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No hay reinar como el vivir de Antonio Mira de Amescua nos presenta la imagen contrapuesta de! súbdito fiel, enfrentado al ambicioso de poder. Conrado, gobernador de Sicilia, planea envenenar a la infanta Margarita, heredera del trono. Para esto necesita aliados a sus dos hijos. Carlos le manifiesta que con ello se comete ofensa contra la divinidad. Postura opuesta es la de su hermano Octavio, quien antepone la inclinación por el poder a cualquier fidelidad. Serafina, una dama de palacio, le cuenta a la infanta Margarita los planes en su contra y trueca por agua el veneno que le estaba destinado. Luego se inventa la argucia de fingirse loca para poder seguir viviendo. Para hacer más creíble el engaño, la infanta decide mostrarse enamorada de los dos hermanos. Carlos lo rechaza y Octavio sí acepta el falso amor de la infanta. Al final de No hay reinar como el vivir se descubre el plan. La obra culmina con el destierro de Octavio.
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Antonio Mira de Amescua
No hay reinar como el vivirEdición de Vern Williamsen
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: No hay reinar como el vivir.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica: 978-84-9816-112-0.
ISBN ebook: 978-84-9897-590-1.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 45
Jornada tercera 83
Libros a la carta 113
Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.
De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.
Carlos, hijo de Conrado
Octavio, hijo de Conrado
Conrado, gobernador de Sicilia
Camilo, criado gracioso
Federico, Rey de Nápoles
Margarita, Reina heredera de Sicilia
Serafina, camarera mayor a Margarita
Porcia, criada de Margarita
(Salen Conrado, Octavio y Carlos.)
Carlos Señor, ¿qué tienes? ¿Qué mal
o qué accidente importante
perturba en tu semblante
la gravedad natural?
¿Con tus hijos callas? ¿Cuándo
tu pecho no nos dijiste?
Mucho nos prometes triste;
mucho nos dices callando.
Octavio Siendo tú gobernador
de Sicilia, siendo el hombre
de más fortuna, más nombre,
más grandeza, más valor,
¿qué accidente, qué tristeza
puede mudar, importuna,
del estado la fortuna,
del ánimo la grandeza?
Conrado No es tristeza ni pasión
la que veis sino cuidado
que me tiene arrebatado
mi propia imaginación.
(Aparte.) (Ya que a pensar me atreví
tan estupendos agravios,
y han de salir de mis labios
porque no caben en mí,
ya que quiero ejecutar
un terrible pensamiento,
que en el alma está violento
por salir o reventar,
¿con cuál de estos hijos míos
será bien comunicarlos?
El hijo menor es Carlos.
Tiene valor, tiene bríos
para en puestos de cuidado.
Pero inclinado a piedad,
es lengua de la verdad;
préciase de muy honrado.
Sé que Octavio es más cruel;
tiene altivo natural.
Más que al bien se inclina al mal;
pero no hay valor en él.
Ahora bien, sin revelar
mi intención, he de saber
cuál de los dos ha de ser
quien me tiene de ayudar.)
Hijo Octavio, salte afuera.
Octavio ¿Cómo ese agravio me has hecho?
¿Saber no puede tu pecho
quien magnánimo supiera
resistir gallardo y fuerte,
por sacarte de cuidados,
las mudanzas de los hados
y las sombras de la muerte?
Conrado Octavio, sí; pero en esto
no hay cosa que os toque a vos.
Mi pecho sabréis los dos;
mi tristeza sabréis presto.
(Vase [Octavio].) Carlos, escucha. Un consejo
te previene mi cuidado.
No es amor quien lo ha dictado,
no es la prudencia de un viejo,
sino la misma razón.
Heredera es Margarita
de Sicilia. Solicita
como amante su afición;
que aunque esquiva, mujer es.
Con la sangre y la amistad
dispondrás su voluntad
para hablarla yo después.
Carlos No hay en mí merecimientos
para emprender tal abismo,
y el conocerme a mí mismo
modera mis pensamientos.
Su esquivez y su belleza,
su gallarda inclinación
a la guerra y caza, son
pasmos de Naturaleza.
No me mandes emprender
imposibles.
Conrado ¿Ése es brío
de varón que es hijo mío?
¿Pusilánime ha de ser
Carlos, hijo de Conrado?
No es modestia, es cobardía;
que no tiene sangre mía
quien a sí se ha despreciado.
Carlos Señor, la verdad diré,
y perdone el replicarte,
que quizá ama en otra parte
con un ejemplo de fe.
Con un singular cuidado,
quien se alegra en un deseo,
quien no tiene otro empleo,
merece ser disculpado.
Conrado (Aparte.) (Tomemos otro camino.)
Hoy me dieron un papel
con un mote escrito en él
bien extraño y peregrino,
y te quiero consultar
como cuerdo y advertido.
(Lee.) «Ninguno cruel ha sido
por vivir y por Reinar.»
Carlos Dice mal. Ninguna cosa
disculpa la tiranía.
De Eurípides repetía
la antigüedad ambiciosa
dos versos: que si las leyes
no observadas han de ser,
por Reinar se han de romper.
Mas si con dioses los reyes,
que con alto privilegio
tienen deidad y exención,
hacer con ellos traición,
no es traición, es sacrilegio.
Mientras más dificultosa
la empresa del ofensor,
la crueldad será mayor;
y es consecuencia forzosa
que si el bien más singular
es Reinar, el que se abona
quitar al Rey la corona
será infame por Reinar.
(Vase Carlos.)
Conrado Déjame solo. No debo
descubrirme a Carlos hoy.
Dudosa y cobarde estoy.
Ya me animo y ya me atrevo.
¡Octavio!
(Sale Octavio.)
Octavio ¿Señor?
Conrado Aquí
te dejaré satisfecho
de mi amor, y que en mi pecho
no hay secretos para ti.
¿Qué se puede sospechar
de un papel que me han traído?
(Lee.) «Ninguno cruel ha sido
por vivir y por Reinar.»
Octavio Dice bien, pues de una suerte
naturaleza convida
a amar nuestra propia vida
aborreciendo la muerte,
y a mejorar el estado
y a seguir el propio aumento;
que el humano pensamiento
no vivirá sosegado
hasta hallar y conseguir
al bien último y mayor,
que es ser Rey y ser señor;
y el segundo es el vivir.
Y en él, varón singular,
dejó César esculpido
que nadie cruel ha sido
por vivir ni por Reinar.
La observancia de la ley
al que es Rey no comprehende
que bajeza o mancha ofende
la pura sangre de un Rey.
¿Cuándo pastor de ganado
que por bien o mal llegó
a ser un Rey, no ilustró
la sangre cuando el cayado
trocó en cetro? Y si después
pierde el reino por error
o desdicha, no es pastor,
un ilustre varón es.
No crueldad, mas tiranía,
la del Reinar se ha llamado;
y en solo haberla intentado
es humana bizarría.
Conrado Pues atiende a mis razones,
ya que gallardo y discreto
has hecho así ostentación
de tus altos pensamientos.
Hijo bastardo nací
del celebrado Manfredo,
Rey de Sicilia. No estuvo
elegir mi nacimiento
en mi mano. Fui incapaz
de la majestad y el cetro
por falta de destino,
por voluntad de los cielos.
Heredó el hijo menor;
y el nombre de Recaredo
dejó en Sicilia famoso
por su valor y su ingenio.
Una hija sola tuvo,
que es Margarita, y muriendo
el gobierno y su tutela
me dejó en su testamento.
Ordenó que hasta tener
veinte y tres años y medio,
porque entrase en veinte y cuatro,
no administrase este reino.
Agora se va llegando,
amigo Octavio, este tiempo,
y del ser gobernador
seré despojado presto.
Pero si la industria ha dado
púrpura, laurel, imperio,
y estableció la osadía
repúblicas que pudieron
competir con monarquías,
no nos falte atrevimiento.
Si la legítima línea
de príncipes herederos
de Sicilia feneciese,
a nosotros viene luego
la majestad soberana,
y en Margarita está cierto
que fenece. Octavio, ¡muera!
Una vida sola ha puesto
impedimento al Reinar.
Rómpase el impedimento.
Más aventuraba César
cuando, ambicioso y soberbio,
cristales del Rubicón
iba dudoso rompiendo.
¡Cuántos príncipes del Asia,
cuántos romanos y griegos
conquistaron en España el mundo,
majestades y trofeos!
Más fácil es nuestra empresa.
Solo un vaso de veneno
nos puede hacer de vasallos
reyes famosos. ¿Qué ejemplos
no están en nuestro favor?
Ya lo más tenemos hecho,
que es el haberlo intentado.
Lógrese nuestro deseo.
Y porque a la tiranía
precedan más dulces medios,
como amante has de servirla.
Conquístela el galanteo,
por si acaso, agradecida,
te quiere elegir por dueño;
y en no queriendo, su muerte
dará venganza al desprecio.
Bien te quiere Serafina,
su camarera, y podemos
inducirla a tal acción
con amenazas o ruegos.
Dale palabra de esposo,
porque ella, con los deseos
de verse Reinar, no niegue
su industria a nuestros intentos.
Entre los tres solamente
estará el caso secreto,
pues que somos todos tres
interesados en ello.
¡Ea, Octavio, alto a la empresa!
Magnánimo entrega el pecho
a la fortuna, porque ella
te dé felices sucesos.
Ya te miro coronado;
príncipe te considero;
Rey de Sicilia te aclamo;