Fábulas en Verso - Concepción Arenal - E-Book

Fábulas en Verso E-Book

Concepción Arenal

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Beschreibung

Colección de poemas de Concepción Arenal en los que nos presenta una serie de fábulas infantiles. Al tratarse de fábulas de su propia invención, todas ellas cuentan con un poso de profunda raigambre moral conectada con su época y su visión del mundo.-

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Concepción Arenal

Fábulas en Verso

 

Saga

Fábulas en Verso

 

Copyright © 1851, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726509908

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

A la respetable memoria de mi lueno y desgraciado padre.

C. Arenal de Carrasco.

FABULA PRIMERA.

EL SOBRIO Y EL GLOTON.

Habia en un lugaron

Dos hombres de mucha edad,

Uno de gran sobriedad

Y el otro gran comilon.

La mejor salud del mundo

Gozaba siempre el primero,

Estando de Enero á Enero

Débil y enteco el segundo.

¿Por qué, el tragon dijo un dia,

Comiendo yo mucho mas

Tu mucho mas gordo estás?

No lo comprendo á fé mia.

—Es, le replicó el frugal,

Y muy presente lo ten,

Porque yo digiero bien,

Porque tu digieres mal.

Haga de esto aplicacion

El pedante presumido

Si porque mucho ha leido

Crée tener instruccion,

Y siempre que á juzgar fuere

La regla para sí tome:

—No nutre lo que se come

Sinolo que se digiére.

____________

FABULA II.

EL RIO Y EL ARROYO.

Naciendo uno de ella al par

El otro en remoto suelo,

Un rio y un arroyuelo

Llegaban juntos al mar.

En ancho cauce y profundo

Turbio corria el primero;

Estrecho, claro y somero

Deslizábase el segundo.

Huyendo la muchedumbre

Y de un niño en compañia,

Un hombre á dar acudia

Su paseo de costumbre.

Este rato de solaz

Aprovechóle en correr,

Hizo gana de beber

Y beber quiso el rapaz.

Díjole el padre—¿No ves

Que estas en sudor bañado?

Reposa un tanto á mi lado

Para que bebas despues.

El muchacho obedeció,

Que era de condicion buena,

Y sentándose en la arena

A refrescarse esperó.

Como está impaciente, muda

Una y otra vez de asiento,

Mas parándose un momento

Formal espone una duda.

—¿Por qué será, padre mio,

Esto que siempre reparo?

¿Como está el arroyo claro

Y no lo está nunca el rio?

—Hijo, allí cerca del mar

Nace puro el arroyuelo,

Y nada encuentra en el suelo

Con que se pueda enturbiar,

Si hallare casualmente

Tierra que enturbiarle deba

Nunca á los mares la lleva

Su escasa y débil corriente.

Viene de lejanas tierras

Este rio caudaloso

Y por terreno fangoso

Y por montes y por sierras.

Y pasa por las ciudades

Cuya inmundicia, hijo mio,

Enturbia el agua del rio

Como el alma sus maldades.

Y mas la orilla dilata

Y cada vez mas potente

Su irresistible corriente

Todo al pasar lo arrebata.

Enturbiado este, y profundo,

Claro y no profundo aquel,

Nos presenta un cuadro fiel

De lo que pasa en el mundo.

El que apacible y serena

Busca sencilla la vida

¿Habrá cosa que le impida

Hallarla dichosa y buena?

Mas sintiendo la inquietud

De alguna grande pasion

Peligra en el corazon

La ventura y la virtud.

No olvides nunca, hijo mio,

Que es dificil, te lo juro,

Ser como el arroyo puro

Y ser grande como el rio.

FABULA III.

EL OSO Y EL LOBO.

En la cristalina fuente

Que tan pura el agua lleva

En su rápida corriente

Y se llama rio Deva

Cuando llega al mar potente.

Y de Julio caluroso

Como á las doce del dia,

Llegó á beber presuroso

De un lobo en la compañía

Grande y corpulento un oso.

El aura suave y pura,

Y la pradera florida,

Y la fuente que murmura,

Todo á descansar convida

Y paz ofrece y ventura.

Sentáronse á descansar

El lobo y el oso juntos

No viendo á nadie llegar,

Y despues de otros asuntos

Pónense de este á tratar.

Ya me acerco á la vejez,

Dijo el lobo, y por mas traza

Que en ello pongo ¡pardiez!

Cada dia hay menos caza

Y mas hambre cada vez.

Pasan del Abril las flores,

Pasan las nieves de Enero

Sin que en estos alredores

Logre atrapar un cordero

A los malditos pastores.

—Te está muy bien empleado,

Respondióle grave el oso,

¿Por qué del hambre acosado

No has de tragar, melindroso,

De yerba un solo bocado?

¿Por qué no comes manzanas

Ni peras ni moscatel,

Que de nombrarle entro en ganas,

Ni maiz, ni rica miel,

Ni cerezas, ni avellanas?

¿Tiene de razon asomo

Tu carnicera manía?

Come de todo, cual como,

Que si no, por vida mia,

Flaco has de tener el lomo.

Si acaso de hambre te mueres

De mi cariño leal

Ni el menor auxilio esperes;

No es lo que te pasa un mal

Si no porque tu lo quieres.

Mas el lobo replicó:

—Si comer frutas no puedo.—

—Pues qué, no las como yo?

No auxiliaré, no haya miedo

Al que la razon no oyó.

Así hallamos en la vida

Moralistas como el oso

Que intentan, cosa es sabida,

Con aire magestuoso

Cortarnos á su medida.

Poco es que la humanidad

Contra sus dogmas arguya,

No hay otra felicidad

Ni otra razon que la suya,

Ni tampoco otra verdad.

Si de un pecho dolorido

No comprenden la amargura

Esclaman: ¡dolor fingido!

Y es necedad ó locura

La pasion que no han sentido.

Por no sé que facultad

Del mundo se juzgan dueños,

Y su grave necedad

creced; dice á los pequeños,

Y á los grandes, acortad.

Años hace que le oí

Decir como regla á un viejo

Y la guardé para mi,

«Que el sabio al dar un consejo

«Se acuerda poco de sí»

____________

FABULA IV.

EL LEON ENFERMO.

Enfermo y gravemente

De los bosques hallóse el soberano

Leon , como decimos vulgarmente.

Su estómago hasta allí cual pocos sano,

Ni el mas leve sustento digería

Sin dolor infinito,

Aunque su majestad solo comía

Lechon, tierno cordero, algun cabrito.

Si era efecto del tiempo esta dolencia,

Si de grave pesar, de incontinencia

O del rudo trabajo y los desvelos

Con que, grato á los dioses, se afanaba

El cetro á sostener de sus abuelos

Para el público bien y por su gloria,

Es un punto dudoso de la historia.

Mas lo que está probado

De un modo positivo y concluyente,

Es que al verse doliente

Tuvo su majestad la estraña idea

De reunir al punto una asamblea

Y en ella discutir de cuál sustento

A su estómago débil convendría,

Y de cuál se abstendría

Por nocivo é indigesto.

La turba cortesana, por supuesto,

Al escuchar del rey el pensamiento,

Le pareció muy bien segun costumbre.

Envíanse correos

Que veloces recorran los estados

Para que diputados

Envie cada especie al gran congreso.

Reunida por fin la muchedumbre

Jura dar en conciencia

Su humilde parecer, de cuyo peso

Será juez el monarca; y él primero

Espone con voz débil su dolencia.

Hablar le toca, y habla un carnicero

Diciendo que el enfermo se alimente

Con abundante carne ensangrentada.

Levántase otro que de aquel disiente,

Pues aunque sea cierto

Que es la carne alimento grato y sano,

Mas saludable fuera al soberano

De animal que ya dias lleve muerto.

Un herbívoro en turno estaba luego,

El cual con voz sonora y mucho fuego,

Dijo que el rey en breve moriría

Si obstinado seguía

Cubriendo de cadáveres su mesa.

La verde yerba, la sabrosa fruta,

El rubio grano y el panal dorado,

Que la vista recrea y embelesa,

Decia el oso, le darán la vida.

Fué su idea aplaudida

Pero trabóse en breve una disputa

Entre los pitagóricos señores.

El maiz, la cebada y el centeno,

La uva, la castaña, la bellota,

El regaliz, el heno

Y cuantos vejetales

Alimenta la tierra en su ancho seno,

Tuvieron entre aquellos animales,

Fieles, sino ilustrados defensores.

Y cada cual al rey le recetaba

El alimento mismo que él usaba.

Despues de mucho tiempo y gran ruido

El punto dió su majestad leonesa

Por suficientemente discutido;

Le puso á votacion y con gran priesa

En lugar de pesar los votos cuenta.

La Prudencia (aunque estraña cosa sea

Verla en una asamblea,)

Estaba allí, (de paso por supuesto)

Que en tales reuniones no se sienta,

E imponiendo silencio con un gesto: