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El cisne de Alejandría es una comedia teatral del dramaturgo Antonio Mira de Amescua. En la línea de las comedias famosas del Siglo de Oro Español, se articula en torno a un malentendido amoroso y que propiciará numerosas situaciones de enredo, todas ellas presentadas bajo un prisma de profunda moral católica, en consonancia con la visión del mundo que tiene su autor.
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Seitenzahl: 73
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Antonio Mira de Amescua
Saga
El cisne de Alejandría
Copyright © 2010, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726661217
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
EL CISNE DE ALEJANDRÍA
Antonio Mira de Amescua
Edición de Agustín de la Granja y
María Rimón Remón
Hablan en ella las personas siguientes
Suenan cajas y salen Teodora y Rufino
RUFINO ¿ Dónde vas?
TEODORA A ver el mar;
que caja de guerra suena,
y es para mí una sirena
la música militar;
5
el ánimo me arrebata,
los sentidos me suspende.
RUFINO ¿ Después que la mar te ofende?
TEODORA Después que el amor me mata.
Si fue Alejandro rompiendo
10
globos de nieve y de espumas,
en las galas y en las plumas
con el Fénix compitiendo;
si me llevó el alma propia,
que no le negué jamás,
15
para abrasármela más
con el calor de Etiopia,
¿ qué mucho, si he de esperar
su venida con cuidado,
que ahora me hayan turbado
20
las novedades del mar?
RUFINO Yo pienso que a tu deseo
dicha y verdad no se niegan:
en los bajeles que llegan,
flámulas de Egipto veo.
25
¿ No has mirado nuestra gente
que, triunfante y vencedora,
hace jardines de Flora
esas playas del Oriente,
con galas y bizarría
30
que puede envidiar el alba?
¿ No has escuchado la salva
que hace el mar a Alejandría?
Sin duda tu amante viene.
TEODORA
Bien lo dijo mi cuidado;
35
corazón enamorado,
sombras de profeta tiene.
RUFINO A recebirlo ha salido
tu padre.
TEODORA Todos me den,
cuantos aman, parabién
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de que Alejandro ha venido.
Por una parte Alejandro con bastón y gente de acompañamiento
y Filipo, negro, por otra, y Leopoldo, viejo
ALEJANDRO
Dame tu mano.
LEOPOLDO Quien viene
tan glorioso y vencedor,
bien merece más amor:
mi pecho y mis brazos tiene.
ALEJANDRO
45
Pudiera, como otro César,
sol del imperio latino,
decirte con tres palabras
que vencí los enemigos;
pero quiero divertirte
50
con batallas los oídos,
y el ánimo con victorias
que ya la fama te ha dicho.
Ese mar, ese gran monstruo
que, entre montañas de vidrio,
55
levantar suele faroles
a competir con los signos;
ese piélago engañoso
que, con sereno artificio,
(para dar después asombros)
60
suele brindar al principio,
en sus azules espaldas
sufrió los soberbios pinos
que se juzgaron eternos
sobre alcázares de vidrio.
65
En las alas de los vientos
las provincias descubrimos
donde a los hombres el sol
sombras de sus rayos hizo.
Apenas en las banderas
70
vieron insignias de Egipto,
apenas vieron el Fénix,
hijo y padre de sí mismo,
cuando el ánimo les falta,
cuando desfallece el brío,
75
cuando el laurel me prometo,
cuando los juzgo rendidos.
Entré primero venciendo
los pálidos abisinos,
y después por Etiopia
80
la Mayor, la que del Nilo
sabe el origen oculto;
que quieren decir que es hijo
del sol ese rey del agua
y monarca de los ríos.
85
Del temor y de la fama
tuvieron dudoso aviso
y ejércitos se juntaron
que, si a su número aplico
las luces del firmamento,
90
las arenas del abismo
y aun los átomos del sol
tornasolados y rizos,
no quedaran comparados;
eran, en fin, infinitos.
95
Su muchedumbre pelea,
no su militar estilo;
de los huesos de ballenas
hacen arcos, y torcidos
nervios de elefantes son
100
las cuerdas que dan, en giros,
rayos de espino tostado
con tal rigor impelidos
que penetran el acero
de mejor temple y más limpio.
105
Tantos disparan a un tiempo
que el sol, hermoso principio
de las cosas, queda oscuro
y eclipses nuevos ha visto
de flechas que no volaron
110
en vano, si unas han sido
estorbo de otras, templando
el rigor a los heridos.
Animé a nuestros soldados,
que a la manera de erizos
115
o de espines los tenían
arpones del enemigo;
que, como el otro Alejandro
entre los bárbaros indios
que beben infante al Ganges
120
y al sol ven recién nacido,
ríos de púrpura humana
hizo correr, esto mismo
(perdone aquí mi modestia)
sucedió a los mismos filos
125
de este acero; capitán
y soldado a un tiempo fuimos
yo y mi espada; obró mi mano
lo que él a voces ha dicho.
FILIPO [ Ap.]
El tal Alejandro viene,
130
arrogante y presumido;
si es amante de esta dama,
discúlpele el ser Narciso
enamorado de sí.
Pero, si bien he advertido,
135
ésta es la misma que traigo
retratada. Aquí la he visto.
Saca un retrato
Este retrato a Alejandro
yo una vez le vi dormido
y se le cogí, curioso.
140
Ella es. ¡Oh, cómo el vivo
color excede al pincel,
la verdad al artificio,
a la sombra el sol, la vida
a la muerte!
LEOPOLDO ¿ Al fin, Egipto
145
en Etiopia ha triunfado?
ALEJANDRO
Sí, señor, y este cautivo
que te presento, es trofeo
que a las piras y obeliscos
de nuestra Menfis excede.
150
Calle César, calle P irro:
no vio negro más valiente
el sol.
RUFINO ¿ Valiente es mi primo?
FILIPO ¡Pícaro! ¿ Primo soy vuestro?
¿ Osáis burlaros conmigo?
155
RUFINO
¡Oigan, oigan: negro grave
a casa nos ha venido..!
FILIPO Ap. Y tan grave, que me atrevo
a mirar el sol divino
de Teodora; que este nombre
160
está en el retrato escrito.
LEOPOLDO
¿ Eres cristiano?
FILIPO Señor,
agua tengo de bautismo,
aunque malo.
LEOPOLDO ¿ Y es tu nombre?
FILIPO [ Ap.]
(¿ Qué nombre diré..?) Filipo.
LEOPOLDO
165
¿ Y cómo le cautivaste?
FILIPO No me cautivó; vendido
fui de mi misma nación.
LEOPOLDO
Di por qué.
FILIPO Será prolijo
y me dará desconsuelo.
TEODORA
Filipo.
FILIPO Señora.
170
TEODORA Dilo.
FILIPO Harélo, pues lo mandáis.
Yo soy hombre sin principio
ni origen cierto; en las ondas
me hallaron del padre Nilo;
175
dos pastores me criaron,
y mataba, cuando niño,
serpientes, que horror ni miedo
me causaban con su silbo.
Llegando a la juventud,
180
me di al marcial ejercicio;
soldado soy, y en dos años
gané de fama dos siglos.
Sucedió una vez acaso
que un astrólogo me dijo,
185
pero mintió, que no creo
sueños vanos y adivinos;
díjome que yo sería
(en esto verdad ha dicho)
primero esclavo, después
190
capitán bravo y temido,
después rey y más que rey:
emperador, con dominio
de todo el mundo; después
púsome con estos bríos
195
que me causaron mi daño,
porque yo, desvanecido,
loco joven, intenté,
sin prudencia y sin jüicio,
dar la muerte a mi rey propio;
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y, de este enorme delito,
fue sólo, por varios casos,
mi esclavitud el castigo;
no estuvo bien comprobado,
y prendiéronme dormido
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las guardas del rey. ¡Ah, sueño,
que cometes latrocinios
en la mitad de la vida!
¡Oh, nunca de los sentidos
fueras muerte ni reposo
210
de los mortales! Ya he dicho
brevemente mis desdichas;
vuestro esclavo soy, y digo
que por dichoso me tengo,
pues a tales dueños sirvo.
LEOPOLDO
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Sabe, pues, quién soy, ahora.
El soldán que es rey de Egipto
es pequeño, y gobernamos
cuatro este reino; yo asisto
en Alejandría; hay otros
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en otras partes. Sobrino,
venid, porque descanséis.
Vase
ALEJANDRO
Con los ojos hablo y miro
a Teodora, alegre el alma;
harto el silencio lo ha dicho.
Vase
TEODORA
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Amor, ¿ si entiende Alejandro
lo que con el alma digo?
¿ Si entenderá que el amor
tiene mucho de adivino?
FILIPO [ Ap.]
¡Qué tiernamente se miran!
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¡Vive Dios que los envidio!
Tuve al retrato afición,
celos y amor he sentido
del original hermoso;
mas ¿ qué negro esclavo quiso, 235
sin ser loco, alto sujeto?
Ojos, tengamos jüicio.
TEODORA [ Ap.]
(¿ Cómo avisaré a Alejandro
que con el silencio frío
de la noche venga a verme?
240
Fuese con ellos Rufino;
este negro irá tras él;
no hay recato de un cautivo).
Filipo, sigue a Alejandro
y dirásle en nombre mío...
245
FILIPO Reprime la voluntad,
ten mudos los dos rubíes,
y de un negro no te fíes
con esa facilidad;
no pases más adelante
250
si es amor el que te obliga;
y tu lengua no me diga
que es Alejandro tu amante.
Porque este divino ornato
de ángel, más que de mujer,
255
su valor ha de perder
cuando le falte el recato.
Téngote por soberana;
que eres deidad me prometo,