Doña Rosita la soltera - Federico García Lorca - E-Book

Doña Rosita la soltera E-Book

Federico García Lorca

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Beschreibung

"Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores" va recorriendo la vida de su protagonista, desde su juventud hasta la madurez, a la espera del cumplimiento de un amor que nunca llega a materializarse. A lo largo de sus actos, García Lorca despliega un lenguaje y una sensibilidad tan íntimos como bien perfilados, en los que todo parece colmarse de una poesía discreta que, sin embargo, está dotada de una arrolladora fuerza de expresión.

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Seitenzahl: 130

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Καί νέους ϑάρσυνε· νίϰης δ᾽ ἐν ϑεοῐσι πείρατα.

ΑΡΧΙΛΟΧΟΣ

ΕΛΕΓΕΙΑ, ΤΕΤΡΑΜΕΤΡΑ (57 D)

Anima tú a los jóvenes: a los dioses les toca determinar el triunfo.

ARQUÍLOCO

Elegías, tetrámetros (57 D)

ÍNDICE

Introducción

Es de justicia...

El niño y joven Federico

«Federico, estudia». Vicenta Lorca

La Residencia de Estudiantes

Necesidad de un cambio

La Barraca

Federico, voz nueva en el teatro español del siglo xx

Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores

Estreno y anécdota

Origen y motivo central

¿Qué representa Doña Rosita?

«El drama de la cursilería española»

El título

«Poema granadino del novecientos...»

«... dividido en varios jardines...»

«... con escenas de canto y baile»

El espacio

Lirismo

Personajes

Personajes secundarios

Esta edición

Bibliografía esencial

Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores

Acto primero

Acto segundo

Acto tercero

Después de la lectura

«Lo que me ha pasado le ha pasado a mil mujeres»

Créditos

INTRODUCCIÓN

Es de justicia...

El tiempo es nuestro gran juez, y admitir su evidencia, desde la humildad que confiere el ejercicio de la reflexión humana, nos ayuda a entender los hechos del pasado y dar tributo merecido a quienes, como Federico García Lorca, contribuyen (en presente) a que, con su obra, tengamos mayor conocimiento de la realidad y que además sea transmitida desde la belleza de la literatura. Cualquier intento de aprendizaje en el que la información del objeto de estudio esté sesgada por prejuicios y escaso interés —en este caso la vida y obra de nuestro autor— puede llevarnos a un conocimiento parcial y mediatizado.

El poeta granadino Luis García Montero, en el capítulo «Las leyendas del sur» de su extraordinario ensayo Un lector llamado Federico García Lorca, afirma que «formarse no es solo informarse, sino hacerse». Bien es cierto que esta reflexión parte del contexto de la necesidad de identificar la voz y estilo propios de Lorca, cuyo origen está en Andalucía y su significación mística. Pero también resulta una verdad que conviene tener en cuenta no solo en el estudio de esta obra, sino en cualquier proceso de formación, por supuesto, en el tuyo y el mío.

Iniciamos la senda del conocimiento de Lorca desde la tarea nada fácil de reconocer su identidad y la magnética influencia de la tradición y cultura andaluza en su obra. Además, todo en él adquiere sentido desde una cosmovisión personal que traspasa los límites de su Fuente Vaqueros natal y recoge las experiencias humanas y artísticas que lo configuran a lo largo de su corta vida. Destaca entre estas su afán por la lectura, propiciada por un ámbito social y económico favorable y compartido desde el seno de una familia interesada por la cultura y el conocimiento de los grandes pensadores, escritores, artistas... no solo del contexto español. Además, la relación de nuestro autor con un importante grupo de personas fue clave en todas las etapas de su vida en el proceso de madurez intelectual y la búsqueda de su propia identidad literaria.

Es cierto que su vida y obra siempre han suscitado grandes pasiones, también incógnitas. Alcanzar un conocimiento más amplio y profundo es posible gracias a los grandes trabajos realizados por la crítica (uno de los más reconocidos lo tienes referenciado en la bibliografía).

Este rodeo preliminar permite rechazar el tópico tan utilizado de «poeta salvaje», atribuido frecuentemente a escritores como Lorca y que tan poco favor concede a su persona y su obra. La naturaleza de un artista define su obra, y en él dos son las actitudes personales que conviene destacar: una naturaleza arrolladoramente artística y una innata curiosidad y atención ante todo lo que le rodea —en Viajes por España (1830-1833), el hispanista Richard Ford afirmará que los granadinos tienen el «germen contemplativo»—. El propio Federico (así lo nombramos a partir de ahora) se reconoce como un alma inquieta: «Yo siempre fui intranquilo» (1921).Así fue y será desde su nacimiento el 5 de junio de 1898 hasta su asesinato en 1936.

El niño y joven Federico

En el poema fabulado Los encuentros de un caracol aventurero, podemos admirar esa actitud contemplativa referida anteriormente. Es una obra de aparente armonía por lo narrado y su tono infantil, pero ya poseída de una carga simbólica que muestra esa actitud de constante contradicción e inquietud interna del poeta desde temprana edad. Es imposible no verlo identificado en «el caracol, pacífico burgués de la vereda».

La infancia de Federico transcurre con la sorprendente capacidad de observar, admirar y sentir como algo propio todo aquello que le ofrece la huerta y la vega de Granada, desde Fuente Vaqueros hasta Asquerosa (periodo que comprende de su nacimiento hasta 1909, cuando la familia se traslada a la ciudad), inundando su lirismo de cigarras, caracoles, lagartos y ranas, cantos de la vega, viento del sur, noches de estrellas, puestas de sol sobre los trigales...Como ya hemos señalado, la sensibilidad hacia lo que le rodea está íntimamente relacionada con el contexto familiar y social.

Federico es hijo de Federico García Rodríguez, hombre de campo, de éxito social y económico, inteligente, sensato, respetado, de buen corazón, y de Vicenta Lorca Romero, humilde, maestra, inteligente y apasionada de la cultura, madre protectora, exigente y de aura melancólica. Tuvo cuatro hermanos, Luis (fallecido a los dos años por enfermedad), Francisco, Concha e Isabel.

Destaca por su precocidad y habilidad musical, orientación artística dirigida en gran medida por su madre y que será clave en la configuración de su universo literario. La tradición popular lírica surge de la emoción de lo experimentado (cantos, juegos, folclore y tradición transmitida), pero, posteriormente, también del estudio y lectura de aquellos espacios literarios en que se recoge la tradición oral y musical de diversas culturas, como los cancioneros. Esta influencia contribuye progresivamente a configurar esa voz y estilo propios tan presentes en Federico.

«Federico, estudia». Vicenta Lorca

Con diez años, Federico había iniciado su formación académica en Almería, bajo la tutela del profesor Antonio Rodríguez Espinosa. Un año después, en 1909, la familia se traslada de alquiler a la casa de Granada cerca de Puerta Real, en la Acera del Darro. Cinco años de estudios de Bachillerato en el colegio Sagrado Corazón de Jesús sirven para reconocer la actitud natural de Federico ante lo acontecido y el escaso interés por los estudios reglados, aunque esta etapa de formación deja experiencias que el autor imitará en su obra.

En 1914, más por prescripción paterna que por voluntad, se abre un futuro incierto en la Universidad de Granada (Filosofía y Letras y Derecho). Finalizará únicamente esta última. Ahora bien, esta etapa le permite relacionarse con profesores y personajes decisivos en su formación y trayectoria literaria. Ejemplo de ello es el bibliotecario Francisco Guillén Robles, entre otros, como Domínguez Berrueta, profesor de Teoría de la Literatura, quien, a través de la organización de viajes de estudio por España, estimula efusivamente en los alumnos su importante patrimonio cultural y artístico. Así, en 1916 conoce a Machado en Baeza y posteriormente, entre otras, las ciudades de Ávila y Salamanca, donde queda admirado de la influencia de santa Teresa y Unamuno, respectivamente. En estos viajes y después de desestimar la carrera musical, Federico cultiva lo que él llamó el «patético afán» hacia la poesía.

Entre las influencias decisivas, es fundamental la amistad posterior con el compositor Manuel de Falla, quien reconoce, según nos cuenta el hermano en Federico y su mundo (1980), que «los cantos y los juegos infantiles son las primeras fuentes musicales que se incorporan al alma de Federico». Y, cómo no, la figura prestigiosa de Fernando de los Ríos, impulsor de la Institución Libre de Enseñanza, cuya intención pedagógica buscaba la transformación social y cultural de España.

1917 es la fecha considerada como el inicio de su actividad literaria con obras en prosa, donde está presente, entre otros temas, la imposibilidad del amor y el sentimiento generalizado de fracaso. Todo ello desde un tono nostálgico y melancólico. Estas primeras obras anticipan la preocupación de Federico por reivindicar la fatalidad de los personajes, la mayoría femeninos, cuyo drama personal es la no materialización del amor perseguido y por tanto la felicidad.

En Impresiones y paisajes, 1918, Federico se sirve de la prosa descriptiva para trasladar su experiencia en esos viajes por España, además de una parte dedicada a la ciudad de Granada, con una visión romántica y enraizada de la belleza y los contrastes de dicha ciudad.

La inquietud cultural del poeta y el gusto por la escena teatral son motivados en gran medida por Vicenta Lorca, su madre, de quien destacábamos antes su pasión por la cultura. Este entusiasmo aumenta con las posibilidades culturales de Granada. De hecho, las incursiones de la familia por sus salas de teatro llevan al joven Federico a dirigir pequeñas representaciones en el ámbito doméstico, con la complicidad de la familia y las criadas, quienes se prestan a ser actores y actrices improvisados del futuro gran dramaturgo.

La Residencia de Estudiantes

Era irresistible... Podía leer cualquier cosa, que la belleza brotaba de sus labios. Tenía pasión, alegría, juventud. Era como una llama.

Luis Buñuel (1982)

La incorporación de Federico a la Residencia de Estudiantes en 1919, proyecto innovador que nace de la Institución Libre de Enseñanza, es decisiva en su proceso de madurez intelectual y personal.

De la recomendación inicial de ingreso por parte de Fernando de los Ríos, en la que califica a Federico de la siguiente manera: «Ahí va ese muchacho de anhelos románticos [...], es uno de los jóvenes en que hemos puesto más vivas esperanzas», a la consideración que hace de él un periodista de La gaceta universitaria en 1927 como «el poeta oficial de la Residencia», transcurre una etapa prolongada (1919-1928), periódicamente interrumpida por las idas y venidas de Granada, pero que supone un torrente de contactos, amistades e influencias determinantes en la evolución estética y personal de Federico. Salvador Dalí, Rafael Alberti, Pepín Bello, Buñuel, Emilio Prados... son algunos de los coprotagonistas de este periodo.

Pero, en la vida, éxito y decepción coinciden. Es un periodo de efervescencia artística en que cultiva la poesía, el teatro, incluso la pintura, pero también se evidencian reveses personales, como el abandono de los estudios universitarios y el fracaso que supuso su primera obra teatral El maleficio de la mariposa, estrenada en el Teatro Eslava de Madrid el 22 de marzo de 1920 y que apenas duró cuatro representaciones. Por todo ello, hay motivos suficientes para que la familia reclame su regreso a Granada. Ante esto, Federico tiene que defender su decisión por permanecer en la Residencia, puesto que, como contesta de forma vehemente a su padre en una carta: «En mi camino estoy, papá. ¡No me hagas volver la vista atrás!... Aquí escribo, trabajo, leo, estudio. Este ambiente es maravilloso... Yo te suplico de todo corazón que me dejes aquí...».

De esta etapa destacamos por un lado su producción lírica: Libro de poemas (1927), Odas (1926-1928), Canciones (1927), Primer romancero gitano (1924-1927). En cuanto a obras de teatro, a la mencionada El maleficio de la mariposa (1919) le seguirán Los títeres de Cachiporra (1922), Mariana Pineda (1925), La zapatera prodigiosa (1926), Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín (1926).

1927 es un año clave también en lo que se refiere al devenir de la literatura española tras la reunión fundacional de la generación del 27, celebrada en Sevilla en diciembre de ese año, con el pretexto de la conmemoración del tercer centenario de la muerte del poeta Luis de Góngora.

Necesidad de un cambio

La culpa es de la vida y de las luchas, crisis y conflictos de orden moral que yo tengo.

Federico García Lorca (1929)

Hacia 1929 Federico sufría una crisis personal, entre otras cosas, tras las desavenencias con Salvador Dalí y la ruptura sentimental con el escultor Emilio Aladrén. Será Rafael Martínez Nadal, amigo íntimo de Federico, quien aconseje a su padre que quizá un viaje vendría bien dada la situación. Este se materializa con la oportunidad de acompañar a Fernando de los Ríos a Estados Unidos en junio de ese mismo año. Este viaje se prolongará hasta 1930, haciendo escala en Vermont y Cuba, antes de su regreso a Granada, justo un año después.

Es sin duda un viaje de expectativas iniciales, ánimo no le faltaba en ello, y de posterior choque y contrastes con una realidad que nada tiene que ver con la de España. Un emocionado Federico recibe de esta forma la modernidad de la ciudad, el ambiente de las calles, con su bullicio inicialmente atractivo: «New York es alegrísimo y acogedor. La gente es ingenua y encantadora. Me siento bien aquí».

De esta estancia surge el libro Poeta en Nueva York, obra de gran simbolismo e influencia surrealista. Son muchas las impresiones recogidas en este libro que reflejan las experiencias personales de su estancia, sobre todo a partir de la cultura de Nueva York, de sus calles y distintos lugares que visita, del sorprendente conocimiento de los negros neoyorquinos, de quienes admira su identidad y cultura, análogas a la andaluza en su música y forma de expresión.

El libro y, en concreto, la «Oda a Walt Whitman», es para gran parte de la crítica trasunto personal y temático de la homosexualidad de Lorca. Desde su infancia, la exploración de su intimidad afectiva y sexual se había abordado desde su revelación y ocultación simultáneas. En este sentido, los rumores acerca de este aspecto, en el contexto de las costumbres sociales de la época, llevaron a la reticencia e incluso el doloroso rechazo entre compañeros de la Residencia. Esta presión coartó de por vida una esperada confesión abierta en un ámbito no estrictamente literario, como el de las cartas personales que poseemos del autor.

La obra también está impregnada del desengaño progresivo que supone la reflexión de temas como la visión subjetiva y negativa del capitalismo y el modo de vida americana (recordemos 1929 como la gran crisis financiera), con sus terribles consecuencias: la deshumanización de la ciudad, la degradación medioambiental y, sobre todo, el reflejo de quienes ven relegada su existencia opresiva y de destino incierto. Una lectura, la de Poeta en Nueva York, que aún hoy es una valiosa metáfora de nuestra civilización.

La Barraca

El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país, y el barómetro que marca su grandeza o su descenso.

Federico García Lorca en una charla sobre el teatro (1935)

El 14 de abril de 1931 se proclama la II República. En este ambiente de efervescencia política y deseo de restablecer derechos y libertades, Lorca ve la oportunidad de llevar a cabo La Barraca, un proyecto de educación a través del teatro. «Ahora estoy perfilando los últimos toques a La Barraca. Que es el teatro de la F. U. E. de la Universidad de Madrid. Los estudiantes van a lanzarse por todos los caminos de España a educar al pueblo. Sí, a educar al pueblo con el instrumento hecho para el pueblo, que es el teatro y que se le ha hurtado vergonzosamente».Para lograr este ambicioso objetivo, cuenta con el apoyo de Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes.

El proyecto se inicia el verano de 1932 y, pese al carácter integrador de la compañía, con miembros de distinto sexo y sin importar ideología y creencia religiosa, La Barraca se encuentra con una fuerte y negativa reacción de sectores conservadores, de la prensa reaccionaria ante la república y de quienes veían en Federico un «aprovechado» de las ayudas y los permisos otorgados.

Durante la gira de la compañía y hasta que empieza su declive, motivado por la pérdida de subvenciones y el cada vez mayor auge y poder de la derecha (CEDA), Federico escribe obras de gran éxito como Bodas de sangre yYerma. Esta última se gestó en la huerta de San Vicente, espacio de descanso veraniego de la familia. Ambas desarrollan dos de los grandes temas de la producción dramática lorquiana: la primera, el amor inalcanzable y el deseo como fuerza ineludible que desemboca en muerte, en la segunda este final trágico es el resultado de la presión que sufre una mujer incapaz de ser madre.

Doña Rosita la soltera será su última obra representada en vida, como veremos a continuación. En cuanto a La casa de Bernarda Alba