Mi dinero y yo - Manuel Bretón de los Herreros - E-Book

Mi dinero y yo E-Book

Manuel Bretón de los Herreros

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Beschreibung

Con su ágil prosa y el ingenio al que nos tiene acostumbrados, Manuel Bretón de los Herreros nos presenta en esta comedia teatral la historia del Marqués, recién llegado a Madrid después de una temporada en París. Nuestro héroe cae perdidamente enamorado de una joven a la que ve en el Retiro acompañada de una anciana, y emprenderá la misión de conquistarla con la ayuda de su inseparable amigo, el Conde.

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Seitenzahl: 94

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Manuel Bretón de los Herreros

Mi dinero y yo

COMEDIA EN TRES ACTOS. [Inédita.]

Saga

Mi dinero y yo

 

Copyright © 1846, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726653595

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS.

sabina. aurora. doña mercedes. marta. el marques. zavala. el conde. martin. ginés.

La accion pasa en Madrid.

ACTO PRIMERO.

Gabinete de soltero, en casa del Marqués, lujosamente amueblado. Chimenea francesa, mesa con escribanía &c. Una puerta en el foro; otra á cada lado de los bastidores.

ESCENA I.

EL MARQUÉS. EL CONDE.

 

[El Marqués aparece, en bata, sentado junto á la chimenea y leyendo un periódico. El Conde llega por la puerta del foro.]

Conde. [Figurando que habla con un criado.]

No es menester que me anuncies.

Marq. [Volviendo la cabeza.]

¿Quién…..

[Se levanta y deja el periódico sobre la chimenea.]

¡Conde!

[Le sale al encuentro y le da la mano.]

Conde. [Adelantándose.] ¡Caro Marqués!

Marq. ¿Desde cuándo en esta heróica

Villa y Corte…..

Conde. Desde ayer.

Marq. ¡Bien venido una y mil veces!

Conde. Gracias.

Marq. No preguntaré

cómo te ha ido en el viaje…..

Conde. A mí siempre me va bien.

Marq. Es natural. Con tu genio

jovial alegre…..

Conde. Sí á fe.

Gracias á Dios, todavía

no me ha amargado la hiel

del dolor. Ni yo comprendo

qué penas pueda tener

un jóven independiente,

que añade á su robustez

cuna ilustre y una renta

de mil duros cada mes.

Pero aunque de tales dotes

no fuese tanto el poder,

¿cuál es el alma mezquina

que no se ensancha en aquel

afortunado país?

Cuando destronado fué

por las aguerridas huestes

de Fernando y de Isabel,

bien hizo en llorar á chorros

el desventurado rey

que trocó mal de su grado

á Granada y su verjel

por los páramos de Túnez

y los desiertos de Fez.

Marq. Muy ponderativo vuelves,

querido amigo; esto es,

muy andaluz.

Conde. Nada de eso:

estoy hablándote en ley

de verdad y si á la hipérbole

tan propensos suelen ser

los andaluces, ¿qué mucho

si exagerada tambien

allí la naturaleza

paga mil por cada diez

en la oliva y en la vid,

en la huerta y en la miés?

Pero el fruto mas sabroso

que crece allí por dó quiér

no es el que plantó Minerva

ni el que descubrió Noé;

es otro, que yo comparo

al maná de Möisés,

y quizá me quedo corto;

es….. ¡ay cielo!.... es la mujer.

¡Qué brio en su talle esbelto!

¡Qué fuego en sus ojos! ¿eh?

¡Qué mágia da á su semblante

lo moreno de la tez

cuando amor trisca risueño

en sus labios de clavel!

Si andan, bajo el pié menudo

ven la tierra florecer;

si hablan, su jerga donosa

le tiene á un hombre en Belen;

y eso aunque no te regalen

con palabritas de miel,

que saben ser hechiceras

hasta en el mismo desden.

Marq. Así suele celebrar

tu amartelado pincel

á cuántas miras...., inclusas

las ninfas del Avapiés.

Conde. No habrás tú perdido el tiempo

durante mi ausencia. ¿A ver?

Cuéntame….. Cuando volviste

del peligroso Babel

de París, ya estaba yo,

como dicen, con el pié

en el estribo, y me fuí

de la Corte sin saber

tu plan de vida futura.

Mas no eres tú, bien lo sé,

de esos viajeros vulgares

traducidos al francés,

que porque beben del Sena

cinco semanas ó seis

ya se juzgan extranjeros

en Madrid y en Aranjuez,

y solo saben hablar

de Longschamps y del Palais

royal, et cætera, et cætera,

y no pueden comprender

cómo hay cristianos que vivan

sin oir á la Rachel

y sin beber en Tortoni

botellas de Johanisberg.

No es Madrid tan lugaron

como quieren suponer,

y donde quiera hay placeres

para quien los paga bien.

Marq. No todo lo compra el oro,

Conde.

Conde. ¡Ba! Yo sostendré

lo contrario. Acá en el mundo

no hay mas Dios que el interés.

Marq. Los goces puros del alma…..

Conde. ¡Goces del alma!.... Pardiez,

cuando el cuerpo está contento

el alma lo está tambien.

Marq. La buena moral condena

tales máximas.

Conde. ¿Por qué?

¿Comete acaso algun crímen

el que á precio de arancel

y á metálico sonante

hoy compra el suntuoso tren

y mañana la hermosura

que quiere lucir en él?

Marq. ¿Y á quién semejantes goces

pueden halagar?

Conde. ¿A quién?

A mí, que acepto la humana

condicion tal como es.

Marq. ¿No crees tú, por lo visto,

en la constancia, en la fe

de las mujeres…..

Conde. No á todas

las mido por un nivel.

Las hay de tan buena índole,

que si pródigo y cortés

les permites cada dia

saquear un almacen,

se atreverán á ser fieles

un par de meses ó tres.

Marq. Pero hay mucha diferencia

de comprar á merecer,

y no salen al mercado

las mujeres de honra y prez.

Si buscas mujer venal

y otro puja el alquiler

y triunfa, ¿tendrás derecho

para quejarte después?

Conde. No por cierto. ¡Qué bobada!

Pero derecho tendré

para ponerla á la puerta

antes que me sea infiel. —

Mas ¿de cuándo acá defiendes

la virtud en la mujer?

¿Qué Lucrecia ó qué Susana

dió con tu juicio al través?

Marq. ¿Te burlas de mí? — No en vano

quizá algun dia busqué

entre rosas no marchitas

fuentes de puro placer.

Una mirada, un acento,

una sonrisa, un papel

me daban dias de gozo

que jamás olvidaré.

¡Ay, no era yo entonces rico;

no era yo entonces marqués!

Mi buena ó mi mala estrella,

que uno y otro pudo ser,

hizo recaer en mí

la herencia de don Miguel

Herranz, mi tio materno,

que en Indias fué mercader,

y de vuelta á las montañas

de Cantabria, en un bajel

de barras del Potosí

atestado hasta el bauprés,

compró el título pomposo

con que halagó su vejez.

Dueño de tantas riquezas,

ardí en hidrópica sed

de deleites, y al gran mundo

inexperto me lancé

como sin rienda ni freno

corre escapado el corcel.

Tú, mi maestro y amigo,

viste cómo aproveché

tus lecciones.....

Conde. En efecto,

me asombró la rapidez

de tus progresos.

Marq. Mi orgullo,

ciego con tanto tropel

de agradables sensaciones,

acallaba en su embriaguez

los gritos de la razon,

y así dos años pasé

disipando en mil locuras

el oro del montañés,

sin advertir que vacío

mi corazón…..

Conde. ¡Ay, Gabriel!....

Me temo que ese lenguaje

sentimental..... ¡Voto á quién…..

¿Qué apostamos á que estás

enamorado?

Marq. Tal vez.

Conde. ¿Lo dudas? Lo estás. Y, dime,

¿desde cuándo?

Marq. ¡Ya hace un mes!

Conde. ¿Suspiras para decirlo?

¡Malo! Eso me da á entender

que aun estan verdes. Sin duda

para cogerte en la red

la niña se muestra esquiva…..

Marq. Al contrario.

Conde. ¿Cómo, pues…..

Ya caigo. Estará casada

con algun hombre soez,

celoso.....

Marq. No tal.

Conde. No importa:

se le hará entrar en la grey.

Como ella esté decidida

y ponga piés en pared…..

Marq. ¡Dale! ¡Si no hay tal marido!

Conde. Pues ¿qué obstáculo ha de haber…..

Mas ¿si querrá la taimada

que el cura párroco os dé

la bendicion…..

Marq. Claro está.

Sus principios de honradez

y virtud…..

Conde. ¡Ay!.... ¿Y eres tú

de su mismo parecer?

Marq. Sí, Mariano.

Conde. ¡Pecador!

Eso es echarte un cordel

al cuello. — Pero la novia,

ya lo debo suponer,

tendrá algun alto apellido;

Giron, Guzman, Pimentel…..

Tú habrás dicho para tí:

me acosté un dia merced

y amanecí señoría.

Aristócrata novel,

debo aspirar.....

Marq. No es mi novia

ricafembra ni….. Al revés.

Aunque honrada y bien nacida

no hace en el mundo papel.

Conde. Hija será de algun Creso.....

Marq. No.

Conde. Tendrá.....

Marq. Ni un alfiler.

Conde. ¡Acabaras! Siendo así,

recibe mi parabien.

Dádivas quebrantan peñas

y no será menester

que el vicario…..

Marq. Ella no sabe

quién soy.

Conde. ¿Misterios tambien?

Marq. La ví.....

Conde. Novela tenemos.

Marq. En el Retiro…..

Conde. Primer

capítulo.

Marq. Iba una anciana

con ella…..

Conde. (¡Pobre doncel!)

¿Alguna….. tia…..

Marq. En efecto;

tia carnal.

Conde. Acerté.

Marq. Verla y cautivarme el alma

Su modesta sencillez,

Su…..

Conde.. Et cætera. Te flechó;

miraste; miró; se fué;

la seguiste; llave de oro

te franqueó su cancel…..

Marq. No. Me valí de un pretexto…..

Conde. Nunca faltan.

Marq. Yo no sé

qué instinto del corazon

me impuso el noble deber

de respetar su pobreza,

su candor.....

Conde. ¡Ba! (¡Qué sandez!)

Marq. «Si su grata posesion

me allana el vil interés,

las gracias que hoy me embelesan

mañana despreciaré.

Conquistar su corazon

será mas digno laurel.

Veamos si yo soy algo

sin el oro que heredé.

¿He de debérselo todo

al tio de Santander?»

Tales reflexiones hice

desde la primera vez

que la ví, y en el combate

que con incierto vaiven

mi dinero y yo trabamos,

yo vencí, pésia Luzbel. —

Ocultando pues mi nombre

y mi título, adopté

un seudónimo...., el primero

que me ocurrió: Luis Garcés:

dije que era propietario

de unas tierras en Utiel

que producen diez mil reales;

que he venido á pretender

algun empleo y que vivo

muy lejos de este cuartel:

me ofreció la buena tia

su casa; la frecuenté;

la elocuencia de mis ojos

tardó poco en comprender

Sabina, que este es el nombre

de mi dulce amado bien:

en ocasion oportuna

mi pasion la declaré,

y me respondió propicio

su labio de rosicler:

la vieja me interpeló

con cara de adusto juez,

y yo en prueba fehaciente

de mi recto proceder

pedí la mano del ídolo

de mi alma…..

Conde. ¡Ite, missa est!

Marq. Me la otorgó…..

Conde. Por supuesto.

Marq. Y desde entonces, á fuer

de novio…..

Conde. Pasas el dia

allí, y morlés de morlés…..

Marq. Más gozo estando á su lado

que un monarca en su dosel,

que un... Y sus cartas... ¡Ah!..

Conde. ¡Cartas,

y á todas horas la ves!

Marq. Como tú nunca has amado

de veras, no sabes…..

Conde. ¡Pche!....

Marq. Y, además, nunca nos deja

solos la tia…..

Conde. Es mujer

que lo entiende. ¡Pobre amigo!

¡Dos anzuelos para un pez! —

Con que ¿esto es hecho? ¿Te casas?

Marq. Lo deseo; pero…..

Conde. ¿Qué?

Marq. Antes de formar un lazo

que solo puede romper

la muerte, quisiera….. Temo…..

Yo no dudo de la fe

de Sabina; pero el lauro

que aspira á ceñir mi sien

ningun galan me disputa.....

¡Cuál sería mi placer

si algun rival poderoso

gimiera en vano á sus piés!

Conde. ¿En vano? ¡Quiá! Estoy seguro

de que le diría: ¡amén!

Marq. Haría de buena gana

la prueba…..

Conde. Hagámosla pues.

¿Quieres que me encargue yo…..

Marq. Si procedes sin doblez…..

Conde. Palabra de honor.

Marq. ¿Prometes

guardar como amigo fiel

mi secreto?

Conde. Por la cuenta

que me tiene, callaré.

¡Eres mas rico que yo!

Marq. Es preciso que te dés

á conocer tal como eres

y con todo tu oropel.

Conde. Renunciar á esta ventaja

sería una estupidéz.

Ea, ¿te atreves…..

Marq. Sí.

Conde. ¡Mira

no te arrepientas después!

Marq. ¡Jamás!

Conde. Apostemos algo.

Marq. Bien.

Conde. Mi tordo de Jerez.

Marq. Por Abdelcadér.

Conde. ¿Eh?