Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
El más impropio verdugo por la más justa venganza es una obra del dramaturgo español Francisco de Rojas Zorrilla, autor del Siglo de Oro, conocido por sus complejas tramas y su destreza en el manejo del lenguaje. La obra es un claro ejemplo de la tradición del "drama de honor" en la literatura española del Siglo de Oro. Estos dramas suelen girar en torno a la importancia del honor personal y familiar, y las acciones extremas que los personajes pueden tomar para defender o restaurar su honor. En El más impropio verdugo por la más justa venganza, Rojas Zorrilla explora estas cuestiones de honor, centrándose en las decisiones difíciles y a menudo violentas que los personajes deben tomar en su defensa. Como en muchas de las obras de Rojas Zorrilla, los personajes son complejos y multifacéticos, y sus decisiones no siempre son predecibles, lo que añade una dimensión de realismo psicológico a la obra. Aunque la obra es un drama, también tiene elementos de comedia, lo que refleja el enfoque a menudo equilibrado de Rojas Zorrilla hacia la tragedia y la comedia.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 91
Veröffentlichungsjahr: 2010
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
Francisco de Rojas Zorrilla
El más impropio verdugo por la más justa venganza
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: El más impropio verdugo.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9897-479-9.
ISBN rústica: 978-84-9816-222-6.
ISBN ebook: 978-84-9897-239-9.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 61
Jornada tercera 105
Libros a la carta 155
Francisco de Rojas Zorrilla (Toledo, 1607-Madrid, 1648). España.
Hijo de un militar toledano de origen judío, nació el 4 de octubre de 1607. Estudió en Salamanca y luego se trasladó a Madrid, donde vivió el resto de su vida. Fue uno de los poetas preferidos de la corte de Felipe IV. En 1645 obtuvo, por intervención del rey, el hábito de Santiago.
Empezó a escribir en 1632, junto a Pérez Montalbán y Calderón de la Barca, la tragedia El monstruo de la fortuna. Más tarde colaboró también con Vélez de Guevara, Mira de Amescua y otros autores.
Felipe IV protegió a Rojas y pronto las comedias de éste fueron a palacio; su sátira contra sus colegas fue tan dura al parecer que alguno de los ofendidos o algún matón a sueldo le dio varias cuchilladas que casi lo matan. En 1640, y para el estreno de un nuevo teatro construido con todo lujo, compuso por encargo la comedia Los bandos de Verona. El monarca, satisfecho con el dramaturgo, se empeñó en concederle el hábito de Santiago: las primeras informaciones no probaron ni su hidalguía ni su limpieza de sangre, antes bien, la empañaron; pero una segunda investigación que tuvo por escribano a Quevedo, mereció el placer y fue confirmado en el hábito (1643). En 1644, desolado el monarca por la muerte de su esposa Isabel de Borbón y poco más tarde por la de su hijo, ordenó clausurar los tablados, que no se abrirán ya en vida de Rojas Zorrilla, muerto en Madrid el 23 de enero de 1648.
César
Alejandro, hijo de César
Carlos, hijo de César
Federico
Diana, dama primera
Casandra, dama segunda
Laura, criada
Cosme, gracioso primero
Damián, gracioso segundo
El Duque de Florencia
Julia, criada
Un Herrador
Un Maestro
Criados
Acompañamiento
(En habiendo cantado la música, diga una voz en lo alto, sin oírse los músicos.)
Una voz (Dentro.) Arrojadle de la escala,
precipitadle, matadle,
baje en átomos al centro,
mida sin alas los aires;
Faetón de sí mismo sea,
que para la muerte dalle
comisión de Dios tenemos.
Todos (Dentro.) ¡Muera!
(Baja rodando Alejandro desde arriba con broquel y espada, acuchillando a los músicos, y dice.)
Alejandro ¡Oh, vil, canalla, infame!
Músicos Parece que una montaña
se vino abajo.
Alejandro Esperadme,
villanos; porque aunque todo
el infierno os acompañe,
pedazos os he de hacer;
estos son, huid, cobardes.
Músicos Tente, demonio, o quien eres,
que como rayo bajaste
desde ese balcón al suelo.
Todos Huyamos.
(Vanse los músicos.)
Alejandro No ha de escaparse
una filáziga humana
de vosotros, ni de nadie
de cuantos al paso encuentre,
que escupo el alma en volcanes
por los ojos y la boca.
(Sale Carlos por otra parte con espada desnuda y broquel.)
Carlos Hombre, detente, ¿qué haces?
¿Quién eres?
Alejandro ¿Quién? El demonio.
Carlos ¿El demonio? Obligárate
la cruz deste acero mío,
de las estrellas brillante
espejo, a que huyas.
Alejandro ¿Yo?
Mal me conoces, mal sabes
quien soy, porque soy demonio
tan loco, tan arrogante,
que no huyo de las cruces
ni de un calvario: la calle
se ha de hacer, hombre, angosta,
y el mundo, para que escapes,
hecho cenizas de mí.
Carlos Pues están desnudas, hablen
las lenguas de acero solas,
y las arrogancias callen.
Alejandro Siempre que se me ha ofrecido
he hablado en ese lenguaje;
mas no he encontrado en Florencia
ni en el mundo, quien me aguarde
con tanto valor.
(Pelean los dos.)
Carlos Pelea,
y verás más adelante
el que descubres en mí.
Alejandro Confiésote que es notable:
¿eres Güelfo o Gibelino?
Carlos El valor hace linaje
de por sí.
Alejandro ¿Carlos, mi hermano?
Carlos ¿Es Alejandro?
Alejandro Y quien sale
de una batalla infernal
con hidrópico coraje
de beber mi sangre propia.
Carlos Bien podrás beber tu sangre,
que alguna pienso que vierte
este brazo del combate
que hemos tenido.
Alejandro Y el alma
quisiera también sacarte,
siendo segundo Caín
de Florencia a las edades
venideras, por poder
templar, Carlos, con matarte,
la infernal cólera mía.
Una voz (Dentro.) Agradece a las piedades
secretas del cielo, fiera,
que para portentos naces,
el haberte revocado
la sentencia inexorable
de tu muerte, que sino
pedazos hecho...
Alejandro Aguardadme,
villanos, veréis si soy
de veras portento.
(Vase.)
Carlos ¿Que áspid
nació con tanto veneno,
ni qué Africano Cerastes?
aguarda, Alejandro, espera
que aunque esas ofensas haces
a la sangre que tenemos,
al riesgo de acompañarte
a que tu furor te opone...
(Sale Diana a un balcón.)
Diana Carlos es, quiero llamarle.
Carlos Alejandro, espera.
Diana ¡Ah, Carlos!
¡Ah, Carlos!
Carlos La voz de un ángel
me detiene, que es Diana,
que como Diana sale
rayos de plata esparciendo,
dando a la noche cobarde
presunciones contra el día.
Diana Más que las voces suaves
de la música, el rumor
de las cítaras de Marte
me han obligado a salir
a este balcón, que en la calle
os recelé con peligro.
Carlos Mil años el cielo os guarde,
que basta para lograllos
en mi fortuna inmortales,
ese cuidado de veros,
aunque con tantas os pague
almas como pensamientos.
Yo voy siguiendo el alcance
de mi hermano, que ha tenido
con las sombras, con el aire
no sé que ocasión aquí,
y es forzoso no dejalle
de la mano, aunque primero,
juzgándome de la parte
contraria, me ha herido.
Diana ¿Herido?
Carlos No es nada, en un brazo; dadme
licencia, y la grosería
de dejaros perdonadme,
pues veis que es deuda precisa
el acudir a mi sangre.
Diana Esta banda, y este lienzo
en lugar del dueño bajen
en este lance a serviros.
(Echa una banda y un lienzo.)
Carlos Serán para eternizarme.
Diana ¡Ay, Dios! Mi hermano recelo,
Carlos, que ha entrado en la calle;
retiraos de suerte que él
no os encuentre a estos umbrales
y averigüe las sospechas
que de nuestras vistas trae,
que aunque para el casamiento
que intentáis somos iguales,
es Güelfo y vos Gibelino.
(Vase.)
(Sale Federico.)
Federico Un hombre (si en engañarme
no está conmigo la noche
falsa) me parece, que antes
que yo llegase a mi puerta
estaba, y del sitio parte
(Recatándose Carlos.)
agora la calle arriba,
procurando recatarse
de mí; mis sospechas andan
cerca del último examen;
sin duda que galantea
este a mi hermana; alcanzalle
pretendo, y reconocelle
aunque me cueste arriesgarme.
Carlos Federico me pretende
seguir, y no he de aguardalle
por Diana, y por poder
ir tras Alejandro.
(Vase.)
Federico Tarde
lo he intentado, que ya ha vuelto
la esquina, y es disparate
y temeridad seguille
y yo a mí propio agraviarme;
que puede ser diferente
de lo que sospecho pase
solamente por antojo.
(Sale, Cosme, gracioso, criado de Alejandro.)
Cosme Que aquí viniese a buscalle
me mandó Alejandro, y fuera
para mí dicha muy grande
no encontrar con él, que sirvo
a un duende, a un demonio. Tate,
que aquí hay gente; y si no es él,
defiende el puente gigante
desmesurado.
Federico Otra vez
el hombre vuelve a la calle,
o arrepentido de haberse
recatado en semejante
ocasión, o presumiendo
de hallar el puesto sin nadie;
al paso quiero salille.
Cosme Ni el compás de andar ni el talle
es de Alejandro, ¿qué haré?
Federico ¿Quién va?
Cosme ¿Quién viene?
Federico ¡Notable
respuesta!
Cosme Traigo mojada
la pólvora.
Federico ¿Qué lenguaje
es ese?
Cosme El que me enseñaron
mis abuelos y mis padres;
perdone vuesa merced.
Federico Pues vuélvase.
Cosme Que me place.
Federico Y advierta, en su vida que
por esta calle no pase.
Cosme Sea muy enhorabuena,
que eso dijeron a Zaide,
y no era tan obediente
como yo, con mil quilates.
Federico Hombre de gusto parece.
Cosme (Aparte.) (¡Lo que yo porque llegase
Alejandro diera!)
Federico ¿Cómo
no se acaba de ir?
Cosme Iranse
cuando vuesarced quisiere,
que no son bestias.
Federico Aguarde.
Cosme Obedezco.
Federico ¿Qué buscaba
en este sitio tan tarde?
Cosme Yo lo diré, que fui amigo
siempre de decir verdades.
Alejandro, hijo mayor
de César de Salviati,
en Florencia conocido
por sus raras mocedades
y notables travesuras,
en esta casa...
Federico Adelante.
Cosme A Diana galantea,
que es un florentín arcángel,
hermana de Federico
de Médicis, y es su amante
Carlos, su hermano también
y uno del otro no sabe.
Sirvo a Alejandro, y mandome,
que por aquí le buscase,
y vengo de muy bellaca
gana a estas horas a darle
ese gusto, porque tengo
desde el vientre de mi madre
muy poquita inclinación
de ver de noche las calles,
y a las lechuzas las dejo
que son más fantasmas que aves.
Federico (Aparte.) (Confesó de plano el hombre
sin darle tormento. ¡Cuáles
son los criados!)
Cosme ¿Ireme?
Federico Bien puedes irte o quedarte.
Cosme También pienso que a Casandra,
(que es hermana de los tales
Alejandro y Carlos) quiere
Federico, para que anden
trocados los frenos.
Federico (Aparte.) (Todo
este villano lo sabe.)
Cosme Y a no ser bandos contrarios
llegarán a declararse
y a pedillas por mujeres,
que, durante el doncellaje,
no lo son, que son enigmas,
son sabandijas neutrales,
ni bien hombres, ni bien hembras,
ni bien pescado, ni carne.
Federico Darme a conocer no quiero;
disimulando, y dejalle
en este puesto, y volver,
después que deje la calle,
a entrarme en casa.
(Vase.)
Cosme Él se fue,
y me dejó; nuevo achaque
debió de calle en la testa;
pero por estotra parte
viene otro hombre, que parece
espárrago de las Laudes;
porque ya han dicho maitines,
y dellos a salir tañen
estas monjas Filomenas
profesas, que aquí adelante
viven.
(Sale Damián, segundo gracioso, con espada y embozado.)
Damián Dormime, por Dios,
que con el nuevo romance
me arrullé, el broquel por cuna,
y como si fuera en Flandes;
de la música el suceso
no he sabido, ni a qué parte
se fue Carlos, mi señor,
que aún no han quedado señales
de haber pisado estas piedras
plantas humanas.
Cosme Tornarme
no parece bien, que ya
me ha visto y será brindalle
con el miedo a más valor,
que no trae el hombre talle
de menos miedo que yo,
y de cobarde a cobarde
vence el que acomete.
Damián (Aparte.) (Aquí
está un asombro de Marte.)
Cosme ¿Quién va?
Damián ¿Por qué lo pregunta?
Cosme (Aparte.) (Respondió con espantable
despejo: yo me he engañado,
la calle llueve Roldanes.)
Damián ¿Qué dice?
Cosme Aquí no se dice,
sino solamente se hace.
Damián Pues saque la espada.
Cosme Quiero
saber antes que la saque
si es Güelfo o es Gibelino.
Damián Soy cuatro mil Barrabases.
Cosme ¡Puto! ¿Cuatro mil?
Damián Y son
pocos.
Cosme Pues vuelva a endiablarse
por más al infierno, si hay