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Casi todos los dramaturgos del Siglo de Oro utilizaron el tema de la mujer vestida de hombre en sus obras, Lope de Vega, Tirso de Molina, Antonio Mira de Amescua, Calderón, etc. En Fénix de Salamanca, una comedia de capa y espada, desde el primer acto el espectador sabe que dos de los personajes principales son dos mujeres disfrazadas de hombre. Cada una pertenece a una clase social distinta (señora y criada) y de que sus disfraces obedecen a motivos diferentes: - Doña Mencía busca al hombre que le prometió matrimonio y que más tarde la engañó abandonándola. - Mientras que Leonor, su criada, sigue a su ama en su empresa con más o menos voluntad y no poco miedo.Doña Mencía, mucho más arrojada y aventurera teme a nada ni a nadie. Las vestimentas de la orden militar de San Juan que se ha puesto son un hábito largo de color negro con una cruz blanca en el pecho, que le otorgan toda la seguridad que necesita para seguir adelante. Así Doña Mencía decide buscar a su amado y lo hace de la única manera que le permite moverse con libertad y sin dar explicaciones a nadie. Doña Mencía, es una mujer viuda que ha sufrido un desengaño amoroso. Se han reído de ella, su honor ha sido mancillado y como no tiene familiares masculinos que la defiendan y le devuelvan su honor, tema de capital importancia en los siglos XVI y XVII, decide viajar desde Salamanca a Valencia y posteriormente a Madrid, para encontrar a Don Garcerán, el causante de sus males. La Fénix de Salamanca es un juego de apariencia y realidad, un elemento característico en las comedias de los grandes dramaturgos del Siglo de Oro.
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Antonio Mira de Amescua
La fénix de SalamancaEdición de Vern Williamsen
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: La Fénix de Salamanca.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-300-9.
ISBN rústica: 978-84-9816-095-6.
ISBN ebook: 978-84-9897-571-0.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 57
Jornada tercera 105
Libros a la carta 153
Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.
De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.
Don Garcerán Cabanillas, caballero valenciano
Conde Horacio Colona
Don Beltrán, capitán
Don Juan
Solano, lacayo gracioso, criado de don Garcerán
Leonardo, criado de Alejandra
Olivera, criado de don Juan
Rugero Bautista, criado del conde Horacio
Doña Mencía Guzmán, dama salmantina
Leonor, criada de doña Mencía
Alejandra, dama
Ribera, huésped
Funes, sastre
Villena, platero
Camilo, curial de Roma
Don Tello
Morales, correo
Un Criado
(Salen doña Mencía, con vestido largo y hábito de San Juan, y Leonor, su criada, como capigorrón.)
Leonor ¿Qué? ¿No estás desengañada?
Mencía Es invencible mi amor.
No me fatigues, Leonor.
Leonor Tu locura es extremada.
Sin duda, doña Mencía,
según estas cosas van,
que ha de ser don Garcerán
tu perdición y la mía.
Seis meses ha que saliste
de Salamanca tras él,
y sin hallar rastro de él,
hasta Valencia corriste;
y agora quieres que esté
en Madrid. ¡Qué desatino!
Mencía ¡Ay, dulce amiga! Camino
tras los pasos de mi fe.
Leonor ¿Pues, no has mil veces jurado
no tenerte obligación?
Mencía Es verdad.
Leonor ¿Qué es tu intención?
¿Qué te da pena y cuidado?
Si te olvidó, ¿no es costumbre
de los hombres olvidar?
Si no tienes qué llorar,
¿qué te ha de dar pesadumbre?
Mencía ¡Ay, amiga! Mi inquietud
no tanto la causa amor
cuanto el áspero rigor
de su fiera ingratitud.
La noche que se partió
aquel cruel, mil amores
me dijo, que fueron flores,
que su ausencia marchitó.
Y aquella extraña mudanza
y no pensada partida
me trae y lleva perdida
tras una vana esperanza.
Leonor Pues advierte que este traje
tu pretensión no asegura;
Medio más fácil procura.
No afrentes a tu linaje.
Mencía No hay, Leonor, dificultad.
De ese temor te retira;
que en la corte no se mira
con tanta curiosidad.
Criado del Gran Prior
que viene esta primavera
he dicho que soy.
Leonor Quimera
de tu ciego y loco amor.
Mencía Pues, ¿quién ha de reparar
que soy mujer?
Leonor Tu hermosura
lo dirá y mi desventura.
Mencía (Aparte.) (Aquésta me ha de acabar.)
Pues, ¿no asegura a las dos
esta cruz y esa sotana?
Leonor Sí, señora, que cristiana
soy, por la gracia de Dios;
mas hay diablos alguaciles
que no se espantan de cruces,
que ven más entre dos luces
que los linces más sutiles;
que, aunque te llames don Carlos,
nombre hueco y campanudo,
y yo Jaramillo el mudo,
no es fácil desengañarlos;
que no ha de ser tu recato
tan grande que alguna vez
no te miren a la nuez
y a los puntos del zapato,
y echen de ver que eres macha,
y por la hebra el ovillo
saquen, y de Jaramillo
descubran también su tacha.
Y, en tal trance, esa cruz blanca
no es la que te ha de salvar,
aunque te quieres llamar
la Fénix de Salamanca;
que a la visita primera,
sin tener duelo o clemencia,
un alcalde nos sentencia
a hilar en una galera.
Tú, si algún tropiezo das,
como viuda varonil,
volveráste a tu monjil,
entera como te estás;
pero, ¡ay de mí!, mal pecado
si su cólera desfoga
la sala, y quiebra la soga
por mí, como más delgado.
Mira que aquellos señores
sacan de las faltriqueras
destierro, azotes, galeras,
y aun dicen que son favores.
Huyamos de la Ocasión.
Comámonos de capones
lo que han de comer soplones.
Vámonos con bendición,
porque yo quería llegar
a tálamo que bien cuadre,
si por ventura mi padre
me pretendiere casar.
Mencía ¡Qué terribles desatinos
estás diciendo!
Leonor Señora,
todo sucede en un hora
por posadas y caminos.
(Salen a la ventana Alejandra y Leonardo.)
Leonardo Mi señora, ¿no es gallardo
don Carlos, nuestro vecino?
Leonor Que nos miran imagino.
Alejandra Tienes buen gusto, Leonardo.
¡Qué bien que pisa y qué airoso!
¡Qué bien hecho es, qué galán!
Leonor Señora, mirándote están.
Mencía Calla y miren.
Alejandra ¡Qué gracioso!
¿Sabes quién es?
Leonardo Caballero,
y del Piamonte.
Leonor Repara
que te miran.
Alejandra Gentil cara.
Leonor Háblale, que estás grosero.
Alejandra Hombre será principal.
Leonardo El hábito lo confirma,
y tu buen gusto me afirma
que no te parece mal.
Alejandra Es así, mas aunque fuera
un ángel, lo que poseo,
en tanto estimo, que feo
y tosco me pareciera;
porque no hay comparación
si está de por medio el conde.
Leonardo ¿Y él también te corresponde
con igual estimación?
Alejandra ¿Ha venido el coche?
Leonardo Sí.
Mencía Si respondiera que no,
al Sol le pidiera yo
prestado el suyo.
Leonor ¡Eso sí!
Muy bien empiezas, señor;
habla con argentería.
Alejandra El coche del Sol sería
para mí grande favor.
Mencía ¿Queréisle? Que cuando el Sol
prestado no me lo diera,
en medio de su carrera
se le quitara.
Alejandra Español
y bizarro encarecer.
Mencía Que también los extranjeros
tienen aquestos aceros.
Alejandra Muy bien se os echa de ver;
mas fuera temeridad
meteros en tanto aprieto.
Mencía Vence tan alto sujeto
la mayor dificultad.
Leonardo Mira que es tarde, señora.
Mencía ¿Dónde vais?
Alejandra Al campo salgo.
Mencía En vos veo, a fe de hidalgo,
lo que del campo enamora,
y agraviáisos si decís
que salís al campo.
Alejandra ¿En qué?
Mencía Alejandra, ¿no se ve
que fuera de vos salís?,
porque las perlas hermosas
que el alba vierte en las flores,
y matizados colores
de sus mejillas de rosas,
viento sutil y amoroso,
fuentes que risa y cristal
vierten por el arenal
argentado y espacioso;
todo lo ve quien repara
en tan divina pintura,
que del campo la hermosura
es copia de vuestra cara;
y así, no tenéis, por Dios,
a qué salir ni a qué iros,
que no hay para divertiros
más que miraros a vos.
Leonardo A fe, que es gallardo mozo.
¡Qué bien que cerró el conceto!
Alejandra ¡Qué vecino tan discreto!
Leonardo ¿Qué hará si le crece el bozo?
Alejandra Deseo con más espacio,
señor don Carlos, gozar
de vuestro pico.
Leonardo Picar
queréis en el pobre Horacio.
Mencía Cuando fuéredes servida;
que cerca está la posada.
Alejandra Adiós.
Mencía Ella va picada.
Leonor Tú, ¿cómo quedas?
Mencía Perdida.
(Quítase de la ventana Alejandra y salen el capitán don Beltrán y don Juan.)
Beltrán Este don Carlos, don Juan,
¿es fraile o es caballero?
Leonor No hagas la calle terrero;
que viene allí el capitán.
Juan Caballero y principal,
según estoy informado;
que pasa a Malta, y criado
del Gran Prior.
(Hablan de oído Leonor y doña Mencía.)
Leonor No hagas tal,
que es el viejo mal sufrido
y se pica de valiente;
del pie te mira a la frente.
Mencía Vamos; que me han conocido.
(Vanse Leonor y Mencía.)
Beltrán Hablarle quiero.
Juan Sería,
si no hay otro fundamento,
notable deslumbramiento;
sosegaos, por vida mía.
Beltrán ¿Qué fundamento mayor
queréis, don Juan, que encontralle
cada día en esta calle?
Juan No hay sin celos firme amor.
Si el encontrar cada día
a don Carlos os enfada,
¿qué ha de hacer, si su posada
tiene enfrente de la mía?
Celos tuvistes ayer
del conde Horacio, y cuidado
hoy, Capitán, os ha dado
don Carlos. Puedo temer
que también de mí mañana
tendréis sospecha y temor.
¿Con tantos celos y amor
os adorará mi hermana?
Beltrán Mientras que la posesión
no tiene el galán que ama,
señor don Juan, de su dama,
no halla alivio su pasión;
y así, en tanto que no sea
Alejandra mi mujer,
no dejaré de tener
celos de quien la pasea.
Juan Nadie, don Beltrán, festeja
su calle, ni su ventana,
ni a ningún hombre mi hermana
silla ha dado ni ha hecho reja;
que su honrado nacimiento,
recato y honestidad
refrena la libertad
y acobarda el pensamiento;
porque no hubiera señor,
por grave y rico que fuera,
que a raya no le tuviera
su honestidad y valor.
Y es demasiado reñir,
si sale en coche o si no,
dónde va, quién se le dio
y del bien y el mal gruñir;
mas creo que brevemente
vendrá la dispensación,
con que vuestro corazón
se asegure fácilmente,
y una vez que estéis casado,
como dueño de mi hermana,
tapiad la puerta y ventana,
no la dejéis ir al Prado;
no salga, en silla o en coche,
a ver madre, abuela o tía,
tenedla en prensa de día
y en una estufa de noche;
y como tío y cuñado,
capitán, me perdonad;
que el amor y la amistad
esta licencia me ha dado.
Y si os queréis divertir
y gozar del fresco un rato,
vamos al Prado.
Beltrán (Aparte.) (¡Qué ingrato
tanto amor me ha de salir!)
¿No venís?
(Vase.)
Beltrán Ya voy tras vos.
Poneos a caballo luego;
mas este celoso fuego
tengo de apagar, por Dios;
que, quitada la ocasión,
menos el daño amenaza.
Ya se me ofrece una traza,
pondréla en ejecución;
que, si puedo, aquesta noche
ha de dejar la posada
don Carlos desocupada,
aunque yo vele y trasnoche;
que el huésped es conocido
y el dinero poderoso,
y un hombre, si está celoso,
hará lo que un ofendido.
(Vase. Salen don Garcerán, de camino, y Solano, lacayo, también de camino.)
Garcerán ¿Dónde tomaste posada?
Solano Junto al Carmen.
Garcerán ¿Preveniste
la cena?
Solano Sí.
Garcerán ¿Qué trujiste?
Solano Un capón y una empanada,
dos perdices...
Garcerán Bien las como.
Solano Medio cabrito extremado,
dos gazapos...
Garcerán ¡Regalado
plato!
Solano Tienen tanto lomo.
Un gigote de carnero...
Garcerán Si está manido, no es malo.
Solano Un jamón...
Garcerán ¡Gentil regalo!
Has hecho buen despensero.
Solano De clarete y moscatel
tres azumbres; que sin vino
está en la mesa el tocino
como cautivo en Argel.
Garcerán Yo tengo bien qué cenar.
Solano ¿Que es buena cena?
Garcerán Extremada.
Solano Pues, ven. La verás pintada
que no hay más que desear,
en esta calle primera;
que parece que el pintor
dio a los gazapos primor
y sazón a la ternera.
¿No me dirás, por tu vida,
qué bolsón diste a Solano
para que te tenga, ufano,
mesa y cama prevenida?
Garcerán Luego, ¿no tienes dineros?
Solano ¿De qué los he de tener,
Garcerán, si desde ayer
estamos los dos en cueros?
Garcerán ¿No te di trescientos reales
en Valencia?
Solano No lo niego;
mas oye la cuenta, y luego
podrás ver si están cabales.
(Saca un papel de cuentas.)
«Cuenta de lo que Solano
ha gastado en el camino.»
Garcerán