Seguros de pocas grandes cosas (1979-1981) - Luigi Giussani - E-Book

Seguros de pocas grandes cosas (1979-1981) E-Book

Luigi Giussani

0,0

Beschreibung

"El que lea estas conversaciones ---escribe Julián Carrón en el prólogo--- se verá llevado de la mano por su humanidad palpitante a la profundidad de un desafío apasionante". Ese desafío no es más que la propia vida, el camino más difícil y bello que debemos recorrer día a día. Lecturas tan valiosas como la de Seguros de pocas grandes cosas nos ayudan, sin duda, a dar pasos más certeros, pues "camina el hombre cuando sabe bien adónde va".

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 676

Veröffentlichungsjahr: 2014

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Ensayos

527

ELEQUIPE

«Todo lo que he dicho, lo he aprendido a mi vez». No era raro escuchar esta frase, dicha de forma repentina, en las conversaciones de Luigi Giussani, para indicar no sólo la figura del maestro, que es capaz deaprender siempre y de cualquier persona, sino también el carácter peculiar de un método educativo que encontraba su punto de mayor fuerza en el diálogo continuo.

LosEquipesdel CLU son un fenómeno único en la historia de Comunión y Liberación. Nacidos con la finalidad de coordinar las distintas comunidades universitarias, a partir de mediados de los años setenta se convirtieron, con la participación de don Giussani, en el momento de verificación y descubrimiento de la grandeza de la experiencia cristiana y de su correspondencia humana. Año tras año, estos encuentros marcaron los pasos de un camino que se reveló después como esencial para todo el movimiento de CL.

No se trató tan sólo de profundizar en el planteamiento, sino también de hacer una comparación constante entre la vida concreta de muchos estudiantes universitarios y un juicio autorizado, que trataba de fortalecer y hacer crecer, y también corregir, aquella vida. De modo que todos los términos de la propuesta cristiana se vieron replanteados «en vivo», dentro de las diversas situaciones y de la condición humana, como respuesta a los problemas que se planteaban y como satisfacción de unas exigencias vividas y percibidas con agudeza.

El mismo don Giussani se dio cuenta de la importancia y de la excepcionalidad de estos encuentros y quiso, casi desde el comienzo, que quedara constancia de ellos. Petición que renovó con determinación explícita en sus últimos años y que fue acogida, dando lugar a esta serie de libros que narra las intervenciones, las preguntas y las respuestas que, durante más de veinte años, alimentaron la relación entre personas interesadas por sí mismas y por el mundo, personas que quisieron conocer y descubrir juntas el sentido de su vida y el motivo verdadero para ser protagonistas en la historia de los hombres.

Luigi Giussani

Seguros de pocas grandes cosas (1979-1981)

Prólogo de Juliáncarrón

Título original

Certi di alcune grandi cose (1979-1981)

© 2014

Fraternità di Comunione e Liberazione

y

Ediciones Encuentro, S. A., Madrid

Traducción

Ricardo Sánchez Buendía

Revisión

José Miguel Oriol

Diseño de la cubierta: o3, s.l. - www.o3com.com

ISBN DIGITAL: 978-84-9055-262-9

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

Para cualquier información sobre las obras publicadas o en programa

y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a:

Redacción de Ediciones Encuentro

Ramírez de Arellano, 17-10.a- 28043 Madrid

Tel. 915322607

www.ediciones-encuentro.es

PRÓLOGOEL CAMINO PARA UNA FE PROFUNDA Y PERSONAL

¿Conviene ser cristianos? ¿Permite la fe vivir la realidad sin censurar ni renunciar a nada?

Estos interrogantes emergen potentemente como el corazón de la preocupación educativa de don Giussani en los diálogos con los estudiantes de Comunión y Liberación durante los años 1979-1981, que recoge este segundo volumen de los Equipes, Seguros de pocas grandes cosas. Lo que guía a don Giussani a la hora de responder a las preguntas de sus jóvenes amigos es siempre la exigencia de que su interlocutor se vea acompañado –jamás sustituyendo su libertad– en la verificación en primera persona de la conveniencia de la «pretensión cristiana». Sin ella, en efecto, resulta imposible aguantar el golpe de las circunstancias. Recordemos que aquéllos fueron años marcados por una lucha ideológica sin cuartel y también por una hostilidad hacia las personas de CL que llegaba a la violencia física. Sin una razón adecuada para creer, ¿quién habría podido resistir? Aquel ‘movimiento’ perdura también ahora.

En uno de los pasajes centrales de su intervención en la memorable audiencia con ocasión de XXV aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación, Benedicto XVI nos invitó a vivir una «fe profunda, personal y firmemente arraigada en el Cuerpo vivo de Cristo […] que garantiza la contemporaneidad de Cristo con nosotros» (Roma, Plaza de San Pedro, 24 de marzo de 2007).

Las páginas de este libro muestran a un don Giussani empeñado en el camino de esta personalización. Ya desde el Equipe de junio de 1979 él advierte «un fermento nuevo» entre los jóvenes, «una actitud más consistente» y «una mayor disponibilidad», que se expresa, en primer lugar, como «entusiasmo por la fe, por el acontecimiento de Cristo, [que] constituye la unidad de la persona»; y, en segundo lugar, como reclamo al hecho de que «la fe se pone en juego en la realidad» (p. 24).

Compartiendo el camino con los universitarios a fondo, observa en sus relatos cómo también emergen las dos grandes tentaciones a las que cedía fácilmente ese entusiasmo, sin duda verdadero, pero todavía inmaduro: la abstracción y la reactividad. Decía, por ejemplo, en 1980: «Si estamos aquí es porque tenemos fe cristiana. Por lo tanto, teóricamente, intencionalmente, hemos reconocido que hay algo más fuerte que nosotros, pero queda a nivel de intención, es decir, sigue siendo abstracto. ¿Qué significa abstracto? Es abstracto lo que no tiene que ver con la trama de intereses en que se juega, en el tiempo y en el espacio, el sentimiento que tenemos de la vida y de nosotros mismos» (p. 168).

Don Giussani no nos ha dado jamás tregua ante este desafío, que también hoy nos alcanza a través de estas páginas: la fe tiene que ver con los intereses de la vida; de lo contrario, ¿de qué nos serviría? Sería pura teoría, discurso correcto, pero ajeno a la existencia del yo y, por lo tanto, a la larga, inútil: en vez de alimentar la certeza en la vida, daría lugar al escepticismo.

Leamos con qué intensa experiencia describe don Giussani el alcance del hecho cristiano: «Cuando la verdad cae como una espada sobre nuestra vida, la hiere y la obliga a cambiar, a renovarse, aunque no lo consigamos. Es necesario custodiar, favorecer, cuidar esta herida, aunque no se logre cambiar: cuidarla, de manera que nos moleste, porque no hay nada más hermoso que esta molestia, nada más hermoso que este dolor. Un dolor que es como una herida abierta, que es la puerta por la que entra en nuestra vida la verdad, y en nosotros el amor a ella» (p. 115). «Herido», con este mismo término se expresaba el entonces cardenal Ratzinger al hablar de don Giussani el día de su funeral, repitiéndolo luego en la Plaza de San Pedro. Herido por la Belleza.

Don Giussani describe esta dinámica en agosto de 1980: «El hombre reconoce la verdad de sí mismo al experimentar la belleza, al experimentar el gusto y la correspondencia, al percibir el atractivo que la verdad suscita, un atractivo y una correspondencia totales, no en sentido cuantitativo ¡sino cualitativo! […] La belleza de la verdad es lo que me lleva a decir: ‘¡Es verdad!’» (p. 200).

¿Qué es lo que puede cerrar el paso a la Verdad que entra por esa herida que provoca la Belleza? Una aridez afectiva. Don Giussani lo detecta en las intervenciones de los universitarios: «Nuestra carencia radical, lo que nos deja en una indecisión de fondo, es una incapacidad, una aspereza total del gusto por la belleza, por el gusto estético, y por lo tanto una resistencia impresionante a dejarnos cautivar por la alegría, por la leticia, y con ello, por la vivacidad, –¡por la vivacidad!– […] Ésta es la carencia atroz que se nota en vosotros, como jóvenes de hoy, esta carencia tremenda de asombro frente a la belleza, de capacidad receptora de la belleza. El efecto con que os alcanzan las cosas, en cambio, es una pura reactividad. Las cosas provocan en vosotros una mera reacción y os encierran en vosotros mismos, de manera que todo lo que se os presenta lo utilizáis para vuestros fines, lo instrumentalizáis» (p. 200).

Y he aquí el ofrecimiento de un camino para salir de este bloqueo: «Bien, ésta es la cuestión: la decisión se produce sólo a partir del descubrimiento de que el propio yo es atraído por Otro, que la sustancia de mi yo, la sustancia de mi ser, mi corazón, coincide con ‘ser atraído por Otro’. […] Otro es lo que constituye mi vida, porque el Otro me atrae y yo soy este ‘ser atraído’, estoy constituido por esta atracción» (p. 197).

Esta novedad, que don Giussani no se cansa nunca de proponer a los universitarios, abre en ellos el horizonte de una experiencia que corresponde a lo que el corazón desea, aun bajo la montaña de escombros que la vida trae consigo: «El primer efecto de este afecto es que uno se llena de asombro por lo que hay, ¡porque no es él! El segundo resultado de este afecto es que hace que brote una dignidad —son palabras que habéis dicho vosotros en la asamblea– inimaginable, porque mi dignidad coincide con aquello a lo que me adhiero. Y, tercero, en este afecto es donde se establece una consistencia que va más allá de los estados de ánimo o de las reacciones. Es en este afecto donde toma cuerpo la consistencia del yo, de una persona, más allá de sus estados de ánimo y de sus reacciones» (p. 201).

Y enseguida muestra el camino –jamás deja solos a los universitarios a merced de su imaginación–: «Permanecer inmanentes al hecho tal y como nos ha tocado: éste es el camino y por eso es a este nivel donde se juega la capacidad afectiva de nuestra persona, donde por afecto entendemos la suma de la energía que constituye al hombre» (p. 205). No sustraerse a este atractivo que arrastra todo el yo, dirá don Giussani, exige una sola condición: la sencillez de corazón.

Entonces, permanecer «contemporáneos» al acontecimiento que se ha encontrado es decisivo también para que nazca una posición cultural original: «El juicio no es algo mecánico, sino un entusiasmo; […] nace del asombro, del entusiasmo por el descubrimiento de un hecho concreto presente. Acordaos del primer capítulo del evangelio de san Juan, cuando los apóstoles le vieron por primera vez; ése era el juicio sobre su vida y sobre la vida de su pueblo. Así pues, es necesario rendirse a este hecho concreto, presente en todo lo que se hace. Porque, cuando se toma una decisión, el problema no es la decisión en sí, sino contemplar el valor, es decir, una presencia; de otro modo la elección resulta moralista y sentimental. Éste es la consecuencia más importante en las decisiones: el centro de la cuestión es dónde está tu corazón» (p. 148).

Lo muestra bien don Giussani contando este episodio: «Estaba caminando y me había parado a tomar un vaso de leche en una granja. […] Llega una mujer del campo. Yo iba vestido de cura y a lo lejos esa señora agitaba una enorme zanahoria, de proporciones excepcionales, y decía: ‘¡Mire, Reverendo, qué grande es Dios!’. Yo me quedé allí, de piedra. […] ‘Ésta es una posición cultural’, esta conexión que establece entre la banalidad de un hecho cotidiano, de un acontecimiento totalmente tierra-tierra, la zanahoria, y el destino del mundo, esta chispa que salta entre dos polos tan grandiosa y aparentemente lejanos, esto es una construcción cultural, esto es una posición cultural» (p. 230).

Así se puede entrar en lo real con una postura cultural no reactiva, sino original, porque nace del interior de una experiencia: «La cultura es la libertad que maneja la realidad en el reconocimiento y el amor de Cristo, que está determinada por el reconocimiento del amor de Cristo, es decir, de la totalidad, del Otro. La cultura es producto del amor, de un amor; es la afirmación del Otro, con la ‘O’ mayúscula» (p. 299).

Esto no es opcional para una fe profunda y personal. Don Giussani lo recuerda constantemente: «La forma de acrecentar la fe es ‘arriesgarla, confrontarla con lo que sucede’. […] Una fe que no arriesga en lo que sucede, en las circunstancias, no es verdadera; no en ciertas circunstancias, las que representan una contradicción tal, un impacto tal, que hasta despiertan a un muerto, sino en todas las circunstancias, pequeñas o grandes; porque la vida es esta trama de circunstancias que te asedian, te tocan y te provocan» (p. 344).

Lo real, las circunstancias, se convierten en la mesa de laboratorio donde se pone a prueba la profundidad de la fe, del nivel de autoconciencia de lo que yo soy: «Fijaos, por favor, en que elpunctum dolensno está en el hecho de que lo que sucede se presente como objeción a lo que somos, sino en que esta objeción logre su objetivo. […] Si yo no tengo conciencia de lo que soy, las circunstancias serán una objeción a lo que digo ser o a lo que quisiera ser. […] Entonces uno sale, trata de salir del ambiente en que está (del ambiente, es decir, de lo cotidiano) para conservar la certeza; y entonces la fe ya no crece, porque la fe crece cuando se arriesga en lo cotidiano» (pp. 348-349). ¡Algo totalmente distinto que protegerse de la realidad! ¡Algo distinto que un cristianismo entendido como «una reacción para sobrevivir» (p. 340), cuando las contradicciones son demasiado fuertes! Don Giussani lo subraya en junio de 1981, la víspera del referéndum sobre el aborto en Italia.

¡Qué actuales resultan esas palabras! Todavía hoy, cuando ha cambiado profundamente el contexto cultural y social, la gran alternativa está entre una concepción de la fe como reactividad, aunque sea una reactividad dirigida a defender el discurso cristiano y los valores que resultan de él, y una fe entendida como originalidad de vida, como expresión de una vida. Sólo un corazón satisfecho, por un encuentro que supone el inicio del cumplimiento del deseo, permite atravesar cualquier circunstancia con esa incansable apertura que vemos en acción en estas páginas, a través del testimonio apasionado de don Giussani.

El que lea estas conversaciones se verá llevado de la mano por su humanidad palpitante a la profundidad de un desafío apasionante: «La clave de la cuestión es que todos decimos ‘Cristo’, pero es como si ese Cristo no existiese; porque Cristo es la respuesta, el sentido, Cristo es la forma, el significado del vivir, por eso es el significado y la forma de la relación afectiva o del uso de las cosas o del modo de ver y mirar la naturaleza, el tiempo, el espacio, tu proyecto sobre el futuro o tu pasado: Cristo debe llegar a ser la forma de todo esto, la inspiración activa y constructiva de todo esto, el criterio de esto» (p. 353).

Deseémonos tener el coraje de comprobar el alcance de esta propuesta.

JULIÁN CARRÓN

Junio de 2007

NOTA EDITORIAL

Los textos de la presente edición se han establecido sobre la base de la documentación, tanto escrita como de audio, que se conserva en el Archivo histórico de Comunión y Liberación. Se ha mantenido la forma oral de los diálogos y de las conversaciones. Los interlocutores son introducidos por el término «intervención». El resto de los textos se refieren al Autor.

Las notas históricas, que aparecen en cursiva en el texto, son obra de Onorato Grassi.

1979

CON UN ROSTRO PROPIO1

En los meses de enero y febrero se celebraron elecciones universitarias en toda Italia. Era una cita política, que ya había entrado en la vida universitaria, y que animaba el debate sobre el futuro de la universidad, pero también sobre las necesidades y la condición de los estudiantes. Si la participación en los órganos colegiales estudiantiles mostraba sus limitaciones, que alimentaban la desilusión en muchos, la ocasión de hablar de la universidad, y por tanto de la condición humana que se vivía en ella, no dejaba indiferentes a muchos universitarios, estimulando su compromiso en ocasiones apasionado. Por otra parte, las comunidades de Comunión y Liberación habían definido ya desde 1974 su línea de participación en la política universitaria, distanciándose de los «grupúsculos» extra-parlamentarios, cerrados en la idea de una alternativa total al sistema.

La lista de los Católicos Populares, nacida de la convergencia de diversas experiencias estudiantiles, era el instrumento de presencia política y electoral que se había ido asentando en varias universidades, incluidas aquellas notoriamente hegemonizadas por la izquierda. Esta circunstancia y, en general, el resultado de las elecciones, favorable a los católicos, fueron objeto de amplio comentario en la prensa nacional.

No se trataba, sin embargo, para el CLU (Comunión y Liberación Universitarios) de una cuestión principalmente «política» sino, más ampliamente, de una provocación que se refería a la experiencia globalmente entendida. Lo documenta bien el Equipe que se celebró en Roma, justo después de las elecciones universitarias, donde resonaron las preguntas que habían surgido, los problemas que se habían encontrado, las situaciones que se habían vivido en las semanas anteriores, pero, y sobre todo, se intentó comprender cuál era el paso que había que dar. La síntesis del encuentro, reproducida aquí en forma de apuntes, es el testimonio de esta doble búsqueda.

El Equipe de marzo fue el primero que se celebró tras la subida al solio pontificio de Juan Pablo II.

Síntesis

Los siguientes puntos sintetizan apuntes y preguntas que surgieron durante la asamblea. Los responsables de cada comunidad deberán medirse con ellos y responder a las preguntas que se han planteado.

1) ¿Qué sentido tiene la espera que nos rodea? La comunidad de Camerino decía en su intervención: «No nos atrevíamos ni a mirarnos a la cara y hemos obtenido dos tercios de los votos en las elecciones universitarias».

La espera que nos rodea se dirige a nosotros, pero es la espera de otra cosa, de un valor que «haga ser», que dé a quien nos conoce la percepción de ser.

Nosotros sabemos qué es este valor del que todos tienen necesidad, lo tenemos entre las manos y se transparenta, como un tímido resplandor, a pesar de lo que somos, a pesar de nuestra incapacidad: por ello la gente más sensible y con mayor atención queda instintivamente atraída, aunque sea de manera confusa.

Tenemos que partir de esta espera que nos rodea; partir de nosotros mismos todavía podría ser equívoco.

Igual que Dios ha partido de la piedad para sacarnos de la nada, así nosotros también debemos partir de la piedad, porque sólo ella nos sacará de la nada de nuestra apatía, indolencia e insensibilidad.

Tenemos que tomar en serio la expectativa que se agolpa alrededor de nosotros.

Todos hablan de un despertar religioso y, ciertamente, esto es un signo de ello. Pero es todavía extremadamente sentimental y confuso, porque, para renacer verdaderamente, el sentido religioso necesita de los lager, de la cruz y del dolor: necesita que tomemos parte en la vida, y esto sólo es posible con esfuerzo y dolor.

2) ¿Por qué estamos en la universidad en este momento histórico, en la situación que atraviesa la sociedad?

Se le pone a uno la piel de gallina al pensar en las posibles respuestas, de las cuales una («estoy en la universidad para sacarme un título») ha surgido en la asamblea. Pero ¿qué rasgos propios, qué fisonomía tiene el que está en la universidad sólo para sacarse un título? Ninguna.

3) La tarea política, nuestro trabajo en los cursos, en las cooperativas o en los órganos estudiantiles, etcétera, forma parte de un trabajo más grande. Este tercer punto deriva necesariamente del segundo.

4) Estamos en este lugar para una tarea más grande, para una aventura más grande: es decir, para una historia, para participar en la construcción de una historia.

Estamos en la universidad por un designio más grande, por una historia: esto es la presencia.

Antes de definir qué es la presencia, digamos cuál es su génesis. Introduzco la respuesta con una frase de san Teófilo de Antioquía: «Tú me dirás: ‘Muéstrame a tu Dios’. Y yo te digo: ‘Muéstrame antes el hombre que hay en ti, y después yo te mostraré mi Dios’».2

Creo que deberíamos citar esta frase en todas nuestras reuniones. Es todo lo que quisiéramos haber dicho en estos veinticinco años. Lo que te puedo decir es sólo una respuesta a tu humanidad; y si tú no me muestras tu humanidad, ¿qué respuesta te puedo ofrecer? «Nada hay tan poco creíble como la respuesta a una pregunta que no se ha planteado»3.

Por tanto, la presencia empieza con una humanidad cambiada. La presencia es algo que remueve el ambiente en el que estamos, porque nos remueve a nosotros en el presente. Yo cambio por algo que me provoca, y este cambio mío introduce una provocación en el ambiente donde vivo.

5) «Presencia» es el gusto con el que vivimos nuestra experiencia de fe. Pero no podemos vivir nuestra fe en la estratosfera: he aquí por qué la presencia es la conversión en eltrabajo. Por tanto, el gusto con que vivimos el acontecimiento que hay entre nosotros cambia nuestra forma de estar en el ambiente, en el trabajo, ese nexo obligado y activo que el hombre establece con cualquier situación, a menos que duerma o esté alienado, como la mayoría.

6) ¿Qué ha hecho posible un cierto tipo de compromiso que nos ha hecho madurar durante las elecciones? O, si queréis, ¿cómo se puede mantener a nivel cotidiano lo que hemos hecho? La respuesta es: una compañía.

Hemos afrontado el momento de las elecciones siguiendo nuestra historia. ¡Ojo!, no nuestra historia sin más (así podría interpretarse cerebralmente o en abstracto), sino según las indicaciones que nuestra historia nos da hoy. Seguir a Cristo coincide con seguir a quien me testimonia hoy el acontecimiento que es el contenido de nuestra historia. No porque Cristo sea el testigo con el que nos encontramos, sino porque su testimonio es el único signo de la presencia real y activa de Cristo. Que Cristo está presente y está moviendo el mundo lo veo por las personas que Él mueve, no hay otra manera de entenderlo. Porque el cristianismo es el acontecer de una vida y sólo se comunica a través de esta misma categoría; no se puede reducir a ninguna otra cosa. ¿Y qué es este acontecimiento? A nivel humano es una vida que cambia, que testimonia un valor mediante el cambio que este valor provoca en ella. De hecho, nuestra fe y nuestra experiencia no se comunican con un discurso. Comunicamos el acontecimiento de Cristo sólo mediante lo que Él cambia en nosotros. Por eso, proponer el anuncio cristiano coincide simplemente con el cambio de nuestra persona, con una forma distinta de estar y actuar en cualquier situación.

7) Los indicios humanos de la diferencia que caracteriza una presencia se perciben en la recuperación de la racionalidad y de la gratuidad.

El coraje de estar de una determinada manera en el ambiente es la expresión práctica de una racionalidad, como conciencia crítica y sistemática de la realidad y, por tanto, de mí mismo. Esta dinámica es conforme a la gratuidad, a un modo de vivir el ambiente que está guiado por la afirmación de un significado antes que por los derechos e intereses propios. Y ésta es la suprema racionalidad, porque el objetivo de los derechos y de los intereses es el significado, y sólo en la gratuidad empieza a realizarse esa unidad que la razón anhela. De esta manera, se afirma una forma de ser, y por tanto una moralidad, determinada por el amor al significado antes que a ninguna otra cosa.

La gratuidad, espiritual y psicológicamente, es considerar al otro y, antes aún, a uno mismo, en relación con el destino. Ahora bien, nosotros sabemos que este destino no es un enigma, sino una palabra que nos ha alcanzado, un acontecimiento que nos ha impactado: Cristo. Por eso la gratuidad es mirar a uno mismo y al otro con la conciencia de la relación última y definitiva, original y constitutiva, que es Cristo para cada uno.

Sólo después de haber vivido existencialmente la trayectoria que describen estos siete puntos se llega a ser «protagonista» de las situaciones. En cada situación: con los compañeros y los profesores, pero también, más en general, en la condición universitaria, que implica la edad que tienes, el estado social al que perteneces, la relación con la mujer o el hombre, con los padres en la familia, las relaciones con la prensa, con los partidos, con la publicidad.

Si somos conscientes del acontecimiento que nos ha alcanzado y que está presente entre nosotros, somos protagonistas, independientemente de la capacidad que tengamos de hablar y actuar; en caso contrario no somos nadie, es decir, estamos obligados a tomar de los demás el motivo por el que hacemos las cosas, los criterios y el modo de comportarnos con los demás, con la mujer, en la sociedad, con los compañeros y profesores, con lo que nos espera después de la universidad, con nosotros mismos.

O protagonistas o nadie: y «protagonistas» no quiere decir tener la genialidad o la espiritualidad de algunos, sino tener un rostro propio, que es, para toda la historia y la eternidad, único e irrepetible.

UN MOVIMIENTO DENTRO DEL MOVIMIENTO4

El breve diálogo que se reproduce aquí —única documentación que tenemos, en forma de apuntes, de un largoEquipede dos días, celebrado en la comarca de Brianza– contiene elementos importantes para la historia del camino que los universitarios iban haciendo con don Giussani. Ante todo, la percepción de que algo nuevo estaba sucediendo, en las personas y entre ellas; algo que permitía a cada persona ser ella misma y, por tanto, tener una posición en el mundo. En segundo lugar, la necesidad de que las comunidades se vieran alcanzadas por este cambio, empezando por sus responsables. En tercer lugar, se empieza a notar la referencia al Papa, en cuanto aliento y seguridad para el camino emprendido.

Este Equipe abre paso a la cita del verano, pues estableció, por decirlo así, su orden del día.

Giussani: «La fe camina por sí sola. Para creer no hay más que abandonarse. Para no creer hace falta violentarse a uno mismo»5.

Abandonarse significa seguir a la compañía en la que se ha despertado la fe y el corazón ha sentido la conmoción de ser. Nuestra unidad es la regla: una compañía en camino hacia su destino. Lo que nos hace distintos a los demás es una gracia.

Para valorar este momento del camino del CLU, hago una constatación y subrayo una urgencia:

1) La constatación: entre nosotros hay un fermento nuevo, una actitud más consistente, una mayor disponibilidad, no sólo más profunda, sino más grande en proporción al alma. Hay novedades que están sucediendo entre nosotros: debemos acrecentar «esto nuevo» y difundirlo.

2) La urgencia: hace falta que en cada comunidad tome cuerpo un punto real que genere continuamente la comunidad. Algunos que vivan más que los demás. Debemos favorecer la creación de estos grupos, de estos movimientos dentro del movimiento.

Estos grupos deben tener dos características:

a) El entusiasmo por la fe, por el acontecimiento de Cristo: este entusiasmo constituye la unidad de la persona (y de ahí la posibilidad de desarrollo cultural). Desde el principio, la novedad viene de aquello por lo que uno vive y hace todo.

b) La fe se pone en juego en la realidad. La realidad que nos debe mover es la historia a la que pertenecemos, que se hace presente de forma privilegiada en el ambiente, la confrontación, la lucha, la participación.

Intervención: El anuncio que resuena en la comunidad empieza a encontrar respuesta personal en algunos. El lugar privilegiado de esto han sido los CP. El encuentro con el Papa ha agitado la vida de la comunidad, aunque pueda haber un riesgo de caer en el sentimentalismo, si no ponemos en juego nuestro juicio sobre la vida.

A pesar de esta vivacidad, hay un punto débil en la manera en que se conducen las diaconías, que muy a menudo son el lugar de una fe «individual». Las diaconías deben convertirse en el núcleo del entusiasmo de la fe.

Intervención: En la raíz de mi compromiso en el ambiente está la necesidad que tengo de ir hasta el fondo de lo que he conocido, de medir mi vida con el encuentro que he tenido. La política es el compromiso que uno vive por el hecho de estar en el ambiente. ¿Por qué se compromete uno? Por generosidad o porque tiene un proyecto, o bien porque es necesario comprometerse para entender lo que se está viviendo. Hace falta comprometerse con la realidad de la historia y sus condicionantes (parábola de los talentos)6. ¿Qué quiere decir este impacto con la realidad? Es preferible un impacto con la realidad, aunque la intención no sea pura, a una comunidad que viva sentimentalmente cerrada en sus propias iniciativas.

Giussani: ¿Qué quiere decir el impacto con la realidad? Nuestra vida está dentro de la realidad y no a un lado de ella.

Intervención: La relación con la realidad es el método para aprender el valor de lo que se nos ha dado.

El hombre, en su condición existencial, no es capaz de eliminar por sí solo su infelicidad. Pero en esta situación ha intervenido alguien que trae la esperanza, es decir, el entusiasmo por la fe. ¿Qué les decimos a los demás? ¿De qué somos portadores? El centro de nuestra propuesta es que hemos reconocido una Presencia. De ahí, nuestro entusiasmo, nuestro estar en el mundo hasta el fondo. Nosotros no estamos blindados frente al mundo, no nos apoyamos en análisis, la certeza nos viene del encuentro que hemos tenido, ahí está la vida. La fe es el reconocimiento de un hecho que es una promesa para la vida. Y la promesa para la vida es el dominio sobre las cosas. Reconocemos la presencia de Dios allí donde está, donde la hemos encontrado (movimiento). Vivir el impacto con la realidad significa referir a lo que has encontrado todos los asuntos de la vida; a Jesucristo no lo hemos encontrado de una vez por todas, lo estamos encontrando, también ahora.

Yo verifico el valor de lo que hago poniéndolo en relación con lo que he encontrado. Soy yo el que decide «llevar» la realidad adentro del encuentro que he tenido. El impacto con la realidad consiste en «llevar» al ambiente lo que he encontrado. El ambiente es el lugar donde sistemáticamente se forma nuestra mentalidad, pero ésta es contraria a la mentalidad cristiana; de ahí, el enfrentamiento (ser profeta quiere decir hablar en nombre de otro).

No podemos eliminar el estudio, tenemos que afrontarlo.

Intervención: El punto de partida para ser una presencia es abrazar el movimiento. Mantenerse apartado del movimiento es no decir «Jesucristo» en los problemas de todos. La Escuela de comunidad es el instrumento que nos hace comprender la experiencia del movimiento. Tenemos que valorar a las personas que viven el entusiasmo de la fe con el acento del movimiento, y aprender de ellas.

UNA PRESENCIA QUE TOCA LA VIDA7

El deseo de profundizar en el encuentro que se había tenido y la novedad que estaba suscitando, al abrirse a la realidad y afrontarla en todos sus aspectos, hizo que se invitara al Equipe del verano a algunas personas que se habían ido conociendo en diversas circunstancias, aunque, por edad o profesión, no estaban directamente relacionadas con el ambiente universitario. Entre otros, estuvieron presentes en la reunión de Falcade Giovanni Testori, al que los universitarios de Milán habían empezado a frecuentar tras un famoso artículo que publicó en el Corriere della Sera, y Gigi De Fabiani, director del semanario Il Sabato. Sus testimonios y los debates que los siguieron sacaron a la luz la importancia de la cultura como dimensión de la experiencia cristiana y, por tanto, como concepción de la vida intrínsecamente ligada a la persona y a su autenticidad. El «ritmo» de las reuniones se intercaló con la introducción de momentos literarios y artísticos que permitían entender el sentimiento de las cosas que el movimiento tenía desde sus comienzos. La historia de los «primeros cantos» suscitó interés por los primeros años y el deseo de ensimismarse con el origen del movimiento.

Las tres asambleas, de las que se refieren aquí las intervenciones de los participantes, y las puntualizaciones y síntesis de don Giussani, fueron ocasión para un diálogo sobre la vida más que sobre los proyectos y perspectivas del CLU, y sobre la necesidad de que la presencia en la universidad adquiriese capacidad de juicio público.

Entretanto, empezaba a nacer entre varias comunidades una solidaridad de tipo más amistoso que organizativo y tomaba cuerpo un «Centro del CLU» definido más por el testimonio que por los roles y funciones.

Asamblea 1

Intervención: El tema central de estos días es la imagen del hombre, lo que para nosotros constituye la energía de la presencia.

Este primer contenido se desarrollará después a través de otros dos temas: el afecto, es decir, de dónde nace esta energía, y la posición cultural, es decir, la capacidad de influir efectivamente en la existencia. Los tres temas serán el contenido de las tres asambleas que tendremos.

Giussani: No debería hacer falta recordar esto a los responsables, pero creo que es necesario también recordárnoslo a nosotros mismos: no estamos aquí para pagar un peaje o para cumplir con una formalidad. No debe haber entre nosotros, en lo que hacemos, ni una brizna de formalismo. Me parece que la mejor introducción para la asamblea, es decir, para un coloquio propio de hombres, es lo que sugería la liturgia de ayer tarde: el malestar humano. Hay un malestar entre nosotros al que se le puede prestar la debida atención o enfocar indebidamente (porque si uno está demasiado atento al malestar que lleva encima, le da vueltas hasta el infinito, y entonces se vuelve un pesado para sí mismo y para los demás, se cree una «víctima del destino»). Y sin embargo el malestar humano es una condición cotidiana natural si no se rompe, si no es acosado por algo distinto, por algo que ataca nuestro malestar, sea consciente o inconscientemente. Esta «cosa distinta» es lo que nos ha juntado. Nosotros queremos que lo verdadero asedie al malestar humano.

De este malestar que llevamos encima se deriva además otra cuestión: la desazón que sentimos frente a la realidad, salvo en algunas ráfagas de ira, de violencia, de pasión, de un interés ventajista que nos retrata, que nos incumbe directamente. Hay una desazón ante la realidad que tiene su punto culminante, su vértice, en la parálisis ante el futuro. Y no sólo ante el futuro, sino también ante el pasado. ¡Qué desazón ante el pasado –los errores o la desnudez, la miseria del pasado–! Y hay una desazón también ante el presente, apenas uno sea una pizca consciente de sí. En resumen, el atasco de cara a la realidad es el hijo directo, natural, de un malestar que llevamos encima.

Lo importante, entonces, es que cada uno de nosotros no esté aquí «por el movimiento», para poder gestionar su grupo, su comunidad o su CLU; que esté aquí no por esas cosas, sino por él mismo. No estamos haciendo unos Ejercicios Espirituales, entendámonos. Sólo que nosotros, que amamos más al movimiento que a la niña de nuestros ojos, sabemos muy bien que, si uno no camina dentro de nuestra historia para responderse a sí mismo, crea problemas también en su comunidad, se convierte realmente en lo que decía el santo Evangelio cuando hablaba del «mercenario» que no es un pastor, porque no entra por la puerta8. ¡De hecho, el primer síntoma –lo digo entre paréntesis– es que no se sigue a la dirección central del movimiento! Podemos ser como mercenarios, como la gente que hace las cosas por un precio, que las hace por afirmarse a sí misma, o incluso por el simple gusto de tener algo que hacer, como gestores.

Así que lo más importante en estos días es que uno esté aquí por su propio bien. Se lo decía a cinco o seis con los que hablaba esta mañana: «Quisiera que éste fuese el punto de partida. Pero ¿cuántos responderán a la invitación de pensar en sí mismos, de preocuparse por sí mismos?».

No lo decía porque tenga un juicio negativo del tipo de gente que hay entre los responsables del CLU; es porque gestionar las cosas, hacer de gestor de las cosas, hacer de encargado del CLU, es una posesión ridícula en sí misma. Pero, además, es un obstáculo grave a vuestra edad. Es un obstáculo gravísimo en el tipo de historia que vivimos entre nosotros, hasta tal punto que veo muy fácilmente los síntomas de esta postura en las noticias que me llegan y en actitudes que veo.

Sea como sea, estamos aquí por nosotros mismos. Lo que hacemos por los demás es una sobreabundancia de lo que hacemos por nosotros mismos, y basta. No existe en el universo nada tan proporcional como esto. Así que lo que uno consiga decir aquí es secundario. En cambio es fundamental el modo en que uno se refiere a sí mismo, en que se mira a sí mismo. Por tanto, no cuenta tanto lo que se consigue decir (porque es secundario), sino cómo se mira uno a sí mismo. Quería dejar sentado en primer lugar esto, como invitación a una postura sin la cual todo lo que digamos caerá inmediatamente en el formalismo, en un formalismo asociativo.

Abro la asamblea, entonces. El tema ya se indicó ayer por la noche y se ha repetido esta mañana: nuestra humanidad –mi humanidad, no la humanidad en general, sino «mi» humanidad– como fuente de la energía para la presencia. No se puede abordar un tema de este tipo sin tener en cuenta la advertencia que he hecho al principio. Por eso volvamos a formular el tema: «Nuestra propia humanidad como fuente de la energía de una presencia».

Intervención: Quisiera partir de lo que dijiste ayer por la noche, que me impresionó mucho. De hecho, al venir aquí y encontrarme en esta asamblea he experimentado malestar. Anoche nos preguntabas: ¿por qué ha disminuido cierto gusto entre nosotros? ¿Por qué ha disminuido la experiencia humana? ¿Por qué el hecho cristiano, que es experiencia humana, ha disminuido entre nosotros? Me he respondido que lo humano, nuestra experiencia humana, no nace ciertamente de nuestra capacidad de razonar o de un esfuerzo afectivo entre nosotros, sino solamente de la Presencia que es capaz de hacernos semejantes a Él. Después hablaste de otra cosa que se me ha quedado grabada, a propósito del malestar. Decías: este malestar aparece cuando nuestra humanidad, que está hecha de exigencia de la verdad, no está en su sitio. Entonces me preguntaba: ¿cuándo va a su sitio esta humanidad? Sólo conseguía responder en negativo: nuestra humanidad no estará en su sitio si nuestra reacción es volver a replegarnos sobre nosotros mismos («cómo va eso», «cómo estamos», «cómo me siento»). Mientras que, en cambio, hace falta el coraje –porque es un acto valeroso, me parece– de mirar a la cara a la Presencia que está entre nosotros. Lo que nos lleva a lo esencial de las cosas, es decir, a reconocer que Cristo es el valor de lo que soy y de lo que hago, es el coraje de pedir para nosotros esta Presencia, de buscar entre nosotros este Rostro. Sin duda, esto no es automático, porque se alimenta de una dramaticidad personal que nadie puede quitarnos. Y ésa es miexperiencia: venir aquí y, quizá, desear otras cosas y no encontrarme a gusto. Creo que el obstáculo en todo esto es que para nosotros Cristo no tiene que ver con la vida: se le reconoce intelectualmente, pero no tiene que ver con lavida, no es el contenido del juicio que tengo sobre mí y sobre las cosas que me rodean.

Giussani: Ésta es una observación que no es indiferente, a mi juicio: el malestar humano no lo resolvemos mediante nuestro esfuerzo. Más aún, se podría añadir, como ya se ha dicho, que cuanto más se repliega uno sobre sí mismo para analizarse, para ver qué hacer, más se lía, es decir, más crece el malestar en él (las neurosis derivan de esto, llevado al límite). Entonces, si la solución no deriva de nuestro esfuerzo, ¿de dónde viene? Él ha dicho las palabras que usamos siempre. Pero lo más terrible que sucede entre nosotros es que podemos pronunciar palabras sin que los que no las han entendido –no digo que hayan agotado su significado, sino que no hayan empezado a entenderlas existencialmente, a sentirse golpeados por ellas existencialmente– no levanten la mano y pregunten: «¿Qué quiere decir eso?».

Hay tres posibilidades. Que este malestar humano se resuelva con nuestro esfuerzo, que este malestar no pueda resolverse y entonces viene la desesperación, o bien que haya algo diferente que lo resuelve. Nosotros nos referimos a esta «cosa diferente» con la palabra «presencia». Y estamos además bastante tranquilos con la cultura contemporánea (más aún, con la cultura de todos los tiempos) porque todos, también los liberales o los marxistas, admiten los dos primeros puntos. En cambio, para el tercer caso, todas las ideologías usan la expresión «orden social» en lugar de la palabra «presencia». Lo que nos distingue de todas las otras culturas es que nosotros no usamos el término «orden social», porque también este término, para nosotros, está lleno de un inagotable malestar y, cuanto más se repliega uno sobre el llamado «orden social», más sucede a nivel social lo que sucede a nivel individual: todo se complica enormemente. Esto no quiere decir que uno no deba meditar sobre sí mismo (antes hemos hecho la invitación de mirarnos a nosotros mismos), ni mucho menos quiere decir que consideremos inútil la búsqueda de órdenes sociales nuevos. Lo que decimos es que el problema no está ahí. Lo que nos distingue de todas las demás culturas es que en vez de «orden social» decimos «presencia».

Si no sentimos objeción a esto, tenemos que profundizar en el término «presencia», en qué significa para nosotros el término «presencia». O se objeta a esto o se ha de profundizar en la palabra «presencia». No creoque haya otros caminos.

Mirad, también nuestra madre es una presencia, la mujer para el hombre es también una presencia, también los hijos en casa son una presencia. Cuando nace un hijo, es indudable: es una presencia. Pero después es distinto, quizá no a los pocos días, porque todavía uno está herido, todavía sigue sorprendido, pero dos años después, siete años después: cuanto más se va adelante más presencia debería ser, y en cambio no, ¡nos acostumbramos! Entonces, pregunto: ¿la presencia que andamos buscando es como la de nuestra madre, nuestro padre, la novia (una vez se ha conseguido), los hijos (una vez concebidos), los amigos (cuando ya se tienen), los compañeros (tras el primer día de clase)? ¿Es una presencia de este tipo? Digo que si fuese una presencia de este tipo, ni siquiera nos daríamos cuenta de ella (aunque nos tengamos que dar cuenta a la fuerza de nuestro padre y nuestra madre, porque –cómo decir– son una entidad física presente). ¿Cuál es entonces la categoría, la palabra que puede empezar a arrojar luz sobre el término «presencia»?

Intervención: ¡Acontecimiento!

Giussani: La palabra «acontecimiento». Es como un hijo cuando nace, o el instante en que se dice: «Está embarazada», o el momento en que alguien dice: «Has aprobado». Nuestra relación con esa presencia es de este tipo, es un acontecimiento.

Intervención: No obstante, me ha impresionado mucho el final de la última intervención, cuando se afirmaba que este malestar sucede en nosotros porque Cristo no tiene nada que ver con nuestra vida. Quisiera empalmar con esto para decir que yo no puedo vivir una compañía, una amistad, que no sea una provocación continua para mi vida. Entiendo la palabra acontecimiento en este sentido, porque o nuestra amistad, es decir, CL, es esta continua provocación para mi vida, sobre el significado de mi vida, o no me interesa. Por eso estoy aquí, por esto me interesa estar aquí; porque cada vez que estoy aquí me veo provocado a reconocer el significado de lo que soy y de lo que vivo. No le pido otra cosa al movimiento, y entiendo que, en este sentido, el movimiento es un don para mí. Porque la imagen verdadera del hombre, de mí mismo, se me da sólo en esta experiencia que es verdadera, y cada vez más verdadera para mí, porque continuamente me provoca en cuanto hombre, como sentido de las cosas y de la vida.

Giussani: Me parece que esto está bastante claro, teóricamente, para todos. El problema es que ya no podemos seguir adelante con evidencias teóricas. Si queréis, os lo digo: el tal CLU, el tal otro, o el otro, podrían continuar adelante así, con discursos. La palabra «discurso» quiere decir «evidencia teórica», representa una evidencia teórica. Por eso, yo siento tu intervención en el ámbito de las preocupaciones de las que he hablado al principio. Pero quisiera que llegásemos a eso.

No habéis hecho ninguna excepción a la disyuntiva que os planteaba antes. ¿Estáis o no de acuerdo en que lo que puede resolver el malestar humano –si es que se puede resolver– es algo distinto? Si estáis de acuerdo, entonces proseguimos. Siempre nos referimos con la palabra «presencia» a una realidad que nos acosa, que toca, que alcanza mi vida, nuestra vida, de tal modo que resuelve su malestar. ¿Por qué usamos esta palabra? Porque, para abreviar los términos de la cuestión, no estamos de acuerdo en que la solución al malestar sea un orden social diferente: el orden social diferente como mucho desplaza las cuestiones, las pinta de otro color y las deja intactas; es más, cuanto más trata de resolverlas, más las complica. La solución, en cambio, es una presencia. Quisiera ir al fondo de esta palabra, porque si me doy cuenta de lo que significa, llegaré a la conclusión de que esta palabra tiene que ver con mi vida. En resumen, o la respuesta al malestar es un orden social o se trata de algo distinto. Si es algo distinto, es una «presencia», porque toca la vida. Lo que quieres entender es cómo toca la vida. Estupendo. Precisamente porque toca la vida ¿de qué tipo es esta presencia? No podemos quedarnos siempre en la orilla sin entrar en el mar de las cuestiones. Digo que no es una presencia como la del padre, la madre, la novia, la mujer, el marido, los hijos, los amigos, los compañeros. Es, más bien, como la noticia de que una mujer está encinta, de que un niño ha nacido: «¡Ha nacido!», te dicen por teléfono. Y estoy totalmente de acuerdo en que la palabra «acontecimiento» introduce a la comprensión de este tipo de «presencia», que es precisamente un acontecimiento.

Pero ¿tu padre y tu madre no tocan tu vida? ¿Tu novia no toca tu vida como quisieras que Jesucristo la tocase? ¡Y cómo! Pero ¿tu novia no es un acontecimiento para ti? Para que tu novia sea un acontecimiento, tienes que apartarte de ella y decir: «¡Mira! ¡Esta chica, a la que podría no haber conocido, esta chica que podría serme indiferente, que habría podido decirme que no, es para mi vida!». Éste es el sentido del acontecimiento. Es esto lo que hace que sientas sobresalto ante un acontecimiento. Dentro de lo que sucede hay algo distinto. Es «acontecimiento» porque dentro hay algo que no es nuestro –¡no es nuestro!–. El asombro por el niño que nace y podría no haber nacido; el asombro por la mujer embarazada que podría no estarlo: no es nuestro –¡no es nuestro!–. Pero ¿entendéis lo que supone, en lo que llamamos civilización humana, llegar a entender que no es «nuestro» lo que resuelve el malestar? Hemos partido diciendo que la solución del malestar no viene de nuestro esfuerzo; pero es como si todavía no estuviésemos convencidos, por así decirlo. Tendemos siempre a «cosificar», a convertir en «cosas» las indicaciones que hay en las palabras llenas de vida y de ser que usamos. El primer aspecto, pues, de la palabra acontecimiento, me lo tenéis que conceder, es éste: ¡que no es nuestro! Si no es nuestro –atentos, por favor–, quiere decir que no entra siquiera en las posibilidades de nuestro esfuerzo. Que esa muchacha se enamore de ti, que te acepte, no es fruto de tu esfuerzo; claro, habrás hecho todo lo que puedas, sin duda, pero cuando sucede es un acontecimiento, porque entiendes que podía no haber sido, y que por eso tiene dentro algo diferente.

Toda la argumentación de un precioso libro de Tresmontant, L’intelligenza di fronte a Dio9, que Jaca Book publicó en sus primeros tiempos, se apoya en el fenómeno del nacimiento de un niño, como algo irreducible a sus antecedentes, algo distinto.

Una presencia, por tanto, antes que nada, es algo diferente. En segundo lugar… Perdonad, podemos decir que es un acontecimiento que el presidente americano Jimmy Carter haya mandado a su vicepresidente Walter Mondale a China porque interesa a la acción mundial, como he leído en los titulares de los periódicos. Pero ¿puedes decir que es un acontecimiento como si te naciera un niño? ¿Podemos utilizar la palabra «acontecimiento» tal como la usamos nosotros, como debemos usarla, para esta «presencia» que me –me– resuelve el malestar humano? ¿Podemos? Entonces, el segundo factor de la palabra acontecimiento es que te toca a ti –¡a ti!–.

Intervención: Por tanto hay dos problemas: cómo te toca este acontecimiento y qué puede hacer uno para ser tocado por él.

Giussani: ¿Cómo te toca este acontecimiento? Yo me quedaría con la primera cuestión.

Intervención: A través de un signo. Lo digo pensando en cómo me sucede a mí, es decir, en cómo me toca el acontecimiento. Me toca porque toma toda mi humanidad, pero pasando siempre a través de un signo tangible, visible, etc., que es el de una realidad humana, que en definitiva es la comunión…

Giussani: Dejemos de lado el término «comunión», digamos «a través de una realidad humana». ¡A través de una realidad humana! Esta «cosa diferente» nos toca a través de una realidad humana. Y una vez más, ¿cómo sucede en nosotros el impacto con este signo físico, con este signo humano, con esta realidad humana –signo de esta «cosa diferente» que es la Presencia, por el que esta «cosa diferente» se convierte en Presencia–, que es el contenido del acontecimiento, el contenido físico, visual, sensible, del acontecimiento? ¿Cómo se llama este impacto? ¿Cómo lo llamamos?

Intervención: ¡Encuentro!

Giussani: ¡Encuentro! Mirad, chicos, si el movimiento no es esto es un cuento para niños.

Por eso el movimiento eres tú –¡eres tú!–. El acontecimiento es tu acontecimiento, es ese modo de ser tuyo que se llama «movimiento» o «estar en el movimiento». Porque el movimiento subsiste en las personas concretas. Es decir, el acontecimiento o el movimiento –que es el instrumento físico, el rostro físico del acontecimiento, la realidad física que hace que esa Presencia se pueda experimentar– eres tú (como el rostro físico del acontecimiento de la visita a China es Carter que va a despedir a Mondale, y éste coge el avión, se va allí y abraza a los chinos). El acontecimiento se consuma, se define, en la persona. El movimiento se consuma, se define, en la persona. Por eso no podemos perder tanto tiempo, todo el tiempo que hemos perdido, porque en nuestro movimiento –sólo raramente– nacen adultos. El adulto es el que es capaz de crear el movimiento él, porque es alguien que genera.

El acontecimiento eres tú: es tu impacto con esa Presencia dentro del signo físico que llamamos movimiento (el encuentro, ciertas personas). Por eso el movimiento eres tú: el movimiento es ese impacto que te cambia, que tú recibes, que te mueve. El advenimiento, el movimiento, eres tú dentro de algo dado.

Intervención: De hecho, cuando nuestra petición a Dios no tiene la forma del acontecer, cuando no es la petición de un acontecimiento, petición de que vuelva a suceder algo, es un problema, porque es como si la memoria se decolorase…

Giussani: Entonces no es verdadera petición. Es muy fácil que nosotros pidamos a Dios desde el fondo de nuestro malestar sin pedir, sin que la petición sea un acontecimiento. ¿Por qué? Es mucho más difícil que eso suceda, y mucho más fácil que uno pida conmovido cuando estamos en ciertos momentos, cuando estamos inmersos en algo dado que nos duele. Podríamos decir, el acontecimiento y el movimiento eres tú, pero no un tú individualmente aislable: no tú, sino tú dentro de la realidad humana que te ha traído la Presencia, que te ha llevado al impacto con la Presencia. De otra forma el movimiento sería perfectamente inútil. Una vez que hubiera servido para hacerte pensar determinadas cosas, tú te vas hacia tu destino por tu cuenta. ¡Si haces eso estás acabado! Porque lo que necesitas se entiende frente a este dato que es el movimiento y la Presencia (el movimiento como realidad física, como signo de eso distinto). La inmanencia en este dato, el dato que es el movimiento a medida que te lleva a la Presencia, al ofrecerte y anunciarte la solución es lo que te hace entender bien qué es lo que necesitas. Pues las preguntas sólo se entienden bien ante la solución. Uno entiende bien lo que deseaba cuando encuentra una respuesta para sí. Esto es así para el hombre en la relación con la mujer, es verdad para el hombre en cualquier situación. No pertenecer al dato, a la realidad física que es signo de Su Presencia; no estar dentro del movimiento en cuanto hecho constituido por una realidad humana que se mueve y que habla, que nos trata de una determinada manera: esta falta de inmanencia es lo que nos impide pedir verdaderamente, porque el malestar se sufre, aunque no se reconozca.

Intervención: Por eso nuestra compañía se convierte en inercia opaca, en el sentido de que no se percibe como mediación de Dios para mí, como el hecho de estar aferrados y unidos por Él…

Giussani: ¿Qué quiere decir –me urge esta cuestión– que nuestra compañía no es compañía mía, de mí, para mí, hacia mi destino? Quiere decir abusar del movimiento. ¿Qué palabras has usado?

Intervención: Me refería a la percepción de que la compañía se vuelve opaca…

Giussani:Eso es, ¿qué quiere decir que la compañía se vuelve opaca? Quiere decir que la compañía no se abraza desde la conciencia de mi necesidad humana, por mí; es una asociación y no algo para mi vida, para mi persona. No es esencial para mi persona, por eso se vuelve opaca.

Intervención: Lo último que quería decir quizá especifica esto. ¿Qué quiere decir que esta compañía no es esencial para mi persona? Quiere decir que aunque reconozca la compañía, aunque le sea fiel, esta compañía se concibe de varios modos como un seguro: no es una afirmación, es un reaseguro. Y no se convierte en el tejido de la vida…

Giussani: Y así la compañía del movimiento no es respuesta para mí. No es respuesta para mí; será una «subvención» de respuesta ideológica, de una postura que debemos asumir como cristianos, pero no es respuesta para mí. Esto es lo que entiendo que estás diciendo: no es respuesta para mí, como acabamos de decir hace un momento.

Intervención: No sé si avanzo más en el problema o si lo hago volver atrás. Quisiera hacer una pregunta acerca de la forma en que nos toca el acontecimiento. Yo conocí el movimiento a través de una grabación; enseguida pregunté: «¿De quién es esta voz?», «¿Quién es este hombre?». Porque yo quiero ser como él. Pero ¿qué hago ahora, participar en reuniones?

Giussani:Realmente esta pregunta nos abre un segundo paso. Hace falta, no obstante, que el primer paso esté claro, porque no queremos hacerle trampas a nadie: al menos, nosotros los viejos jamás hemos querido jugar con nadie (mucho menos ahora que tenemos más cerca el juicio de Dios) y nos resulta insoportable que algunos responsables del movimiento puedan hacer trampas. ¡Se hacen trampas cuando el movimiento no es lo que estamos diciendo hoy!

Entonces, el primer paso: la cuestión soy yo, mi destino, porque un malestar te pone a buscar, como el hambre y la sed ponen la cabeza en marcha. Pero ¡mi esfuerzo no es la solución! Es como si un hambriento quisiera satisfacerse por sí mismo. Como si un sediento quisiera satisfacerse por sí mismo. Hace falta algo distinto. No es el orden social, no esperamos en él; aunque tengamos como compañeros a secuaces de todas las ideologías, porque «al fin» han reconocido esto (y lo habrían hecho antes si hubiesen sido más inteligentes). Es algo diferente. Nosotros lo indicamos con el término «presencia» o «acontecimiento». ¡Es un acontecer! No voy a repetir los pasos de antes. Este acontecer se lleva a término dentro de mi persona. El movimiento –como lugar donde encontramos este acontecimiento, donde el acontecimiento se hace posible, donde encontramos la Presencia–, esta realidad física, donde se encuentra esa cosa distinta, me toca a mí: el movimiento soy yo.

Si el movimiento no existe, tengo que crearlo yo, se llame como se llame, tengo que crearlo yo –¡tengo que crearlo yo!–. Hace falta que suceda algo para que esto acontezca: ¡que tenga que crearlo yo! Entonces, el acontecimiento o el movimiento como acontecimiento soy yo, pero dentro del dato, dentro del dato en el que el encuentro ha tenido lugar; dentro del dato, o sea, de esa materialidad que es signo de esa otra cosa distinta. Esto es la Presencia completa.

Intervención: Sólo un pequeño añadido sobre este punto: el movimiento soy yo, pero la verdad de mí es ese dato al que sigo o dentro del que estoy.

Giussani: ¡Perfecto! Decir que yo soy el movimiento no significa: L’État c’est moi, ¿me explico? No es: «el Estado soy Yo» del Rey Sol. Lo que quiero decir es «el movimiento soy yo» en el sentido de que en ello se juega mi vida. Pero ha quedado en el aire la pregunta de antes, repítela.

Intervención: Yo he tenido un encuentro a través de un hombre. ¿Quién es este hombre, es decir, de qué vive? Si el acontecimiento está dentro de este hombre, si la Presencia está dentro de él, y si yo quiero identificarme con eso que vive en él, ¿qué hago?

Giussani: ¿Qué hago? ¡Ésta es la cuestión! Tú lo has conocido, cada uno de nosotros ha conocido el movimiento a través de una realidad física humana con la que se ha encontrado: bien sea un hombre, un grupo, una realidad comunitaria, no me interesa. Pero aquí está el centro de la cuestión. Si el acontecimiento, el movimiento, es algo que atañe a mi persona, y por eso el acontecimiento y el movimiento son mi persona que está comprometida con su destino dentro de un dato (de ahora en adelante nos referiremos a este «dato» como «movimiento», para entendernos, porque lo es; estoy diciendo precisamente que si el movimiento no es esa cosa dada, entonces se convierte en una asociación de «buenos chicos»), ¿qué hago después de haberlo conocido?

Intervención: Lo sigo.

Giussani: ¿Qué quiere decir «lo sigo»?

Intervención: Me vienen a la mente el Papa y algunas otras personas como imagen del hombre. Siguiendo, yendo detrás de ellos…

Giussani:El único problema es que no puedes estar siempre con el Papa, y en cambio el Señor te ha hecho estar continuamente con otra cosa, que es el movimiento. ¿Me explico? El movimiento no te cierra al Papa, de hecho es lo único que te abre al Papa. Sea como sea que este «dato» se concrete para los demás, para nosotros es el movimiento. Y tú ahora señalas justamente que este dato tiene una apertura, que es la Iglesia. Pero él ha dicho una palabra importante, que era la que esperábamos todos: «seguimiento». ¿Qué quiere decir «seguimiento»?

Intervención: Es una comparación que yo empiezo a hacer con…

Giussani: ¿Qué quiere decir «comparación»? ¿Qué comparas?

Intervención:La comparación siempre se hace entre dos términos…

Giussani: ¡Eh, claro!

Intervención: Entre yo, que ya estaba aquí, y esa novedad que…

Giussani: Espera. Quisiera quitar lo que hay de abstracción en esta frase, en el primer punto de esta frase.

Intervención: Yo también he tenido la experiencia que él describe. Soy un hombre, tengo mis problemas, y sigo viviendo en la realidad en la que estoy, que es la universidad; y he descubierto que no soy capaz de vivir solo todo esto, pero como mucho llego hasta esta constatación y luego me paro.

Giussani: Eso se refiere al malestar del que hemos hablado.

Intervención: ¡Pues sí! He descubierto algo que funciona, o sea, que responde, y por tanto afronto todo lo que tengo ante mí a partir de eso.

Giussani: