Don Pedro Miago - Francisco de Rojas Zorrilla - E-Book

Don Pedro Miago E-Book

Francisco de Rojas Zorrilla

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Beschreibung

Don Pedro Miago. Francisco de Rojas Zorrilla Fragmento de la obra Jornada primera (Salen el Rey y doña Toda, de caza.) Doña Toda: No paséis más adelante, que, vive Dios, si pasáis.. Rey: ¡No vi mujer semejante! Doña Toda: No imagino que dudáis de mi valor. Rey: ¡Qué arrogante! En tan hermosa mujer parece impropio tener tanta arrogancia lugar. Doña Toda: No es arrogancia juntar el decir con el hacer; que soy mujer que al más hombre, no estando muy ajustado a mi valor y a mi nombre… Rey: Ese ceño, hermoso agrado, no habrá valor que no asombre, que de esos ojos el Sol, sin valerle su arrebol tiembla si airados los ve; alas yo atrevido seré de los vuestros girasol, que hasta verlos puestos, tengo de seguirlos y adorarlos, que loco tras ellos vengo.

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Seitenzahl: 76

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Francisco de Rojas Zorrilla

Don Pedro Miago

Barcelona 2020

linkgua-digital.com

Créditos

Título original: Don Pedro Miago.

© 2020, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard

ISBN rústica: 978-84-9816-218-9.

ISBN ebook: 978-84-9897-182-8.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos

Presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 47

Jornada tercera 83

Libros a la carta 123

Presentación

La vida

Francisco de Rojas Zorrilla (Toledo, 1607-Madrid, 1648). España.

Hijo de un militar toledano de origen judío, nació el 4 de octubre de 1607. Estudió en Salamanca y luego se trasladó a Madrid, donde vivió el resto de su vida. Fue uno de los poetas más encumbrados de la corte de Felipe IV. Y en 1645 obtuvo, por intervención del rey, el hábito de Santiago.

Empezó a escribir en 1632, junto a Pérez Montalbán y Calderón de la Barca, la tragedia El monstruo de la fortuna. Más tarde colaboró también con Vélez de Guevara, Mira de Amescua y otros autores.

Felipe IV protegió a Rojas y pronto las comedias de éste fueron a palacio; su sátira contra sus colegas fue tan dura al parecer que alguno de los ofendidos o algún matón a sueldo le dio varias cuchilladas que casi lo matan. En 1640, y para el estreno de un nuevo teatro construido con todo lujo, compuso por encargo la comedia Los bandos de Verona. El monarca, satisfecho con el dramaturgo, se empeñó en concederle el hábito de Santiago: las primeras informaciones no probaron ni su hidalguía ni su limpieza de sangre, antes bien, la empañaron; pero una segunda investigación que tuvo por escribano a Quevedo, mereció el placer y fue confirmado en el hábito (1643). En 1644, desolado el monarca por la muerte de su esposa Isabel de Borbón y poco más tarde por la de su hijo, ordenó clausurar los teatros, que no se abrirían ya en vida de Rojas Zorrilla, muerto en Madrid el 23 de enero de 1648.

Personajes

El Rey

Don Pedro Miago

La Infanta

Teresa Gil

Domingo

Gimen

Criado de don Pedro

Mingo, gracioso

Doña Toda

Don García

Ortun

Almirante

Condesa

Abdel, moro

Zoraide, moro

Otro Moro

Galvan

La Reina

Berrueco

Un Músico

Jornada primera

(Salen el Rey y doña Toda, de caza.)

Doña Toda No paséis más adelante,

que, vive Dios, si pasáis..

Rey ¡No vi mujer semejante!

Doña Toda No imagino que dudáis

de mi valor.

Rey ¡Qué arrogante!

En tan hermosa mujer

parece impropio tener

tanta arrogancia lugar.

Doña Toda No es arrogancia juntar

el decir con el hacer;

que soy mujer que al más hombre,

no estando muy ajustado

a mi valor y a mi nombre...

Rey Ese ceño, hermoso agrado,

no habrá valor que no asombre,

que de esos ojos el Sol,

sin valerle su arrebol

tiembla si airados los ve;

alas yo atrevido seré

de los vuestros girasol,

que hasta verlos puestos, tengo

de seguirlos y adorarlos,

que loco tras ellos vengo.

Doña Toda Contra quien piensa agradarlos

rayos de furor prevengo,

y esta escopeta será

cometa en la mano mía,

que andáis muy grosero ya.

Rey Si amor es descortesía,

con vos bien grosero está,

porque os tengo mucho amor.

Doña Toda ¡Qué cansado cortesano!

Rey Soy ahora cazador

que una fiera sigo en vano,

y voy con este rigor;

pero conoced de mí

que soy vuestro,

Doña Toda Yo soy mía,

y tan sin dueño nací,

que aseguraros podría...

Pero mucho tardo aquí:

quedaos con Dios.

Rey Una mano

me habéis de dar.

Doña Toda Vive Dios,

pues que no andáis cortesano,

que os tengo de dar las dos

con el venablo.

Rey Es en vano

esta vez tu resistencia.

Doña Toda Mataréte por la ley

de mi honor.

Rey Ten más paciencia,

y advierte que soy tu rey.

Doña Toda Si tarda más la advertencia

no era muy buena ocasión;

vuestra alteza me perdone,

y me dé con el perdón

licencia.

Rey Aguarda.

Doña Toda Y corone

en Castilla y en León

el tiempo largas edades

ese valor no vencido.

Rey Si a dejar te persuades,

mujer, un rey sin sentido,

mal juzgaré por verdades

tus corteses bendiciones.

Doña Toda ¿Qué vasallo a su rey niega

tan justas obligaciones?

Mi padre pienso que llega,

y en aquestas ocasiones

que me encuentre no es razón,

que es viejo, y nombre le dan

de mirar por su opinión,

y con un rey tan galán.

No es buena conversación;

gozad en Valladolid,

Alfonso, lo que esperáis,

como es razón, y advertid

que la mano que horadáis

temió el ballestón del Cid

más que el plomo que en Toledo

el moro astuto os echó,

donde acrisolando el miedo,

el corazón que os rigió

tuvo siempre el brazo quedo;

sin olvidaros que fue

un venablo la ocasión,

hui dellos, que aunque hay fe

en mi noble corazón,

es espejo en que se ve

este que traigo en la mano

de las desdichas de ayer

en don Sancho, vuestro hermano,

y es gobernable mujer

como mandable villano.

Rey ¿Eres hija de Bellido?

Doña Toda No, sino de un hombre honrado,

tan ricoy tan bien nacido

que este corazón me ha dado

y este valor me ha vestido.

Rey ¡No vi tal valor jamás,

perdido me tiene y loco!

Doña Toda Yo me voy.

Rey Luego te irás.

Doña Toda No estoy bien.

Rey Aguarda un poco,

segura conmigo estás,

que a finezas cortesanas

el seguro honor que adoras,

ni ofendes ni le profanas.

Doña Toda No lo están con vos las moras,

mal lo estarán las cristianas.

Rey ¿De qué suerte?

Doña Toda ¿No casáis

con la Infanta de Sevilla?

luego mal aseguráis

Las cristianas, si en Castilla

de las moras no lo estáis,

o ellas no lo están de vos.

Rey ¿No sabré...

Doña Toda Quedaos adiós.

Rey ¿Dónde en la corte vivís?

Doña Toda No sé, Señor.

Rey ¿Qué decís?

(Sale don García.)

Don García. Aquí están solos los dos...

¡Notable desdicha mía!

Si el Rey la quiere, ¿qué haré?

Doña Toda Ya pasa de cortesía;

Yo me voy.

(Vase.)

Rey Y loco iré

tras ti.

Don García ¿Señor?

Rey ¿Don García?

Don García ¿Dónde vuestra alteza va?

Rey Tras un imán que me lleva;

y don Gimen ¿dónde está?

Don García A la boca de esa cueva

que al campo esmeraldas da,

con toda la montería

esperaba si salía

un oso, que por cogerlas

trocó corales a perlas

en aquesa fuente fría.

Rey ¿Conoces esa mujer,

que dejando el viento atrás

parejas quiso correr

con el Sol, armada más

de rayos al parecer?

Que si no es su hermosa hermana

la cazadera Diana,

según esparce arrebol

es signo en que nace el Sol

al Cefir estrella humana;

que tras sus libres antojos

con un venablo hace al suelo

dulces mortales enojos,

llevando en arcos de cielo

siempre flechados dos ojos.

Don García ¿Es la que partió de aquí

cuando yo llegaba?

Rey Sí.

Don García ¿Pues esa te ha parecido

tan hermosa?

Rey Ángel ha sido;

mayor belleza no vi

después que reino en Castilla;

si no te lo ha parecido,

de mi amor fue maravilla,

que te ha trocado el sentido

para no amarla y servirla

y matarme a mi de celos:

pero pues quieren los cielos

que me rinda a su hermosura,

seguir conmigo procura

mis amorosos desvelos.

Don García Señor, advierte...

Rey ¿Qué dices?

Don García Que de tu real grandeza,

con esa ocasión desdices.

Rey Pues dime, ¿es amar bajeza?

Don García ¿Cuándo?

Rey Tú me contradices

sin ocasión, don García.

Don García Otra no puede haber sido

que mi amor y la fe mía.

Rey A celoso me has olido,

si no es vana fantasía

de mi amoroso accidente.

Don García ¿Celos yo, y de vuestra alteza?

(Voces dentro.)

Una Ataja al monte la gente.

Otra ¡Notable es su ligereza!

Otra Al río.

Otra Al sauce.

Otra A la fuente.

Rey Ya suena la montería.

Don García Debió de dejar el oso

la cueva oscura y sombría,

de los perros temeroso,

Rey Sigámoslos, don García

quizá podré divertir

con la caza la pasión

si es que se pueden huir

estrellas de inclinación

de bien amar sin morir;

mas con nosotros está

el oso y la montería.

Voces (Dentro.) Aquí está el Rey.

(Sale Ortun.)

Ortun Por acá.

Rey ¿Qué es aquesto, don García?

Don García Don Gimen pienso que va

del oso fiero en los brazos,

y en esa cueva se entró

donde le ha de hacer pedazos.

Ortun ¡Tal fiereza no se vio!

Rey Romped los lascivos lazos

de esa hiedra vividora

que de esa vid abrazada

defiende la entrada ahora

de esa gruta, en vano armada

como el poder de la aurora

a nuestras armas, y muera

ese animal, y sacad

a don Gimen libre afuera,

y por castigo clavad

la cabeza de la fiera

en ese hermoso obelisco

que hace escala para el cielo

de los hombros de ese risco,

verde gigante, que al suelo

colmó de hiedra y lentisco.

Ortun