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Colección de poemas de Concepción Arenal en los que nos presenta una serie de fábulas infantiles. Al tratarse de fábulas de su propia invención, todas ellas cuentan con un poso de profunda raigambre moral conectada con su época y su visión del mundo.-
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Seitenzahl: 70
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Concepción Arenal
Saga
Fábulas en Verso
Copyright © 1851, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726509908
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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A la respetable memoria de mi lueno y desgraciado padre.
C. Arenal de Carrasco.
EL SOBRIO Y EL GLOTON.
Habia en un lugaron
Dos hombres de mucha edad,
Uno de gran sobriedad
Y el otro gran comilon.
La mejor salud del mundo
Gozaba siempre el primero,
Estando de Enero á Enero
Débil y enteco el segundo.
¿Por qué, el tragon dijo un dia,
Comiendo yo mucho mas
Tu mucho mas gordo estás?
No lo comprendo á fé mia.
—Es, le replicó el frugal,
Y muy presente lo ten,
Porque yo digiero bien,
Porque tu digieres mal.
Haga de esto aplicacion
El pedante presumido
Si porque mucho ha leido
Crée tener instruccion,
Y siempre que á juzgar fuere
La regla para sí tome:
—No nutre lo que se come
Sinolo que se digiére.
____________
EL RIO Y EL ARROYO.
Naciendo uno de ella al par
El otro en remoto suelo,
Un rio y un arroyuelo
Llegaban juntos al mar.
En ancho cauce y profundo
Turbio corria el primero;
Estrecho, claro y somero
Deslizábase el segundo.
Huyendo la muchedumbre
Y de un niño en compañia,
Un hombre á dar acudia
Su paseo de costumbre.
Este rato de solaz
Aprovechóle en correr,
Hizo gana de beber
Y beber quiso el rapaz.
Díjole el padre—¿No ves
Que estas en sudor bañado?
Reposa un tanto á mi lado
Para que bebas despues.
El muchacho obedeció,
Que era de condicion buena,
Y sentándose en la arena
A refrescarse esperó.
Como está impaciente, muda
Una y otra vez de asiento,
Mas parándose un momento
Formal espone una duda.
—¿Por qué será, padre mio,
Esto que siempre reparo?
¿Como está el arroyo claro
Y no lo está nunca el rio?
—Hijo, allí cerca del mar
Nace puro el arroyuelo,
Y nada encuentra en el suelo
Con que se pueda enturbiar,
Si hallare casualmente
Tierra que enturbiarle deba
Nunca á los mares la lleva
Su escasa y débil corriente.
Viene de lejanas tierras
Este rio caudaloso
Y por terreno fangoso
Y por montes y por sierras.
Y pasa por las ciudades
Cuya inmundicia, hijo mio,
Enturbia el agua del rio
Como el alma sus maldades.
Y mas la orilla dilata
Y cada vez mas potente
Su irresistible corriente
Todo al pasar lo arrebata.
Enturbiado este, y profundo,
Claro y no profundo aquel,
Nos presenta un cuadro fiel
De lo que pasa en el mundo.
El que apacible y serena
Busca sencilla la vida
¿Habrá cosa que le impida
Hallarla dichosa y buena?
Mas sintiendo la inquietud
De alguna grande pasion
Peligra en el corazon
La ventura y la virtud.
No olvides nunca, hijo mio,
Que es dificil, te lo juro,
Ser como el arroyo puro
Y ser grande como el rio.
EL OSO Y EL LOBO.
En la cristalina fuente
Que tan pura el agua lleva
En su rápida corriente
Y se llama rio Deva
Cuando llega al mar potente.
Y de Julio caluroso
Como á las doce del dia,
Llegó á beber presuroso
De un lobo en la compañía
Grande y corpulento un oso.
El aura suave y pura,
Y la pradera florida,
Y la fuente que murmura,
Todo á descansar convida
Y paz ofrece y ventura.
Sentáronse á descansar
El lobo y el oso juntos
No viendo á nadie llegar,
Y despues de otros asuntos
Pónense de este á tratar.
Ya me acerco á la vejez,
Dijo el lobo, y por mas traza
Que en ello pongo ¡pardiez!
Cada dia hay menos caza
Y mas hambre cada vez.
Pasan del Abril las flores,
Pasan las nieves de Enero
Sin que en estos alredores
Logre atrapar un cordero
A los malditos pastores.
—Te está muy bien empleado,
Respondióle grave el oso,
¿Por qué del hambre acosado
No has de tragar, melindroso,
De yerba un solo bocado?
¿Por qué no comes manzanas
Ni peras ni moscatel,
Que de nombrarle entro en ganas,
Ni maiz, ni rica miel,
Ni cerezas, ni avellanas?
¿Tiene de razon asomo
Tu carnicera manía?
Come de todo, cual como,
Que si no, por vida mia,
Flaco has de tener el lomo.
Si acaso de hambre te mueres
De mi cariño leal
Ni el menor auxilio esperes;
No es lo que te pasa un mal
Si no porque tu lo quieres.
Mas el lobo replicó:
—Si comer frutas no puedo.—
—Pues qué, no las como yo?
No auxiliaré, no haya miedo
Al que la razon no oyó.
Así hallamos en la vida
Moralistas como el oso
Que intentan, cosa es sabida,
Con aire magestuoso
Cortarnos á su medida.
Poco es que la humanidad
Contra sus dogmas arguya,
No hay otra felicidad
Ni otra razon que la suya,
Ni tampoco otra verdad.
Si de un pecho dolorido
No comprenden la amargura
Esclaman: ¡dolor fingido!
Y es necedad ó locura
La pasion que no han sentido.
Por no sé que facultad
Del mundo se juzgan dueños,
Y su grave necedad
creced; dice á los pequeños,
Y á los grandes, acortad.
Años hace que le oí
Decir como regla á un viejo
Y la guardé para mi,
«Que el sabio al dar un consejo
«Se acuerda poco de sí»
____________
EL LEON ENFERMO.
Enfermo y gravemente
De los bosques hallóse el soberano
Leon , como decimos vulgarmente.
Su estómago hasta allí cual pocos sano,
Ni el mas leve sustento digería
Sin dolor infinito,
Aunque su majestad solo comía
Lechon, tierno cordero, algun cabrito.
Si era efecto del tiempo esta dolencia,
Si de grave pesar, de incontinencia
O del rudo trabajo y los desvelos
Con que, grato á los dioses, se afanaba
El cetro á sostener de sus abuelos
Para el público bien y por su gloria,
Es un punto dudoso de la historia.
Mas lo que está probado
De un modo positivo y concluyente,
Es que al verse doliente
Tuvo su majestad la estraña idea
De reunir al punto una asamblea
Y en ella discutir de cuál sustento
A su estómago débil convendría,
Y de cuál se abstendría
Por nocivo é indigesto.
La turba cortesana, por supuesto,
Al escuchar del rey el pensamiento,
Le pareció muy bien segun costumbre.
Envíanse correos
Que veloces recorran los estados
Para que diputados
Envie cada especie al gran congreso.
Reunida por fin la muchedumbre
Jura dar en conciencia
Su humilde parecer, de cuyo peso
Será juez el monarca; y él primero
Espone con voz débil su dolencia.
Hablar le toca, y habla un carnicero
Diciendo que el enfermo se alimente
Con abundante carne ensangrentada.
Levántase otro que de aquel disiente,
Pues aunque sea cierto
Que es la carne alimento grato y sano,
Mas saludable fuera al soberano
De animal que ya dias lleve muerto.
Un herbívoro en turno estaba luego,
El cual con voz sonora y mucho fuego,
Dijo que el rey en breve moriría
Si obstinado seguía
Cubriendo de cadáveres su mesa.
La verde yerba, la sabrosa fruta,
El rubio grano y el panal dorado,
Que la vista recrea y embelesa,
Decia el oso, le darán la vida.
Fué su idea aplaudida
Pero trabóse en breve una disputa
Entre los pitagóricos señores.
El maiz, la cebada y el centeno,
La uva, la castaña, la bellota,
El regaliz, el heno
Y cuantos vejetales
Alimenta la tierra en su ancho seno,
Tuvieron entre aquellos animales,
Fieles, sino ilustrados defensores.
Y cada cual al rey le recetaba
El alimento mismo que él usaba.
Despues de mucho tiempo y gran ruido
El punto dió su majestad leonesa
Por suficientemente discutido;
Le puso á votacion y con gran priesa
En lugar de pesar los votos cuenta.
La Prudencia (aunque estraña cosa sea
Verla en una asamblea,)
Estaba allí, (de paso por supuesto)
Que en tales reuniones no se sienta,
E imponiendo silencio con un gesto: