De la utopía a la presencia - Luigi Giussani - E-Book

De la utopía a la presencia E-Book

Luigi Giussani

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Beschreibung

"Ya no depende del estado de ánimo, de que lo sientas o no, de lo que opines o no, de lo que en ti está claro o está confuso. El cristianismo es un hecho cuyo contenido, rostro y forma es un hombre que prosigue en la historia a través de la asimilación a sí de los que él aferra... este hecho hace presente la salvación, el significado de la historia". El presente libro reproduce lecciones y diálogos de Luigi Giussani con los responsables de los universitarios de Comunión y Liberación, que tuvieron lugar en los encuentros periódicos llamados Équipe a partir de mediados de los años 70. Como tema, las preguntas que urgen una respuesta: ¿Qué destino tiene la vida? ¿Qué es el cristianismo? ¿Qué es la fe? ¿Dónde está Cristo hoy? La potencia asombrosa de una propuesta de contenido y de método. La representación de una historia en la que la experiencia de la persona y la urgencia del mundo son unidas y relanzadas en esa modalidad "subversiva y sorprendente" de vivir las cosas habituales que es la fe, tal como Giussani la ha concebido y vivido.

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ELEQUIPE

«Todo lo que he dicho, lo he aprendido a su vez». No era raro escuchar esta frase, dicha de forma repentina, en los discursos de Luigi Giussani, para indicar no sólo la figura del maestro, que es capaz de aprender siempre y de cualquier persona, sino también el carácter peculiar de un método educativo que encontraba su punto de mayor fuerza en el diálogo continuo.

LosEquipedel CLU son un fenómeno único en la historia de Comunión y Liberación. Nacidos con la finalidad de coordinar las distintas comunidades universitarias, a partir de mediados de los años setenta se convirtieron, con la participación de don Giussani, en el momento de verificación y de descubrimiento de la experiencia cristiana y de su correspondencia humana. Año tras año, estos encuentros marcaron los pasos de un camino que se reveló después como esencial para todo el movimiento de CL.

No se trató tan sólo de profundizar en el discurso, sino de hacer una comparación constante entre la vida concreta de muchos estudiantes universitarios y un juicio autorizado, que aquella vida trataba de fortalecer y hacer crecer, y también corregir. De modo que todos los términos de la propuesta cristiana fueron propuestos de nuevo «en vivo», dentro de las situaciones y de la condición humana, como respuesta a los problemas que se planteaban y como satisfacción de unas exigencias vividas y percibidas con agudeza.

El mismo don Giussani se dio cuenta de la importancia y de la excepcionalidad de estos encuentros y quiso, casi desde el inicio, que quedara constancia de ellos. Petición que renovó con determinación explícita en los últimos años y que fue acogida, dando lugar a esta serie de escritos que narran los discursos, las preguntas y las respuestas que, durante más de veinte años, alimentaron la relación entre personas interesadas por sí mismas y por el mundo, personas que quisieron conocer y descubrir juntas el sentido de su vida y el motivo verdadero para ser protagonistas en la historia de los hombres.

LUIGI GIUSSANI

De la utopía a la presencia

(1975-1978)

Prólogo de Julián Carrón

Título original

Dall’utopia alla presenza (1975-1978)

© 2013

Fraternità di Comunione e Liberazione

y

Ediciones Encuentro, S.A., Madrid

Traducción

Belén de la Vega

Diseño de la cubierta: o3, s.l. - www.o3com.com

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Para cualquier información sobre las obras publicadas o en programa

y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a:

Redacción de Ediciones Encuentro

Ramírez de Arellano, 17-10.a- 28043 Madrid

Tel. 902 999 689

www.ediciones-encuentro.es

CONTENIDOS

EL EQUIPE

PRÓLOGO

NOTA EDITORIAL

LOS ANTECEDENTES

1975

PERSONA Y COMUNIÓN DE BASE1

¿QUÉ ES LO QUE MÁS HEMOS PENSADO,DICHO Y HECHO?9

1976

EN LA FE, HOMBRE Y PUEBLO

DE LA UTOPÍA A LA PRESENCIA

Conversación

Síntesis

1977

EN LA CONDICIÓN UNIVERSITARIA1

UNA PRESENCIA DE VIDA1

LA FUERZA DE UNA PROPUESTA1

Introducción

Síntesis

¿QUÉ ES EL MOVIMIENTO?

1978

GÉNESIS PERSONAL DE LA CULTURA: LA VERIFICACIÓN COMO INICIO

Asamblea

Síntesis

EL DESEO DEL CAMBIO

Asamblea 1

Asamblea 2

Síntesis

¿QUÉ ES EL CRISTIANISMO?

Asamblea 1

Asamblea 2

Asamblea 3

Asamblea 4

GLOSARIO

ÍNDICES

ÍNDICE DE CITAS BÍBLICAS

ÍNDICE ONOMÁSTICO

ÍNDICE TEMÁTICO

PRÓLOGO

UN CORAZÓN QUE SE ESTREMECE

EN NUESTRO CORAZÓN

Parecería normal que a los hombres les apremiara por encima de todo la vida, y con ella el «yo» y su plenitud humana. Sin embargo, todos sabemos hasta qué punto no es así. Por ello, cuando esto sucede, es algo excepcional.

Éste es el valor precioso de la publicación de losEquipesdel CLU, que reúne de forma sistemática las intervenciones y las conversaciones de don Giussani con los responsables de los estudiantes universitarios de Comunión y Liberación, desde mediados de los años setenta. Al leer estas páginas somos invitados a entrar en un diálogo dramático, sin reservas, cuyo tema no es otro que la vida. Se hace patente desde la primera página: «El problema no es la comunidad, sino que soy ‘yo’. Lo que se está cuestionando es la vocación de mi vida» (p. 16), esto es, la vida como vocación.

Mi vida está abocada al parangón universal con todo lo que encuentro a lo largo de mi existencia. Para esta aventura apasionante que es vivir, el Misterio nos dota de un instrumento, de un criterio para juzgarlo todo: nuestra humanidad, «este haz de exigencias y de necesidades que somos» (p. 132). En determinados momentos, dicha humanidad «puede resultar confusa, como cuando hay niebla; puede estar repleta de conflictos, (o)puede ser límpida, clara y serena», pero «esta ‘humanidad’ —lo que estamos llamando así—es irreductible», porque nos es dada (p. 133).

Es un espectáculo apasionante poder ver a una persona como don Giussani usar convencida este instrumento. Descubrimos así cuál es el alcance, el valor de este criterio para el camino de la vida. Fijémonos en el tipo de desafío que nos lanza don Giussani: «Es necesario que nuestra humanidad se enfrente a la realidad y, día a día, momento a momento, afronte la circunstancia concreta que le depara la vida. Al abordar la circunstancia, se establece un camino, damos pasos, y nuestra personalidad asume un rostro, uncorazón» (p. 133).

Es justamente este criterio el que nos hace percibir a Cristo como excepcional, como el único capaz de corresponder de manera exhaustiva a nuestra humanidad con todas sus exigencias. Este reconocimiento está en el origen de la comunidad. «La gente no se une por unas iniciativas; lo que une es el acento verdadero de una presencia, que procede de la Realidad que habita entre nosotros y que llevamos en nosotros: Cristo y su misterio, que se hacen visibles en nuestra unidad». La comunidad está al servicio del yo: «La comunidad es el lugar donde realmente se construye nuestra persona, es el lugar donde madura nuestra fe». En efecto, «la comunidad tiene como fingenerar adultos en la fe» (p. 62).

El método para la maduración de un «yo» adulto, protagonista de la historia, es el seguimiento. «Seguir significa identificarse con personas que viven la fe con mayor madurez, significaimplicarse en una experiencia viva,que nos ‘transmite’ (tradit, tradición) su dinamismo y su gusto. Y esto no sucede como fruto de un razonamiento o resultado de una lógica, sino casi por presión osmótica: es un corazón nuevo que cobra vida en el nuestro, es el corazón de otro que empieza a latir en nuestra vida» (p. 63).

Convivir con estas páginas, en las que vibra el corazón de don Giussani, no puede tener más objetivo que éste: que su corazón empiece a latir en nuestro corazón.

JULIÁN CARRÓN

Junio de 2006

NOTA EDITORIAL

Los textos de la presente edición han sido establecidos sobre la base de la documentación, tanto escrita como de audio, conservada en el Archivo histórico de Comunión y Liberación. Se ha mantenido la forma oral de los diálogos y de las conversaciones. Los interlocutores son introducidos por el término «intervención». El resto de los textos está referido al Autor.

Las notas históricas, que aparecen en cursiva en el texto, son obra de Onorato Grassi.

LOS ANTECEDENTES

El sábado 31 de marzo de 1973 se reunieron en el templo del baloncesto milanés, conocido como Palalido, más de cincuenta mil estudiantes universitarios para discutir un tema que hoy puede resultarnos extraño, pero que entonces era de máxima actualidad:«En lasuniversidades por la liberación». Desde aquel día, la opinión pública se dio cuenta de que en las universidades italianas no vivían y obraban sólo los grupos de la izquierda extraparlamentaria, sino también unos grupos de católicos que se llamaban «comunidades cristianas» o grupos de «comunión y liberación», según el título dado cuatro años antes a un manifiesto distribuido en algunas facultades milanesas. En aquellos cuatro años los grupos habían crecido y se habían difundido por distintas universidades italianas, restituyendo vida y vigor a un movimiento que hundía sus raíces en laGioventù Studentesca(véase Glosario en la p. 346)de los años sesenta, que durante la contestación de 1968 había sufrido una grave crisis, perdiendo a muchos de sus seguidores y a casi todos sus responsables.

El Congreso pretendía avivar ese movimiento y diseñar el «proyecto» de una nueva situación en la universidad, en donde la identidad cristiana fuese reconocida por la contribución que podía ofrecer para la superación de las dificultades y de las contradicciones de todos, a través de lo que entonces se llamaba «el trabajo cultural» y «el trabajo político». Esta perspectiva se ampliaría después desde la universidad a toda la sociedad, desafiando la doble hegemonía «burguesa» y «revolucionaria», y constituyendo una alternativa a ambas en los campos de la cultura, la educación, la economía y la política.

Desde entonces, aquellos jóvenes, muchos de los cuales no tenían más de veinte años, se encontraron haciendo las cuentas con los principales problemas de la sociedad italiana dentro y fuera de la universidad. En 1974, el Ministerio de Instrucción Pública convocó elecciones de representantes estudiantiles para los órganos de gobierno de la universidad. Para algunos, se trataba del intento de los partidos de marginar a los grupos de extrema izquierda, desde elMovimento StudentescoaLotta Continua(formación extraparlamentaria de orientación comunista revolucionaria,ndt), que reaccionaron con dureza contra lo que consideraron una provocación. Algunos grupos de CL se presentaron con espíritu de participación democrática a las primeras elecciones en launiversidad de Macerata y, a partir de ahí, a las sucesivas convocatorias, dando lugar siempre a polémicas vehementes y oponiendo una firme resistencia contra los que veían peligrar su presunto dominio. No faltaron los heridos, causados por grupúsculos violentos de izquierda, pero también por algunos de derecha, como sucedió en Roma, cuando fueron agredidos unos estudiantes que pegaban carteles para las elecciones estudiantiles.

Luego vino la batalla del divorcio...

Y una nueva convocatoria electoral...

En todas estas circunstancias, aquellos jóvenes estudiantes trataron siempre de mantener viva su fidelidad a la identidad cristiana, que habían reconocido como verdadera para su vida, y de ponerla en juego dentro de los asuntos cotidianos, rebatiendo golpe a golpe, y rechazando la idea de mantenerse al margen, como algunos sugerían y muchos otros practicaban, a la espera de que los tiempos mejoraran para poder comprometerse con mayor facilidad.

Sin embargo, la dureza del enfrentamiento y el ambiente fuertemente ideologizado condicionaron mucho la experiencia: la propuesta se convertía fácilmente en un «discurso», la acción era en gran parte «organizativa» y el juicio tendía a buscar un análisis y a proponer un proyecto que fuese mejor que el que predominaba en ese momento.

No sólo pesaban el esfuerzo y el cansancio; crecía también la lejanía progresiva del motivo por el que se hacía todo, con gran dispendio de energías y de tiempo.

Aquellos estudiantes que, a mediados de los años setenta, se cruzaban con don Giussani en los pasillos y en las aulas de la Universidad Católica de Milán, en donde enseñaba Teología por aquel entonces, no podían disimular un cierto malestar y una pregunta implícita sobre la meta hacia la que iban, una pregunta sobre cómo vivir de otra manera para que los días que pasaban, el estudio y los deseos fuesen más verdaderos y, sobre todo, para que se volviera verdadero para uno mismo ese encuentro con el cristianismo que había marcado profundamente la vida.

De esta forma, don Giussani empezó a vincularse a los universitarios, primero a los de la Universidad Católica, más próximos a él y, respondiendo a su invitación, comenzó a asistir a algunos de sus encuentros.

Fue el origen de una historia que cambiaría a muchos de aquellos jóvenes y llegaría a ser importante para muchos de los que siguieron.

En septiembre de 1975, durante unas vacaciones del CLU (Comunión y Liberación Universitarios, véase Glosario en la p. 346 ) en Campitello di Fassa, se encontraron algunos estudiantes universitarios de distintas facultades italianas para discutir acerca de la situación y del clima en las universidades, y para decidir quéhacer. En realidad, el objetivo del encuentro era bien distinto: se trataba de afrontar un malestar advertido por todos, que sin embargo no estaba bien identificado y del que no se veían posibles soluciones. Una estudiante resumió el juicio sobre la situación en una expresión que sería muy conocida, más allá incluso del ámbito de los universitarios:«El CLU es un árbol frondoso cuyas raícesse han secado».

Don Giussani participó en los trabajos de esos días, en los que se habló de los acontecimientos ocurridos en el curso anterior, del trabajo que se había hecho en la universidad, de estrategias y de proyectos, pero también de la condición personal de cada uno en todos estos temas.

En uno de estos encuentros, tal vez por primera vez, don Giussani expresó su juicio sobre el compromiso de los estudiantes de Comunión y Liberación en la universidad.

Sólo se conservan apuntes escritos de aquellas intervenciones, tomados de forma sintética.

He visto entre vosotros mucha gente de buena voluntad, pero afectada por un cansancio último que llega en algunos casos a la parálisis. Ahora bien, el cansancio no es por sí mismo un impedimento, pero agota cuando no lo sostiene la conciencia de un motivo adecuado. Si el cansancio nos paraliza, quiere decir que somos todavía inmaduros a la hora de percibir el sentido de nuestra vida y de todo lo que hacemos. Esta semana nos ha obligado a darnos cuenta de que nos falta algo: lo que falta es la cuestión de fondo.

El problema no es la comunidad, no es el CLU, sino que soy «yo». No necesito algo que cambie mis acciones, sino algo que cambie mi persona. Lo que se está cuestionando es la vocación de mi vida: que mi vida tenga una identidad consciente y estable. Y el método estable para vivir es la unidad de uno mismo y la unidad con los demás. La unidad de nosotros mismos la encontramos en la unidad con Cristo. La identidad estable y consciente radica en mi relación con Cristo. En efecto, «donde no hay templo no habráhogares»1. Esto quiere decir que encontrar la unidad de uno mismo coincide con la maduración de la unidad con Cristo; y la unidad con los demás es una consecuencia de esto, es pura consecuencia de esto.

Pero la unidad con Cristoestá condicionadapor expresión sensible de esta Presencia, es decir, por el cuerpo que la revela, esto es, por la vida de la comunidad, que nace del misterio de Cristo.

Y el método por el cual se incrementa la relación con Cristo y, con ello, la propia identidad y la unidad con los demás, es seguir a la comunidad. Con esa autoridad moral que procede del pedirnos mutuamente perdón, debemos recordarnos unos a otros, todos los días, el Hecho que habita entre nosotros y que fundamenta nuestra unidad.

Esto tiene dos implicaciones prácticas: en primer lugar, la autoridad moral, que se concreta en la función de la autoridad; en segundo lugar, el valor de las iniciativas de la comunidad en cuanto tal, por tanto, en primer lugar, la Escuela de comunidad.

De ahí se deriva un método nuevo para afrontar la realidad, que se caracteriza por tres factores: a) se parte de una identidad consciente; b) se entra en la realidad, se interviene en ella provocando una reacción, y esto se llama juicio y praxis nueva; c) el método del juicio parte de la unidad de mi persona y, por ello, es creativo y operativo.

Es necesario, por tanto, salvar la propia pertenencia a la comunidad en todo lo que hacemos. Para el intelectual, el principal problema es la interpretación; para el sabio es, en cambio, salvar su pertenencia al pueblo.

Esta identidad nueva crea un sujeto nuevo que actúa en el mundo, no por las iniciativas que lleváis a cabo, sino por lo que sois. Sois factores de unidad si sois conscientes de lo que sois.

1T.S. Eliot, «Coros de ‘La Piedra’», enPoesías Reunidas1909/1962, Alianza, Madrid 1995, p. 177.

1975

PERSONA Y COMUNIÓN DE BASE1

Los encuentros de los responsables de los universitarios tomaron desde el comienzo el nombre deEquipe, un galicismo en boga en aquel momento, dado que el uso del inglés no se había extendido todavía, y debido en parte a las estancias en París de algunos responsables del movimiento.

Como ya era habitual, en septiembre de 1975 elEquipese celebró aprovechando la Asamblea anual de responsables universitarios que reunía a unas ochocientas personas, de las más activas y presentes en las distintas universidades italianas. Ambos encuentros se celebraron en Rímini.

Durante los dos días delEquipese hizo un balance de la vida de las comunidades universitarias: existía una vivacidad que resultaba ciertamente novedosa, aunque en muchos aspectos todavía indefinida, y una gran expectativa.

El elemento central de la discusión fue la condición universitaria, entendida como el comienzo de la vida adulta y no como momento transitorio, de paso entre la adolescencia y la madurez.

Todos advertían la urgencia de consolidar la vida en la universidad —por aquel entonces los chicos del CLU estaban implicados a menudo en actividades sociales o educativas ajenas a la universidad— y de lograr una mayor unidad entre las comunidades que ya se habían formado en todas las universidades italianas. A partir de entonces elEquipesería «nacional», y los encuentros entre las comunidades y el grupo central de los responsables (el así llamado «Centro del CLU», véase Glosario en la p. 346 ) se intensificarían.

Debido a otro compromiso, don Giussani no pudo participar en elEquipe. Se esperaba que llegase a la asamblea, que se celebraría el domingo por la mañana, para hacer una charla introductoria. El día anterior comunicó que llegaría a Rímini por la tarde y pidió que otra persona le sustituyera. La elección recayó en don Francesco Ricci, que desde hacía años se ocupaba de los universitarios de Bolonia. La lección de don Ricci se centró en la Iglesia y el Pueblo de Dios.

Don Giussani llegó a primera hora de la tarde. Le contaron cómo se habían desarrollado elEquipey el comienzo de la asamblea, y le invitaron a expresar su punto de vista sobre la experiencia de los universitarios.

También en este caso se conservan tan sólo los apuntes de su intervención.

«Dios os ha elegido como primicia de la salvación»2. En la etapa universitaria el movimiento toma conciencia de sí mismo.

Nosotros no «participamos» en un acontecimiento, ¡somos un acontecimiento!

Participar en un acontecimiento puede ser todavía obra del hombre; ser un acontecimiento no puede ser más que obra de Dios. El que seamos «primicia de la salvación» significa que somos un acontecimiento. «Haced esto en memoria mía»3, el sacramento renueva en el presente la novedad del acontecimiento de hace dos mil años. «Principio de la sabiduría es el temor del Señor»4. Este temor, que es la condición para que se dé esa memoria que nos hace renacer, implica adherirse a su designio. Lo cual no significa adherirse a una consigna, sino más bien tratar de ser lo que Cristo ha hecho de nosotros.

Ahora bien, hay una premisa anterior a todo lo que podamos decir de nuestra vida en la universidad.

La actividad pública de estos últimos años fundamentalmente ha producido en nosotros un cansancio, que resulta aún más melancólico cuando consideramos la unidad y la fidelidad que han caracterizado nuestras comunidades. Señal de este cansancio es la incertidumbre que tenemos acerca de nuestro momento presente y del futuro que nos espera. De todas formas, quiero decir que en este cansancio late una urgencia: la de alcanzar una mayor madurez.Es un cansancio que repercute en nuestra presencia pública, pero en el que late un corazón que pide llegar a una posesión madura de la experiencia, aunque esto no coincida todavía con la necesidad depercibir las razones y los motivos de nuestra fe. No nos urge todavía tener una conciencia tan clara del anuncio cristiano que nos permita hacerlo nuestro. Nuestro deseo de ascesis sigue siendo en cierta medida opaco y un tanto lejano. Dicho de otro modo: lo que caracteriza el estado actual del CLU es que se desea la madurez, pero se desconoce el camino, el método para alcanzarla. No hay claridad con respecto al método. Deseamos madurar, existe una adhesión seria y a menudo generosa, pero para conseguirlo nos confiamos a las categorías de un discurso, como si éste fuese nuestra única esperanza. De manera que, confusos y faltos de un método, «carecemos de gusto» en nuestra vida personal y comunitaria. Nos acecha un peligro, el más grave que nuestras comunidades pueden correr: el de no buscar el gusto de vivir en el valor objetivo que nos mueve, sino en las formas contingentes de expresarlo. Estas formas expresivas encuentran su fuerza en el discurso, pero falta el método, es decir, el camino para afirmar el motivo y el valor de todo lo que hacemos.

Por eso, tomar conciencia de lo que nos mueve a obrar y dar con el método resulta fundamental para sostener la vida y experimentar elciento por uno.

En estos años recientes, en particular gracias alEquipecentral, el CLU ha gozado de la propuesta de un criterio que ha impedido su desviación ideológica, pero que no ha sabido suscitar el afecto. La palabra «afecto» indica el atractivo del Ser. El rostro del hombre viene dado por su afecto. Sin afecto somos gente sin rostro. El afecto por la realidad procede del gusto de la fe, del amor a Cristo. En cambio, prevalecen en nosotros el afecto y el gusto por las actividades a las que nos dedicamos o por los compromisos que asumimos. Y de esta forma nace la pretensión, que siempre acaba en desilusión.

Tenemos el discurso justo, pero en la práctica, a la hora del compromiso, son otras las categorías que nos determinan. Es necesario salir del equívoco. No podemos vivir la comunidad cristiana como una suma de compromisos, cuando, en cambio, se trata de una experiencia personal, de una vida nueva que sólo puede afirmarse y realizarse en una amistad nueva. El problema que aqueja al CLU tiene su origen en la persona, porque lo que nos ha alcanzado es una promesa para el corazón de cada uno de nosotros. La razón adecuada de nuestro obrar, el objeto de nuestro deseo, es el misterio de la comunión. Cristo se hace presente en nuestra unidad: no en una unidad política o sociológica, sino en el mundo nuevo que comienza entre nosotros. Ahora bien, en nuestras comunidades no se vive esta comunión; en nuestras comunidades universitarias no hay una «comunión de base», no se da esa realidad social que nace cuando la persona tiene una conciencia distinta de sí mismo y, por lo tanto, del otro. Y la prueba de lo que digo es que cada uno se percibe ajeno a la existencia de los demás. Por el contrario, la comunión es un acontecimiento que arraiga en mi propia carne y que me hace mirar al otro de forma distinta. Hay tres elementos que señalan la existencia de esta comunión: a) una atención natural hacia todos; b) la tensión por compartir (llevar unos los pesos de los otros); c) la capacidad de perdón, testimonio supremo de nuestra identificación con Cristo.

Nuestra tarea en la universidad no es crear un nuevo movimiento en el ámbito político o cultural, sino vivir una humanidad realmente nueva. Sólo una comunión de base es capaz de crear el sujeto adecuado para sostener las iniciativas que hacemos. Éste es el acontecimiento nuevo: la fe. Y la fe consiste en reconocer a Cristo, que se hace presente en mí y en medio de nosotros.

Añado dos corolarios.

Primero: la comunidad gozará de una autoridad moral para nosotros sólo si la concebimos de esta forma. La autoridad moral es el método que la naturaleza sigue para educarnos. La autoridad moral en nuestra vida es la comunión de base, cuya lógica se testimonia en la unidad del movimiento. La autoridad moral no puede estar condicionada por el personalismo, ya sea de sacerdotes como de laicos.

Segundo: la comunidad universitaria, vivida como comunión de base, tiene una tarea educativa dentro de la condición universitaria, que es el ámbito donde nos educamos y crecemos en la fe. Cuando esta educación es verdadera, nos abre a la unidad del movimiento como realidad contingente de la que formamos parte y a la que hemos de ayudar.

Pero ¿cómo llegar a esta comunión de base y, por tanto, al rango de autoridad moral?

Tenemos dos instrumentos.

El primero es el anuncio: nuestra presencia porta un anuncio de esperanza y una promesa. El problema de la salvación y de la liberación se resuelve en vivir y hacer vivir el acontecimiento de Cristo al mundo entero.

El segundo instrumento es la catequesis, entendida como ejercicio de unjuiciode fe sobre la vida y sobre el mundo («El Señor viene a juzgar la tierra»5), y comoascesis, el trabajo para mover nuestro «yo», nuestra comunidad y el mundo entero, hacia el afecto y la adhesión a la Presencia («La palabra de Dios convierte el alma»6). La ascesis brota de la relación personal con Cristo y de la experiencia de que esta relación es objetiva.

De este modo, tú participas en esa Presencia y te vuelves a tu vez acontecimiento. La misión no es más que el reflejo de lo que vivimos, de un afecto nuevo que arraiga en nosotros.

Para terminar, dos observaciones.

1)Debemos cuidar el planteamiento del CLU en la condición universitaria, como catalizador de la unidad del movimiento. La universidades el lugar donde la persona se enfrenta al mundo. Pero de momento el CLU está aislado, no se inserta plenamente en el conjunto del movimiento, que no parece comprender la función específica del CLU.

2) Debemos retomar la importancia radical de la Escuela de comunidad como instrumento esencial y permanente de la vida del CLU.

En la asamblea que hubo a continuación, algunas intervenciones subrayaron la novedad de la propuesta de don Giussani; otras trataron de compararla con lo que ya se estaba haciendo, describiendo el trabajo cultural y político de las comunidades casi con la intención de «defender» el valor positivo de lo que se había hecho hasta entonces.

En su réplica, don Giussani retomó y profundizó algunos contenidos de su intervención.

No se trata de darle la vuelta al discurso, sino de darle continuidad hasta que tomemos conciencia de lo que es nuestra presencia. Existe siempre la tentación de eludir la contradicción que vivimos. Pero sin cargar con esta cruz no hay resurrección. Y la contradicción puede eludirse creando algo distinto, junto a la vida real o al margen de ella. No podemos seguir entreteniéndonos con una imagenteórica, con palabras sin contenido: hace falta una conversión radical. El sentimiento de uno mismo debe identificarse cada vez más con el sentimiento de una Presencia. Por este motivo, retomo los dos puntos centrales: la persona y la comunión de base.

1) No estamos llamados a participar en algo, sino a ser nosotros mismos acontecimiento. Esto afecta a lapersona, a la forma de concebirse. Ser un «sujeto nuevo» no depende del esfuerzo de nuestra voluntad; nos esdado, es un don. Me refiero a esa identificación con Cristo de la que habla san Pablo en Gálatas 3: «Todo consiste en Él»7. Pero es fundamental que yo lo reconozca. Tomar conciencia del acontecimiento de Cristo en nosotros es la condición para que se produzca un impacto verdadero con la realidad. Es necesario ahondar en la conciencia de nuestra fe. Al margen del acontecimiento de Cristo, el gusto por la vida queda fragmentado, porque la vidaes vocación, llamada de lo Eterno. En cambio, todo se regenera y se expresa viviendo lamemoria, es decir, tomando conciencia de suPresencia. Mi vida pertenece a Otro que actúa en la realidad. El punto de enlace entre lo que somos ahora y lo que queremos ser es el deseo. Y el deseo se expresa enpedir comounmendigo8. El deseo nace de la memoria, es consciente de la historia que Dios hace y está dispuesto a reconocer el milagro.

2) Tu persona no sería un acontecimiento cristiano si no reconociera en toda su hondura la unidad que hay entre nosotros, y si no la expresara. La comunión de base no es ante todo una estructura, sino un modo de percibir lo humano, una manera de estar juntos. El problema es la presencia de un sujeto comunional en la universidad. Un sujeto no sólo estudiantil, sino completo, que encarne toda laexperiencia de la Iglesia y del movimiento. Nuestra presencia en launiversidad debe coincidir con el anuncio de Cristo con palabras y obras. Nuestraidentidad culturales una forma nueva de poseer la realidad en Cristo.«Recapitular todo en Cristo» significa desvelar y demostrar que Cristo es el significado de todo. La relación con Cristo pasa objetivamente a través de nuestra comunión, pero dicha comunión resultaría abstracta si no pasara a través de los condicionantes históricos concretos. El carácter orgánico de la cultura no es el resultado de un proceso teórico, sino de un impacto, tenaz e inteligente, con la vida. Por este motivo, debemos comprender que la reformulación de la cultura puede venir sólo de la pertenencia a la comunidad cristiana, y que no debemos sustraernos al esfuerzo que supone asumir esta tarea.

¿QUÉ ES LO QUE MÁS HEMOS PENSADO,DICHO Y HECHO?9

Desde los primeros años, las comunidades del CLU solían reunirse al comienzo del nuevo curso académico —que por aquel entonces empezaba en noviembre—, para definir las líneas y los contenidos de sus actividades. Ese gesto, que tomó el nombre de«Giornata d’inizio»(Jornada de apertura de curso), se convertiría en uno de los principales momentos de la vida de los universitarios, como ocasión de propuesta y de encuentro también con nuevos compañeros.

En octubre de 1975, don Giussani participó por primera vez en la Jornada de apertura de curso del CLU (véase Glosario en la p. 346),que se celebró en una sala de exposiciones de Novegro, en las cercanías del aeropuerto de Linate. Para muchos universitarios de las comunidades milanesas, aquél fue el primer encuentro con don Giussani. Allí expuso en una lección los contenidos desarrollados hacía poco en Rímini, y guió la asamblea, a pesar de la incomodidad debida al ruido de los aviones que pasaban por encima.

Estamos llamados a ser la memoria del mundo. El hombre lleva en la memoria su significado. El significado no es una invención, una idea, sino el sentido del camino que recorremos. La memoria guarda el sentido del devenir de nuestro tiempo.

Es señal de gran madurez tener presente el valor de la propia persona, guardarlo en la memoria. Más aún, sólo en la memoria tenemos verdaderamente presente nuestra persona. La memoria es esa mirada cordial a nuestro arraigo en el pasado, de donde procede lo que somos y la energía para el futuro.

Lapercepción de uno mismoque nace de lamemoriaes algo grande,y yo quería empezar reclamándonos a una autoconciencia verdadera, para que nuestra vida no carezca de sentido, no tenga un sentido negativo.

Antes, mientras veía pasar un avión, me vino a la cabeza lo que siempre pienso cuando viajo por el mundo: «¿Cuántas de estas personas son conscientes de su destino?». La mayoría de la gente vive en una ignorancia profunda, lo cual motiva la gran compasión que debemos tener hacia ellos.

Este mundo sumido en la ignorancia se caracteriza por una inmensa irresponsabilidad. Por eso decía san Pablo en el Areópago de Atenas: «Vosotros adoráis al Dios desconocido»10, y Cristo a la Samaritana: «Vosotros adoráisa uno que no conocéis»11.

Pero nosotros le hemos conocido, nos hemos enterado, se nos ha concedido encontrarlo.

Puede suceder también entre nosotros que nuestra vida tenga cierta negatividad: este carácter negativo se manifiesta en que, habiendo recibido un talento, lo hemos escondido o lo hemos perdido.

Negativo es todo aquello que no se convierte en instrumento de un amor. No voy a analizar ahora esta afirmación o a meditar sobre ella, ya que, por otro lado, resulta obvia, aunque un tanto confusa ante nuestra mirada y nuestra conciencia.

Nuestra vida es negativa si no se convierte por entero en instrumento de un amor. Pero, al hablar de la vida, debemos quitar el artículo indeterminado y decir que la vida es negativa si no se convierte en instrumentodelamor.

«Tú nos amaste, Señor, desde lo hondo del tiempo»12.

El problema más grave del amor no concierne al corazón, al sentimiento, sino al juicio, porque el juicio es la raíz del corazón. Los antiguos escolásticos decían al respecto quenihil volitum quin praecognitum, nada se desea que no se haya conocido antes.

Se llama «juicio» a ese fenómeno por el que el hombre conoce humanamente las cosas. El juicio es lo que establece el objeto hacia el que se dirigen sus pasos, la meta de su camino.El juicio de valor es la clave de la vida.

El problema de la vida cristiana, en efecto, es la fe. Y la fe es un juicio de valor, porque abre paso al camino cristiano, a la posibilidad de una vida nueva.

Entonces, el problema de que la vida sea positiva o negativa descansa por entero en la claridad y la cordialidad acerca de este juicio de valor en el que se apoya todo nuestro desarrollo, florecimiento y búsqueda personal.

El amor es esa energía constructiva y fecunda que, por muy limitados que seamos, se libera de forma coherente como consecuencia de un juicio de valor, al reconocer lo que «merece la pena». Nuestra vida debe apoyarse en algo que «merece la pena» por encima de todo.

¿Cuál es el contenido de ese juicio de valor que soporta el peso de la vida entera y constituye su razón última?

Todos entendemos perfectamente que la palabra «Dios» —no importa la imagen que tengamos de él— indica por una parte esa realidad que nos precede y precede a cualquier otra realidad, indica el abismo del Ser de donde vienen las cosas, pero por otra parte, en la práctica, en lo concreto, tiende a coincidir con el perímetro de nuestros pensamientos, con el color de nuestras imágenes.

Para nosotros la palabra «Dios» indica algo tan grande en sí mismo como confuso y genérico.

«Nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar»13. «A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer»14, escribe san Juan en el primer capítulo de su Evangelio.

«Tú nos amaste, Señor, desde lo hondo del tiempo»: en el tiempo, a lo largo del tiempo, por tanto dentro de la historia y de nuestra existencia. «Tú nos amaste, Señor, en todo momento»15: Dios nos ha alcanzado mediante un encuentro, mediante una presencia a la que Él mismo ha dado el nombre de compañía, implicándose con nosotros de una manera concreta, real, física, que implica tiempo y espacio, y a la que Él mismo dio el nombre de «alianza», empleando un término del lenguaje de los nómadas de entonces. Nueva y Eterna Alianza. Alianza definitiva.

Lo que es irreversible define el rostro y, por tanto, mi persona, mi naturaleza y personalidad. La relación con esta presencia irreversible define, por tanto, mi rostro. Por eso, cuando Felipe le pregunta apasionadamente: «Muéstranos al Padre», Cristo le responde: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre»16.

Cristo es el valor de la existencia y de la historia.Dios hecho hombre. «Sin Él no se hizo nada decuanto existe»17. Él, el Verbo, aquel por el que existen todas las cosas, se hizo carne y plantó su tienda entre los hombres, tiene su morada entre nosotros. Por ello, todo encuentra en Él su consistencia.

¿Cómo podemos empezar un nuevo curso y, por tanto, un tramo de camino, un tiempo de lucha, de tensión y de gusto, sin que todo nuestro ser se fije en esa Presencia que define nuestro yo, que definenuestro rostro, el rostro nuevo y eterno de cada uno de nosotros?

Pero si Él es el rostro nuevo y eterno de cada uno de nosotros, entonces todos juntos formamos un solo cuerpo.

Entonces, en la existencia contingente, en la historia, en la vida cotidiana concreta y en la convivencia con nuestros hermanos los hombres, el juicio de valor que culmina en amor, eliminando así lo negativo en nuestra vida, el juicio de valor que ilumina nuestro rostro y mueve el tiempo y el afecto, es queen todo lo que hacemos, lo que«merece la pena» es nuestra unidad con ese hombre,Jesucristo,es nuestra unidad en nombre de Aquel que lo es todo y que cada uno de nosotros ha conocido.

Si «hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados»18e incluso la flor del campo es objeto de una atención infinita, no existe entonces nada de nuestra persona ni detalle de nuestra vida, por pequeño que sea, cuyo significado pueda sustraerse a esa relación constitutiva.

Por ello, utilizamos con veneración el término tan familiar decomunión, un término del que, a diferencia de otros, no se puede abusar, porque la experiencia humana no tiene la capacidad de imaginar esta realidad y, por tanto, de hallar la palabra que la designa.

Por otra parte, ¿hay algo que tenga un espesor humano, un atractivo intelectual, algo que despierte una exuberancia y un ímpetu del corazón que nos permita mirar de frente la realidad —el tiempo que pasa, la vida y la muerte, como vimos ayer en el funeral de nuestra Luisella— con un sosiego mayor, que el hecho de que somos una sola cosa?

Comunión:ante este hecho, repentina y justamente, emerge toda la conciencia de nuestra desproporción, la lejanía abismal que existe entre esta presencia real del amor y lo que yo soy, lo que tú eres, como reconocimiento y como generosidad, como inteligencia y comoconciencia activa, operativa, ética y moral.

Entonces, debe aparecer con claridad meridiana quesólo una cosa es buena en la vida: el estudio y el ocio, el afecto furtivo que nace en el corazón y la fidelidad tenaz del hombre a la mujer, el sacrificio en vista de lo que se persigue para uno mismo y para todos los hombres,todo sirve para la conversión, para un constante proceso de conversión, en mí y en ti,a esta realidad que es nuestra unidad. Sólo esto hace de tus horas, del día de hoy y de mañana, algo bueno. Todo lo demás es tan ilusorio, que adherirse a ello acaba siendo una mentira.

Cualquier otra actitud fragmenta tu vida, vacía tu actividad, niega el amor, acaba siendo negativo.

Y no es difícil llegar a comprender que toda la vida implica una conversión. Vivir es convertirse. Y la conversión llega a ser indomable, irresistible; se vuelve una iniciativa continua para responder a la mentira que nos embiste como una enfermedad, para redimir la caída mil veces al día, para superar el cansancio todos los días.

Una de las expresiones más bellas que utilizamos esasamblea permanente(véase Glosario en la p. 345).La palabra Iglesia deriva de la palabra griega que quiere decir justamente asamblea; pero la dimensión eclesial implica la vida entera y, por tanto, hace de esta asamblea algo permanente, por su propia naturaleza.

Sin embargo, hacemos un mal uso de esta palabra, que ha perdido el vigor de su significado cristiano; la reducción imaginativa y mental de las palabras que utilizamos es un defecto tremendo entre nosotros, porque como decían los sabios escolásticos:Ab assuetis non fit passio,no existe gusto apasionado por las cosas habituales. Pero, también en este aspecto, la fe genera uno de sus milagros más grandes desbaratando esta humana sabiduría.

Nosotros identificamos la asamblea permanente con el séquito de reuniones de la Escuela de comunidad (véase Glosario en la p. 346). Sin embargo,la expresión «asamblea permanente» tiene una profundidad ontológica: mi vida y tu vida están unidas permanentemente, son una sola cosa de forma permanente.Nuestra unidad, cuerpo misterioso de Cristo en la historia, es el sujeto verdadero y adecuado que lleva a la historia hacia su meta, hacia su destino.

Vivir la propia vida, pensar en uno mismo, concebir el propio trabajo dentro de esta asamblea permanente que es nuestra unidad, que es nuestra comunión (es lo que las ideologías intuyen en su breve comienzo y enseguida pierden por los meandros de sus análisis y los bajos fondos de sus razonamientos), esto es Comunión y Liberación, y nada más. Todo lo demás es sólo un corolario.

Éste es el acontecimiento cristiano: que tal asamblea permanente suceda en mi vida y, por tanto, ante los ojos de todos. Ésta es la fórmula de la conversión, porque la memoria de tal unidad, la imagen de esa comunión, se convierte en el lugar donde se educan mis pensamientos, mis acciones y mis decisiones.

Asamblea permanente indica, por tanto, una relación existencial entre tú y yo, y significa que cualquier imagen mía del futuro, cualquier sentimiento que tenga del presente o cualquier valoración del pasado son verdaderas en la medida en que tienen su fundamento en la conciencia de mi relación con vosotros, porque no puedo prescindir de ella, porque es hueso de mis huesos, carne de mi carne: «Somos miembros unos de otros»19.

De esta manera se entiende que lo primero y lo más importante de la vida de esta asamblea permanente sea lameditación cotidiana,el uso cotidiano que hago de laEscuela de comunidad,que expresa las categorías de este ser nuevo que ha entrado en el mundo con Cristo resucitado, y que se manifiesta al mundo como unidad entre los hombres. La unidad, que resulta imposible para los hombres, es posible en cambio entre nosotros, porque ya es una realidad lo que san Pablo escribe en su carta a los Gálatas: «Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo. No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús»20.

Gracias a este acontecimiento el mundo existe como historia. Y este acontecimiento, en el ámbito en que nos toca vivir, es nuestra unidad.

La Escuela de comunidad debe llegar a ser la palabra que nos alimenta, mediante la cual juzgamos cotidianamente nuestra vida.

Y la reunión —asamblea en el sentido de reunión de personas—, al igual quela comunidad entera a la que pertenecemosy a la que hacemos referencia,constituye el lugar autorizado para la educación, el desarrollo y la fecundidad de mi vida.

Ya no puedo reconocer mi rostro más que en esta unidad, haciendo referencia, siguiendo la indicación viva, las palabras explicativas, las decisiones y la manera de obrar de esta realidad.

Es obvio que todo esto sólo puede y debe hacerse real allí donde vivimos a diario. La grandeza de este misterio, el peso de esta responsabilidad histórica y el incremento concreto de nuestra persona encuentran su ámbito auténtico, aunque contingente y pasajero, en la comunidad universitaria.

Con esta observación capital quisiera hacer un llamamiento a vuestro corazón y al mío, para que asuma un punto de vista exacto, para que se centre en lo esencial. Todo lo que nace al margen de la comunión con Cristo es ilusorio: en lugar de amor es instintividad; en lugar de ser una expresión sincera de uno mismo, de la propia verdad y del rostro inconfundible de cada uno, se convierte en la máscara de un poder que, mediante las iniciativas y las relaciones comunitarias, trata de instrumentalizar al otro. Porque la instintividad, al margen de un juicio de valor, no es humana; es una violencia que se ejerce contra la unidad de la persona, es división y, por tanto, instrumentalización. Si no lo tenemos claro no podemos amar de verdad, y la vida se vuelve pura reacción.

Pero, antes de terminar, quiero que reconozcamos un hecho del que cada uno es responsable en primera persona: debemos crearnosotrosla comunidad. En un sentido bien preciso: lo que crea la comunión es mi conversión, es mi reconocimiento de la presencia de Cristo entre nosotros, sin pretender que se den condiciones particulares para decidirme a hacerlo. «La justicia viene por la fe»21. La fe que yo vivo crea la unidad entre nosotros, no en un sentido ontológico, sino en el sentido de que la hace explícita.

Éste es el camino de la vida, para esto me ha aferrado Cristo, como dice san Pablo en la carta a los Filipenses: «No que ya sea perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús»22.

Cuandotúvives la conversión, cuando vives la fe, eres fuente de comunión y, por tanto, origen de la comunidad. Y la fe es el reconocimiento de tu presencia, oh Cristo.

Éste es el hombre cristiano que llega a ser adulto. Y el abrazo mediante el cual Cristo toma lentamente posesión del universo, del tiempo y del espacio, debe poderse ver objetivamente entre nosotros.

Cuando empezó nuestra presencia comunitaria en la universidad, hubo un momento —o varios momentos— en el que nos animaba el anhelo, el deseo y la pasión por vivir algo nuevo, por crear una realidad nueva. Ahora vivimos la universidad habiendo perdido el gusto por una vida nueva. El acontecimiento realmente nuevo, que da gusto a la vida, es la unidad entre nosotros; no una unidad nominalista, abstracta o puramente intencional, sino una unidadque llegue a coincidir con nuestra propia vida; empezando por una atención distinta, personal, hacia los hombres —ya nadie nos resulta ajeno—, y tratando de compartir todas las necesidades, ya sean materiales o espirituales, desde el dinero o cualquier otro problema, hasta llegar al perdón, sin que me importe obtener algo a cambio, que el otro me comprenda o me reconozca.

Esto hará que los demás reconozcan a Cristo: «Te pido, Padre, que sean uno»23a la hora de afrontar todos sus problemas, su tiempo, sus días. Nuestras iniciativas políticas, culturales, sociales o «las unidades de trabajo»24no son el acontecimiento nuevo. Tampoco lo son nuestros seminarios, grupos de estudio, cursos o revisiones culturales, porque eso lo hacen también los paganos. El acontecimiento nuevo es la unidad que se da entre nosotros, ideal imposible para el hombre, que Dios ha convertido en unhecho, que estamos llamados a manifestar personalmente y en nuestra convivencia.

Decía en la Jornada de apertura de curso de los adultos: lo que hace falta no es «participar en un acontecimiento», sino «ser un acontecimiento»25, porque el acontecimiento que es nuestra unidad tiene su origen en ese acontecimiento personal que se llama, en su dialéctica todo lo dura que queráis pero tenaz, «conversión». La conversión de mi persona a esta unidad con vosotros coincide con una mayor verdad de mí mismo, con mi rostro verdadero y mi grandeza humana.

Que la gente a nuestro alrededor, en nuestras facultades, en los cursos, no vea sólo, como lo ve ahora, nuestra pertenencia a Comunión y Liberación, es decir, una serie de iniciativas, de actos, de instrumentos a usar, sino que se dé cuenta del acontecimiento de Comunión y Liberación en mí y entre nosotros, que se dé cuenta deeste cambio que se ha producido en mí, que perciba esta unidad que podrán tal vez atacar con rabia, pero de la que en última instancia sienten nostalgia: una roca contra la que no prevalecerá el poder de los infiernos, como Cristo dijo a Pedro26.

Este discurso puede parecer poco concreto, porque en efecto sólo una imaginación madura es capaz de evitar la impresión de que se trata de algo abstracto. Para no quedar en lo abstracto deberá concretarse cada mañana a la hora de planear el día, y cada noche a la hora de juzgar lo que hemos vivido durante el día que ha pasado. Deberá concretarse en la atención recíproca cuando os veáis cada día en clase, o cuando no pudiendo veros, porque tenéis que estudiar en casa, penséis unos en otros, y sintáis al otro como una sola cosa con vosotros. Porque la comunidad no coincide con las reuniones y las iniciativas, sino con el conjunto de categorías con las que me concibo a mí mismo.

Amigos míos, en esto tenemos que insistir este año. Si no es así, Comunión y Liberación se convertirá en un partido político y nada más, se convertirá en una asociación, plagada de iniciativas, pero tan agotadora que resultará difícil amarla más allá de unos cuantos meses.

En cambio, si vivimos por un amor; si el reconocimiento de que Dios está presente entre nosotros y en nosotros es amor; si reconocer esta unidad misteriosa es un acto de amor a Aquel en quien consiste toda nuestra vida; si es amor, es decir, si tendemos a vivir el contenido supremo del juicio de valor sobre nuestra vida, entonces no hay trabajo que pueda agotarnos. Cansará, pero no agotará. Habrá que dormir más, pero al corazón no le faltará nada y con el tiempo se acrecentará en nosotros el gusto por la vida.

* * *

Seré más breve con el resto de las observaciones que quería hacer esta mañana, pero tendremos que desarrollarlas a lo largo del curso.

¿Sabéis de dónde nace unacultura? Una cultura sólo puede nacer del gusto de vivir.

Este gusto es el reflejo cognoscitivo y afectivo que proviene de una determinada concepción de la existencia, de un determinado juicio de valor sobre la vida, de un juicio vivido.

La cultura no es otra cosa que el desarrollo crítico y sistemático de este gusto de vivir.

Comunión y Liberación dará lugar a una cultura, a una cultura cristiana, a una cultura nueva —y por tanto no se alienará en la cultura dominante— sólo en la medida en que nuestra experiencia de la vida nazca de lo que hemos dicho antes.

No es ante todo un problema de erudición; no se trata de ofrecer nuevos contenidos o de crear imágenes distintas; es cuestión de conciencia. La conciencia es como el abrazo que un niño de ojos despiertos da a las cosas, una conciencia clara y llena de sonrisa, con un toque de humor y de ironía. Una conciencia como la de un padre que mira con una sonrisa a su hijo, a su niño, al que ha engendrado. Una conciencia llena de gusto por la experiencia que se vive, por lo que uno es y por lo que hace, por las relaciones que se crean y la historia que se construye.

La cultura es esta conciencia que nace de un amor, tan cargada de afecto que da gusto y tiene un toque de humor, una conciencia que se expresa de manera crítica y sistemática. «Sistemática» se refiere al afecto, y «crítica» hace referencia a las palabras «humor» e «ironía» que he utilizado.

Nosotros no podemos dejar deseruna criatura nueva, ni renunciar a tener un rostro distinto, un rostro capaz de alegría; aun bajo la máscara del dolor, nuestro rostro no puede apartar la posibilidad de la alegría. Por eso resulta horrible, por ejemplo, cómo eligen algunos la facultad a la que apuntarse: la eligen prescindiendo de sus inclinaciones, por motivos teóricos abstractos. Ciertamente, la sociedad de hoy necesita, pongamos por caso, profesores, aunque nosotros los cristianos hayamos perdido esta batalla; haciendo un sacrificio, uno puede elegir una facultad que luego le permita enseñar. Pero si uno tiene una inclinación real por otra cosa, no puede sacrificarla.

El síntoma de que Cristo está entre nosotros es que nuestra humanidad florece. Y esto tiene un coste. Hablo de un florecimiento concreto, realista, respetando todos los factores de nuestra existencia que es «a la vez natural y gozosa, pero más allá de la naturaleza, triste y dolorosa»27, como dice Thomas Mann en la primera parte deJosé y sus hermanos.

Allí donde la cultura coincide con hacer cosas nuevas o crear imágenes distintas, coincide con la imagen de un cambio, de un futuro distinto, de cursos distintos, de profesores distintos, de una situación política distinta —mientras que todo eso no es más que un corolario, un resultado posible, si Dios quiere—, allí donde la cultura consiste esencialmente en esto (como es el caso de los extraparlamentarios), se desvela por desgracia, mucho o poco, el corazón secreto de toda ideología. La ideología consiste justamente en poner nuestra esperanza en algo que ha de llegar, en algo que el hombre construye. Se trata de una incoherencia suprema, porque, si mis manos son impotentes, ¿cómo puedo construirme yo unas manos potentes? Si soy frágil e incapaz hoy, ¿cómo lograré mañana no serlo sólo con mis fuerzas? Debe intervenir algo distinto: es el concepto de revelación, la iniciativa de Dios, que nos ha amado desde lo hondo del tiempo y que actúa a favor del tiempo presente. La ideología siempre huye del presente. Todas las ideologías, en cierta medida, eliminan en primer lugar el pasado, y en segundo lugar violentan el presente. Éste es el signo más claro de su mentira, aquí se hace patente su carácter negativo. ¿Cuál es el significado del pasado para la ideología actual? Algo negativo. ¿Cuál es el significado del presente? Algo negativo. Pero si el pasado puede ser olvidado, el presente está presente, y entonces hay que destruirlo, en lugar de construir.

Por el contrario, la verdad mira al pasado y extrae de él una contribución para construir; interpreta el pasado, es una verdaderaanamnesis:la verdad devuelve vida al pasado en la figura que está naciendo, que está pariendo. El presente es el dolor del parto. Entonces todo, incluso nuestro mal, nuestro pecado, se convierte en punto de partida para una sabiduría nueva, para una profundidad mayor, para una claridad que reconozca el único juicio de valor verdadero: que Cristo, es decir, Dios hecho hombre, es todo.

La actividad cultural se renueva, por tanto, en la medida en que tomamos conciencia de su origen. Los cursos y las revisiones culturales, los seminarios y los grupos de estudio, las unidades de trabajo y las iniciativas sociales y políticas, todo puede convertirse en una ocasión para ofrecer a la sociedad esa experiencia de relaciones distintas que vivimos de modo no teórico, nominalista, intencionado o esquemático.

¿Cómo puede todavía darse cierta extrañeza entre nosotros?

Si la palabra «cultura» señala la primera gran dimensión de la expresividad humana, la otra, que se concreta a la luz de la cultura y mediante la cual el mundo empieza a cambiar, es lo que llamamos lacaritativa(véase Glosario en la p. 345).Pero esta dimensión de la vida social no tiene como primer objeto a los ancianos de la Baggina (un asilo de ancianos muy conocido en Milán,ndt), a los discapacitados de tal zona, los pobres de tal barrio, los marginados o analfabetos.

Ésta no es su primera finalidad, porque todo ello es una consecuencia de algo previo. Si no vivimos la caridad entre nosotros, lo otro se convierte en un esquema violento que de alguna manera nos enorgullece o nos deja la conciencia tranquila; y, si no lo hace, nos frustra, pero no nos regenera.

La primera expresión de esta dimensión social, si nos referimos al sentido ontológico del término, se daentre nosotros.

Pero ¿cómo queréis ir a cuidar a los minusválidos si en vuestra clase de la universidad no caéis en la cuenta de vuestro prójimo, o del hermano que es una sola cosa con vosotros? No estáis aún completos como sujeto, estáis fragmentados; ¿adónde queréis ir?

Es necesario reconocer la propia unidad. Cuando esto sucede en los aspectos cotidianos, banales y materiales de la vida normal, ¡qué aguda se vuelve nuestra percepción del otro, qué verdadero, tenaz y realista sevuelve el afecto! Cuando se produce este reconocimiento, ¡ya no somos presa de nuestra instintividad, y el saludo se convierte verdaderamente en la prolongación del abrazo de paz de la asamblea litúrgica!

No puede ser que uno de nosotros llegue a pasar días y días sufriendo en la tristeza sin que a nadie le importe, o tenga una necesidad sin que nadie se dé cuenta de ello.

Aquí es donde algo debe «romperse» dentro de nosotros, debe cambiar, no en las revoluciones auspiciadas por los políticos, que son la mayor mentira construida sobre una necesidad real. Es necesario que algo se rompa dentro de nosotros —contrición— para que todo nuestro ser se cimente en la unidad. En esto consiste el cambio, el destino de nuestra vida, éstas son la ética y la moralidad nuevas.

De esto brota la posibilidad de que la realidad humana adquiera un rostro nuevo. Una humanidad nueva empieza así, la humanidad nueva que nace de la Iglesia, la misma humanidad de la Iglesia empieza así, en la relación entre el hombre y la mujer en casa.

No seríamos amigos si no nos reclamáramos a esto. Cualquier dimensión caritativa y social debe brotar de la relación entre nosotros.

De ahí viene esa preocupación por los más necesitados que tienden a olvidar incluso las concepciones más humanitarias, porque, al ser todas las ideologías necesariamente esquemáticas, terminan olvidando la persona, la individualidad y, por consiguiente, el verdadero rostro del hombre.

Y por último, el síntoma más amargo, el signo más amargo de nuestra vida de comunidad en estos años.

No es una acusación, es una advertencia. Además, lo que señalo es comprensible en cuanto la lucha que hemos tenido que afrontar en estos años ha sido dura, incesante y pesada, y nos ha arrebatado la posesión de lo que somos, la lucha ha centrifugado la conciencia de lo que somos. Por este motivo, todo lo que hemos dicho esta mañana debe convertirse en objeto de meditación constante, pues de otro modo no lograremos ni siquiera sostener la lucha, porque nos cansaremos y extraviaremos el corazón de nuestra vida, que es lo que da gusto. Sólo si deriva de esta conciencia el trabajo, en lugar de agotarnos, incrementará el gusto. Y no basta con que esta conciencia esté en el punto de partida, para luego prescindir de ella a lo largo del camino.

El síntoma amargo, explicable por toda la actividad que nos ha centrifugado —cuando la casa arde hay que trabajar sin descanso para apagar el incendio; vivimos en un tiempo que no es tiempo de paz—, es la omisión de la tercera gran dimensión de la personalidad humana que es la pasión porcomunicar.Fijaos que la comunicación es consecuencia de las dos primeras dimensiones: una conciencia crítica y sistemática de la propia vida y una humanidad nueva. Pero estas dos dimensiones no pueden subsistir si falta la tercera, es decir, la pasión por comunicar a los demás ese principio de vida, esa realidad de vida, esa unidad entre nosotros, ese acontecimiento que nos ha liberado.

Vuestras comunidades están marcadas por una gravísima deficiencia de esta capacidad demisión.

El incremento de nuestras comunidades se debe más a un reflujo asociativo de GS (Gioventù Studentesca) que a la implicación personal con vuestros compañeros. Si no proponéis vuestra amistad, si no proponéis a través de vuestra amistad lo que os hace libres, quiere decir ante todo que no os importa demasiado, y luego que no sois amigos de nadie, porque es propio de la amistad dar al otro lo que nos hace libres.

Ni uno sólo de vuestros compañeros de clase, de facultad o de universidad, debería verse privado de esa mirada que, a través de la amistad, demuestra un rostro distinto; a nadie se le debería negar laposibilidad de ver una humanidad distinta, de escuchar el anuncio que llevamos.

La misión no se resuelve con hacer iniciativas, como si se tratase de convocar a gente para soltar un discurso. Los mismos manifiestos deben ser la ocasión de establecer una relación, no una mercancía que se suelta por ahí.

Lo que decía Cristo: «El que me sigue tendrá la vida eterna y el ciento por uno aquí»28se puede experimentar realmente en una humanidad cien veces más verdadera.

La señal de que vamos por buen camino es justamente si nuestra humanidad florece; la señal de que la comunidad está bien centrada es que nuestra humanidad se siente acogida.

Las dos observaciones van juntas: si tú vives bien la comunidad y la generaras tú, te sentirías dentro de la comunidad aunque los demás no te valoren, porque nuestra humanidad se demuestra en usar la vida como instrumento del Amor.

1Asamblea de responsables del CLU, octubre 1975, Rímini.

22 Ts2,13.

3Lc22,19.

4Sal110,10.

5Cf.Sal96,13; 98,9.

6Cf.Sal19,9; 130,5.

7Cf.Ga3,28.

8Cf.Lc11,1-13.

9Jornada de apertura de curso del CLU, 30 de octubre de 1975, Novegro (Milán).

10Cf.Hch17,23.

11Jn4,22.

12S. Pianori, «Dal profondo», enCancionero, Comunión y Liberación 2004, p. 369.

13Cf.Mt11,27.

14Jn1,18.

15Ver aquí nota 4, p. 31.

16Cf.Jn14,8-9.

17Cf.Jn1,3.

18Lc12,7.

19Ef4,25.

20Ga3,27-28.

21Cf.Rm1,17;Ga3,11;Hb10,38.

22Cf.Flp3,12.

23Cf.Jn17,11.

24Se daba este nombre a las iniciativas de revisión cultural llevadas a cabo en grupos de estudiantes y profesores.

25Se refiere a la Jornada de apertura de curso de los adultos de Comunión y Liberación, celebrada en Milán el 14 de septiembre de 1975,pro manuscripto.

26Cf.Mt16,18.

27Cf. T. Mann,José y sus hermanos,