Cartas de fe y de amistad - Luigi Giussani - E-Book

Cartas de fe y de amistad E-Book

Luigi Giussani

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Beschreibung

Este libro recoge las cartas que Luigi Giussani envió a su amigo Angelo Majo entre 1944 y 1964. En ellas se percibe el amor del joven sacerdote milanés por Cristo y su pasión por comunicarlo a los hombres. Amor por Cristo y pasión por el destino temporal y eterno de los hombres, que conducirían al nacimiento de Comunión y Liberación. "La virtud de la amistad puede renacer en cualquier lugar, por todo el mundo, con su presentimiento de unidad, con su capacidad de escucha y su voluntad de entrega. Pero cuando lo hace en un terreno cristiano, esta virtud se enraíza sólida y abundantemente, eterna y abrazadora de todo. (...) Fuera de esta tierra bendita, la amistad permanece como ímpetu noble y triste, inquieto por la conciencia de su precariedad" (del epílogo del autor). " Esta es la enseñanza fundamental de las cartas de don Giussani que publicamos en este volumen; nos persuaden de que el hombre de hoy no necesita cosas nuevas, sino un modo nuevo de ver las cosas de siempre, y este modo nuevo es Jesucristo. Mi gratitud, llena de reconocimiento afectuoso, a don Giussani que sin descanso me lo ha recordado continuamente y, sobre todo, me ha dado testimonio de ello con su vida, con su fascinante y siempre juvenil entusiasmo" (Angelo Majo).

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Seitenzahl: 115

Veröffentlichungsjahr: 2012

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Ensayos 418

LUIGI GIUSSANI

Cartas de fe y de amistadUna correspondencia sacerdotal

Prólogo de Julián Carrón

ISBN DIGITAL: 978-84-9920-794-0

© 2007 Edizioni San Paolo, s.r.l. © 2010 Ediciones Encuentro, S. A., Madrid © de la traducción Fraternità di Comunione e Liberazione © de la fotografía de portada Archivo CL

Traducción y edición española Gabriel Richi Alberti Revisión Carmen Giussani

Diseño de la cubierta: o3, s.l. - www.o3com.com

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Para cualquier información sobre las obras publicadas o en programa y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a: Redacción de Ediciones Encuentro Ramírez de Arellano, 17-10.a - 28043 Madrid Tel. 902 999 689www.ediciones-encuentro.es

ÍNDICE

Prólogo

, de Julián Carrón

Premisa

, de Angelo Majo

Nota a la edición española

Mons. Luigi Giussani, 1922-2005

CARTAS DE FE Y DE AMISTAD

1. Venegono, noviembre de 1944

2. Desio, mayo de 1945

3. Venegono, 20 de julio de 1945

4. 6 de agosto de 1945

5. Finales de agosto de 1945

6. 2 de septiembre de 1945

7. Octubre de 1945

8. Milán, 13 de octubre de 1945

9. Desio, diciembre de 1945

10. Desio, 3 de junio de 1946

11. 9 de enero de 1946

12. Desio, 20 de febrero de 1946

13. Varigotti, 11 de abril de 1946

14. Varigotti, 24 de septiembre de 1946

15. 12 de diciembre de 1946

16. Varigotti, 21 de diciembre de 1946

17. 7 de enero de 1947

18. Varigotti, 4 de abril de 1947

19. Desio 27 de junio de 1947

20. Pontedilegno, 15 de julio de 1947

21. Pontedilegno, 8 de agosto de 1947

22. Pontedilegno, 15 de agosto de 1947

23. Piancavallo, 28 de junio de 1948

24. Venegono, 18 de diciembre de 1948

25. Venegono, 23 de junio de 1949

26. 1 de julio de 1949

27. Arma, 25 de julio de 1949

28. Venegono, 4 de enero de 1950

29. Venegono, 16 de enero de 1950

30. Venegono, 2 de febrero de 1950

31. Venegono, 18 de marzo de 1950

32. 6 de abril de 1950

33. Venegono, 21 de abril de 1950

34. Venegono, 11 de mayo de 1950

35. Piancavallo, 23 de julio de 1950

36. Venegono, 8 de agosto de 1950

37. Venegono, 24 de agosto de 1950

38. Venegono, 29 de septiembre de 1950, 9 horas

39. Venegono, 4 de noviembre de 1950

40. Venegono, 7 de febrero de 1951

41. Venegono, 7 de marzo de 1951

42. Venegono, 31 de julio de 1951

43. Venegono, finales de agosto de 1951

44. Venegono, 24 de octubre de 1951

45. Venegono, 19 de diciembre de 1951

46. Vione, julio de 1952

47. Venegono, 12 de agosto de 1952

48. 22 (de septiembre) por la noche, de 1952

49. Selva, 19 de julio de 1953

50. Venegono, 26 de agosto de 1953

51. Venegono, 21 de agosto de 1954

52. Venegono, 20 de abril de 1955

53. Moena, 12 de agosto de 1958

54. Varigotti, 27 de agosto de 1958

55. Alba di Canazei, 6 de julio de 1960

56. Milán, 6 de agosto de 1960

57. Varigotti, 2 de enero de 1964

58. Milán, 1 de febrero de 1964

59. Varigotti, 12 de abril de 1964

Elogio de la amistad

, de Luigi Giussani

Él ha abierto en los hombres un espacio para el nacimiento, les ha revelado un espacio de vida, más allá de las corrientes que pasan, más allá de la muerte.

KAROL WOJTYŁA, Piedras de luz

PRÓLOGO

Las cartas que ahora presentamos al lector de lengua española representan un pequeño «tesoro» para el que está interesado en la vida y en la obra de ese sacerdote milanés, fundador de Comunión y Liberación, que fue Mons. Luigi Giussani (1922-2005). Cubren fundamentalmente el período que va de 1945, año en el que Giussani es ordenado sacerdote, a 1951, ya establecido como asistente en la Facultad de Teología de Venegono. A partir de entonces la correspondencia se hace más intermitente. Son los primeros años de sacerdocio, marcados por la enfermedad y por los prolongados retiros junto al mar, en soledad, que ponen al joven don Giussani ante la prueba.

Se trata de un pequeño tesoro porque estas cartas constituyen un testimonio único del recorrido personal de su autor en unos años que van a resultar decisivos y de los que no se poseen otras referencias. Impresiona pensar que el iniciador de una realidad fecundísima, que iba a suponer una auténtica novedad en el panorama de la Iglesia italiana a partir de los años sesenta, pasara sus primeros cinco años de sacerdocio enfermo y en el «dique seco». Un tiempo al que se añadirían otros cinco años más hasta su entrada en liceo Berchet en 1954, sin ningún «resultado pastoral» visible. Algunas de las insistencias que caracterizarán al enérgico fundador de Comunión y Liberación se pueden descubrir ya en estas líneas. Del mismo modo, descubrimos en ellas las huellas nítidas de lo que el paso por el Seminario había dejado en el joven sacerdote milanés.

Por último, estas cartas nos revelan algunos aspectos poco conocidos de su autor. Ilustrémoslo con algunos ejemplos.

Ante todo el descubrimiento de la amistad como un don vocacional, como una gracia que nos introduce en el misterio de Cristo. Ya en el Seminario don Giussani tuvo ocasión de sorprenderse por este don de algunas relaciones preferenciales en cuyo horizonte todo tiene que ver con Cristo. Así fue la amistad con Enrico Manfredini (que llegará a ser arzobispo de Bolonia) y Carlo de Ponti (que muere muy joven).

«A veces acontece que dos o tres se entienden tan bien que es bello dialogar entre sí. Toda mi experiencia posterior, como sacerdote, ya la había pensado en tercero de bachillerato junto a dos de mis compañeros a los que siempre me unía, cuando íbamos de paseo, dos veces a la semana. Siempre nos juntábamos los tres para hablar de estas cosas y era bellísimo. A veces se acercaba a nosotros alguno y decía «buff» y se iba. En cambio para nosotros no era así. Y os juro que lo que estábamos diciendo —ahora me acuerdo muy bien: estábamos pasando por debajo del puente ferroviario al lado de Meda, que está cerca del seminario de Seveso (a mi izquierda estaba Manfredini, el otro compañero en el centro, y yo a la derecha)—, lo que estábamos diciendo en ese momento, después ha llegado a ser realidad literalmente»1.

La relación con Angelo Majo se encuadra en este misterio de la preferencia sobre el que don Giussani no deja de meditar. Majo conoce a don Giussani en 1944, cuando éste era prefecto de su clase en Venegono. Así lo recuerda Majo:

«Don Giussani se debió dar cuenta de que me agobiaba un poco ese ambiente de masa y, quizá por ello, me acuerdo de que cada mañana me esperaba al salir de la Capilla y me preguntaba: ‘¿Qué tal va?’. El Rector, que después fue Cardenal, Giovanni Colombo, cuando nos veía decía: ‘He aquí cómo se amaban los caballeros de antaño’. Don Giussani, precisamente por su método de ‘preferir’, provocaba respecto a su persona afinidades intensas o encendidas diferencias»2.

¿Cuál era el contenido de esa preferencia, de esa amistad? La pasión por Cristo y la mirada que esta pasión genera sobre todas las cosas. Estas cartas son una ejemplificación riquísima. En ellas ya encontramos esa mirada sobre la realidad cargada de asombro que será una de las constantes en la propuesta educativa de don Giussani y uno de los criterios fundamentales para sorprender la gracia de una amistad que suscita la adhesión:

«Hace algunas noches, pensando, he descubierto que tú eres mi único amigo: no por exclusivismo estéril; esa vibración inefable y total de mi ser ante las «cosas» y las «personas» no la sorprendo más que en tu modo de reaccionar. Pero tú eres una vibración armónica. Yo, violenta» (Carta 48, septiembre de 1952).

Pero en estas cartas sobresale, por encima de cualquier otra cosa, una experiencia sorprendentemente adulta del Misterio del Ser, de Dios como caridad, y de Jesucristo como donación total por nosotros, toda ella cargada de afecto. Esta experiencia empapa la conciencia del joven don Giussani en medio de la postración y la soledad a las que le sometía la enfermedad:

«No soy capaz, en esta oscura tarde de viento, atrio del invierno, de responder al estado de ánimo particular con el que me escribiste. Estoy demasiado cansado. Y lo único que siento —y mi fidelidad a los amigos más queridos es un símbolo experimental de ello— es que la esencia de la vida, de las aspiraciones, de la felicidad, es el amor. Un amor infinito, inmenso, que se ha inclinado hacia mi nada, y ha creado de ella un ser humano, un grano de polvo en cuanto al cuerpo, pero sin límites en la apertura ávida de verdad y de amor que constituye su inteligencia y su corazón. Un Amor infinito, enorme, que ha realizado el disparate de hacerme infinito como Él, a mí que, como ser creado, soy polvo finito: ‘similes ei erimus’» (Carta 15, diciembre de 1946).

Ese Amor infinito se ha hecho carne y ha muerto en la cruz por nosotros. El deseo de identificación con Cristo en la cruz, en cuyo sufrimiento don Giussani era consciente de participar con su enfermedad, constituye otra de las constantes de estas cartas:

«Esta limitación, esta soledad, esta silenciosa y fatigosa renuncia a la expansión viva de la impetuosidad del afecto que bulle en mi corazón, es verdaderamente un gran sacrificio (...). Yo no quiero vivir inútilmente. Es mi obsesión. Y además, entre dos amigos profundos, ¿qué se desea? La aspiración de la amistad es la unión, es la de identificarse, llegar a ser una sola cosa, llegar a ser la misma persona, tener la misma fisonomía del Amigo. Pero Jesús está en Cruz» (Carta 5, agosto de 1945).

Y ese afecto a Cristo llega a convertirse en el afecto dominante, origen del resto de los afectos:

«Durante los estudios de teología yo sentía el ansia del apostolado, casi exclusivamente motivada - en el sentimiento - por la obsesión de la felicidad de los hombres. No me parecía que pudiese existir un porqué más concreto, más experimentable, más apasionado que éste. Y en cambio, hay «uno» más experimentable, más apasionado, porque es más universal incluso que todos los hombres juntos y, al mismo tiempo, más encarnado en nuestra personal individualidad. Universal, porque mayor que el universo; encarnado, porque amor personal y, por ello, completamente propio de nuestro ser individual. Y es el amor por Él, por su gloria. Por Él» (Carta 23, junio de 1948).

¿Por qué esta pasión por Cristo aferra toda su vida hasta fascinarla por completo? Aquí tocamos una clave decisiva de la personalidad de don Giussani. Para él Cristo es el cumplimiento del deseo de felicidad, de plenitud que vibra en cada fibra de su ser. Esto explica el lugar privilegiado que tiene en su vida la figura de Leopardi, el poeta de Recanati, famoso por haber expresado como ningún otro, el «misterio de nuestro ser» hombres. En él encuentra toda la vibración de la humanidad de un hombre con todos sus deseos y exigencias constitutivas. El posterior encuentro con sus profesores Gaetano Corti y Giovanni Colombo, que le dan la clave de lectura del poeta de Recanati, será decisivo para reconocer a Cristo como objeto último al que tienden todos nuestros deseos. Este drama vibra en don Giussani con una potencia única. Fue la lealtad con toda la amplitud del deseo humano lo que le permitió descubrir a Cristo como el único capaz de colmarlo.

«Pues, ¿qué es el amor? ¿Qué «sentimos» en todas las «formas», qué es lo que buscamos en todos los deseos-sueños, quizás con los ojos abiertos? ¿De qué sentimos la «ausencia» en la experiencia aguda de nuestras tristezas? ¿A qué nos remite esa atracción que absorbe todo nuestro ser y que nos estremece, mente y sensibilidad, con el presentimiento de su dulzura —cuyos ecos lejanos advertimos en las cosas bellas de este mundo—? Más allá de todas las cosas, las formas y las experiencias, más allá de todo lo que nos atrae, nosotros buscamos la nobleza de este Amor» (Carta 24, diciembre de 1948).

El camino educativo de don Giussani estará radicalmente marcado por esa experiencia de sentir a «Jesucristo vivo y palpitante en la carne del propio pensamiento y del propio corazón» que se da en sus años de Seminario:

«Estoy convencido de que el bachillerato dejará también en ti esa profunda ilusión fascinante, que es la fuente de un mundo de ideas, de ‘descubrimientos’, de sentimientos: te deseo que Jesús se encarne en estas experiencias tuyas, del mismo modo inexorable y definitivo con el que se encarnó en el seno de la Virgen María. Porque el mayor gozo de la vida del hombre es sentir a Jesucristo vivo y palpitante en la carne del propio pensamiento y del propio corazón. Lo demás es efímera ilusión o estiércol» (Carta 16, diciembre de 1946).

Precisamente por ello concebirá los primeros años de la adolescencia y de la juventud como decisivos para toda tarea educativa: