La esmeralda del amor - Francisco de Rojas Zorrilla - E-Book

La esmeralda del amor E-Book

Francisco de Rojas Zorrilla

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Beschreibung

El legado de Francisco Rojas Zorrilla, como muchos otros grandes autores del teatro de su tiempo, se caracteriza por el elevado número de obras cuya atribución está bajo sospecha. La esmeralda del amor figura entre las diecisiete comedias de Rojas Zorrilla que se han denominado de «atribución conflictiva». La historia de esta obra narra los amoríos de Carlos, rey de Francia y futuro Carlomagno. Aquí Carlos experimenta cambios sucesivos y drásticos en sus preferencias amorosas. Su amor por distintos personajes femeninos, depende de que lleven consigo una joya dotada de poderes mágicos. Se trata de La esmeralda del amor a la que alude el título.

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Seitenzahl: 71

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Francisco de Rojas Zorrilla

La esmeralda del amor

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La esmeralda del amor.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-619-4.

ISBN rústica: 978-84-9816-224-0.

ISBN ebook: 978-84-9897-769-1.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 45

Jornada tercera 79

Libros a la carta 111

Brevísima presentación

La vida

Francisco de Rojas Zorrilla (Toledo, 1607-Madrid, 1648). España.

Hijo de un militar toledano de origen judío, nació el 4 de octubre de 1607. Estudió en Salamanca y luego se trasladó a Madrid, donde vivió el resto de su vida. Fue uno de los poetas preferidos de la corte de Felipe IV. En 1645 obtuvo, por intervención del rey, el hábito de Santiago.

Empezó a escribir en 1632, junto a Pérez Montalbán y Calderón de la Barca, la tragedia El monstruo de la fortuna. Más tarde colaboró también con Vélez de Guevara, Mira de Amescua y otros autores.

Felipe IV protegió a Rojas y pronto las comedias de éste fueron a palacio; su sátira contra sus colegas fue tan dura al parecer que alguno de los ofendidos o algún matón a sueldo le dio varias cuchilladas que casi lo matan. En 1640, y para el estreno de un nuevo teatro construido con todo lujo, compuso por encargo la comedia Los bandos de Verona. El monarca, satisfecho con el dramaturgo, se empeñó en concederle el hábito de Santiago: las primeras informaciones no probaron ni su hidalguía ni su limpieza de sangre, antes bien, la empañaron; pero una segunda investigación que tuvo por escribano a Quevedo, mereció el placer y fue confirmado en el hábito (1643). En 1644, desolado el monarca por la muerte de su esposa Isabel de Borbón y poco más tarde por la de su hijo, ordenó clausurar los tablados, que no se abrirán ya en vida de Rojas Zorrilla, muerto en Madrid el 23 de enero de 1648.

Personajes

El rey Carlos de Francia

El Duque, galán

El Conde, galán

El Marqués, barba

La Infanta, dama

Blancaflor, dama

Isabela, dama

Felina, criada

Un Griego, viejo

Alfeo, músico

Pierres, gracioso

Dos soldados

Dos pretendientes

Música

Acompañamiento

Jornada primera

(Tocan cajas y clarines, y salen por un lado el Rey y acompañamiento, y por el otro el Duque, el Conde y el Marqués, barba.)

Marqués Rey nuestro, rey francés, Carlos valiente,

señor de los imperios del Oriente,

cuyo renombre aclama

el bronce de la fama,

sed ml veces a Francia bien venido;

vuestras plantas me dad.

(Arrodíllase.)

Rey Agradecido,

(Abrázalos.) para tan nobles lazos

apercibo los brazos.

Duque ¡Quién de vuestro valor, vuestros alientos,

supiera la verdad!

Rey Estadme atentos:

por la margen amena del Rhin marcha

el lombardo escuadrón con tanto brío,

que del Enero no temió la escarcha

ni sintió los rigores del estío;

aquél vibra la pica y éste la hacha,

provocando a batalla y desafío,

a sombras de su bárbaro estandarte,

rayos de Jove y cóleras de Marte.

Descubrió nuestro ejército su gente

cuando dispierta la rosada aurora,

y en los hermosos campos del Oriente

rayos bebe de luz, que en perlas llora

al mismo tiempo el Sol sacó la frente,

en vano los laureles enamora,

y volviose a esconder, que no quería

ver el horror de aquel tremendo día.

Turba el cielo su faz, no está serena,

la tierra se estremece, el cielo brama,

condénsase el vapor, la nube truena,

relámpago es la luz, rayo la llama,

las nubes dan horror, los aires pena,

la niebla crece, en sombras se derrama,

no vuela el ave, encierra ya la fiera,

la lluvia amaga, tempestad se espera.

Las aguas se desatan con rocíos,

párase su escuadrón, marchan mis gentes,

crecen las lluvias, van cobrando bríos,

perlas del alba fueron ya sus fuentes;

pasan a ser arroyos, ya a ser ríos,

aun las esferas mares son valientes;

todo es tinieblas, apagose Febo,

ya es enojo de Dios, diluvio es nuevo.

Temblaron otra vez los empinados

montes al verse en aguas sumergidos,

temieron otra vez verse anegados

los pájaros celestes en sus nidos;

en las cóncavas grutas encerrados

los brutos de temor dieron bramidos;

las nubes el Océano se beben,

revientan luego y lo bebido llueven.

Su ejército gentil se desbarata,

al terrestre naufragio animo el mío,

con pecho denodado embiste y mata,

porque los cielos le llovieron brío;

y por teñir de carmesí su plata,

rompió las verdes márgenes el río,

y a los muertos, que en hombros se llevaba,

vivos sepulcros en sus peces daba.

Inundar mi campaña no podían

los cristales, quizá de lisonjeros,

y aquellos que sin ánimo temían

el gran valor de mis soldados fieros

al agua se arrojaban, y bebían

la sangre de sus mismos compañeros,

y el eco de mi nombre era más fuerte

que el parasismo de la misma muerte;

quedamos yo y el agua vencedores,

la tempestad funesta se retira,

de las nubes cesaron los rigores,

el zafir de los cielos ya se mira;

sale el arco de paz de tres colores,

el mundo vuelve en sí, todo respira,

las nubes pinta el Sol con listas de oro

y un rayo se asomaba a cada poro.

Vuelan las aves, caracoles hacen,

corren las fieras, retozando braman,

vense las plantas, florecillas nacen,

pájaros cantan yen su voz me aclaman;

salen rebaños, la campaña pacen,

todo es aplausos, vencedor me aclaman,

mi mano espera, si esperó mi frente

laureles de Asia, imperios de Occidente.

Duque Al cielo ruego que hasta el africano

el castigo se alargue de tu mano.

Conde Siendo tu brazo ¡oh Carlos sin segundo!

Asombro de los términos del mundo.

Rey Conde, sepa mi hermana que he llegado.

Conde Ya voy a hacerlo que me has mandado.

(Aparte.) (Hoy un nuevo cuidado me desvela;

al Rey quiere Isabela,

y aunque él no ha estimado,

puede volver trocado;

morirá mi esperanza,

pues que vive en la ausencia la mudanza.)

(Vase.)

Duque (Aparte.) (El Rey a Blanca quiere,

y ella le corresponde, mi amor muere;

mas puede ser que él se haya convencido

o que la guerra le causase olvido;

aliente mi esperanza,

pues que vive en laausencia la mudanza.)

(Sale Isabela, dama.)

Isabela Carlos viene, y el rumor

del aplauso popular

dice que debe triunfar

tan dichoso vencedor;

en, malogrado amor,

aunque nunca os ha querido,

no os acobarde el olvido,

siempre le habéis de querer,

y dejémonos vencer

de quien reyes ha vencido.

(Sale Blancaflor.)

Blancaflor Mi hermosa competidora,

como yo, al Parque desciende,

y recibirle pretende,

siendo de su luz aurora;

pero si Carlos me adora

y si Carlos la aborrece,

más mi lástima merece

que mi envidia. ¡Ah desdichada!

Tú quedarás desairada

si ves que me favorece.

Rey Por el Parque quiero entrar,

porque pisando claveles,

encontraré con laureles

que me puedan coronar;

Isabela y Blancaflor

a recibirme han bajado;

a Isabela he desdeñado

cuando a Blanca tuve amor;

pero si con pompa y gloria

a mis contrarios vencí,

hoy me he de vencer a mí,

que es más difícil victoria;

ya no hay pretender ni amar,

y para que todos vean

esta mudanza y la crean,

ni la he de hablar ni mirar.

Blancaflor Vuestra majestad, señor,

alcance tantas victorias

que las humanas memorias

nunca olviden su valor;

queden las historias llenas,

y escríbanse tantas sumas

que esté la fama sin plumas

para escribir las ajenas;

tus sienes coronen fieles

tan varios climas y zonas

que para tantas coronas

falten al mundo laureles;

y tu imperio sin segundo,

con los reinos que le da,

casi llegue más allá

de los términos del mundo;

porque sin tener contrarios

vuestros magnánimos bríos,

serán los mares y ríos

del Ródano tributarios.

Rey Bien está.

Isabela Tus ojos vean

tantos triunfos soberanos,

que los antiguos romanos

átomos y sombras sean;

sea París una escuela

donde se aprenda a vencer

de vuestro inmenso poder.

Rey Está bien dicho, Isabela;

vos ¿cómo estáis? Porque el día,

cuando la tarde y mañana

tiñe de nieve y de grana,

no causa tanta alegría;

gusto de veros.

Isabela Señor,

favor es ese que espanta.

Rey ¿Está en su cuarto la Infanta?

Isabela Ya espera en el corredor.

Rey Es mi hermana agradecida.

¿Cómo vos no la avisáis?

Porque quiero que seáis

lucero de mi venida;

id delante, ya que he entrado

viéndoos con dicha mayor.

Isabela Gracias te he de dar, amor,

pues Carlos viene mudado.

(Vase.)

Rey Esto es saberse vencer,

ya empiezo a vivir en mí;