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En La hija de Carlos V Antonio Mira de Amescua pone en escena la despedida del emperador de su familia antes de hacer su último viaje por Europa, abdicar en Bruselas y retirarse al monasterio de Yuste. Asimismo la obra relata los años en que la hija de Carlos V, doña Juana de Austria, ejerció primero como princesa consorte de Portugal (1552-1554) y después, ya viuda, como reina de España. La hija de Carlos V es una de las últimas obras del autor, redactada probablemente hacia 1630.
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Seitenzahl: 72
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Antonio Mira de Amescua
La hija de Carlos VEdición de Vern Williamsen
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: La hija de Carlos V.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-156-2.
ISBN rústica: 978-84-9816-096-3.
ISBN ebook: 978-84-9897-572-7.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 47
Jornada tercera 79
Libros a la carta 117
Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.
De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.
Acompañamiento
Andrés de Cuacos
Arnesto
Cazalla
Don Diego de los Cobos
Don Felipe
Don García
Don Jaime
Doña Ana
Doña Isabel de Borja
Doña Juana
Doña María
El condestable, don Pedro de Hernández
El duque de Abeiro, don Juan de Alencastro
El duque de Alba
El duque de Gandía
El Emperador Carlos V
El Príncipe de Portugal
Maximiliano
Músicos
Soldado
(Salen don Diego y el Condestable.)
Diego ¡Notable sentimiento!
Condestable ¡Es en Castilla
el amor de sus reyes tan notable!
Diego Su lealtad y su celo maravilla.
Condestable Y es el César también príncipe amable;
con clemencia engrandece lo que humilla.
Diego Es porque tiene en vos gran condestable.
Condestable Señor don Diego de los Cobos, eso
gana en tanta prudencia tanto seso.
Diego Tres pedazos del alma se dividen
hoy en Juana, en Felipe y en María,
que de los orbes la distancia miden,
pasando a diferente monarquía.
Condestable Los negocios de Italia al César piden,
donde hoy se parte a Portugal y a Hungría
Juana y María, con la misma priesa
donde una es Reina ya y otra princesa.
Diego Felipe se nos queda, que Dios guarde,
en el gobierno solo.
Condestable Sí, que ha hecho
de su prudencia y su valor alarde.
Diego Postra el valor a su invencible pecho,
que si la sangre en las entrañas arde,
es forzoso el sentir.
Condestable En él sospecho
que es bronce el corazón.
Diego Mucho de él tiene
quien le resiste tanto.
Condestable El César viene.
(Sale [el Emperador], Carlos V.)
Emperador Don Diego de los Cobos, Condestable,
ya el plazo se llegó, ya llegó el día
en que el gozo mayor el alma entabla;
triunfan Bohemia, Portugal y Hungría.
¿Qué es aquesto?
(Pónese el Condestable el pañuelo en los ojos.)
Condestable Señor, es tan notable
el común sentimiento.
Emperador ¿Mi alegría
con llanto celebran? Dios da en los hijos
los pesares así, y los regocijos
suyos son. Él los da, y pensar debemos
los padres que los hijos son preciosos
cristales, que estimamos y queremos,
siempre de que se quiebren cuidadosos;
en ellos los espíritus bebemos,
transparentes, purísimos y hermosos,
mas con la prevención de efectos tales,
que hay poca eternidad en los cristales.
Yo apenas conocí a los padres míos,
pues Felipe, mi padre, de mí ausente,
postró a la muerte sus gallardos bríos
en lo purpúreo de su hermoso oriente.
A la aprehensión de tantos señoríos
de trece años subí gloriosamente,
y tantos sus cuidados me obligaron
que de mi madre siempre me apartaron.
Perdí a la Emperatriz, faltole al nido
del águila imperial la mitad de ella,
y así de sus tres pollos dividido,
quiero ganar lo que he perdido en ella;
y aunque debiera hacerlo enternecido,
el pesar en el gusto se atropella,
siendo hoy en resignar a Dios mi gusto,
César más soberano y más augusto.
Decidme de la suerte que ha quedado
dispuesta la jornada.
Condestable Deuda es mía,
a vuestra majestad siempre obligado,
ofrecer el caudal con bizarría;
y así el gusto me toca y el cuidado
del Rey Maximiliano y de María,
joya preciosa con que el cielo premia
las coronas de Hungría y de Bohemia.
Gran parte de la nobleza me acompaña,
a quien honrosamente ilustra y [apuña]
la espada de rubí, que el patrón [daña],
que al moro postra, aunque en diamantes bruña,
hasta que en el cristal que calza y [apaña]
de coturnos de plata la Coruña
se engolfan los fuertes galeones,
vanagloria del Sol, del mar pavones.
Emperador Ya, don Pedro Hernández, desde hoy quedo
más deudor al Velasco.
Condestable Deuda es mía,
donde doy lo que valgo y lo que puedo.
Emperador Miradme por el alma que os confía.
Condestable Dudar de mi fe es eso.
Emperador Éste es miedo
de padre, y como padre desconfía.
¿Y a Portugal, quién va?
Diego ¡Con tal grandeza
gloriosa parte a Portugal su alteza!
El duque de Escalona, acompañado
de don Pedro de Acosta, justamente
de Osma señor, dignísimo prelado,
como lucido en la facción presente.
En Yelves, como está capitulado,
o en la pequeña y líquida corriente,
línea de plata que los reyes parte,
tálamos ha de hacer tronos de Marte.
Allí la ha de entregar con soberana
majestad al de Abeiro, que la espera.
Siendo la portuguesa y castellana
nobleza de estos campos primavera,
con ellos serenísima mañana
hará su Sol traspuesto a nuestra esfera,
donde teja mortal entre los brazos,
donde teja mortal entre los lazos.
Emperador Dios os oiga, don Diego, y logre en nietos
lo que pierdo en dos almas, viendo España
por unos esos bárbaros sujetos,
y por otros la parte que Rin baña.
Condestable Si de tan alta causa son efetos,
heredando el valor que os acompaña,
serán la majestad de todo el mundo.
Emperador Ésa goza Felipo en el segundo.
¿Qué damas lleva la princesa?
Diego Doce,
que por signos el Sol dorar pudiera,
número que aun a Borja reconoce.
Emperador ¿Llegó ya [el] de Gandía?
Diego Aún hoy le espera
........................... [ -oce]
........................... [ -era]
su alteza y va sin ella disgustada.
Emperador Soledad la ha de hacer en la jornada.
¿Y está la prevención de mi partida
concluida también?
Condestable Ya el duque de Alba
madura edad en juventud florida,
nuncio de vuestro Sol, de Italia es alba.
Los espera la armada prevenida
monarquía del mar, del viento salva.
Diego Difunta queda España.
Emperador Viva queda,
que don Felipe mi justicia hereda.
(Sale don García.)
García Ya vienen a despedirse
sus majestades y alteza.
Emperador Aquí de su fortaleza
el ánimo ha de vestirse;
porque si llega a rendirse
el grave dolor que siento,
culparán el sufrimiento,
y así será en tanto amor
en mí la hazaña mayor
resistir al sentimiento.
Salidlos a recibir
en tanto que me prevengo
para la ocasión que tengo
que temer y resistir;
lo que resta de morir
—tan poco, ¡qué suerte dura!—
por más que se la asegura
la vida al bien que está ausente,
para no ser, solamente
le falta la sepultura.
(Vanse.) Agora que solo estoy,
majestad dejadme ser,
padre en sentir y temer
pues siendo Rey, piedra soy.
Lágrimas, licencia os doy
a que del alma salgáis.
¿En qué anegándome estáis?
Que en un César es bajeza;
mas pienso que con certeza
de padre me disculpáis.
Salid, porque padre sea
y piedra deje de ser;
salid antes que el poder
y la majestad se vea.
Procurad que el amor crea,
alma, que llorar sabéis;
pues si aquí me enternecéis,
veréis en tantos enojos
que monarquía en los ojos
de los césares tenéis.
(Salen don Felipe, doña Juana, doña María, Maximiliano, el Condestable y acompañamiento.)
Mis hijos vienen aquí,
y es recibirlos razón.
¡Ea, llegue la ocasión
en que he de vencerme a mí!
Para trabajos nací,
no hay que rehusar los vaivenes
de la Fortuna. Aquí tienes
dolor, Amor, sin segundo,
que bien sé yo que da el mundo
pago de todos sus bienes.
¿Está en el solio dispuesto
lo que ordené?
Condestable Sí, señor.
Emperador Pues alto, embista el Amor;
que ya le aguardo en el puesto.
Condestable Lo soberano y modesto
mezcla tan grave y ufano,
que en él, sin afecto humano,
tanto sus astros mejora,
que lo modesto enamora
y espanta lo soberano.
(Híncanse de rodillas los príncipes.)
Felipe Denos vuestra majestad
su mano y su bendición.
Emperador ¡Ay, prendas del corazón!
Reina, alzad. Príncipe, alzad.
Llegad al pecho, llegad
al alma. Dios os bendiga,
y en versos David os diga
que veáis, Reina y princesa,
ceñir los hijos la mesa,
como renuevos de oliva.
Hija, Felipe, sobrino,
Maximiliano, escuchad.
Maximiliano ¿Qué manda su majestad?
Condestable ¿Hay tal caso?
Diego ¡Peregrino!
Juana Él nos enseña el camino
con que le hemos de imitar.
Emperador Ojos, dejad el llorar.
¡Ay, queridas prendas mías,