Mi alma no cabe en mí - Federico García Lorca - E-Book

Mi alma no cabe en mí E-Book

Federico García Lorca

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Beschreibung

En estas prosas tempranas, escritas durante los años de formación de Federico García Lorca y aún impregnadas por la frescura de una mirada que empieza a descubrir el mundo, resuena ya la particular riqueza de tonos, imágenes y temas que definirían su obra. La voz del poeta nos lleva de vuelta al pueblo de su infancia -sus calles quietas, sus juegos, su escuela- y, con ello, al universo emocional de un niño que observa con una sensibilidad desbordante. Completan la selección una serie de textos que nos permiten experimentar el abanico de estados sentimentales que lo acompañaron en su juventud: una época en la que conoce los problemas del amor y se debate entre la inocencia y la lucidez, y en la que el lirismo y la destreza de sus narraciones presagian un talento sin igual. «Cuando se entierra en el corazón el primer amor entonces es la primera vez que se mira al cielo. Cuando se entierra en el corazón el primer amor los fantasmas del odio cubren el alma y la vida se ve a través de su verdadero cristal... Mi corazón se rebela contra el sufrimiento del amor despreciado. Todo mi espíritu vuela de aquí cuando mira lo imposible... Todo mi cuerpo es desfallecimiento cuando siente los ideales rotos. Mi amor es tan grande y tan de luz que el contacto carnal sería vaguedad y flotar en una atmósfera azulada. Todo lo que hay dentro de mí es puro y de espíritu... Yo soy un soñador que ahora recibe la primera desilusión. Yo soy un apasionado que mira una luz que está muy lejana de la vida. Yo soy uno que nace al hastío...».

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Seitenzahl: 88

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Autobiografía

MI PUEBLO

 

 

Cuando yo era niño vivía en un pueblecito muy callado y oloroso de la vega de Granada. Todo lo que en él ocurría y todos sus sentires pasan hoy por mí, velados por la nostalgia de la niñez y por el tiempo. Yo quiero decir lo que sentía de su vida y de sus leyendas. Yo quiero expresar lo que pasó por mí a través de otro temperamento. Yo ansío referir las lejanas modulaciones de mi otro corazón. Esto que yo hago es puro sentimiento y vago recuerdo de mi alma de cristal… Todas las figuras que desfilen por estas hojas desabridas, unas habrán muerto, otras están ya transformadas y el pueblo es otro completamente distinto… El monstruo de la política le quitó su virginidad y su luz. En ese pueblo yo nací y se despertó mi corazón. En ese pueblo tuve mi primer ensueño de lejanías. En ese pueblo yo seré tierra y flores… Sus calles, sus gentes, sus costumbres, su poesía y su maldad serán como el andamio donde anidarán mis ideas de niño, fundidas en el crisol de la pubertad. Oíd…

 

 

EL PUEBLO QUIETO

 

El caserío es pequeño y blanco y está todo besado de humedad. El agua de los ríos al evaporarse le cubre de gasas frías en las mañanas, tan de plata y níquel, que cuando sale el sol desde lejos parece una gran piedra preciosa. Luego, a mediodía, las nieblas se disipan y se le ve dormido sobre una manta de verdor. La torre de la iglesia es tan baja que no sobresale del caserío y cuando suenan las campanas parece que lo hacen desde el corazón de la tierra. Está rodeado de chopos que se ríen, cantan y son palacios de pájaros y de sauces y zarzales que en el verano dan frutos dulces y peligrosos de coger. Al aproximarse hay gran olor de hinojos y apio silvestre que viven en las acequias besando al agua. En verano el olor es de paja que en las noches, con la luna, las estrellas, y los rosales en flor, forman una esencia divina que hace pensar en el espíritu que la formó. En esas noches las mozas suspiran pensando en los ojos que serán luz de su vida. En esas noches los hombres sienten más los bordoneos sangrientos de una guitarra. En esas noches las viejas sentadas en sus puertas cuchichean historias pasadas y aconsejan a alguna muchacha en su amor. En el invierno los chopos están sin voces y el olor es de agua estancada y de paja quemada en los hogares… El pueblo está formado por una gran plaza bordada con bancos y álamos y varias callejas oscuras y miedosas en las que el invierno pone los fantasmas y las marimantas. La plaza es alargada y en un lado está la iglesia con sus frisos de nidos y avisperos. En la puerta hay una cruz de madera como un farol cubierto de telarañas, cercada de laureles y enredaderas. Coronando la fachada está la Virgen de las Paridas con su niño en brazos, carcomida por la humedad y cargada de exvotos y medallas. Las gentes le tienen mucha fe y cuando alguna mujer está sacrificada por el peso augusto de una vida futura, va y reza delante de la estatua para que aquella vida salga a la luz sin llevársela a la eternidad. Enfrente de la iglesia está la casa donde yo nací. Es grande, pesada, majestuosa en su vejez… Tiene un escudo en el portalón y unas rejas que suenan a campanas. Cuando niño, mis amiguitos y yo tocábamos en ellas con una barra de hierro y su sonar nos volvía locos de alegría y simulábamos tocar a fuego, a muerto y a bautizos… Por dentro la casa es fea y baja. En sus balcones las niñas de la enseñanza decían versos y cantares cuando pasaba la Virgen del Amor Hermoso, y yo era rey con una bengala en la mano… Las demás casas de la plaza son bajas y hondas. En ellas dormí en brazos cálidos de mozuelas durante la hora de la siesta y muchas veces comí las santas migas de maíz sentado alrededor de la sartén y acariciado por las gentes que las vivían [sic]. La plaza siempre está muda; únicamente el eterno cantar de la fuente turba su silencio religioso… La fuente es baja y tiene cuatro sonidos de agua fresca y pura. Por las tardes las mozuelas, muy compuestas y con manojos de flores en el pecho, van por agua con el cántaro a la cintura. Casi todas son robustas y encarnadas y llevan pañuelos de colores brillantes en el cuello. Sus manos las tienen encallecidas y sus pies son deformes por las grandes caminatas a través de los campos en busca de espigas. A puestas del sol, la fuente se cubre de risas y de cantos que apagan el hablar solemne del agua y las mozuelas son la alegría y el encanto de la muerta plaza. Pero cuando llega la noche la fuente canta más alto y el aire tiene un extraño temblor de misterio. Las puertas se van cerrando una a una y si alguien cruza sus pasos suenan como si anduviera violento sobre el agua de un aljibe… Todas las casas son iguales y con igual ajuar. Todas las pasiones son iguales. Todos los días son del mismo color… El sonido matinal del pueblo es de sonar campanillas y relinchar potros; el de la tarde es de risas de mujeres y cantar de niñas; y el de la noche es de tremolar de grillos y girar de puertas. La fuente es sonido eterno. En la plaza hay un prado donde las mujeres tienden la inmaculada ropa al sol y donde los chiquillos se revuelven como potrillos salvajes al salir de la escuela. En la primavera se cubre de margaritas, que son pasto delicioso de gallinas y lechones, y cuando el sol llena de luz y calor el pueblo, se ve invadido de una legión de niñas que hacen rondones y de niños que juegan al salto de la muerte. Las demás calles del lugar son estrechas, pendientes y sombrías… En una de esas calles hay una reja que fue guardiana de un gran amor y que después presenció una gran tragedia… Mi madre, al pasar por allí, me contaba la historia. Era una muchacha que estaba locamente enamorada de dos a la vez y que a los dos correspondía con su afecto. Hasta que un día uno de los amantes se enteró de lo que pasaba y en abril de un año ya lejano, la noche del Viernes Santo y cuando pasaba por allí la procesión de la Dolorosa, ella se asomó para verla pasar y él, abrazado a la reja donde tanto había gozado, se atravesó el corazón con un puñal… Siempre que transitaba por esa calle, aquella ventana tenía un misterio y un encanto trágico que me hacía pensar en el fuerte enamoramiento de aquel desdichado y nobilísimo.

Las leyendas que guarda el poblado son todas vulgares, pero de una vulgaridad infantil y honrada. Hombres que se mataron, muchachas que murieron consumidas de amor, galanes que robaron en noches de arrebato para huir con sus novias… Todo esto es lo que cuentan las viejas que saben de la historia del pueblo. Yo lo escuchaba antes con verdadero placer y sufría con los que en esas leyendas sufrían y que en ellas hacían sufrir, porque odiaba a los que tenían el corazón de piedra… Hoy todo aquello pasó. Hoy mi alma siente ya otras cosas más complicadas. Hoy de niño campesino me he convertido en señorito de ciudad… pero nunca olvido el pueblo y por eso escribo mis antiguos sentires, que eran perfumados por los habares en flor y por las noches oscuras del invierno.

 

 

MI ESCUELA