fuerte cosa
que no ha de tener dinero
un hombre sin esta y otras
pejigueras! Pero ¡ cómo
se arraigan y se estacionan
sobre un triste millonario
las dolencias! Eso asombra.
Enferma un pobre demonio,
y se cura por la posta,
ó se muere en cuatro dias,
y aquí paz y después gloria.
¿No digo bien, don Fulgencio?
Pero ¿nosotros? ¡ Ya es obra!
En cogiendo un constipado,
¡Dios eterno! ¿dónde hay drogas
que nos vuelvan la salud?
¿Qué doctor hay en Europa