Helado de Yeti - Joan Antoni Martín Piñol - E-Book

Helado de Yeti E-Book

Joan Antoni Martín Piñol

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Beschreibung

El chef Zombi y sus amigos van de público al programa de televisión más famoso del momento. Pero en un impulso, Zombete reta al presentador a entrevistar al Yeti. Digno y orgulloso, el multimillonario decide aceptar el reto e invita a los protagonistas a volar hasta el Himalaya. Bermúdez, Pablo y los demás se encontrarán que, entre las montañas nevadas, hay secretos milenarios que es mejor no desenterrar.

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Seitenzahl: 51

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Joan Antoni Martín Piñol

Helado de Yeti

 

Saga Kids

Helado de Yeti

 

Copyright © 2012, 2022 Martín Piñol and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788728425923

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

1

Esto es lo mejor que nos ha pasado nunca! —gritó Zombete—. ¡Por fin podré ser famoso!

—¡

La gente que estaba a nuestro lado le hizo callar con silbidos y gestos de impaciencia.

Habíamos ido de público al programa de tele más popular del momento. Los niños estaban felices por la experiencia y yo, por los bocatas que nos habían dado antes de entrar al plató. Sólo tocaba a uno por persona, pero yo me había guardado veintisiete en la mochila para que mi pequeña Estiércol no pasara hambre. Y creo que devoró más de la mitad, porque mientras estábamos sentados en las gradas, mi mochila no paraba de moverse y se oían pequeños eructillos de placer.

—¿Qué lleva en su mochila? —me preguntó un chafardero que tenía sentado detrás.

—Nada. Tengo el móvil en silencio y vibra con mucha potencia.

En ese momento, una voz sonó por todo el plató:

—Bienvenidos al programa del señor Matt Teo. Limítense a escuchar y aplaudir todo lo que diga el presentador y disfruten de la mejor experiencia de su vida. Y, por supuesto, recuerden que estamos en riguroso directo, así que compórtense.

Natalia, Pablo, Irene y yo miramos a Zombete. Él se encogió de hombros y dijo:

—No me miréis así. No la voy a liar. Ni que fuera tonto...

Los músicos empezaron a tocar un rock, las luces del plató brillaron como si treinta ovnis estuvieran aparcando allí mismo, y descolgándose del techo con un cable apareció una elegante silueta.

La voz de los altavoces dijo:

—Den la bienvenida al fabuloso y guapísimo... ¡Matt Teo!

Todo el público empezó a aplaudir como si quisieran reventarme los tímpanos.

—Queridos espectadores —dijo el presentador—, hoy es un día muy importante. Para vosotros, porque me conoceréis a mí, que soy el más interesante de todos los presentadores. Y también para mí, que celebro mi programa número 99.999. He ganado todos los premios posibles, he contado los mejores chistes que se pueden contar, y sobre todo, he entrevistado a todas las personalidades que merecían estar en mi programa...

—¡Mentira! —interrumpió alguien.

2

Quién ha dicho eso? —gruñó el presentador mientras venía hacia el público.

Todo el mundo señaló sin dudarlo a Zombete, mientras Natalia y yo intentábamos alejarnos de su lado sin que se notara demasiado.

—¡¿Cómo te atreves a decir que miento, chaval?! —le rugió el presentador.

—Porque no has entrevistado a la persona más importante del mundo —se defendió el niñozombi.

—Claro que sí. Todos los líderes políticos y religiosos han pasado por este plató.

—Pero te falta el más importante —insistió Zombete.

—¿Y quién es?

—¿Quién va a ser? ¡El yeti!

Nosotros habríamos dado cualquier cosa por tener una manta gigante que nos cubriera.

—El yeti no existe.

—Claro que existe. Yo tengo una foto suya.

Ante la expectación de millones de personas que estaban viéndolo todo en directo desde sus casas, Zombete se llevó la mano al bolsillo trasero del pantalón y... se rascó el culo sin vergüenza alguna.

Después, sacó un papel arrugado de uno de sus bolsillos laterales y lo enseñó a las cámaras.

—¡Mirad como no es una leyenda! —gritó totalmente convencido.

El presentador parpadeó varias veces y le soltó con su vozarrón:

—¡Esto es un dibujo mal hecho por un niño tonto!

—Bueno, es un dibujo porque no llevaba cámara de fotos cuando lo vi.

—Y ¿cuándo viste al yeti?

—Una noche. Soñando.

La gente se tiraba al suelo, llorando y ahogándose de la risa.

Yo me habría metido dentro de mi mochila con Estiércol, pero no cabía.

—Chaval, quizá toda esta gente crea que eres tonto —le dijo el presentador—. Pero a mí me gustan los retos.

El hombre se acercó a una de las cámaras y empezó a hablar con determinación:

—Queridos espectadores, os prometo a todos que si el yeti existe, la semana que viene lo entrevistaré en exclusiva mundial en el programa 100.000. Pondré todos los recursos necesarios, que para algo soy famoso y multimillonario. Y para certificar que no se trata de ningún engaño, este niñato pesado y todo el resto del público que nos acompaña hoy vendrán con nosotros a recorrer el planeta.

3

Al acabar el programa, el presentador nos dijo que salíamos en avión en media hora. Su equipo había recibido varios correos electrónicos de un pequeño pueblo del Himalaya asegurando que habían visto a la criatura mitológica, y Matt no quería perder ni un minuto.

—No podemos irnos tan rápido —dijo Natalia—. Tenemos que pedir permiso a nuestros padres.

—Y hacernos la maleta con la indumentaria adecuada —añadió Pablo.

—Qué blandengues. Estiércol y yo podemos ir con lo puesto... —dije, haciéndome el chulo.

Pero al día siguiente, mientras nuestro avión sobrevolaba las montañas nevadas, se me pasó la valentía de golpe. Mientras Irene, Natalia y Pablo miraban fascinados por la ventana y Zombete se zampaba todas las barritas de chocolate que tenían las azafatas, yo temblaba de miedo, atado con el cinturón a mi asiento y abrazado a mi mochila.

—¿Has visto qué paisaje? —me preguntó Irene—. Es maravilloso.

—Esto de volar no es natural. Cuando aterricemos ya miraré lo que haga falta. Pero ahora intentad no poner todo vuestro peso en el mismo lado, que aún se desestabilizará el avión.

—Estadísticamente, el avión es el medio de transporte más seguro —me intentó tranquilizar Pablo.

—Sobre todo, si no te subes a él —gruñí.