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La adversa fortuna de don Bernardo de Cabrera es un pieza de Antonio Mira de Amescua inspirada en la historia política de España, relata la vida de Bernardo Cabrera (Calatayud, 1289-Zaragoza, 1364). Este noble aragonés participó en la conquista de Mallorca (1343), y comandó la escuadra que derrotó a la flota genovesa y se apoderó del Alguer (1353). Consejero de Pedro III el Ceremonioso, fue acusado de traición y ejecutado tras negar su apoyo a los aliados de éste, Enrique de Trastámara y Carlos el Malo de Navarra, contra Pedro I de Castilla.
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Seitenzahl: 96
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Antonio Mira de Amescua
La adversa fortuna de don Bernardo de CabreraEdición de Vern Williamson
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: La adversa fortuna de don Bernardo de Cabrera.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica: 978-84-9816-093-2.
ISBN ebook: 978-84-9897-568-0.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 53
Jornada tercera 91
Libros a la carta 143
Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.
De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.
Esta obra, inspirada en la historia política de España, relata la vida de Bernardo Cabrera (Calatayud, 1289-Zaragoza, 1364). Este noble aragonés participó en la conquista de Mallorca en 1343, y comandó la escuadra que derrotó a la flota genovesa y se apoderó del Alguer en 1353. Consejero de Pedro III el Ceremonioso, fue acusado de traición y ejecutado tras negar su apoyo a los aliados de éste, Enrique de Trastámara y Carlos el Malo de Navarra, contra Pedro I de Castilla.
Capitán
Conde de Ribagorza
Conde de Trastámara
Don Bernardo de Cabrera
Don Lope de Luna
Don Ramón de Moncada
Don Sancho de Cabrera, padre
Don Tiburcio
Doña Leonora Enríquez de Lara
Dorotea, criada vieja
Dos contadores
Feliciano, secretario
García, hijo de don Bernardo
Lázaro, lacayo
Leonida, criada
Lisardo, músico
Músicos
Rey de Aragón, Pedro IV
Roberto, lacayo
Tres soldados
Un Tambor
Un Verdugo
Villano
Violante, Infanta
(Salen don Lope y Lázaro, lacayo.)
Lope Las veces que considero
del modo que me ha traído
la Fortuna, le agradezco
que me reserva el juicio.
«Que han de ser los hombres nobles
—un sabio romano dijo—,
en prosperidad modestos
y en la adversidad sufridos.»
Diráme alguno que yo
pocas desdichas he visto,
que habiendo nacido pobre
en mi mismo estado vivo.
Porque solamente aquellos
que estado humilde han tenido
y que se ven levantados
desdichados llama el siglo.
Pero yo digo que son
de mayor lástima dignos
los que jamás en su vida
prosperidad han tenido.
Aunque se viva edad corta,
es mejor haber nacido
y en las cosas de fortuna
puede decir que es lo mismo.
En un tiempo a Zaragoza
don Bernardo y yo venimos,
decir puedo que la dicha
de César truje conmigo.
Mas la inconstante Fortuna
que en este profundo abismo
de la corte le echó a tierra
y a mí me trae en bajíos.
Cuatro títulos le han dado
y en palacio tres oficios,
y la Encomienda Mayor
y hoy es el hombre más rico
que en Zaragoza conocen.
Mañana a ser su padrino
llega el Príncipe don Juan
que tanto el Rey le ha querido
que con su hermana le casa.
Sabe Dios que no le envidio
sino que en su bien me alegro,
porque en efecto es mi amigo.
Él gobierna aquestos reinos
tan amado y tan bien quisto,
que todos al Rey bendicen
porque su corte le hizo.
Y a mí, que en las dos batallas,
como la fama habrá dicho,
desde el Ebro hasta el Danubio,
desde el Bétis al Calixto,
hice en servicio del Rey
cosas que no se han escrito
de Anibal ni de Escipión,
César, Alejandro y Pirro.
Nunca el Rey merced me ha hecho,
sordo ha estado a mis servicios.
Traidor y loco me llama
cuando mercedes le pido.
Entre aquestas desventuras
una dueña que maldigo
muchas veces me ha engañado
con amor pienso que ha sido.
Ella, en nombre de la Infanta
muchos papeles me ha escrito,
muchos favores me ha dado
aquí al sereno y al frío.
Al fin, los seis mil ducados
que darme Cabrera quiso
cogió el huésped y por deudas
casi andamos fugitivos.
Éste es, Lázaro, el estado
en que en la corte vivimos:
yo y el dichoso Almirante
bien contrario y bien distinto.
Al fin, estoy sin dineros
con solo aqueste vestido
viejo, pobre y desdichado.
Lázaro ¿Monda nísperos el mío?
El primer sastre del mundo
me dijeron que lo hizo.
No perdiera por añejo
a ser queso o a ser vino.
Tal está, que andaré presto
en carnes como Cupido,
y diré que soy yo Eva
que vengo del paraíso.
También pudiera contar
mis desgracias y peligros.
Muchos son; pero yo callo.
Lope ¿Por qué?
Lázaro Porque no los digo.
Si tú imaginas, señor,
hacerte fraile benito,
yo de mala gana ayuno
y mis carnes disciplino.
Fray Lázaro no es buen nombre,
ni es bien regalo el cilicio;
basta que aquí y en la guerra
andamos tripivacíos.
Tu amigo es el Almirante;
así, señor, te suplico
que en su servicio me dejes
en pago de mi servicio.
Lope Harélo de buena gana.
Lázaro Tus pies beso, aunque no limpios,
y vivas más de dos ciervos
y cuatro cuervos marinos.
Pero si la vida es tal,
ningún bien yo te encamino,
que el hombre pobre y honrado
muere el tiempo que ha vivido.
Pero, pregunto yo agora,
¿por qué al parque venimos
esta noche de San Juan?
¿Hay otra de ochenta y cinco
que por niña se te venda?
Lope Yo diré a lo que he venido.
Esta segunda Medea
un tierno papel me ha escrito.
Dice que venga esta noche
porque quiere darme aviso
de mis negocios, y quiere
que yo sea su marido.
Yo, que procuro venganza
de las burlas que me hizo,
pienso dejarla burlada
si algunas joyas le quito.
Lázaro ¿Y es bien hecho eso, Fray Lope?
Casi huele a latrocinio;
no lo mandará en su regla
nuestro padre San Benito.
Lope Moriré si no me vengo.
(Suena ruido dentro.) ¿Qué será aqueste ruido?
Lázaro Como es noche de San Juan
van con músicas al río.
Lope Esperemos, mientras pasan
en sus márgenes floridos.
Lázaro De buena gana lo hiciera
a ser márgenes de vino.
Aquí estaremos mejor.
(Pónense a un lado y salen al balcón Leonida y Dorotea.)
Dorotea No son cincuenta mis años,
que a celos y desengaños
me tiene vieja el amor.
Muchos maridos me dan,
y aunque todos buenos son,
quise hacer la devoción
de la noche de San Juan.
Éstos que habemos trazado
en mi niñez se decía,
y del nombre que se oía
venía a ser el desposado.
Leonida ¿Y es cierto?
Dorotea Sin falta alguna.
Oigamos; buen fin aguardo.
Leonida ¡Oh, quién oyera a «Bernardo»!
Dorotea ¡Quién oyera Lope o Luna!
(Salen don Ramón, don Tiburcio y Lisardo, Músico, tañendo y cantando.)
Ramón Callen, oigan, atención.
Haciendo, pienso que están
la devoción de San Juan
ésas. Démosles picón.
Tiburcio ¿Cómo?
Ramón Diciéndolas nombres
extraordinarios y cosas
que las dejen temorosas.
Leonida Escucha, que suenan hombres.
Tiburcio El Sofí y el Tamorlán.
Lisardo El Gran Turco podrá ser.
Nunca será su mujer.
Dorotea ¡Mala pascua y mal San Juan
te dé Dios!
Ramón Esos deseos
nunca se verán logrados.
Tiburcio Para nadie están guardados,
señora, tus ojos feos.
Leonida Desengañadas estamos.
Lisardo Eso no, será imposible.
(Vase Lisardo.)
Tiburcio El Ebro corre apacible.
Ramón A los barcos vamos.
Todos ¡Vamos!
(Vanse los hombres.)
Leonida No es devoción buena, a fe.
Dorotea Ninguna, no, bien me dice,
y treinta veces la hice
después que viuda quedé.
(Salen a otro balcón Violante y Leonora.)
Leonora ¿Por qué espera al Almirante
vuestra alteza, si mañana
se ha de casar?
Violante Tengo gana
de hablarle aquí como amante,
que dicen que suele ser
conversación más gustosa
y para la de su esposa
mil siglos podrá tener.
Demás que quiero tratar
cosas que importantes siento
para nuestro casamiento.
Lázaro En el balcón siento hablar.
(Salgan los que pudieren tañendo y cantando, y Lisardo.)
Músicos «Las olas del Ebro
llenas de oro van
en la noche alegre
del señor San Juan.
Barcos enramados
de verde arrayán
rompen en el Ebro
líquido cristal.
Abundan las damas
que en la puente están
en la noche alegre
del señor San Juan.»
Leonora Si ha venido el Almirante
ya le tendrán enfadado
éstos que aquí se han parado.
Violante Ellos pasarán adelante.
(Salen don Bernardo y Roberto, de noche.)
Bernardo La Infanta manda que en esta
parte a visitarla venga
para que viéndola tenga
vísperas la grande fiesta.
De mañana, ¡ah, dueño mío,
qué favores manifiestos
me dan! ¿Quién serán aquéstos?
Roberto Músicos que van al río.
Músicos «Ebro corre aprisa
por llegar al mar,
porque el bien y el agua
no saben parar.
Que alegres cosas
trocadas están
en la noche alegre
del señor San Juan.»
Bernardo Roberto, dos versos
de aqueste cantar,
«porque el bien y el agua
no saben parar»,
me han dado gran pena.
Roberto ¿En agüeros das
en la noche alegre
del señor San Juan?
Bernardo Fingidas sirenas
que cantando estáis
mudanzas del tiempo,
Dios os haga mal.
Las obsequias vuestras,
cual cisnes, cantad
en la noche alegre
del señor San Juan.
Después volveremos;
vamos a rondar.
(Vanse don Bernardo y Roberto.)
Lázaro A cantar porfían.
¡Cómo cantan mal!
Lope Diles que se vayan.
Lázaro Váyanse a cantar
en la noche alegre
del señor San Juan,
otro poco al río.
Lisardo Calle el ganapán.
Porque algún cobarde
lo quiere estorbar.
Lope ¡Vive Dios, villanos,
que os haga callar!
Lázaro En la noche alegre
del señor San Juan.
Lisardo Miente quien llama villanos
a los que estamos aquí.
Lope ¡Oh, traidor! ¿Mentís a mí?
Muerte os darán estas manos.
Lisardo ¡Vive Dios, que es un león!
Irémonos retirando.
Lope Noble soy, que voy buscando
mi honrada satisfacción.
(Vanse huyendo los músicos.)
Leonora ¿Quién es hombre tan gallardo
que pueda atreverse a tantos?
Violante ¿Quién puede reñir con tantos
que no sea don Bernardo?
Echarlos quiso de aquí
como estorbaban.
Leonora Él es.
Voces daré.
Violante No las des,
que él sabrá volver por mí.
Leonora Pasemos a otras ventanas
para verle acuchillar.
Violante Bastábame a enamorar
con sus fuerzas más que humanas.
(Quítanse del balcón y sale Lisardo, herido.)
Lisardo Mortalmente estoy herido.
Quien mal hace, mal recibe,
y mal muere quien mal vive.
(Cáese muerto. Salen don Bernardo y Roberto.)
Bernardo Ya las músicas se han ido.
Una señal hacer quiero
que la Infanta me ha ordenado.
¡Jesús! ¿En qué he tropezado?
Roberto Ya tenemos otro agüero.
Bernardo Un hombre muerto está aquí.
Roberto Sin duda que aquel ruido
fue pendencia o caso ha sido.
Bernardo Claro está que no es por mí.
Sácale en brazos, Roberto,
del parque, porque después
a enterrar le llevaréis.
Roberto Es una torre este muerto.
Bernardo Aquí te espero, arrimado
a esta pared de la huerta.
(Tómale Roberto en brazos y llévale.)
Roberto En el umbral de esta puerta
le pienso dejar echado.
(Suenan golpes dentro junto a él (Bernardo), como que cae alguna cosa.)
Bernardo ¡Válgame Dios! La pared
a dó me arrimé se cae.
Misterios secretos hay.
En tal caso, detened,
cielos, vuestras profecías.
(Vuelve Roberto.)
Roberto Vuélvete esta noche a casa;
que a quien mañana se casa,
sobrarán noches y días.
Bernardo ¡Ay, Roberto! Si se advierte,
la humana dicha es tan poco
que entre la taza y la boca
se suele esconder la muerte.
La ocasión es desigual
y vuela si no se toma.
Por esperar perdió a Roma
el africano Anibal.
Jerjes se perdió, arrogante,
por esperar a otro día.
La angélica jerarquía
se condenó en un instante.
No dio la nación romana
sustento a cuervo jamás
solo porque dice «cras»,
que quiere decir mañana.
Torres que dejan el viento
con chapiteles extraños,
tardan en crecer cien años