Nuestra señora de Atocha - Francisco de Rojas Zorrilla - E-Book

Nuestra señora de Atocha E-Book

Francisco de Rojas Zorrilla

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Beschreibung

La reconquista de Madrid en 1083 por Alfonso VI, fue atribuida a la intercesión de Nuestra señora de Atocha. Atocha: es una palabra mozárabe que proviene de la voz prerromana taucia cuyo signicado es mata, matorral. Según las crónicas la Virgen de Atocha fue visitada por los reyes: Alfonso VII, Alfonso IX, Sancho IV el Bravo, Enrique II, Enrique III, Enrique IV, Juan I, Juan II de Castilla y los Reyes Católicos, quienes en 1478 confirmaron las fundaciones hechas a favor del santuario por Enrique IV en 1455. En Nuestra señora de Atocha Francisco de Rojas Zorrilla muestra los conflictos entre musulmanes y cristianos, inspirados los últimos por una devoción profunda por la virgen de Atocha.

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Seitenzahl: 100

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Francisco de Rojas Zorrilla

Nuestra señora de Atocha

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Nuestra Señora de Atocha.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-323-8.

ISBN rústica: 978-84-9816-233-2.

ISBN ebook: 978-84-9816-987-4.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 61

Jornada tercera 109

Libros a la carta 161

Brevísima presentación

La vida

Francisco de Rojas Zorrilla (Toledo, 1607-Madrid, 1648). España.

Hijo de un militar toledano de origen judío, nació el 4 de octubre de 1607. Estudió en Salamanca y luego se trasladó a Madrid, donde vivió el resto de su vida. Fue uno de los poetas más encumbrados de la corte de Felipe IV. Y en 1645 obtuvo, por intervención del rey, el hábito de Santiago.

Empezó a escribir en 1632, junto a Pérez Montalbán y Calderón de la Barca, la tragedia El monstruo de la fortuna. Más tarde colaboró también con Vélez de Guevara, Mira de Amescua y otros autores.

Felipe IV protegió a Rojas y pronto las comedias de éste fueron a palacio; su sátira contra sus colegas fue tan dura al parecer que alguno de los ofendidos o algún matón a sueldo le dio varias cuchilladas que casi lo matan. En 1640, y para el estreno de un nuevo teatro construido con todo lujo, compuso por encargo la comedia Los bandos de Verona. El monarca, satisfecho con el dramaturgo, se empeñó en concederle el hábito de Santiago: las primeras informaciones no probaron ni su hidalguía ni su limpieza de sangre, antes bien, la empañaron; pero una segunda investigación que tuvo por escribano a Quevedo, mereció el placer y fue confirmado en el hábito (1643). En 1644, desolado el monarca por la muerte de su esposa Isabel de Borbón y poco más tarde por la de su hijo, ordenó clausurar los teatros, que no se abrirían ya en vida de Rojas Zorrilla, muerto en Madrid el 23 de enero de 1648.

Atocha: es una palabra mozárabe que proviene de la voz prerromana taucia cuyo signicado es mata, matorral.

La reconquista de Madrid en 1083 por Alfonso VI, fue atribuida a la intercesión de la Virgen de Atocha. Según las crónicas la Virgen de Atocha fue visitada por los reyes: Alfonso VII, Alfonso IX, Sancho IV el Bravo, Enrique II, Enrique III, Enrique IV, Juan I, Juan II y los Reyes Católicos, quienes en 1478 confirmaron las fundaciones hechas a favor del santuario por Enrique IV en 1455.

La presente obra muestra los conflictos entre musulmanes y cristianos, inspirados los últimos por una devoción profunda por la virgen de Atocha.

Personajes

Celín, moro

Don Fernando

Elvira, dama

García

Gracián Ramírez

Laín, criado

Leonor, dama

Limonada, gracioso

Mahomat

Rosa, mora

Jornada primera

(Salen Rosa, mora, vestida de negro, con Mahomat; don Fernando y Limonada, atadas las manos, y cubiertos los rostros.)

Rosa Haced alto en el llano desa falda

que Manzanares pinta de esmeralda;

ligad esos cristianos a esos troncos,

cesen los parches de quejarse roncos

al eco más vecino

de los azotes del porfiado pino;

aqueste es Manzanares, aquel río

que de las sierras de Castilla frío

baja a Madrid tan quedo,

que se conoce que me tiene miedo;

Branigal, un arroyo que recrea

a Branigal su convecina aldea,

se entra, renglón de plata, en Manzanares,

y Manzanares en Jarama y Nares,

y todos tres por uno y otro atajo,

porque es nuestro, le dan tributo al Tajo.

Aquella puerta que de aquí se advierte,

cuya muralla fuerte

a la media región del aire llega,

es la que llaman Puerta de la Vega;

esta playa, que besa el cristal frío,

es una tela que tramó el estío

con distintos colores,

de un verde raso que es raso de flores;

Manzanares humilde pone coto

a esa tela florida y a ese soto;

y yo desde Toledo desta suerte,

para vengar de Aben-Jucef la muerte,

mi ya perdido hermano,

contándole su muerte al aire vano,

vengo a vengarle con valor impío

en los troncos, que son hijos del río,

en las aves que pueblan todo el viento,

en los peces que cría ese elemento,

y en el que halláre caminante errado,

desierto a mi piedad por el poblado.

En esta isla (¡oh pese a mi tardanza!)

rompió la de su pecho errada lanza,

que no le hubiera muerto

hasta que le buscara con acierto;

como villanas, esas verdes plantas

de su coral tiñeron las gargantas;

aquel eco, que nunca la voz deja,

repitió las razones de su queja;

pues aves, prado, monte pasajero,

han de asustarse al golpe de mi acero;

vegas, flores y plantas, eco y río,

la ira han de temer de mi albedrío;

y pues que Rosa soy, la valerosa,

teman de las espinas de la Rosa.

Mahomat Rosa valiente, Rosa celebrada,

desde el África a España trasplantada;

Rosa, que al desplegar del Sol los rayos

no te hace Mayo a ti, tú haces los Mayos;

perfección del coraje y del denuedo,

hermana de Celín, rey de Toledo,

si por valor pretendes, no por suerte,

del grande Aben-Jucef vengar la muerte,

yo que la ejecución fui de su ira,

la valerosa sangre en que respira

tan acierto cristiano,

derramará el acierto de mi mano.

Rosa Pues parte, Mahomat, si buscas fama,

a correrle la margen al Jarama,

que ya mi hermano, el rey, Celín, porfía

el puerto no dejar de la Fuenfría,

donde el verano, errando su gobierno,

sufre las influencias del invierno;

y como el gran Celín cuando se enoja

hace su blanca nieve helarse roja,

y el vapor de su aliento airado sube

a condensar la una y la otra nube,

siendo el temor tan frío, decir puedo,

que en lugar de llover, nievan de miedo.

Mahomat Pues parto a obedecerte diligente.

Rosa Vence en mi nombre, Mahomat valiente.

Mahomat ¿Tú, qué intentas hacer de aquesta suerte?

Rosa A don Fernando quiero dar la muerte.

Mahomat ¿De qué suerte, bellísima homicida?

Rosa La muerte le he de dar dándole vida.

Mahomat ¿Cuál ha de ser, me di, el acero impío?

Rosa Su patria ha de mirar desde aquel río.

Mahomat ¿Pues qué pena le buscan tus enojos?

Rosa Quiero que se castigue con sus ojos.

Mahomat Pues yo voy al Jarama.

Rosa Parte luego.

Mahomat De mi valor y de tus iras ciego,

traerate al Sol cautivo aquesta mano.

(Vase.)

Rosa Tráeme al Sol, si supieres que es cristiano;

Fernando calla y suspira

con animoso temor,

hipócrita de mi amor

soy en la fe de mi ira;

amor le tengo, mas tal,

que obra tal vez el desdén,

¡que queriéndole tan bien

le esté tratando tan mal!

¡Que sea tal mi sentimiento

que aún no lo sepa sentir!

¡Que no le acierte a decir

aquello mismo que siento!

¡Que siendo correos sabios

la esperanza y la pasión

le errasen al corazón

el camino de los labios!

Pues tenga alivio quien ama,

diga su pena veloz,

sea lo menos la voz

si es lo principal la llama;

de torpes ayuntamientos

aún no la montaña sufre,

pálido embrión de azufre

cuando le aborta a los vientos

disimulado raudal,

hurón de plata oprimida,

va royendo la salida

hasta verter su cristal

pues mi amor ardiente y ciego

que imitar a los dos trata,

se vierta volcán de plata

y corra raudal de fuego;

cristiano, a quien solo oí

tantos suspiros a veces

que a las nubes enterneces

pues que ya llueven por ti

desatarte quiero ahora,

que ya tu piedad me prenda,

quita a tus ojos la venda.

(Descúbrele.)

Don Fernando ¡Válgasme nuestra Señora!

¿Dónde finco?

Rosa No te pares

suspenso cuando me ves,

que aquesta la orilla es

del hermoso Manzanares;

aquí se trabó la lid

en que fuiste mi cautivo.

Don Fernando No sé, cielos, cómo vivo.

Rosa Mira tu patria, Madrid,

porque viertas tu dolor

en lágrimas a ese río.

Don Fernando Oye, si puedes, el mío,

¡ay mi polida Leonor!

Rosa Si de verte es la pasión,

mi cautivo, considera

que hoy tienes por prisionera

a quien te tiene en prisión;

habla, si es que te provoco

al premio que de ti espero.

¿Hete dicho que te quiero,

no respondes tampoco?

¿No hablas? ¿cómo tan cruel

me añades nuevos enojos?

Limonada Desátenme a mí los ojos,

que yo hablaré por él.

Rosa Pues no mi pasión errada

los medios quiere olvidar,

ya te voy a desatar;

habla por él, Limonada.

(Desátanle.)

Limonada Amor nunca te trasnoche

en tus celosos trasuntos,

tengas muchos hombres juntos

y ninguno te reproche;

Madrid es, por vida mía;

(Nuestra Señora me valga),

no vi tan garrida galga

en toda la perrería;

fecho estabas cuitas todo

y desta vez me deshago,

¡ay mi calle de Santiago,

donde hay todo el año lodo!

¡Quién vos paseara en un coche!

los mis ojos allá os id;

¡cómo me huele a Madrid

sin ser las diez de la noche!

Rosa Di, cristiano desdichado,

si escuchar quieres mi ira,

tu señor, ¿por qué suspira?

Limonada Porque está abarraganado;

amor tiene, y anda en pena

por una fembra polida,

que es mesurada, entendida,

y de más a más, morena.

Rosa Cautivo cristiano, di,

ya que en esa pasión das

una palabra no más,

¿tienes otra dama?

Don Fernando Sí.

Rosa ¿Rindiote su perfección?

que este que en tus ojos leo

es amoroso deseo.

¿No me puedes querer?

Don Fernando No.

Rosa ¡Corrida, vive amor, quedo,

de haber tal desdén oído!

¿Me querrás de agradecido

en algún tiempo?

Don Fernando No puedo;

y bien me puedes matar,

cedo, aunque de mi te asombres.

Rosa Úsanse tan pocos hombres

que sepan desengañar,

que de haber llegado a oír

que fino y constante estás,

desde hoy te he de querer más

porque no sabes fingir;

solo el desdén sentir quiero,

no que la adores así.

Don Fernando Yo no te hago mofa a ti,

si la he amigado primero.

Rosa Dime, Fernando, por Dios,

ya que tan constante eres,

¿quién es la dama que quieres?

Don Fernando No es una, que son dos.

Rosa Si amas a dos, imagina

que será pasión villana.

Don Fernando Una es divina, otra humana.

Rosa Dime quién es la divina,

¿La morena de quien sé

que te ha enamorado a ti?

Don Fernando ¿La morena sola?

Rosa Sí.

Don Fernando Escocha, y te lo diré:

dempués quel Señor Jesús,

nueso divino hacedor,

para se sobir al cielo

a un monte se encaramó;

quedó la virgen María,

nuesa Señora, y quedó

a ser Sol que sostituya

la ausencia del mejor Sol,

que a suplirnos la su falta

quiso el divinal Criador

que ya que Dios no fincase,

finque la madre de Dios;

Nicodemus, el hebreo,

que a Jesús desclavijó

y con la toalla santa

limpió el divinal sudor,

dempués que ya sepultado

creyendo a Dios le adoró,

tallar procuró María

la su madre, y trabajó

un leño con el cincel,

y diestro asaz tallador

con una y otra moldura

dio a su imagen perfición;

San Lucas evangelista,

diestro el más pinturador

de cuantos Jerusalén

artífices coronó,

retratar quiso a la Virgen

sobre la escoltura, y dio

a los sus diestros relieves

un color y otro color,

y al pintar su hermosa faz

con homildanza y amor,

mirando estuvo a María;

no sé como no cegó:

el pincel lejos, y sombras

devotamente honestó.

¿Quién ha visto a la luz ser

de la sombra imitación?

acabó la santa imagen

el divinal escritor,

bien que del original

salió la copia un borrón

porque si Dios de la Virgen

fue sabio retocador,

¿Como ha de poder un home

copiar lo que Dios pintó?

Casi como a rosa pura

no hay quien la semejó,

porque no habrá, si la pintan,

color para su color,

ni espejo puede pintarse,

pues el que el cristal cuidó,

podrá mirarse al cristal,

y en la su pintura no,

y así como al Sol y nave

maguer que la retrató,

diestra la mano no pudo

retocarla con primor;

Lucas así a mi Señora

copiarla bien no supió,

que ya se ve que es María

rosa, nave, espejo y Sol;