Cuadros de la Guerra Carlista - Concepción Arenal - E-Book

Cuadros de la Guerra Carlista E-Book

Concepción Arenal

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Beschreibung

Novela que recoge las experiencias vividas de primera mano por la escritora Concepción Arenal durante la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), escrita desde un punto de vista poético y alentador a las tropas y a la parte más noble del conflicto.

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Seitenzahl: 203

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Concepción Arenal

Cuadros de la Guerra Carlista

 

Saga

Cuadros de la Guerra Carlista

 

Copyright © 1880, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726748963

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

NOTICIA

Es difícil encontrar entre las grandes figuras femeninas del mundo, mujer similar a Concepción Arenal, en su amor extraordinario por los miserables y desventurados. Ella conoce, porque estuvo en cada caso a su lado, solidarizándose con su dolor, el sufrimiento del que padece rejas de por vida, o del que agoniza entre ayes doloridos en la cama hospitalaria, o del que sufre el abandono de las gentes sin siquiera el amparo de la tierra en que vive. Conoce todas las formas de la desventura y de la injusticia. Sabe de los salarios bajos, de la falta de educación, de los ricos indiferentes, del Estado inerte, de la limosna, de la guerra, de las escuelas, y a todo ello se acerca con abierto humano espíritu. Cualquier gesto puede lastimar a un alma infortunada de bienes o de justicia y Concepción Arenal acude a todos con el gesto tolerante de quien padece el dolor de los demás para purificar su propio espíritu.

Concepción Arenal, fué una figura excepcional del mundo, Galicia y España tienen la suerte de contarla entre los hijos más ilustres; de la misma Galicia, sólo Pablo Iglesias pudo alcanzar igual amor de los perseguidos a principios de nuestro siglo. En el otro, en el que vivió Concepción Arenal, en España sólo otra gallega, Juana de Vega, condesa de Espoz y Mina, se le parece en espíritu caritativo. Las dos presidían en una casa de la calle Real de La Coruña reuniones de caridad dedicadas a aliviar la situación de los más humildes. Ambas vestían a la inglesa targos sacos negros lisos, usaban mitones de seda y hacían ágiles sus dedos entre la lana y las agujas de la calceta.

En todos los terrenos del derecho y de la sociología destacó su extraordinaria inteligencia, pero, sobre todo, en aquellas partes de estas ciencias más directamente referidas al hombre. Concepción Arenal fué una figura destacada del humanismo universal, Azcárate, al referirse a ella dijo: “Creo que la causa y el acicate de cuanto pensó y obró no fué otro que un sentimiento de humanidad, siempre en acción, un sentimiento de simpatía para todos los dolores, un sentimiento de compasión para todos los desgraciados. Lo son los “pobres” y por eso escribió sobre beneficencia; lo son los “obreros”, y por eso escribió sobre problema social; lo son los “presos”, y por eso escribió sobre derecho penal y sistemas penitenciarios; lo son las “víctimas de la guerra” y por eso escribió sobre derecho internacional; y por eso, además de escribir fundó y fué el alma de sociedades caritativas; visitó e inspeccionó las prisiones, se puso al frente de algunos hospitales durante la última guerra civil”.

Para la caridad, Concepción Arenal redactó el “Manual del Visitador del Pobre”, uno de los libros más universales escrito en lengua castellana y más extraordinarios de la literatura social. Este libro fué traducido a todos los idiomas europeos, con él hizo un llamamiento como cuando fundó los “Talleres de la caridad”, “a las puertas de todos los que no están sordos para los ayes doloridos, de todos los que no tengan el carácter tan frío como los miembros del pobre que carece de ropas. . .”. Este libro constituye una guía del corazón honesto y doloroso y en él escribe: “Entremos dentro de nosotros mismos, antes de entrar en casa del pobre, y preguntémonos: ¿Qué somos? ¿Qué hemos hecho para merecer nuestra posición, nuestras riquezas, nuestros honores?. . . ¿En qué grandes luchas ha triunfado nuestra virtud? ¿Qué grandes sacrificios hemos hecho por los que acusamos?. . . ¿Qué mérito hay de nuestra parte en no caer en faltas de que no podemos tener ni la tentación siquiera? Si esto nos preguntamos en el silencio de nuestras pasiones calladas, si a esto respondemos en la sinceridad de nuestra conciencia, ¿quién de nosotros se atreverá a levantar la mano para arrojar la piedra de su desdén y de su cólera sobre los míseros que Dios no colocó tan abajo sino para que los levantásemos? . . . ¿Quién hay tan ciego que se atreva a decir a Dios y a los hombres: Yo hice todo el bien que podía hacer; yo evité todo el mal que estaba en mi mano evitar? ¿Quién hay que no sea justiciable de alguna de estas dos grandes faltas: hacer verter lágrimas, o no haberlas enjugado?”.

De su ideario, cuyo resumen fué divulgado en un libro (1) del penalista gallego D. Manuel Casás, puede darse idea en estas cuantas citas: sobre la cuestión social: “La cuestión social es una cuestión moral. Todo trabajador desempeña una función social. La vida de todo hombre que trabaja es militante. En la distribución del producto del trabajo debe tenerse presente la parte del capital moneda y la del capital vida”.

Establece discurriendo sobre problemas de Derecho Penal: “Lejos de haber venganza en la justicia, hay amor; como se ama, se perdona; como se perdona, se espera. Considero la prisión como un hospital, sólo que en vez de estar enfermos los cuerpos lo están las almas. La crueldad engendra crueldad. Las reglas de la moral resultan aplicables en una prisión como las de la higiene en un hospital. Las medidas más eficaces para combatir el delito son preventivas e indirectas. La sociedad, que a veces no es ajena a la perpetración del primer delito, también contribuye otras a la reincidencia por el abandono, hostilidad o malos ejemplos de que rodea al licenciado de presidio. La caridad es la justicia del amor y el amor en la justicia. Desdichado pueblo en que la última de las necesidades es la justicia. Ella cobrará en lágrimas y sangre el terrible crédito de las sumas que se le han negado”.

Acerca de la enseñanza: “La cuestión social es en gran parte pedagógica. Como un necesario fisiológico, también hay un necesario psicológico. La instrucción es elemento de orden. Para que el pueblo no atropelle la justicia es indispensable que la conozca y no la conoce siendo ignorante. La libertad política combinada con la esclavitud intelectual constituye un peligro. Si la instrucción es moralizadora hay que declararla no de utilidad, sino de necesidad pública. En la manera de ser de individuos y colectividades influye la de pensar y en la de pensar la de saber. Se habla de crisis financiera, crisis monetaria, crisis comercial, crisis industrial; pero no se habla de “Crisis intelectual” que existe y es factor poderoso de los problemas sociales. Ninguna misión más elevada que la del maestro y para que la cumpla es necesario que su vida no sea un sacrificio, ignorado o escarnecido, sino un respetado sacerdocio”.

Escribe con respecto al feminismo: “Lo primero que necesita la mujer es afirmar su personalidad. No creemos que pueda fijarse límites a la aptitud de la mujer, ni excluirla “a priori” de ninguna profesión. La ignorancia en la mujer es la miseria y es el peligro de la prostitución. La mayor parte de las mujeres que figuran en el prostíbulo han sido lanzadas por la miseria. La vida de la mujer está encadenada a la rutina. Desde la cuna al sepulcro va recogiendo el hombre las tristes consecuencias de la inferioridad intelectual de la mujer. La mujer educada comprenderá mejor, pensará más alto, sentirá más delicadamente. Las mujeres del pueblo se debilitan por exceso de trabajo; las señoras por exceso de inacción”.

Establece frente a la guerra: “Es un atentado contra todos los derechos y un olvido de todos los deberes. La guerra, en medio de su omnipotencia mecánica, tiene debilidades que no puede disimular, y aparece a la vez insolente y vergonzante. ¿No afirman los que la declaran que se hace entre Estados y no entre individuos, que no se hace a los ciudadanos de una nación, sino a sus soldados? En cuanto a que la guerra sea un origen de derechos, no lo comprendemos, por tener entendido que el origen del derecho es la justicia. La guerra ¿es la justicia? ¿Sí o no? ¿Quién se atreverá a decir que sí? La fuerza, de divinizada y reveladora de los juicios de Dios que era, de gloriosa, de heroica, de noble, va descendiendo a brutal, si no está acompañada del derecho. Siendo la justicia universal, todos deben hacerla y recibirla . . . ”.

En su espíritu están presentes todos los grandes problemas sociológicos y del derecho, su intuición y talento va aportando soluciones, que aun ahora, a mediados de nuestro siglo, a los timoratos parecen avanzadas. Toda su obra de publicista recala su sentido radicalmente liberal, y porque tiene un amor sin medida por la humanidad, por ella es que sufre y piensa, afirma: “La época más perversa no es la que se agita y se extravía buscando el bien, sino la que reposa en el mal”.

Toma posición en cuanto a los nuevos ideales socialistas que agitaban por entonces a Europa y acepta algunos postulados. En el informe que eleva al “Congreso Penitenciario de Amberes”, relativo a la organización de instituciones de previsión de orden social y asistencia a los inválidos, afirma: “Dondequiera que hay una reunión universal de hombres pensadores y benéficos, representan los latidos de la humanidad y hallan patronos los que tienen hambre de paz y sed de justicia. . . Estas resoluciones parecerán contaminadas de socialismo, para los que no están dispuestos a conceder derechos que no se armonicen con sus ideas y sus intereses. Y les preguntaremos: ¿qué se hace con los inválidos indigentes? ¿matarlos? suponemos que la respuesta sea negativa. Y si no se matan, ¿cuál será mejor, mantenerlos mendigos, andrajosos, degradados, corrompidos y corruptores, hambrientos unos días, ahitos y embriagados otros, o sustentarles, ordenada y decorosamente, haciéndoles comprender que su derecho a la vida implica el deber de arreglarla a razón y justicia?”.

Estudia la necesidad de la intervención del Estado en la defensa social contra las enfermedades evitables, frente a las indiferencias del Poder Público escribe que: “Dondequiera que se falte a la justicia, el Estado debe hacer lo necesario para que se realice; si no basta el consejo ni el precepto, que emplee la coacción”.

Defiende la indemnización a los trabajadores como imperativo moral y jurídico, cuando se utilizan al servicio de los patronos o del Estado y con respecto a éste consigna la igualdad que debe corresponder por igual para todos sus trabajadores, tanto sean jueces, militares u obreros o labradores, afirmando: “Todo el que trabaja sirve a su patria”.

Toda su vida de apóstol está orientada a elevar el nivel de espíritu y cultura de la gran masa popular, por esto es que ella, que fué amiga y colaboradora de Giner de los Ríos, Cossío y Azcárate escribe habitualmente en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza desde 1876, año de su fundación. Por entonces ella señala como advertencia: “Son muchos los que piensan con más o menos claridad y díganlo con más o menos franqueza, todo lo fían al embrutecimiento del obrero; nuestra esperanza está en su cultura”.

Orientándose con método en su labor humanística se destaca la grave preocupación que tuvo siempre por esa calamidad universal que es la guerra y con respecto a ella fué continuadora en su “Ensayo sobre Derecho de Gentes”, de la doctrina establecida en el siglo XVI por el tratadista español Francisco de Vitoria. Concepción Arenal, sólo encuentra la guerra justa cuando se hace en defensa de los derechos naturales, pero afirma: “¿La guerra, es la justicia? ¿sí o no? ¿quién se atreverá a decir que sí?, si no, no puede ser origen del derecho”. Su informe al Congreso Penitenciario de Estocolmo constituyó en esta materia una pieza jurídica notable y el pensamiento de nuestra insigne Arenal, establecido en un Congreso del siglo pasado fué, según Casás, el mismo que inspiró en 1935 las conclusiones de la sexta conferenda internacional para la unificación del Derecho Penal, celebrada en Copenhague. En otro libro suyo “Cartas a un Señor” destaca como imperativo social y ético que: “Substituir el amor propio por amor a los demás, es cambiar un insufrible tirano por un buen amigo” y en sus “Cartas a los Delincuentes”, a la vista del infame espectáculo de los presidios y de los que sufren, porque de alguna manera han vivido al margen de la sociedad, ha escrito las páginas más brillantes. Desde entonces en todos los Congresos de Penología se citan los párrafos humanos de nuestra Concepción Arenal. Y es baladí repetir que en muchas cárceles del mundo, en casi todas, sin que aun deje de ser ideal, se cita esta frase maravillosa de ella: “Odia al delito y compadece al delincuente”.

Hemos recogido de propósito estas numerosas citas de la insigne pensadora, para dar con retazos de su propia obra, una idea al lector, la más exacta posible de lo que significó su pensamiento para la Europa del siglo pasado. Labor de excepcional grandeza, que no ha quedado reducida al silencio. Sus postulados continúan planteados aproximadamente en iguales términos en estos días del siglo que corremos. Ella alcanzó a vivir en aquellos días del siglo XIX cuando en el mundo se anunciaba un renacer, el alba de entonces aun nos da claridad y vivimos días parecidos, e iguales inquietudes sociales o políticas trastornan el espíritu del hombre honesto. Con ella, la tratadista insigne que iluminó muchos senderos, afirmamos nuestra confianza en la liberación del esfuerzo humano y tenemos presente igual fe en el hombre. La serenidad de su imagen está constante en multitudes de pechos perseguidos por la injusticia o la miseria.

A Concepción Arenal le tocó vivir una época de remilgos antifeministas y fueron excepcionales los esfuerzos que tuvo que realizar para explorar en afán estudioso los centros de enseñanza, las Academias y los Ateneos. Se había adiestrado en aprendizaje de idiomas y buscó con avidez los cenáculos de los entendimientos más claros de la época. De ella se cuenta, como anécdota, que se vestía de hombre para concurrir a las aulas universitarias y a las charlas literarias del café “El Iris”.

Apenas se conocen datos de su vida, poco se ha estudiado su biografía. Ella misma respondió a alguien que en su época intentó escribirla: “¿Mi vida, a quién importa?”. Vivió 73 años que transcurrieron en diversas ciudades españolas. Para Galicia conservó su más puro cariño, había nacido en El Ferrol el 31 de enero de 1820 y falleció en las afueras de Vigo el 4 de febrero de 1893.

Le fueron familiares los más diversos campos literarios. Escribió novelas, teatro, al mismo tiempo que realizaba su labor más importante de socióloga. Hizo periodismo en defensa de los ideales humanitarios y liberales y, asistió a numerosas asambleas científicas. Tradujo numerosos libros extranjeros y su pluma estuvo siempre al servicio de la razón y de la libertad.

El título de su primer libro “Historia de un corazón” podía ser el título de aquel que se hiciese sobre esta vida extraordinaria, conquistada al dolor por los demás. Fué en su momento partidaria de la causa abolicionista, por la que luchó. Ella marcó su vida misma y su obra cumplió aquella función social que ella recababa del intelectual, si esta obra se resiente a veces de leves defectos literarios tiene a cambio virtudes de pensamiento que les fué difícil alcanzar a muchos escritores contemporáneos suyos. En el terreno científico le rindieron tributo de afecto los hombres de ciencia que se reunieron en los Congresos de Londres, Estocolmo, Roma, San Petersburgo, Amsterdam, Amberes y otros. En Italia, la revista “Di disciplina carcelaria” donde colaboraron las más prestigiosas autoridades científicas, honró sus páginas en 1887 con el historial más completo conocido hasta entonces de la eminente penitenciarista.

En España, los mejores talentos del Derecho y de la Sociología en el siglo XIX, Sanz del Río, Armengol, Cánovas del Castillo, Castelar, Salillas, Azcárate, Dorado Montero, Giner de los Ríos, Labra, Cossío, etc., realizaron el examen de los diversos aspectos de su labor y exaltaron la grandeza de su personalidad.

Actualmente aparte de la bibliografía europea, tres escritores actuales de América, Paulina Luisi, del Uruguay; Juan Marinello, de Cuba y René E. G. Vaillant, en Estados Unidos, le han dedicado conferencias y monografías, haciendo justicia a tan considerable labor y pensamiento.

En cuanto al problema político de su país, España, Concepción Arenal defendió desde las columnas de “La Iberia”, conjuntamente con su esposo Fernando García Carrasco las ideas más liberales, antes de los días oscuros de la restauración. De joven había acompañado a su padre, Don Ángel Arenal, en las persecuciones y destierros que sufrió por las medidas desencadenadas contra los liberales. También en este sentido es su nombre, un nombre precursor.

“Cuadros de la Guerra” que publicamos hoy en esta colección “Camino de Santiago”, que es tanto como decir camino de la esperanza, no es quizá uno de sus libros más valiosos, pero sí es uno de sus libros más tiernos y representativos y en el cual esta mujer se adelanta a otros humanistas que vendrán luego de terminado el siglo XIX. En él, en breves descripciones sencillas, en estampas significativas, describe los horrores de la guerra como antes los había grabado Goya, quizá el único antecedente español de este libro. Con él aspira a convencer a todos de lo inútil, antihumano y odioso de las guerras. Concepción Arenal, que ya había hecho conocer su actitud contra la guerra en los Congresos de Derecho, hace aquí, en “Cuadros de la Guerra” un alegato sencillo y popular. Ella, sólo la justifica cuando con ella se defienden los derechos naturales de los pueblos y de los hombres.

Acompañamos a la publicación de este libro la conferencia que un gran escritor joven de la Cuba actual ha dedicado no hace muchos años a nuestra insigne pensadora. Juan Marinello, que éste es el autor, la recuerda con debida emoción y establece un rápido paralelo entre nuestra insigne pensadora y aquel libre español extraordinario de este mundo americano que se llamó José Martí.

Editamos en América este libro, de Concepción Arenal, a los cincuenta años de su muerte y al conmemorar esta fecha afirmamos tener erguida en nuestro corazón su levantada memoria.

Luis seoane.

ACTUALIDAD DE CONCEPCIÓN ARENAL ( 2 )

Un homenaje a la mujer española que es Concepción Arenal rendido en estos momentos desde Cuba y por mujeres cubanas, tiene un sentido muy señalado. Es, aunque se pretenda otorgarle otra fisonomía, un esencial acto de justicia, y, por ello, un acto revolucionario en el sentido más ajustado y estricto de la comprometida palabra. Porque Concepción Arenal es, en el latido central de su espíritu, un impulso incansable peleando contra la injusticia. Pero es, además, y es lo que da a su ejemplo categoría de perennidad y virtud para juntarnos, el impulso revolucionario, transformador, cargado de ciencia y de paciencia; la rebeldía como actitud, no como gesto, la inconformidad como conciencia, no como ademán. Inconformidad, impulso y rebeldía que quieren y pueden entender el mundo. Y, por ello, pueden salvarlo.

Todo caso vital y conscientemente revolucionario ilustra, por la calidad de quien lo encarna, la razón profunda del oprimido. Concepción Arenal es una gran voz pidiendo justicia para el mundo y es, al propio tiempo, el mejor caso probatorio de la capacidad femenina. El impulso por superar las limitaciones de su medio y de su tiempo, —tiempo y medio ingratos a la mujer decidida a usar de modo nuevo su inteligencia y su corazón—, es en Concepción Arenal hecho de tamaño asombrador. Meditando en su caso de prodigio, midiendo la calidad del esfuerzo por la altura del salto, es como se advierte lo ejemplar de aquella vida. Imaginad la suma de energías heroicas para merecer, no ya la sanción consagratoria de los mejores hombres cercanos sino la difícil y preciadísima de un Roeder. Hacerse una cultura, poseer una ciencia, integrar un estilo, en una tierra sin tradición científica y sin libertad para la mujer. Y tener todavía reservas de coraje para imponer, en artículos encendidos y en conferencias de pelea, la verdad de su ciencia y de su corazón. Esa vida de perfil armonioso y ascendente prueba como ninguna que la energía inusitada dirigida a la superación colectiva no es patrimonio ni privilegio de la hembra ni del varón sino grande y posible patrimonio humano.

Frente a casos de energía eminente y generosa de la raza y el sexo supeditados y ofendidos, surge pronto la palabra excepción. Excepción, se dice, excepción que confirma la regla. No. Excepción, decimos, excepción que culmina una posibilidad, excepción que tiene fuerzas y calidades para mostrar a la luz de todos lo que se agosta y disuelve cada instante en la gran masa impedida de movimiento, lejana al asidero bueno para iniciar la ascensión Todo indio, —dijo José Martí—, puede llegar a ser Benito Juárez. Toda mujer, decimos nosotros, puede llegar a ser Concepción Arenal. Lo humano, o no es nada, o es sustancia perfectible. Y si por un momento apunta la capacidad superadora, será un crimen ya estorbar uno solo de esos momentos. Mujeres como la que recordamos esta noche entran pocas en siglo, pero ningún siglo se pasa sin ella. No toda mujer es Concepción Arenal, pero Concepción Arenal creyó, peleó y triunfó por su alma de mujer. Su fe, su pugna y su obra, ejemplos de eficacia permanente, hechos de validez revolucionaria más allá de su tiempo y de su sexo, son argumentos irrebatibles para el triunfo, la lucha y la creencia de todas las mujeres.