Cuatro milagros de amor - Antonio Mira de Amescua - E-Book

Cuatro milagros de amor E-Book

Antonio Mira de Amescua

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Beschreibung

Cuatro milagros de amor es una comedia teatral del dramaturgo Antonio Mira de Amescua. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, se articula en torno a un malentendido amoroso que propiciará numerosas situaciones de enredo, siempre vistas desde el prisma de profunda moral católica del autor.

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Seitenzahl: 75

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Antonio Mira de Amescua

Cuatro milagros de amor

Edición de Federica Cappelli

Saga

Cuatro milagros de amor

 

Copyright © 2005, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726661286

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

COMEDIA FAMOSA DEL DOCTOR MIRA DE AMESCUA

Hablan en ella las personas siguientes:

alberto don sancho don juan don fernando el capitán alvarado gómez lucrecia doña ana inés aldonza un* comendador [músicos]

JORNADA PRIMERA

Salen Lucrecia, Gómez y Aldonza

lucrecia

Gómez, salga a recebir

a doña Ana, que ya ha entrado.

gómez Mucho el alba ha madrugado.

lucrecia

¿Siempre está para decir

impertinencias?

5 gómez Señora,

¿cuándo ha sido impertinente

hablar poéticamente?

lucrecia

Siempre lo fue y más agora.

gómez Venga en buen hora el valor

10 que esta casa estima y precia.

Salen doña Ana e Inés por otra puerta

ana Siempre está, doña Lucrecia,

vuestro escudero de humor.

lucrecia

No le puedo ir a la mano.

gómez A la lengua ha de decir.

lucrecia

15 ¿Me venís a persuadir

lo que otras veces?

ana Si es sano

mi consejo, ¿no queréis,

amiga, que os persuada?

Mejor estaréis casada:

20 hacienda y sangre tenéis,

juventud y gallardía:

Lucrecia, tomad estado.

Vuestro tío me ha enviado...

lucrecia

Doña Ana, en vano porfía

25 el consejo de mi tío:

propóneme un caballero

a quien me incliné primero

y, usando de mi albedrío,

le aborrecí y olvidé,

30 venciendo la inclinación

con la luz de la razón.

ana Decid cómo.

lucrecia Sí, diré.

Antes que el sol madrugase,

en las auroras de mayo,

35 cuidando de mi salud

muchas veces salí al campo

y, como suelen decir

que alienta sobre lo blanco

cualquier color fácilmente,

40 aunque sea estraordinario,

yo llevaba en blanco el pecho:

sin amorosos cuidados

y dispuesto a que el amor

hiciese en él algún rasgo.

45 En término de pintores,

llevaba el pecho imprimado

para que el amor hiciese

algún dibujo gallardo.

Una, pues, destas mañanas

50 entre las fuentes del Prado,

donde trepan los cristales

por colunas de alabastro,

airoso vi a un caballero

haciendo mal a un caballo

55 tan fogoso, que a no ser

repetido en los teatros,

dijera que era cometa

o relámpago animado,

o que fue aborto del Betis,

60 ni bien bruto, ni bien rayo;

pero esto es ya muy común.

Al dueño del bruto paso

y digo que era pintura

del joven Adonis cuando

65 fatigaba monte y fieras,

siendo también un retrato

del celoso Marte. Al fin,

como de fuerza o de grado

quiere Amor tener imperio

70 en los efectos humanos,

a miralle me inclinó

curiosamente y despacio;

mas viendo que en el camino

nuestros ojos se encontraron,

75 discurrí que el caballero

también estaba inclinado

o que creyó que encubría

beldad rara el sutil manto.

Con unos mismos deseos

80 al Prado salimos ambos

otras mañanas y, enfín,

como a los ojos un sabio

llamó « retóricas lenguas»,

porque mudos revelaron

85 al corazón los secretos

a que no se atrevió el labio,

en los suyos conocí

el regocijo y aplauso

con que miraba, diciendo:

90 « Mi dueño está enamorado» .

Viendo, pues, que mis antojos,

o ya ciegos o ya vanos,

me despeñaban, no quise

que amor creciese, triunfando

95 de mi albedrío; y aquí

se ofreció, doña Ana, un caso

que de mi pecho barrió

las amenazas y amagos

de Amor, que aún no fueron flechas.

100 Vergüenza me da contarlo.

Para la huerta del duque

traían seis toros bravos

por san Blas y el alboroto

de la plebe iba causando

105 más temores que las fieras.

Hallábame yo en el paso,

vi a mi amante, consoléme

y, creyendo que don Sancho

de Mendoza (éste es su nombre)

110 con el sombrero calado,

como dicen, y terciada

la capa, puesta la mano

en la espada, con valor

se me plantara a mi lado,

115 pálido le vi y, corriendo,

se fue a tomar el caballo,

que dejó para seguirme,

en quien subiendo turbado,

huyó del tropel confuso

120 de aquellos brutos que, mansos

por ir juntos y con vacas,

sin ofenderme pasaron.

La tempestad fenecida,

se apareció preguntando

125 cómo me fue, pero yo,

con el silencio y el manto

que hasta el pecho derribé,

sin que dél hiciese caso,

mi sentimiento mostré.

130 Informéme más despacio

de sus costumbres y supe

que, aunque es rico y es hidalgo

muy principal, quiere más

su vida que su honra. Espanto

135 me da que, siendo Mendoza,

sea cobarde. No ha sacado

el acero en ocasiones

en que debiera sacallo,

jamás, según me refieren.

140 ¡Oh, qué noble tan villano!

Corrida y libre de amor,

aunque malévolos astros

me inclinaban, di lugar

que pretendiese un indiano

145 mi casamiento. Éste vino

con ochenta mil ducados

del Perú, tan cuerdo y noble

como rico y cortesano,

pero éste tiene también

150 otro defecto tan malo:

que es miserable en extremo.

Dél me cuentan que es esclavo

de su plata, y su familia

se cifra en sólo un mulato.

155 Hay cuentos de su miseria

y avaricia tan estraños,

que me han quitado el deseo

de casarme. Un hombre avaro

y un cobarde me festejan:

160 ¡qué dos ánimos bizarros

para mi humor! ¿Yo, mujer

de hombre que vuelva agraviado

tal vez a casa? ¿Yo, esposa

de quien por ídolo vano

165 tiene al oro? ¡No en mis días!

Tan generoso y gallardo

mi dueño ha de ser, que sea

un César y un Alejandro.

Sin ánimo y sin valor,

170 mal será el marido amparo

de la mujer, honra, dueño,

guarda, defensa, regalo,

vida, consejo, cabeza,

mitad, unión, pompa, fausto,

175 gala, estimación, lisonja,

alma, bien, gusto y descanso.

ana ¿Valentón le quieres?, di.

lucrecia

No le quiero de ese nombre,

pero el hombre ha de ser hombre

180 que sepa volver por sí.

Porque siendo conveniente,

la vida se ha de arriesgar

sin recelo; que el guardar

el honor es ser valiente.

185 Y ¿qué importa la riqueza

si no se goza en la vida?

¿Yo he de vivir deslucida?

¿Yo, vivir con escaseza

porque juegue mi heredero?

190 ¡Eso no! ¡No quiero esposo

tan bárbaro y codicioso

que idolatre en su dinero!

ana Pues, si algo no disimulas

no hallarás hombre perfeto.

195 ¿Quién no tiene algún defeto?

gómez Eso dicen de las mulas.

lucrecia

Faltas hay, tales, que son

llevadas sin pesadumbre:

unas son de la costumbre

200 y otras de la condición,

y aquéstas sin aspereza

pueden llevarse sin duda,

que el veloz tiempo las muda;

pero si Naturaleza

205 las ha dado, es imposible

que se enmienden.

gómez ¡Bien has dicho!

ana Todo tu gusto es capricho,

humor tienes invencible.

De ver que incasable seas,

210 aun tus criados se admiran.

Cosas hay que si se miran

de lejos parecen feas,

más de cerca y conocidas

son apacibles y hermosas.

215 Desta suerte hay muchas cosas

que nos asombran oídas

y llegando a conocellas

echamos de ver que son

disfamadas sin razón.

220 Pequeñas son las estrellas

desde lejos y diamantes

se nos antojan, o flores,

y dicen que son mayores

que la tierra. Dos amantes

225 de mi dote y opinión

me sirven y yo resisto

de modo que aún no me han visto

la cara. Por relación

me pretenden y pasean,

230 pero siempre me he tapado

en viéndolos; con cuidado

he andado en que no me vean.

Yo, Lucrecia, he de casarme,

pues rica, aunque fea, nací;

235 siendo señora de mí,

nunca pienso enamorarme.

Mi casamiento ha de ser

por concierto y elección.

Hasta agora, éstos dos son

240 mis amantes y escoger

quise en ellos; y he sabido

una falta en cada uno

con que no admito a ninguno,

antes, los he aborrecido.

245 Un don Juan es uno, amiga,

que anda sin aire y ansí

tan descuidado de sí

que a no estimarle me obliga.

¿A qué mujer de buen gusto

250 en esta corte ha agradado

marido desaliñado?

No lo puedo ver.

lucrecia Ni es justo.

ana Es el otro un don Fernando

de Moncada y he sabido

255 que es muy necio y presumido

y que habla siempre jugando

del vocablo o por rodeos

y metáforas, de modo

que es hombre exquisito en todo

260 y ansí he tenido deseos

de hablar con él.

lucrecia No lo intentes.

ana Mi Lucrecia, examinemos

la noticia que tenemos

destos cuatro pretendientes.

265 Hablémosles con cuidado;

quizá el necio es encogido,

el cobarde cuerdo ha sido,

sin arte el desaliñado,

el avariento guardoso

270 y por esto los disfaman.

gómez Eso piensan los que llaman

decidor al mentiroso,

secretario al escribano,

al ciego, corto de vista,

y moreno al negro.

275 ana Embista

el despejo cortesano

a hacer experiencia fiel

destos que nos han querido.

inés Siguiéndonos ha venido

280 don Fernando y un papel

me dio.

ana ¿Por qué le tomaste?