La casa del tahúr - Antonio Mira de Amescua - E-Book

La casa del tahúr E-Book

Antonio Mira de Amescua

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Beschreibung

La casa del tahúr es una comedia moral de Antonio Mira de Amescua. En ella el dramaturgo de Guadix censura duramente el vicio del juego. La comedia empieza con una boda. Alejandro e Isabela, el tahúr y su esposa están recién casados, en plena luna de miel. Todo el acto primero de La casa del tahúr gira en torno al problema que se le plantea a la pareja y que será el tema central de la obra: el insaciable anhelo de Alejandro por jugar y los esfuerzos de Isabela por salvar un matrimonio que ya desde el primer acto presenta malas perspectivas.

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Seitenzahl: 94

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Antonio Mira de Amescua

La casa del tahúrEdición de Vern Williamsen

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La casa del tahúr.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-299-6.

ISBN rústica: 978-84-9816-094-9.

ISBN ebook: 978-84-9897-569-7.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 57

Jornada tercera 107

Libros a la carta 153

Brevísima presentación

La vida

Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.

De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.

Personajes

Marcelo Gentil, viejo

Alejandro, su hijo

Roque, lacayo

Don Diego Osorio, galán

Don Luis, Galán

Carlos de Villamayor, sevillano

Isabela, esposa de Alejandro

Ángela de Mendoza, dama

Ángela de Heredia, madre de Angelica

Gómez, escudero viejo

Fabián, criado

Domingo, lacayo sevillano

Jornada primera

(Salen Marcelo y Alejandro.)

Marcelo Hijo, que único heredero

de mi casa y de mi honor

has nacido, no es amor

la pasión con que te quiero.

Un afecto es, más asido

al alma. Aunque dije mal

—amor es, mas sin igual—.

Amor singular ha sido.

La escuela de mis verdades

y consejos te ha criado,

pero tu error te ha llevado

por juegos y mocedades.

Jugabas lo que tenías,

y no tenías también,

y tierno quisiste bien

cuantas mujeres veías.

Contrario amor suele estar

al juego, y en tu sosiego

ni el amor divirtió el juego

ni el jugar venció al amar.

En una y [en] otra guerra,

que el juego y amor son lides,

siempre estabas como Alcides,

un pie en el mar, otro en tierra.

Remedio, por mil caminos,

intenté en vano a mi pena,

y al fin hallé el que refrena

juveniles desatinos.

Caséte con Isabela

de quien fui tutor y a quien

ha aprovechado más bien

la doctrina de mi escuela.

En su rostro, en su cordura,

con singular eminencia,

aun están en competencia

la virtud y la hermosura.

Ha durado la alegría

en tu casa, en quien estoy

como huésped, hasta hoy.

Éste es el octavo día.

En la casa del tahúr

se dice que dura poco.

Pues ya los umbrales toco

de la muerte, y su segur

siento casi a la garganta,

¡dulce muerte me acomoda!

Haz cuenta que siempre es boda.

Dure, oh hijo, esta paz santa.

Yo, en mi casa y retirado,

mirar tu enmienda pretendo;

procedo bien advirtiendo

que ya mi hacienda te he dado.

Tuya es ya la renta mía;

no tengo más que dejarte.

Solo reservo la parte

que al alma me convenía.

Si le perdieres, apela

al hospital y no a mí.

Hacienda y mujer te di.

Buen dote trujo Isabela.

Bien sé que cuerdo dispones

el gobierno de tu casa;

que el error del joven pasa

con nuevas obligaciones.

Bien sé que el dichoso estado,

en que ya vives contento,

despierta tu entendimiento

y nueva razón te ha dado;

pero nunca inútil es

el buen consejo.

Alejandro Señor,

agradecido a ese amor,

beso mil veces tus pies.

Yo con Isabela vivo,

preso de amor. ¿Qué cuidado

vencerá un enamorado?

¿Ni qué juego al que es cautivo?

Mucho estimo tus consejos,

que al fin me doctrinan y aman.

Vejeces los mozos llaman

lo que prudencia los viejos;

pero a mí ya me recrea

tu elección. No la condeno,

que siempre el consejo es bueno

aunque menester no sea.

(Adentro Roque y dos músicos.)

Roque Brindis, sos músicos.

Músico I Mía

es la obligación. Espera,

ya la paga.

Roque ¡Oh, quién tuviera

una boda cada día!

Marcelo Tus amigos te visitan

si te alegran tus criados.

Yo me voy, hijo. Los hados

vida feliz te permitan.

(Vase. Salen don Diego, don Luis, y Carlos.)

Diego Aun huele a boda la casa.

Alejandro ¡Oh, don Diego! ¡Oh, don Luis!

¡Qué tarde a verme venís!

Luis Mientras que la octava pasa

de esta doméstica fiesta,

no era ocuparte razón.

Alejandro La amistad, la obligación,

en ningún tiempo molesta.

¿Quién es aquel gentilhombre?

Diego De Sevilla y caballero,

y nuestro amigo.

Alejandro Yo quiero

que mío también se nombre.

Luis Hanos dado a conocer

una dama sevillana...

No mujer, no cosa humana...

Ángel es, que no mujer.

Aquí a Madrid ha venido

con su madre a proseguir

ciertos pleitos.

Diego Y a decir

que sola Sevilla ha sido

la madre de la hermosura.

Luis Con este conocimiento

de Carlos, en su aposento,

en amistad casta y pura,

tenemos conversación.

Rífanse dulces y aloja,

y pasamos la congoja

de las siestas.

Alejandro No es razón,

señor Carlos, que yo sea

de tal amistad ajeno.

Carlos Si para servir soy bueno,

serviros mi alma desea.

Alejandro Mi persona y esta casa

están a vuestro servicio.

(Salen los dos músicos y Roque con una taza y un jarro.)

Roque ¡No es boda donde hay juicio!

Diego ¡Hola! ¡Mirad lo que pasa!

Alejandro Roque y dos músicos son.

Mi boda están celebrando,

más bebiendo que cantando.

Luis No es mala la ocupación

si cantan mal, pues bebiendo

no cantarán.

Alejandro Son malditos.

Roque No es, oh músicos mosquitos,

voz la vuestra sino estruendo.

Zumbadme en estos oídos,

bailaré.

Alejandro ¡Loco, despierta!

Roque La boca sola está alerta

mientras duermen los sentidos.

Alejandro ¿A qué habéis salido aquí?

Roque Para danzar, ¿no lo ves?,

en tus bodas.

Alejandro ¡Lindos pies

de danzar!

Luis Serán ansí

bacanales, no himeneos.

Roque ¿No veis los que representan?

¡Qué bailecillos inventan

de visajes y meneos!

En ellos, si consideras,

dos diferencias se ofrecen;

que allá borrachos parecen

y aquí lo estamos de veras.

Allá se dejan caer,

tuercen el cuerpo al desgaire,

dan traspiés, burlan del aire

que el danzar debe tener.

¿Qué oficios hay inventados

que no se imiten allí?

Parecen, bailando ansí,

o locos o endemoniados.

No hay cosa en la vida humana

que no baile a su despecho.

La matemática han hecho

bailarina escarramana.

Una araña, roja y fiera,

en Italia he visto yo,

y cualquiera que picó

baila de aquesta manera.

Y pienso que no se engaña

un señor muy avisado

que dice que se han pasado

las tarántulas a España.

Alejandro Y aun hacen esos errores,

que en España renovemos

bailes que culpados vemos

en los antiguos autores.

Roque Cantad, músicos panarras,

que ya me voy meneando.

Músico I Reventaremos cantando.

Roque Eso hacen las cigarras.

(Cantan. Baila Roque.)

Músicos «Cualquier casamiento

alegra la casa,

como no se casen

el vino y el agua.

Goza de Isabela,

hermosa y gallarda,

el nuevo Alejandro,

honra de su patria.

Haya muchos siglos

placer en su casa,

como no se casen

el vino y el agua.»

Alejandro Basta, basta, que este día

no estáis para nada buenos.

Diego De vino los tiene llenos

vuestra dichosa alegría.

Tanta os dé vuestra mujer

que nunca podáis mirar

ni la cara del pesar

ni la espalda del placer.

Años del fénix no visto

viváis con ella, Alejandro,

los de Nestor, los de Evandro,

los de Príamo y Egisto.

El tiempo que corre aprisa

tardo movimiento tenga,

y al fin vuestra muerte venga

envuelta entre sueño y risa.

Alejandro Deseos son lisonjeros

de una voluntad pagada.

Tráeme la capa y la espada;

que con estos caballeros

saldré un rato.

Luis Es honra nuestra.

Músico II En otra boda os veáis.

Alejandro Mala música tengáis.

¡Que sí tendréis si es la vuestra,

que yo no quiero enviudar!

(Vanse los músicos y Roque.)

Luis No, ¡plega a Dios! Antes sean

tantos tus hijos que vean,

de los cielos y del mar,

luces y arenas iguales

a su número, y de flores

se coronan vencedores

en mil batallas navales.

Uno en la guerra cruel

ciña de roble su frente,

otro sabio y diligente

en la escuela, de laurel.

Uno suba en la conquista

de alguna empresa cristiana,

y otro en la corte romana

sagrada púrpura vista.

[Sale Roque en capa y sombrero.]

Alejandro Dulce cosa es el casarse

si tal parabién se espera.

Roque Si quisiere salir fuera,

su merced, a pasearse,

(Pónele su misma capa y sombrero.)

no se habrá visto jamás

tan galán.

Luis ¿Qué has hecho, loco?

Alejandro A cólera me provoco.

Cansado borracho estás.

Roque En éste, tu alegre estado,

de un modo estamos tú y yo.

Alejandro Luego, ¿estoy borracho?

Roque No,

pero estás...

Alejandro ¿Qué estoy?

Roque Casado.

Pues si yo mal no me acuerdo,

la mujer al vino imita;

porque en un momento quita

el seso al hombre más cuerdo.

Que se pueden comparar

oí a un discreto decir,

pues tal vez hacen reír,

y tal vez hacen llorar.

¿No has visto qué dulcemente

entra el vino por la boca,

y cuando a las tripas toca,

qué fuerte y bravo se siente?

La mujer, cuando se casa,

entra muy mansa, porque es

vino al beberse, y después

no hay quien la sufra en la casa.

Como vino puro ha sido

la que a ser ligera empieza,

pues se sube a la cabeza

del desdichado marido.

Una diferencia alego:

que el vino viejo ha de ser,

mas si es vieja la mujer,

leña es, seca, ¡vaya al fuego!

Un cortesano bizarro,

de estos melífluos decía

que él en la mujer querría

las calidades del jarro:

limpio ha de ser, sano y nuevo.

Y ansí mujer linda o fea,

ya que es vino, jarro sea,

que de otra suerte no bebo.

(Salen Isabela y Fabián. Sacan de vestir a Alejandro.)

Isabela ¿Dónde, con tal diligencia?

Fabián Dicen que salir quería.

Isabela ¿Vais fuera?

Alejandro Sí, gloria mía;

mas no sin vuestra licencia.

Es forzoso acompañar

mis amigos.

Diego Servidores

suyos y vuestros.

Isabela Señores,

míos os podéis llamar.

(Van vistiendo [a] Alejandro.)

Carlos (Aparte.) (¡Mujer divina! El extremo

de hermosura manifiesta.

Ángela es ángel, mas ésta

es de otro coro supremo.

¿Qué superior jerarquía

contiene este ángel? En mí

siento, después que la vi,

nueva suerte de alegría.)

Isabela Por parecer desposado,

lleva más joyas, si quieres.

Envidiarán las mujeres

mi felicísimo estado.

La cadena de diamantes

llevarás.

Alejandro A mucho obligan

tus joyas.

Isabela Quiero que digan

como hay mujeres, amantes

de sus maridos.

Carlos (Aparte.) (¡Qué grave

honestidad y qué hermosa

compostura! No vi cosa

a l[os] ojos más suave.)

(Apartados.)

Alejandro Mi curiosa inclinación

ver esa Ángela desea.

Luis ¿Hay más, sin que se vea?

Alejandro ¿Y a cualquier conversación

está apacible? ¿O se espanta?

Luis Con un honesto recato,

es agradable su trato.

Alejandro ¿Y su madre?

Luis Es una santa.

Argos es de la muchacha,

pero aplica su atención

a libros de devoción,

y es sorda.

Alejandro ¡Famosa tacha!

Carlos (Aparte.) (Gloria inspira, si la veo.

Rige mis ojos razón,

que el ver con delectación

cerca está de ser deseo.)

(Vanse.)

Isabela ¿Qué amigos, Roque, son éstos?

Roque Los amigos que se usan.

En el trabajo se excusan,

y en la dicha son molestos.

Todos son de la manera

que fáciles golondrinas,