Cautela contra cautela - Antonio Mira de Amescua - E-Book

Cautela contra cautela E-Book

Antonio Mira de Amescua

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Beschreibung

La acción de Cautela contra cautela, de Tirso de Molina, se sitúa en Nápoles. Allí reina Alfonso de Aragón, quien tiene por privado a Enrique de Ávalos. Éste se muestra indeciso entre el amor que siente por dos damas de distinto temperamento y sensibilidad: Elena y Porcia. El conflicto se agudiza cuando el rey recibe un escrito anónimo en el que se le comunica que unos conjurados pretenden traicionarlo. Estos, a cambio de favores, planean entregar el reino de Nápoles al rey de Francia, Carlos VIII. La astucia con que el rey y su privado se preparan para desenmascarar a los traidores consiste en hacer creer a todos que Enrique de Ávalos ha perdido el favor real. Por medio de esta estratagema Alfonso de Nápoles podrá descubrir a sus enemigos. Sin embargo, la acción se complica debido a los equívocos que se producen entre el rey y su privado, creyendo uno a veces que verdaderamente ha perdido el favor real, y pensando el otro que Enrique verdaderamente se ha conjurado. No obstante, Cautela contra cautela acabará felizmente al descubrirse que los traidores son Ludovico y los príncipes de Taranto y Salerno. Se descubre también que la dama que ama desinteresadamente a Enrique es Porcia (mientras que Elena solo se dejaba cortejar por ambición). La obra termina con el reconocimiento por parte del rey del servicio y la lealtad que verdaderamente le ha profesado Enrique de Ávalos. Tras ello asistimos a la boda de Enrique con Porcia, la mujer que lo ama desinteresadamente.

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Seitenzahl: 81

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Antonio Mira de Amescua

Cautela contra cautelaEdición de Vern Williamson

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Cautela contra cautela.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-208-8.

ISBN rústica: 978-84-9816-074-1.

ISBN ebook: 978-84-9897-140-8.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 47

Jornada tercera 91

Libros a la carta 131

Brevísima presentación

La vida

Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.

De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.

Personajes

Alfonso, rey de Nápoles

Capitán de la guarda

Celio, escudero

César, galán

Chirimía, su criado

Elena, dama

Enrique de Ávalos

Isabel, criada

Julio, su criado

Ludovico, galán

Porcia, dama

Príncipe de Salerno

Príncipe de Taranto

Un Criado

Jornada primera

(Sale Chirimía, de noche.)

Chirimía Ya el cielo como un pavón

ostenta sus luces bellas

con las lucientes estrellas

que sus ojos de Argos son.

Ya el cielo está como un huevo,

estrellado. El mundo está

vestido de negro ya.

Salga vueselencia.

(Salen Enrique y Julio.)

Enrique Debo

recatarme, cosa es clara

cuando en Nápoles estoy

y Enrique de Ávalos soy,

Marqués del Basto y Pescara.

Don Alonso de Aragón,

Rey de Nápoles, confía

de la diligencia mía

con una inmensa afición

este reino, y un privado,

ministro por varios modos,

ha de dar ejemplo a todos.

¿Qué mucho que recatado

salgo yo por la ciudad

de noche a vanos errores?

Si aunque son castos amores,

mostrarlos es liviandad.

Chirimía Disculpado está conmigo.

Tu privado soy y rondo

en público, no me escondo.

Julio ¿No fuera bien que un amigo

de los dos que quieres tanto

te acompañara?

Chirimía Ellos son

amigos con intención.

Usase; así no me espanto.

Enrique Don César y Ludovico

en mi amistad se declaran

y los dos me acompañaran

mas mi amor no les explico.

Chirimía ¡Si tú privado no fueras,

fueras amigo precioso;

que no sabe el poderoso

cuál es su amigo de veras.

¿Qué amistad hay verdadera?

Julio ¿Cuál de éstos que te han seguido

como sombras, habrá sido

más leal?

Enrique Si eso supiera

fuera soberana ley

y en mucho más lo estimara

que ser Marqués de Pescara

ni aun ser privado del Rey.

Yo pienso que ambos lo son

muy de veras.

Julio Certifico

que pienso que Ludovico

ha hecho demostración

de amigo más verdadero.

Lenguas se hace en alabarte.

Chirimía ¡Qué poco sabes el arte

de un amigo lisonjero!

Si de eso te satisfaces,

en él la amistad se acaba.

Siempre Ludovico alaba

lo que dices, lo que haces,

lo que comes, lo que bebes,

lo que escupes, lo que vistes,

lo que calzas y son chistes

motes y sentencias breves

cuanto arrojas por los labios,

aunque necedades sean.

Amigos que lisonjean

ni son seguros ni sabios.

Mudo y con ojos serenos

a César siempre verás.

Sin duda te quiere más

pues es quien te alaba menos.

(Salen don César y Ludovico.)

César Don Enrique, mi señor,

¿solo y a la sombra muda

vais de la noche? ¿Quién duda

que son milagros de amor?

Chirimía No va solo, pues que vamos

dos con él.

César ¡Oh, Chirimía,

ésta tu amor me debía.

Págame y en paz estamos.

Enrique Confesando la verdad

a lo que César sospecha,

porque es religión estrecha

la que impone el amistad

o estando que Amor ha sido

la causa que así me lleva

tan peregrina y tan nueva

que nunca la habréis oído

en fábulas o en historias.

César ¿Amas alguna pintura

o estatua?

Enrique De esa locura

ya en las humanas memorias

hay noticia. Amor, que es dios,

ostenta así su deidad.

Ludovico ¿En qué está la novedad?

Enrique ¿No es bien nuevo amar a dos?

Chirimía No, señor, ni amar a mil

porque tú tienes criado

que en un mismo tiempo ha amado

un salchichón, un pernil,

una bota de hipocrás,

dos de Candia, cuatro griegas,

treinta fregones gallegas

y trescientas cosas más;

que es socorro y estribillo

de poetas de repente.

Enrique Calla, loco impertinente.

Chirimía Si pudiere conseguillo,

dalo, señor, por callado.

Enrique Digo, pues, que dividido

en dos partes he tenido

este amoroso cuidado.

Porcia pobre y rica Elena

me dan tan igual la gloria

que suspenden la memoria

y hacen dudosa la pena.

En Elena y Porcia unida,

Amor, con gloriosa palma,

tiene en dos cuerpos un alma,

en dos almas una vida,

en dos vidas una suerte,

una beldad en dos mayos,

un resplandor en dos rayos,

en dos rayos una muerte.

Dos bellezas, un objeto,

formaron un mismo ser

aunque no es milagro ver

dos causas con un efeto.

Condesas son, en belleza

competidores de Apolo:

Porcia en el título solo,

Elena en nombre y riqueza.

Siento entre Porcia y Elena

dividida la memoria:

con el favor una gloria,

con el desdén una pena.

Cada cual en mi deseo

imprime ley rigurosa,

y aunque hermosas, más hermosa

pienso que es la que antes veo

de modo que indiferente

en pasión tan inhumana

tengo por más soberana

aquélla que está presente.

Y si acaso Amor dispuso

que estén juntas, mis sentidos

andan ciegos y perdidos

en laberinto confuso.

El afecto mismo se ata.

No hay aliento que se atreva:

Elena el alma me lleva,

Porcia el alma me arrebata.

Y como el Amor es dios,

prueba a hacer con este efeto

de las dos solo un sujeto

o dividirme a mí en dos;

mas como poder no halle

para hacer uno de tres,

forma un caos que no sé qué es

ni qué nombre pueda dalle.

Ludovico Divinamente ha pintado

sus afectos vueselencia.

¡Qué donaire, qué elocuencia!

Chirimía ¡Qué bellacón, qué taimado!

Claro está que habrá de ser

pintado divinamente.

Ludovico Amor que está diferente

del uso y del proceder

común, solo merecía

nacer bello y prodigioso

de ese pecho generoso,

de esa española osadía...

César Antes, si me da licencia

en esto vuestro favor,

yo digo que no es amor

el que tiene vueselencia.

Ludovico ¿Qué ha de ser?

César Inclinación

a dos mujeres tan vellas,

nacidas de las estrellas

o de la propia elección,

halló méritos iguales

en discreción y beldad

e incitó la voluntad

los afectos naturales,

con que se sintió agradado

de ambos con indiferencia

y con esto vueselencia

no es amante, es inclinado.

Ludovico ¿Cómo puede errar, pregunto,

entendimiento tan grave?

El Marqués, siendo quien sabe

más que todos y en un punto

con el ingenio pelea,

sutil, más filosofía

que Aristóteles sabía.

Él sabe lo que desea.

Errar no puede el Marqués.

Amor llamó a su cuidado,

y pues Amor le ha llamado,

no es otra cosa. Amor es.

Chirimía (Aparte.) (Acabóse. Errar no puede.

Un ángel tengo por amo.)

Enrique Si bien o si mal lo llamo,

para otro lugar se quede.

Bien sé que habrá de parar

este afecto indiferente

en una, y que solamente

un objeto habré de amar,

y sé que aquésta ha de ser

la que me ama más de veras;

que no hay partes lisonjeras

que obliguen más a querer

que amor y correspondencia.

A las dos tengo de hablar

y las habéis de escuchar

con atenta diligencia

para ver si conocéis

cuál tiene amor verdadero.

Y en estas dudas espero

que desengaños me deis.

Ludovico Fuerza es que ambas quieran bien

conociendo tu valor.

César Es investigable Amor.

Vendados ojos no ven.

Enrique Ya a los balcones de Elena

llegamos y ella me aguarda.

Ludovico ¡Qué discreta y qué gallarda

saldrá a escuchar la sirena

de tu boca! Si es servido,

vueselencia, los criados

pueden quedar retirados.

Haremos menos ruido.

Enrique Idos, pues.

Chirimía Si ésta que saca

mi valor no está a tu lado,

te falta...

Enrique ¿Qué habrá faltado

Chirimía Una espada muy bellaca.

(Vanse Chirimía y Julio.)

César (Aparte.) (Porcia ilustre, a quien desea

en vano el alma dichosa,

Porcia, como necia hermosa,

Porcia, sabia como fea,

salid, salid de mi pecho.

El marqués del Basto os ama.

No caben amigo y dama

en corazón tan estrecho.

Refrénese en vos mi amor

ya que hasta aquí por mi bien

ni me ha turbado el desdén

ni me ha alentado el favor.)

(Sale Elena a la ventana.)

Enrique ¿Es Elena?

Elena ¿Es el Marqués?

Enrique Sí soy, y el ser que he tenido

soplo de tu boca ha sido,

sombra de tus rayos es.

En tu beldad divertida

sin vida el alma llegó.

Preguntaste si era yo

y tu voz me dio la vida.

Elena Luego si en ausencia mía

muerto como dices eres,

tu misma vida no quieres

pues no me ves cada día.

Ludovico Agudamente arguyó.

Enrique Dijeras bien de esa suerte

si el ver o dejar de verte

consistiera en mí, pues yo

con alma atenta y unida

a tu presencia dichosa

ver no quisiera otra cosa

por tener eterna vida;

pero la merced del Rey

a ser mi desdicha viene

pues sin vida me detiene

por obligación y ley,

en tu ausencia y en tu gloria,

pero yo, aunque no te veo,

Argos hago del deseo,

ojos hago a la memoria.

Elena Tú, divertido y llevado

de esa causa superior,

no dejaras al amor

un átomo de cuidado,

porque es dulzura el privar

que a todo deleite pasa;