Examinarse de rey o más vale fingir que actuar - Antonio Mira de Amescua - E-Book

Examinarse de rey o más vale fingir que actuar E-Book

Antonio Mira de Amescua

0,0

Beschreibung

Examinarse de rey o más vale fingir que actuar. Antonio Mira de Amescua Fragmento de la obra Jornada primera (Salen el Príncipe y el Infante, de labradores, riñendo con dos bastones, y Domingo tras ellos.) Infante: ¿Contra mi valor porfías? ¿Contra mí te pones? Príncipe: Sí. ¿Qué méritos hay en ti para tener mayorías? Infante: ¿No bastan mis pensamientos? Príncipe: ¿De eso quieres que me espante? ¿Hay loco que no levante alcázares en los vientos? Domingo: Y, ¿hay pendencias que se traben tan sin ocasión? ¡Por Dios! Que os descalabréis los dos de una vez; porque se caben. ¡Contiendas de cada día, caiga quien cayere aquí! Que para reñir a sí se lo reñirá mi tía. El uno "os haré cetrina", el otro "os haré pedazos", y no llegáis a los brazos ni oléis a la trementina. (Sale Albano.) Albano: ¿Fin vuestra guerra no tiene porque castigo no os doy? Tened paz y amistad hoy que el rey de Nápoles viene a estos hermosos jardines de Caserta.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 79

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Antonio Mira de Amescua

Examinarse de rey o más vale fingir que actuarEdición de Vern Williamson

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Examinarse de rey o más vale fingir que actuar.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-524-1.

ISBN rústica: 978-84-9816-088-8.

ISBN ebook: 978-84-9897-563-5.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 51

Jornada tercera 87

Libros a la carta 129

Brevísima presentación

La vida

Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.

De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.

Personajes

Carlos, infante

Carlos, príncipe

Albano, viejo

Federico, rey de Nápoles

Domingo, lacayo

Marqués

Conde

Margarita, infanta

Porcia, dama

Isabel, criada

Jornada primera

(Salen el Príncipe y el Infante, de labradores, riñendo con dos bastones, y Domingo tras ellos.)

Infante ¿Contra mi valor porfías?

¿Contra mí te pones?

Príncipe Sí.

¿Qué méritos hay en ti

para tener mayorías?

Infante ¿No bastan mis pensamientos?

Príncipe ¿De eso quieres que me espante?

¿Hay loco que no levante

alcázares en los vientos?

Domingo Y, ¿hay pendencias que se traben

tan sin ocasión? ¡Por Dios!

Que os descalabréis los dos

de una vez; porque se caben.

¡Contiendas de cada día,

caiga quien cayere aquí!

Que para reñir a sí

se lo reñirá mi tía.

El uno «os haré cetrina»,

el otro «os haré pedazos»,

y no llegáis a los brazos

ni oléis a la trementina.

(Sale Albano.)

Albano ¿Fin vuestra guerra no tiene

porque castigo no os doy?

Tened paz y amistad hoy

que el rey de Nápoles viene

a estos hermosos jardines

de Caserta.

Príncipe ¿Qué me importa?

Ni me admira ni reporta

su venida.

Infante No imagines,

padre, que aunque soy villano

de los campos de esa aldea

que yo le admita ni vea.

Albano Besarle tenéis la mano.

(Salen el Rey, el Marqués y acompañamiento.)

Rey Ésta es, Marqués, el aldea

que tanto ver deseaba

cuando en Alemania estaba.

Albano Su majestad, señor, sea

bienvenido.

Rey Amigo, Albano,

huelgo de veros.

Albano Llegad,

hijos, los dos y besad

a Federico la mano.

Infante Suplícote que nos des

la mano, invicto señor,

pues lo merece el honor

de haber estado a tus pies.

Príncipe Aunque no son labradores

dignos de tales trofeos,

merezcan nuestros deseos

gozar de vuestros favores.

Rey (Aparte.) (Uno de éstos que a mis pies

están, es Carlos, mi hijo.

Venzo de espacio el regocijo.

No quiero saber cuál es.

Venga este gusto penado.)

Levantad y guárdeos Dios.

(Aparte.) (¿Cuál será de aquestos dos?

Mi pecho está alborozado.)

Marqués, escúchame aparte.

Marqués Ala seré del silencio.

Rey Oye un caso que he tenido

veinte y dos años secreto.

Dejóme Carlos, mi padre,

por legítimo heredero

de este reino, que en el mundo

es el más hermoso reino.

Un hijo dejó bastardo,

ya sabes que fue Manfredo,

tan osado y arrogante,

tan altivo y tan soberbio,

que intentó tiranizarme

a Nápoles, y su intento

se lograra si piadosos

no me miraran los cielos.

Un ejército ha formado

contra mí, y en grave aprieto

se vio la bella ciudad

a quien llamaron los griegos

Parténope. Muchos días

duró el enemigo cerco

sin razón y sin justicia,

porque ni acción ni derecho

pudo tener un bastardo

tan mi contrario y opuesto

a mis costumbres que aun hoy

su mismo nombre aborrezco

con ser ya muerto. Y en fin,

sucedió que en este tiempo

del cerco, un hijo he tenido

tras de infinitos deseos

que el cielo entonces cumplió.

Pero con algún recelo

de que si acaso perdía

la ciudad, estaba cierto

que peligraba su vida

porque el ánimo violento

de un cruel no perdonara

su inocente y tierno pecho;

y previniendo este daño,

hice que el duque Fisberto

a esta aldea le trujese

a criar. Y aunque el suceso

de la guerra fue felice,

llamó apriesa el imperio

para coronar mi frente.

Pasé a Alemania, y por esto

Albano, ese labrador,

ha criado con secreto

al príncipe cuyo nombre

es Carlos como su abuelo.

Las guerras que en Alemania

he tenido, me impidieron

la vuelta a Nápoles. Y hoy

que tengo en paz y en sosiego

el imperio, y mi enemigo

es ya difunto, pretendo

casar a Carlos mi hijo

con Margarita, que el reino

de Sicilia ha de heredar,

y en mi palacio la tengo

como sobrina que es mía.

Unos de esos dos que vemos,

gallardos jóvenes, es

Carlos el príncipe. Hoy puedo

decir que nace a mis ojos

pues es hoy cuando le veo

la vez segunda después

que ha dado el paso primero

a la vida. Ésta es la causa

porque a estos valles amenos

de Caserta vengo alegre

y a conocerle deseo,

y ya muere por salir

el reprimido contento.

¡No más, no más suspensión!

Dime, Albano, ¿cuál de aquéllos

es Carlos?

Albano Ambos lo son.

Rey ¿Qué es lo que decís? No entiendo.

¿Cuál es mi hijo?

Albano No sé.

Rey ¿Estás loco? ¿Estás sin seso?

¿Cuál es el príncipe Carlos

que te dio el duque Fisberto

para criar disfrazado,

encargándoos el silencio?

Albano Señor, no lo sé, ¡por Dios!

Rey ¿Qué dices, villano?

Albano Quiero

ser leal y no mentir

para disculpar mis yerros.

Cuando a Carlos me entregaron

para que le diese el pecho

mi mujer recién parida,

quiso el hado que a Manfredo

también le naciese un hijo

que el mismo nombre le ha puesto

de Carlos por ser de Carlos

el rey de Nápoles nieto.

Manfredo tuvo también,

señor, tu mismo recelo

y por si acaso perdía

la batalla, al conde Arnesto,

entregó el infante, y él

sin darme noticia de ello,

porque en los campos estaba,

lo dio a mi mujer diciendo

que el criarlo convenía;

y con ánimo dispuesto

a criar dos hijos ella

se redució previniendo

en los dos, señor, distintos,

aunque era de un nombre mesmo.

Criáronse los infantes

tan enemigos y opuestos

entre sí que parecían

legítimos herederos

de la enemistad paterna.

Siempre los dos compitieron,

siempre han estado discordes;

que la crianza y el deudo

amor jamás les ha dado.

Pero estando ya mancebos,

mi mujer, que conocía

con cuidado verdadero

cuál es el uno y el otro,

murió de repente a tiempo

que yo como confiado,

como sin memoria y viejo,

la seña olvidé que de ambos

nos daba conocimiento,

de modo que como tienen

un nombre, una edad, un tiempo,

rústica y bárbaramente

para mí los diferencio,

pero llegando a afirmar

cuál es el príncipe de ellos

no me atrevo aunque pudiera

mentir y decir fingiendo

el que a mí se me antojara;

pero más quiero en efecto

decir verdad confesando

que soy un bárbaro y necio

que no poner a peligro

que un felicísimo reino

se quite por mi ignorancia

a su legítimo dueño.

Manda, señor, que me maten.

Mi error y culpa confieso.

Uno de ésos es tu hijo

y no sé cuál. Esto es cierto.

Rey ¡Cielos! ¿Qué es esto que escucho?

Fábula parece y sueño;

no se ha visto verosímil

tan raro y extraño cuento.

Ven acá, villano, dime,

¿cómo puedes conocerlos?

¿En qué los diferencias?

Albano Señor, el uno es moreno,

el otro blanco, y así

Carlos Blanco y Carlos Negro

los llamamos.

Rey Cosa al fin

de tu bruto entendimiento.

¡Bárbaro yo que fié

cosas de tan grande aprecio

de este villano! Marqués,

¿cómo es posible que vemos

en aquellos dos mi hijo,

y conocerle no puedo?

¿No es desdicha?

Marqués Señor mío,

si te agrada mi consejo,

podrá ser que el desengaño

nos dé como siempre el tiempo.

Llévalos a tu palacio

y vivan allí. Diremos

que son tus sobrinos ambos

y callando y encubriendo

que el uno es tu hijo, es fuerza

que haga el tiempo manifiesto

lo que agora la ignorancia

de este villano ha encubierto.

Rey No es muy poco lo que importa.

El daño de este suceso

es mayor de lo que suena,

pues no va menos en ello

que aventurar que de esta tierra

se le quite a su heredero

y que le dé —¡Dios lo niegue!—

al hijo del que aborrezco

como a enemigo y cruel.

Pero inténtase el remedio.

Vayan a palacio. ¡Carlos!

Ambos ¿Señor?

Marqués Ambos respondieron.

Rey Mis sobrinos sois los dos.

Huélgome de conoceros.

Abrazadme y a mi corte

os podéis venir.

Príncipe Yo beso

la mano más poderosa

que ha gobernado un imperio.

Infante Conocer puedes tu sangre

en mis altos pensamientos.

(Vase el Rey.)

Domingo Y yo, señor, ¿soy sobrino?

Marqués Quita, villano grosero.

Domingo En mi vida me hallé un tío

de importancia. Todos fueron

González, Pérez, Carrasco,

Guijarro, Peral, Ciruelo,

y un rey de Nápoles menos...

Príncipe Vente con nosotros.

Domingo Pienso

que ser mozo de dos amos

no es cómodo o de provecho.

A mandar sirven los dos,

y después, a darme el premio,

lo achacará uno a otro

y ninguno será el dueño.

Príncipe No haremos. Sírveme a mí.

Infante No, sino a mí.

Domingo Si primero

no se pegan lindamente

de ninguno soy mostrenco.

Ha de ser allá en palacio

hasta que quieran los cielos

que me tope un rey mi tío

como los dos habéis hecho.

(Vanse. Sale la Infanta Margarita sola.)

Margarita En esta galería

se contempla la tierra, el mar y el viento

y en cualquiera elemento,

según filosofía,

aprender puede amor el alma mía.

Allí en el aire miro