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La poesía y el teatro de Federico García Lorca son reconocidos universalmente, y admirados en todo el mundo por su originalidad y estilo. Menos conocidas son sus conferencias, y sin embargo tienen un valor enorme. Este libro reúne las mejores disertaciones de este artista único, sus consejos, sus agudas observaciones y una serie de sugerencias imperdibles aplicables al artista y a cualquier persona apasionada.
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Seitenzahl: 73
Veröffentlichungsjahr: 2016
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Federico García Lorca es el poeta y dramaturgo español más aclamado del mundo. El talento deslumbrante de este artista único emanaba lo que el mismo llamó “duende”; una fuerza misteriosa que casi nadie podía explicar pero todos percibían. Según sus propias palabras “el duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar”. Esta originalidad, esta cuota de espíritu singular, no sólo cautivó a sus contemporáneos sino que además inspiró a generaciones posteriores y repercutió intensamente en toda la literatura del siglo XX.
Aunque la prolífica obra de Lorca recorre una variedad interesante de géneros y estilos, no hay duda de que presenta un corpus temático común. Todo su trabajo tiene una hondura de alcance universal, en la que sin embargo se destaca el profundo conocimiento que García Lorca tenía sobre la tradición y el folclore español. Como parte de la llamada Generación del 27, fue influenciado por los escritores del Siglo de Oro y por la poesía popular, pero su inquietud como artista lo llevó a experimentar a través de diversas corrientes hasta llegar al surrealismo.
Su particularísima voz poética transformó el lenguaje metafórico en un poderoso y original recurso expresivo. Generó así, imágenes intensas, plagadas de contornos, que transportan al lector o al espectador en un viaje por momentos delirante, vital, siempre comprometido, complejo y rebosante de la más absoluta belleza sensorial.
Federico García Lorca fue uno de los primeros artistas de su generación al que se convocó a dictar conferencias. Y lo hizo con una frecuencia inusual, tanto en la mayoría de las grandes ciudades españolas como en el exterior: Estados Unidos, Cuba, Argentina y Uruguay, entre otros países. Estas disertaciones reflejan su intensa agudeza intelectual y su profunda capacidad reflexiva en asuntos relacionados con el arte en general, y con la literatura, la música, el folclore o la pintura, en particular. Es curioso que, por su personal estilo, García Lorca no sólo a transmitiera conceptos interesantes en cada conferencia, sino que los dotara con su genio poético.
Así, en las disertaciones reunidas en este libro, el lector podrá deleitarse con metáforas, acompañadas de audacia estética y maestría, ya que a pesar de que el contenido es teórico; este artista nunca dejó de lado su compromiso con el lenguaje, aun tratándose de alocuciones. Por lo tanto, estos textos se inscriben dentro de la obra prosística de García Lorca y reflejan todo el valor de su pluma.
Lamentablemente, en el mejor momento de su carrera, su producción artística fue interrumpida por su trágico final. Detenido en agosto de 1936 y fusilado algunos días más tarde, con sólo 38 años, el de García Lorca fue uno de los crímenes horribles perpetrados durante la Guerra Civil Española.
- I -
O sea —dijo el conferenciante al iniciar su discurso— los tres grados, las tres etapas que busca y recorre toda la obra de arte verdadera, toda la historia literaria, en su rueda de finar para volver a empezar y todo poeta consciente del tesoro que maneja por la gracia de Dios...
Sé perfectamente las dificultades que este tema tiene, y no pretendo, por tanto, definir, sino subrayar; no quiero dibujar, sino sugerir. La misión del poeta es esta: animar, en su exacto sentido: dar alma... Pero no me preguntéis por lo verdadero y lo falso, porque la “verdad poética” es una expresión que cambia al mudar su enunciado. Lo que es luz en el Dante, puede ser fealdad en Mallarmé. Y desde luego, ya es sabido por todo el mundo que la poesía se ama. Nadie diga esto es oscuro, porque la poesía es clara. Es decir, necesitamos buscar, “con esfuerzo y virtud, a la poesía, para que ésta se nos entregue. Necesitamos haber olvidado por completo la poesía para que esta caiga desnuda en nuestros brazos. El vigía poético y el pueblo. Lo que no admite de ningún modo la poesía es la indiferencia. La indiferencia es el sillón del demonio; pero ella es la que habla en las calles con un grotesco vestido de suficiencia y cultura”.
Analiza el conferenciante en primer lugar su concepto de la “imaginación” y su función en el terreno artístico. Dice:
Para mí la imaginación es sinónima de aptitud para el descubrimiento. Imaginar, descubrir, llevar nuestro poco de luz a la penumbra viva donde existen todas las infinitas posibilidades, formas y números. La imaginación fija y da vida clara a fragmentos de la realidad invisible donde se mueve el hombre.
La hija directa de la “imaginación” es la metáfora, nacida a veces a golpe rápido de intuición, alumbrada por la lenta angustia del presentimiento. Pero la imaginación está limitada por la realidad: no se puede imaginar lo que no existe; necesita de objetos, paisajes, números, planetas, y se hacen precisas las relaciones entre ellos dentro de la lógica más pura. No se puede saltar al abismo ni prescindir de los términos reales. La Imaginación tiene horizontes, quiere dibujar y concretar todo lo que abarca.
La imaginación poética viaja y transforma las cosas, les da su sentido más puro y define relaciones que no se sospechaban; pero siempre, siempre, siempre opera sobre hechos de la realidad más neta y precisa. Está dentro de nuestra lógica humana, controlada por la razón, de la que no puede desprenderse. Su manera especial de crear necesita del orden y del límite. La imaginación es la que ha inventado los cuatro puntos cardinales, la que ha descubierto las causas intermedias de las cosas; pero no ha podido nunca abandonar sus manos en las ascuas sin lógica ni sentido donde se mueve “inspiración” libre y sin cadenas. La imaginación es el primer escalón y la base de toda poesía... El poeta construye con ella una torre contra los elementos y contra el misterio. Es inatacable, ordena y es escuchado. Pero se le escapan casi siempre las mejores aves y las más refulgentes luces. Es difícil que un poeta imaginativo puro (llamémosle así) produzca emociones intensas con su poesía. Emociones poéticas, desde luego, no puede producir con la técnica del verso esa típica emoción musical de lo romántico, desligada casi siempre del sentido espiritual y hondo del poeta puro. Una emoción poética, virgen, incontrolada, libre de paredes, poesía redonda con sus leyes recién creadas para ella, desde luego que no.
La imaginación es pobre, y la imaginación poética mucho más. La realidad visible, los hechos del mundo y del cuerpo humano están mucho más llenos de matices, son más poéticos que lo que ella descubre.
Esto se nota muchas veces entre la lucha entablada entre la realidad científica y el mito imaginativo, en la cual vence, gracias a Dios, la ciencia, mucho más lírica mil veces que las teogonías.
La imaginación de los hombres ha inventado los gigantes para achacarles la construcción de las grandes grutas o ciudades encantadas. La realidad ha enseñado después que estas grandes grutas están hechas por la gota del agua paciente y eterna. En este caso, como en otros muchos, gana la realidad. Es más bello el instinto de la gota de agua que la mano del gigante. La verdad real vence a la imaginación en poesía, o sea, la imaginación misma descubre su pobreza. La imaginación estaba en el punto lógico al achacar a gigantes lo que parecía obra de gigantes; pero la realidad científica, poética en extremo y fuera del ámbito lógico, ponía en las gotas limpias del agua perenne su verdad. Porque es mucho más bello que una gruta sea un misterioso capricho del agua encadenada a leyes eternas que el capricho de unos gigantes que no tienen más sentido que el de una explicación.
El poeta pasea siempre por su imaginación, limitado por ella. Y ya sabe que su sentido imaginativo es capaz de entretenimiento; que una gimnasia de la imaginación puede enriquecerla, agrandar sus antenas de luz y su onda emisora. Pero el poeta está en un triste quiero y no puedo a solas con su paisaje interior.
Oye el fluir de grandes ríos; hasta su frente llega la frescura de los juncos que se mecen “en ninguna parte”. Quiere sentir el diálogo de los insectos bajo las ramas increíbles. Quiere penetrar en la música de la corriente de la savia en el silencio oscuro de los grandes troncos. Quiere comprender el alfabeto Morse que habla al corazón de la muchacha dormida.
Quiere. Todos queremos. Pero no puede. Porque, al intentar expresar la verdad poética de cualquiera de estos motivos, tendrá necesariamente que valerse de sentimientos humanos, se valdrá de sensaciones que ha visto y oído, recurrirá a analogías plásticas que no tendrán nunca un valor expresivo adecuado. Porque la imaginación sola no llega jamás a esas profundidades.
Mientras no pretenda librarse del mundo puede el poeta vivir contento en su pobreza dorada. Todas las retóricas y escuelas poéticas del Universo, desde los esquemas japoneses, tienen una hermosa guardarropía de soles, lunas, lirios, espejos y nubes melancólicas para uso de todas las inteligencias y latitudes.
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