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En Entre bobos anda el juego Francisco de Rojas Zorrilla presenta a Isabel camino de Toledo, donde la espera su futuro marido, el extravagante don Lucas. Don Pedro, discreto primo de éste, reconoce en ella a cierta dama. De noche, en un mesón encuentran a don Luis, pretendiente frustrado de Isabel, a Alfonsa, ridícula hermana de don Lucas, y a don Antonio, padre de Isabel. Deshechos los malentendidos, Lucas acepta que Isabel se case con don Pedro y Alfonsa con don Luis. Entre bobos anda el juego es el modelo supremo de la "comedia de figurón": la caricatura del provinciano grotesco que aspira a una promoción social mediante un matrimonio que piensa alcanzar por su riqueza.
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Seitenzahl: 87
Veröffentlichungsjahr: 2010
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Francisco de Rojas Zorrilla
Entre bobos anda el juego
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Entre bobos anda el juego.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-289-7.
ISBN rústica: 978-84-9816-223-3.
ISBN ebook: 978-84-9897-480-5.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 55
Jornada tercera 99
Libros a la carta 147
Francisco de Rojas Zorrilla (Toledo, 1607-Madrid, 1648). España.
Hijo de un militar toledano de origen judío, nació el 4 de octubre de 1607. Estudió en Salamanca y luego se trasladó a Madrid, donde vivió el resto de su vida. Fue uno de los poetas más encumbrados de la corte de Felipe IV. Y en 1645 obtuvo, por intervención del rey, el hábito de Santiago.
Empezó a escribir en 1632, junto a Pérez Montalbán y Calderón de la Barca, la tragedia El monstruo de la fortuna. Más tarde colaboró también con Vélez de Guevara, Mira de Amescua y otros autores.
Felipe IV protegió a Rojas y pronto las comedias de éste fueron a palacio; su sátira contra sus colegas fue tan dura al parecer que alguno de los ofendidos o algún matón a sueldo le dio varias cuchilladas que casi lo matan. En 1640, y para el estreno de un nuevo teatro construido con todo lujo, compuso por encargo la comedia Los bandos de Verona. El monarca, satisfecho con el dramaturgo, se empeñó en concederle el hábito de Santiago: las primeras informaciones no probaron ni su hidalguía ni su limpieza de sangre, antes bien, la empañaron; pero una segunda investigación que tuvo por escribano a Quevedo, mereció el placer y fue confirmado en el hábito (1643). En 1644, desolado el monarca por la muerte de su esposa Isabel de Borbón y poco más tarde por la de su hijo, ordenó clausurar los teatros, que no se abrirían ya en vida de Rojas Zorrilla, muerto en Madrid el 23 de enero de 1648.
Entre bobos anda el juego es el modelo supremo de la comedia de figurón: la caricatura del provinciano grotesco que aspira a una promoción social mediante un matrimonio que pretende alcanzar por su riqueza.
Don Pedro
Cabellera, gracioso
Don Antonio, viejo
Don Luis
Carranza, criado
Don Lucas
Doña Isabel de Peralta
Andrea, criada
Doña Alfonsa
Mesonero
[En la casa de don Antonio de Peralta, en Madrid]
(Salen doña Isabel con bohemio, y Andrea, criada.)
Isabel Llegó el coche, es evidente.
Andrea Y la litera también.
Isabel ¡Qué perezoso es el bien,
y el mal, oh, qué diligente!
¿Que mi padre, inadvertido,
darme tal marido intente!
Andrea Marido tan de repente
no puede ser buen marido.
Jueves tu padre escribió
a Toledo, ¿no es así?
Pues viernes dijo que sí,
y el domingo por ti envió.
Cierta esta boda será,
según anda el novio listo;
que parece que te ha visto
en la priesa que se da.
Isabel A obedecer me condeno
a mi padre, amiga Andrea.
Andrea Puede ser que éste lo sea,
pero no hay marido bueno.
Ver cómo se hacen temer
a los enojos menores,
y aquel hacerse señores
de su perpetua mujer;
aquella templanza rara
y aquella vida tan fría,
donde no hay un «¡alma mía!»
por un ojo de la cara;
aquella vida también
sin cuidados ni desvelos,
aquel amor tan sin celos,
los celos tan sin desdén,
la seguridad prolija
Y las tibiezas tan grandes,
que pone un requiebro en Flandes
quien llama a su mujer «hija».
¡Ah! Bien haya un amador
de estos que se usan agora,
que está diciendo que adora
aunque nunca tenga amor.
Bien haya un galán, en fin,
que culto a todo vocablo,
aunque una mujer sea diablo,
dice que es un serafín.
Luego que es mejor se infiera,
haya embuste o ademán,
aunque más finja un galán
que un marido, aunque más quiera.
Isabel Lo contrario he de creer
de lo que arguyendo estás
y de mi atención verás
que el marido y la mujer,
que se han de tener, no ignoro,
en tálamo repetido,
respeto ella a su marido
y él a su mujer decoro;
y este callado querer
mayor voluntad se nombre;
que no ha de tratar un hombre
como a dama su mujer.
Y ansí mi opinión verás
de mi argumento evidente;
menos habla quien más siente,
más quiere quien calla más.
No esa llama solicito,
todo lenguas al arder,
porque un amor bachiller
tiene indicios de apetito;
y ansí, tu opinión sentencio
a mi enojo a mi rigor;
que antes es seña de amor
la cautela del silencio.
Dígalo el discurso sabio
si más tu opinión me apura;
que no es grande calentura
la que se permite el labio;
la oculta es la que es mayor;
su dolor, el más molesto,
y aquel amor que es honesto
es el que es perfeto amor;
no aquel amor siempre ingrato,
todo sombra, todo antojos;
que éste nació de los ojos,
y aquél se engendra del trato;
luego más se ha de estimar,
porque mi fe se asegure,
amor que es fuerza que dure
que amor que se ha de acabar.
Andrea Y di, ¿un marido es mejor
que en casa la vida pasa?
Isabel Pues, ¿qué importa que esté en casa,
como yo le tenga amor?
Andrea Y que es por fuera, ¿no es fiera
pensión?
Isabel Tampoco me enfada.
Andrea Naciste para casada,
como yo para soltera.
Isabel Pues déjame.
Andrea Ya te dejo;
pero este chisgarabís,
éste tu fino don Luis,
galán de tapa de espejo,
ése que habla a borbotones
de su prosa satisfecho,
que en una horma le han hecho
vocablos, talle y acciones,
¿qué es lo que de ti ha intentado?
Isabel Ese hombre me ha de matar;
ha dado en no me dejar
en casa, calle ni Prado
con una asistencia rara.
Si a la iglesia voy, allí
oye misa junto a mí;
si para el coche, él se para;
si voy a andar, yo no sé
cómo allí se me aparece;
si voy en silla, parece
mi gentil hombre de a pie;
y, en efeto, el tal señor,
que mi libertad apura,
visto es muy mala figura,
pero escuchado es peor.
Andrea ¿Habla culto?
Isabel Nunca entabla
lenguaje disparatado;
antes, por hablar cortado,
corta todo lo que habla;
vocablos de estrado son
con lo que a obligarme empieza;
dice «crédito», «fineza»,
«recato», «halago», «atención»;
y de esto hace mezcla tal,
que aun con amor no pudiera
digerirlo, aunque tuviera
mejor calor natural.
Andrea ¡Ay, señor mía, malo!
No le vuelvas a escuchar,
que este hombre te ha de matar
con los requiebros de palo.
Isabel Yo admitiré tu consejo,
Andrea, de aquí adelante.
Andrea Señora, el que es fino amante
habla castellano viejo;
el atento y el pulido
que éste pretende, creerás,
ser escuchado no más,
mas no quiere ser querido.
Isabel Andrea amiga, sabrás
que tengo amor, ¡ay de mí!,
a un hombre que una vez vi.
Andrea Dime, ¿y no le has visto más?
Isabel No, y a llorar me provoco
de un dolor enternecida.
Andrea ¿Y qué le debes?
Isabel La vida.
Andrea ¿No sabes quién es?
Isabel Tampoco.
Andrea Para que esa enigma crea,
¿cómo, te pregunto yo,
de la muerte te libró?
Isabel Oye, y lo sabrás, Andrea.
Andrea Para remediarlo, falta
saber tu mal.
Isabel Oye.
Andrea Di.
(Dentro.)
Cabellera ¡Ah de casa! ¿Posa aquí
doña Isabel de Peralta?
Andrea Por ti preguntas; ¿quién es?
Isabel ¿Si vienen por mí?
Andrea Eso infiero.
¿Quién es?
(Sale Cabellera.)
Cabellera Éntrome primero,
que yo lo diré después.
Isabel ¿Qué queréis?
Cabellera Si hablaros puedo,
si no os habéis indignado,
¿podré daros un recado
de don Pedro de Toledo?
Isabel Hablad, no estéis temeroso.
Cabellera (Aparte.) (¡Buen talle!)
Isabel Hablad.
Cabellera (Aparte.) (Yo me animo.)
Isabel ¿Quién es don Pedro?
Cabellera Es un primo
del que ha de ser vuestro esposo,
que viene por vos.
Isabel Sepamos
qué es lo que envía a decir.
(Dale una carta.)
Cabellera Que es hora ya de partir
si estáis prevenida.
Isabel ¡Vamos!
(Aparte.) (Si esto que miro no es sueño,
no sé lo que puede ser.)
¿Cómo no me viene a ver
ese primo de mi dueño?
Andrea ¡Oh, marido apretador!
Isabel ¿Yo he de irme con tanta priesa?
Cabellera Señora, es orden expresa
de don Lucas, mi señor,
y para él delito fuera
no llegarle a obedecer;
manda que aun no os venta a ver
cuando entréis en la litera.
Isabel ¿Quién ese don Lucas es?
Cabellera Quien ser tu esposo previene.
Isabel Excelente nombre tiene
para galán de entremés.
¿Vos le servís?
Cabellera No quisiera,
mas sírvole.
Andrea ¡Buen humor!
Cabellera Nunca le tengo peor.
Isabel ¿Cómo os llamáis?
Cabellera Cabellera.
Isabel ¡Qué mal nombre!
Cabellera Pues yo sé
que a todo calvo aficiona.
Isabel ¿No me diréis qué persona
es don Lucas?
Cabellera Sí, diré.
Isabel ¿Hay mucho que decir?
Cabellera ¡Mucho!
Y más espacio quisiera.
Andrea Tiempo hay harto, Cabellera.
Cabellera Pues atended.
Isabel Ya os escucho.
Cabellera Don Lucas del Cigarral,
cuyo apellido moderno
no es por su casa, que es
por un cigarral que ha hecho,
es un caballero flaco,
desvaído, macilento
muy cortísimo de talle,
y larguísimo de cuerpo;
las manos, de hombre ordinarios;
los pies, un poquillo luengos,
muy bajos de empeine y anchos,
con sus Juanes y sus Pedros;
zambo un poco, calvo un poco,
dos pocos verdimoreno,
tres pocos desaliñado
y cuarenta muchos puerco;
si canta por la mañana,
como dice aquel proverbio,
no solo espanta sus males,
pero espanta los ajenos;
si acaso duerme la siesta,
da un ronquido tan horrendo,
que duerme en su cigarral
y le escuchan en Toledo;
come como un estudiante
y bebe como un tudesco,
pregunta como un señor
y habla como un heredero;
a cada palabra que habla,
aplica dos o tres cuentos,
verdad es que son muy largos,
mas para eso no son buenos;
no hay lugar donde no diga
que ha estado, ninguno ha hecho
cosa que le cuente a él
que él no la hiciese primero;
si uno va corriendo postas
a Sevilla, dice luego: