Casarse por vengarse - Francisco de Rojas Zorrilla - E-Book

Casarse por vengarse E-Book

Francisco de Rojas Zorrilla

0,0

Beschreibung

 Casarse por vengarse . Francisco de Rojas Zorrilla     Fragmento de la obra   Jornada primera   (Selva.)   (Sale Blanca.)   Blanca: Pardo risco de sauces coronado alegre y fértil prado, por quien aquella selva, esta ribera todo el año es florida primavera; arroyuelo sonoro, vihuela de cristal con trastes de oro, que huyendo de esa fuente apresurado al mar, tan imprudente, dejas de esa campaña el azul raso, que aún no es tu Oriente, cuando ya es tu ocaso; sabed (si os enternece cuanto lloro) que a Enrique, infante de Sicilia, adoro. Arpadas y sonoras, dulces aves, que cantando suaves, flores con voz os juzga ese elemento, o copos que ha llovido el Sol al viento; sabed (si os enternece cuanto lloro) que a Enrique, infante de Sicilia, adoro. 

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 95

Veröffentlichungsjahr: 2010

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Francisco de Rojas Zorrilla

Casarse por vengarse

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Casarse por vengarse.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard

ISBN tapa dura: 978-84-9897-303-7.

ISBN rústica: 978-84-9816-216-5.

ISBN ebook: 978-84-9897-139-2.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 47

Jornada tercera 93

Libros a la carta 137

Brevísima presentación

La vida

Francisco de Rojas Zorrilla (Toledo, 1607-Madrid, 1648). España.

Hijo de un militar toledano de origen judío, nació el 4 de octubre de 1607. Estudió en Salamanca y luego se trasladó a Madrid, donde vivió el resto de su vida. Fue uno de los poetas más encumbrados de la corte de Felipe IV. Y en 1645 obtuvo, por intervención del rey, el hábito de Santiago.

Empezó a escribir en 1632, junto a Pérez Montalbán y Calderón de la Barca, la tragedia El monstruo de la fortuna. Más tarde colaboró también con Vélez de Guevara, Mira de Amescua y otros autores.

Felipe IV protegió a Rojas y pronto las comedias de éste fueron a palacio; su sátira contra sus colegas fue tan dura al parecer que alguno de los ofendidos o algún matón a sueldo le dio varias cuchilladas que casi lo matan. En 1640, y para el estreno de un nuevo teatro construido con todo lujo, compuso por encargo la comedia Los bandos de Verona. El monarca, satisfecho con el dramaturgo, se empeñó en concederle el hábito de Santiago: las primeras informaciones no probaron ni su hidalguía ni su limpieza de sangre, antes bien, la empañaron; pero una segunda investigación que tuvo por escribano a Quevedo, mereció el placer y fue confirmado en el hábito (1643). En 1644, desolado el monarca por la muerte de su esposa Isabel de Borbón y poco más tarde por la de su hijo, ordenó clausurar los teatros, que no se abrirían ya en vida de Rojas Zorrilla, muerto en Madrid el 23 de enero de 1648.

Personajes

Blanca, dama

Enrique, infante de Sicilia

Roberto, padre de Blanca

El condestable de Sicilia

Cuatrín, gracioso

Rosaura, dama

Silvia, criada

Jornada primera

(Selva.)

(Sale Blanca.)

Blanca Pardo risco de sauces coronado

alegre y fértil prado,

por quien aquella selva, esta ribera

todo el año es florida primavera;

arroyuelo sonoro,

vihuela de cristal con trastes de oro,

que huyendo de esa fuente

apresurado al mar, tan imprudente,

dejas de esa campaña el azul raso,

que aún no es tu Oriente, cuando ya es tu ocaso;

sabed (si os enternece cuanto lloro)

que a Enrique, infante de Sicilia, adoro.

Arpadas y sonoras, dulces aves,

que cantando suaves,

flores con voz os juzga ese elemento,

o copos que ha llovido el Sol al viento;

sabed (si os enternece cuanto lloro)

que a Enrique, infante de Sicilia, adoro.

(Sale Enrique por otra puerta.)

Enrique Monte Olimpo eminente,

tú que al cielo te pones frente a frente,

y dándole desmayos,

mendigo, en resplandor le bebes rayos,

vidrieras del Sol, nubes, ofensas

del viril celestial, que a trechos densas,

para eclipsar la luz al claro día

chupáis humores a la tierra fría;

sabed (si os enternece cuanto lloro)

que a Blanca, fénix de Sicilia, adoro.

Árboles matizados de colores,

verde murta, alta hiedra, humildes flores,

bosque alegre y sombrío,

tesorero que guardas el rocío

que en perlas te entregó la blanca Aurora,

y al dar cuenta la paga se mejora,

pues si en letras de aljófar lo ha librado

en plata se lo pagas a este prado;

sabed (si os enternece cuanto lloro)

que a Blanca, fénix de Sicilia, adoro.

Blanca En hora buena, Señor

noble Infante, dulce hechizo

de un alma en quien firme muero,

de un pecho en quien roca vivo,

seas venido a mis ojos;

que estoy tan poco conmigo

cuando en los tuyos no estoy,

que si me busco, es preciso

o en ti mismo hallarme yo

o que me bailes en ti mismo.

Enrique Pues yo mirándome en ti,

tan otro en mí me imagino,

que porque sé que me quieres,

a quererte más me animo;

y aún no sé a cuál quiero más

de los dos, pues necesito

de elección en la igualdad,

que estando los dos unidos,

yo en ti, como prenda tuya,

tú en mí, como cielo mío,

no sé si he de querer más,

suspenso, amante y remiso,

o a mí porque tú me quieres

o a ti, porque a ti me inclino.

Blanca Dejemos los argumentos,

y los discursos prolijos,

pues no digo cuanto siento,

aunque cuanto alcanzo digo;

en aquesta quinta hermosa

que alinda al mar cristalino

y con las nubes soberbias

frisan sus techos pajizos,

nos hemos criado juntos,

porque el Rey, tu hermano invicto,

te aborreció por decretos

que observan los astros limpios.

Mi padre, Roberto, aquí

te ha criado como a hijo,

y desde nuestras niñeces

parece que nos leímos

las almas, pues tan conformes

amantes hemos vivido,

que siendo iguales en todo,

en el campo parecimos

dos flores que de una mata

despliega el fresco rocío.

Ya, pues, creciendo la edad,

crecieron los albedríos,

y como en distintos cuartos

estamos los dos, rompimos

esta pared para vernos;

y está con tal artificio

dispuesta, y tan bien trazado,

que no ha de haber, imagino,

por la destreza del arte,

imaginación ni indicio

de que podamos abrirla

como si fuera un postigo;

porque aunque está por defuera

blanqueada, la dispusimos

de manera por de dentro,

que de este jardín florido

de noche a mi cuarto pasas

por ella; pero no ha habido

niebla que pueda turbar

las luces del honor mío.

En efecto, ilustre Infante,

hoy tanto en tu amor confío,

que quiero (pues que mi padre

está en Palermo, y te obligo

amante como yo misma)

que te desposes conmigo,

pues si en sangre no te excedo,

que no me excedes colijo;

la ocasión se nos ofrece,

tú me quieres, yo te obligo,

me estimas, yo te adoro,

tú me adoras, yo te, imito.

rompamos dificultades

atropellemos peligros,

yo cumpliré con mi amor,

tú conmigo habrás cumplido.

Mas si confuso te apartas,

si te disculpas remiso,

habré pensado inconstante,

recelosa habré temido,

que son falsos tus requiebros,

que ha sido tu amor fingido,

basiliscos tus razones,

y tus lisonjas hechizos.

Mira, pues, qué me respondes,

mi vida dejo a tu arbitrio,

o correspóndeme, ingrato,

o admíteme agradecido.

Enrique Ofensa, más que lisonja,

agravio, más que amor fino,

poca fe, más que firmeza,

de tus razones colijo;

¿tú dudas, tú te confundes,

cuando conoces que he sido

en quererte más constante

que aquel empinado risco,

que hecho puntal de diamante

sustenta a esos epiciclos?

¿Para qué quieres que ausente

tu padre intente delitos,

que en el achaque de honor

pueden parecer peligros?

Hoy vendrá ya de Palermo,

y al mismo instante imagino

pedirte; no te receles,

deja discursos prolijos,

que hermosura y desconfianza

hacen efectos distintos.

¿Quieres ver cómo no puedo

ser señor de mi albedrío?

¿Cómo he de adorarte siempre?

¿Cómo constante y activo,

si Fénix muero en tus rayos

salamandra resucito?

Pues oye en breves progresos

conceptos bien entendidos.

Produce la primavera,

tal vez en no sitio mismo,

dos flores, y allí verás,

que argentadas del rocío

que en perlas viste la aurora

va creciendo al paso mismo

la una flor con la otra flor,

y desplegando el capillo

con voz de olor se saluda,

y abriendo el cogollo fino

tanto en la mata se enreda,

que parece que han nacido

a hacer dulce maridaje

en tejidos laberintos.

Mas si la una flor se muere

dando al aire parasismos,

parece que la otra flor,

del dolor de haber perdido

su semejante o su amante,

si antes fue al campo florido

azucena de las rosas,

yace desmayado lirio.

Los dos, pues, somos dos flores,

que, habiendo juntas crecido

era fuerza que faltando

por accidentes precisos

una de las dos, muriera

la otra flor; y así entendido

que a faltarme tú en el campo

donde fragantes vivimos,

había de morir yo

desesperado y corrido.

Y si así puedo tener

almas que a tu amor dedico,

¿cómo había de apartarme

de tus rayos sensitivos,

si cuando con ellos muero

flor en ellos me habilito?

Y así, faltándome aquella

que pudo crecer conmigo,

no cumpliera con la fe

que debo a tus beneficios

si al compás que flor has muerto

no vengo a morir contigo.

Blanca ¡Ah, Enrique! desigualdades

suelen padecer peligros;

yo (aunque en sangre no me excedes)

soy, cuando a igualarte aspiro,

parto errante de esta selva,

aborto inútil de un risco;

tú, hermano de un rey, que atiendes

a reinar, pues no ha tenido

en veinte años de casado

ramas de su tronco altivo;

y aunque el Rey puede nombrar

por heredero a un sobrino,

está enfermo, y es su hermano,

y ha de admitirle propicio,

que en los gustos y en las muertes

se acaban los enemigos,

y suelen con los estados

mudarse los albedríos.

¿No ves entregarse al mar

aquel río fugitivo,

que hace golfo esa ribera,

tan soberbio, tan altivo,

que duda el río si es mar,

o dada la mar si es río?

Pues yo le conocí arroyo,

tan humilde y abatido

que le atajaba la murta

los pasos a su destino

y hoy, soberbio y arrogante,

monstruo de nieve vestido

lleva a saco las campañas,

burlándose de lo mismo

que antes le atajó los pasos

a su primer precipicio.

Mira aquel batel alado

que hecho hipogrifo marino

olvida azules campañas,

de los vientos impelido;

pues yo le vi zozobrando

ocultarse en el abismo,

y ya del viento ayudado,

vuela grave y corre altivo.

pues si un arroyo creciendo

se olvida de su principio,

y si una barquilla frágil

burla los salobres riscos,

uno con plantas de nieve

y otro con alas de lino,

claro está que he de temer,

cuando tus pisadas sigo,

que con mudanza del tiempo

batel corras, vueles río.

Enrique La respuesta escucha, Blanca;

pero tu padre ha venido.

Blanca Irme quiero.

Enrique ¿Para qué?

Pues tu padre no ha entendido

de nuestro amor las finezas,

ni en crédito ni en indicios.

(Sale Roberto.)

Roberto ¿Hijo, Enrique? ¿Blanca mía?

Blanca ¿Señor?

Enrique Hoy mi gloria empieza.

Roberto Vengo con mucha tristeza

de traer mucha alegría;

a un tiempo para los dos,

no sé si vengo a contar,

o para tu fe un pesar,

o un contento para vos.

Sabed que...

Enrique No prosigáis,

porque es imposible haber

asegurado un placer

si una pena aseguráis

que si yo gozo el contento,

aunque la pena llevéis,

sé que el contento tendréis

y al contrario, también siento,

que si vos tenéis pesar,

aunque yo tenga el contento,

será tal el sentimiento

de veros a vos penar,

que entre amorosos trasuntos,

como tanto nos queremos,

o los dos, gozos tendremos

o los dos, pesares juntos.

Roberto Eso es imposible ser;

y para argüir mejor,

sabed, que nace el dolor

de que os tengo de perder.

y en fin, como os he criado,

y en mi casa habéis vivido,

sabe Amor cuánto he sentido

vuestra ausencia y mi cuidado.

Porque es de mis canas ley,

el contento en vos es llano,

y es que murió vuestro hermano,

que heredasteis y sois rey;

vuestros pies, Señor, me dad,

(De rodillas.) y mi humildad no os espante,

que antes os miraba Infante

y agora os miro deidad.

Enrique Roberto, a mis nobles lazos

subid, como padre mío,