Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Progne y Filomena se encuentra en la Primera Parte de las comedias de Rojas Zorrilla. La obra se representó por primera vez en el Palacio Real el 10 de enero de 1636, por la compañía de Juan Martínez de los Ríos. Varios son los aspectos del mito de Progne y Filomena, procedente del libro VI de las Metamorfosis de Ovidio, en los que el argumento se separa de las fuentes latinas. Al margen de que en la conformación clásica del mito Hipólito no sea hermano de Tereo sino uno de sus hijos —confusión, no obstante, que incrementa la tensión dramática al presentar un rival amoroso inexistente en las primeras versiones del relato— Rojas desestima los detalles más tremendistas narrados por Ovidio: - por un lado, en la comedia áurea Filomena es simplemente herida en la lengua y no se le arranca de cuajo con unas tenazas como sucede en el mito de Ovidio - por otro, desaparece el episodio de la muerte de Ithis.De igual modo Rojas evita toda referencia final a la transformación de las protagonistas.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 99
Veröffentlichungsjahr: 2010
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Francisco de Rojas Zorrilla
Progne y Filomena
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Progne y Filomena.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9953-629-3.
ISBN rústica: 978-84-9816-236-3.
ISBN ebook: 978-84-9897-781-3.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 53
Jornada tercera 105
Libros a la carta 161
Francisco de Rojas Zorrilla (Toledo, 1607-Madrid, 1648). España.
Hijo de un militar toledano de origen judío, nació el 4 de octubre de 1607. Estudió en Salamanca y luego se trasladó a Madrid, donde vivió el resto de su vida. Fue uno de los poetas más encumbrados de la corte de Felipe IV. Y en 1645 obtuvo, por intervención del rey, el hábito de Santiago.
Empezó a escribir en 1632, junto a Pérez Montalbán y Calderón de la Barca, la tragedia El monstruo de la fortuna. Más tarde colaboró también con Vélez de Guevara, Mira de Amescua y otros autores.
Felipe IV protegió a Rojas y pronto las comedias de éste fueron a palacio; su sátira contra sus colegas fue tan dura al parecer que alguno de los ofendidos o algún matón a sueldo le dio varias cuchilladas que casi lo matan. En 1640, y para el estreno de un nuevo teatro construido con todo lujo, compuso por encargo la comedia Los bandos de Verona. El monarca, satisfecho con el dramaturgo, se empeñó en concederle el hábito de Santiago: las primeras informaciones no probaron ni su hidalguía ni su limpieza de sangre, antes bien, la empañaron; pero una segunda investigación que tuvo por escribano a Quevedo, mereció el placer y fue confirmado en el hábito (1643). En 1644, desolado el monarca por la muerte de su esposa Isabel de Borbón y poco más tarde por la de su hijo, ordenó clausurar los teatros, que no se abrirían ya en vida de Rojas Zorrilla, muerto en Madrid el 23 de enero de 1648.
Progne
Filomena
Pandrón, su padre
Rey Tereo
Hipólito
Libia, criada
Juanete, lacayo primero
Chilindrón, lacayo segundo
Aurelio, viejo, gobernador de Tracia
(Sale Filomena llorando y Hipólito.)
Hipólito Deja el llanto, Filomena,
que si es alivio, es rigor
que por templar un dolor
me causes a mi una pena.
Los ojos tuyos serena,
no los quiera tu piedad
aplaudir con vanidad
de cielos en tus desvelos,
que para ver que son cielos
les sobra la tempestad.
No bien destilado exhales
aljófar de más valor:
si el llanto es señal de amor,
no derrames las señales;
comunícame tus males,
sea el dolor repartido,
al paso que fue sentido;
y si con fuego veloz
hiere tu pena a mi voz,
hiera tu voz a mi oído.
Cuando a los ojos prefieres
tanto dolor reprimido,
¿Lloras porque me has querido
o lloras porque me quieres?
que es condición de mujeres
no ser constantes infiero,
yo, pues que a tus rayos muero,
una pregunto y mil veces,
¿Lloras porque me aborreces,
o por qué?
Filomena Porque te quiero;
¿Cómo, di, puedes dudar
lo que en mi llegas a ver?
¿Quién llora de aborrecer,
y quién no llora de amar?
tu sospecha he de culpar,
y que propongas me espanto
tanta duda, dolor tanto
en quien llora y quien suspira;
porque el oído arguye ira,
y el amor supone llanto.
Hipólito Aunque creerte es preciso,
por lo que arguyendo estás,
suele aborrecerse mas
aquello que antes se quiso;
sirva de ejemplo o de aviso
lo contrario, pues he hallado
del amar disciplinado,
que suele ser más querido
aquel que antes fue admitido
que aquel que solo fue amado.
Filomena No creas tan grave error,
que no se aposenta, siento,
bien el aborrecimiento
a donde vivió el amor.
Si aún es la ceniza actor,
si aquel fuego es inmortal,
no admitas ejemplo tal
a una llama repetida,
porque es amor una herida
que siempre deja señal.
Hipólito Filomena, envía ahora
con equívoco arrebol,
supuesto que tú eres Sol,
el llanto para la aurora;
dime, ¿qué tienes, Señora?
Filomena No entenderás mis enojos,
que son en estos despojos
tan honestos mis agravios
que al decirlos por los labios
se han de salir por los ojos.
Hipólito Ciego es mi amor, mas no tanto
que se pasase a ser rudo;
yo las entiendo, aunque es mudo,
las señas que hace tu llanto;
habla, explícame este encanto.
Filomena Allá voy con mi tormento.
Hipólito No en llamas salga violento,
que se huirá por ser veloz.
Filomena No me atiendas a la voz,
atiéndeme al sentimiento.
De aquel infelice día,
(ya presumo que te acuerdas,
si no es que con tus cuidados
tu memoria se divierta)
en que por embajador
llegaste a este reino, Atenas,
a donde Pandrón, mi padre,
bien obedecido reina,
por tu hermano el rey de Tracia
con mi padre hiciste treguas,
y cuando con él la paz,
conmigo alteraste guerra.
Fueron también los conciertos
(¡qué presto el mal se concierta!)
que tu hermano se casase
o con Progne o Filomena;
mi hermana Progne lo admite,
yo me rindo a la obediencia,
mi padre lo determina,
tú, Hipólito, lo deseas.
Enviaste, pues, dos retratos
de las dos, porque eligiera
el rey Tereo, tu hermano,
una de las dos bellezas.
(Belleza dije a la mía,
suple esta alabanza necia,
que pues soy tan desdichada,
no debo de ser muy fea.)
Eligió tu hermano, el Rey
a mi hermana, y porque tenga
su amor un premio debido,
el reino una conveniencia,
porque le cases te envía
poder con su firma regia,
y tú por él te casaste
con Progne, mi hermana bella.
Yo, viendo salir mi afecto
de la cárcel de la idea,
dando soltura a mis ojos,
los grillos quité a la lengua;
y viendo que ya mi hermana
de tu hermano es dulce prenda,
lo que calló tu lealtad,
dejó decir tu terneza,
hablábasme con suspiros,
que son retórica nueva
que en la clase del amor
ha inventado la modestia.
Nos mirábamos los dos.
¡Oh quién pintarlo supiera
yo el descuido en el cuidado,
tú cobarde en la fineza;
yo culpándote remiso,
tú temiéndome soberbia;
yo intentando que me hablaras,
tú intentando que te oyera:
por más señas que una vez
si no bastan estas Señas,
al ir a decir tu amor
con temerosas finezas,
o al manifestar tu incendio,
viéndome hablarte severa,
lo que iba a salir en voz
se te congeló en vergüenza.
Siempre temen los amantes,
pues de colores diversas
en las vistas del amor
toma el semblante librea.
Fingimos conversación
de diferentes materias
(disfraz que toma el deseo
para ganar la modestia),
decíamos nuestro amor
con equívocas sentencias
yo con fuego, y con tu hielo
templábamos nuestras quejas;
aunque tal vez temerosa,
sin saber en lo que yerra,
como andaba por el hielo
se deslizaba la lengua.
Cegó nuestro amor, en fin,
púsole el temor la venda,
entrose el alma por trato,
que al amor el trato engendra;
que es una fuerza mi pecho
tan inexpugnable y nueva,
que a no ganarla por trato
pienso que no la rindieras.
Y en un jardín una tarde,
donde tus lágrimas eran,
si de tu amor bien lloradas,
de mi dolor satisfechas;
apacible con tu ruego
cariñosa con tu queja,
creyéndote como hermosa,
oyéndote como tierna,
viéndote activo en la llama,
solícito en la empresa,
llegando, al verme remisa,
la noche por medianera,
al arrullo de tu voz,
como si muy niño fuera,
dormido quedó mi honor
y mi esperanza despierta.
Ni aun llores fueron testigos,
porque la rosa doncella
se escondió en verde capullo,
o de prudente o de honesta
arrugose en su botón
la vergonzosa azucena,
y a competir nuestros lazos
se asomó la verde hiedra.
A este tiempo (¡oh qué mal tiempo!)
mi padre anciano concierta,
puesto que Progne, mi hermana,
es del Rey, tu hermano, prenda,
que Jacobo, hijo del rey
de Albania, mi esposo sea;
y hoy también llegó un aviso
que hoy llega tu hermano a Atenas,
y que se ha de partir hoy
también con mi hermana bella,
porque de su brevedad
pretende hacer su fineza.
Mira ahora, dueño mío,
si será razón que sienta
(aunque sentir las desdichas
suele ser consuelo dellas),
que el Bey mi mano le pida,
que declararle no pueda
a mi padre nuestro amor;
y, en fin, que tu hermano venga,
y que hoy se vaya tu hermano
a su reino, donde es fuerza,
pues solo a que venga aguardas,
que a su patria con él vuelvas.
Casarme yo no es posible,
pues aunque yo lo quisiera,
tu amor, mi honor, tu palabra,
es fuerza que lo defiendan
irte, también es matarme,
hipólito, pues me dejas
el alma en el sentimiento,
y el sentimiento en la pena.
Pues quedarte en este reino,
aunque es paga, es imprudencia,
pues viene a ser añadir
un indicio a una sospecha
de suerte, que ya me quedo
si con tu hermano te ausentas
sin ti para mi dolor,
sin mí para mi nobleza,
con mi padre para el llanto,
para mi error con mi ofensa,
sin mi honor para mi fama,
y sin ti para mi queja.
Mas yo no extraño estos riesgos,
aunque tan airados vengan,
que así como vi la calma
adiviné la tormenta;
y viendo tardar los males
me dije un día a mi mesma
¿de cuándo acá las desdichas
vienen con tanta pereza?
no los socorros de amante
te pido, porque se yerran,
como anciano en las desdichas
algún medio me aconseja;
cuerdo eres y yo infeliz,
estos dos extremos mezcla;
valiente eres y yo amante,
estas calidades templa;
un riesgo sane otro riesgo
un mal otro mal divierta;
la sangrienta herida pide
medicina más sangrienta,
búsquese grande remedio
donde hay tan grande dolencia,
y lo que escribió el error
sepa corregir la enmienda,
que yo obediente y amante,
a tus preceptos dispuesta,
o me templaré prudente,
o te seguiré resuelta,
porque debas a mi amor
la última conveniencia,
pues para enseñarte el riesgo
hoy se ha quitado la venda.
Hipólito Suspende el rigor mortal
y las lágrimas también
y escucha dispuesto en bien
al que tú lloras en mal.
Filomena Pues, ¿qué remedio se espera
cuando el riesgo viendo estás?
¿Cómo lo remediarás?
prosigue.
Hipólito Desta manera
este es el medio mejor,
y el que estos daños allana:
supuesto que tú y tu hermana
os tenéis tan grande amor,
o por sangre o por estrella,
y este riesgo viendo estás,
a tu padre le dirás
que no te has de hallar sin ella.
Y porque este intento así
fácilmente se consiga,
Progne a tu padre le diga,
que no se ha de hallar sin ti;
tú se lo avisas primero,
y con amorosos lazos
tal llanto finge en sus brazos
que parezca verdadero;
pues las mujeres tenéis
dos llantos con que vivís
el usado si fingís,
pero el tardo, si queréis;
que te has de ir por su afición
con ella, di desde luego,
y finge de modo el ruego
que pase a resolución.
Que ella ha de admitirlo sé,
con que estos riesgos allano,
Progne seguirá a mi hermano,
y yo siguiéndole iré;
divertirás tu cuidado
siendo en tan feliz jornada,
Progne de ti acompañada,
tu amor de mí bien pagado;
y puesto que en ardid tal
esta ventura logremos,
ya que no le remediemos
alargaremos el mal.
(Salen Juanete y Chilindrón.)
Juanete Albricias pedirle quiero.
Chilindrón Albricias vengo a alcanzar.
Juanete Vuesarced lo ha de contar.
Chilindrón (Aparte.) (¡Qué haya venido primero!)
de que vi...
Juanete Desembarcar...
Chilindrón Déjeme hablar el bufón.
Juanete Tiene muy grande razón,
vuesarced lo ha de contar.
Chilindrón ¡Que deste modo me inquiete!
Juanete ¡Qué tenga yo esta pensión!
Filomena Dilo, acaba, Chilindrón.
Hipólito Acaba, dilo, Juanete.
Chilindrón Con cien naves corrió el mar...
Juanete No son sino ciento y dos.
Chilindrón Si no callas, vive Dios...
Juanete Vuesarced lo ha de contar.
Hipólito ¿Aún duran vuestros enojos?