El conde Alarcos - Antonio Mira de Amescua - E-Book

El conde Alarcos E-Book

Antonio Mira de Amescua

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Beschreibung

La tragedia de El conde Alarcos tiene su origen en un romance anónimo. Existen numerosas versiones de la trama y entre ellas destacan las de Lope de Vega, Mira de Amescua y José Jacinto Milanés. Lope tituló su obra La fuerza lastimosa, y situó la acción en Irlanda dando a su conde otro apellido, mientras que Mira de Amescua sitúa el argumento en la corte francesa.

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Seitenzahl: 82

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Guillén de Castro

El conde Alarcos

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: El conde Alarcos.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-159-3.

ISBN rústica: 978-84-9816-249-3.

ISBN ebook: 978-84-9897-206-1.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 51

Jornada tercera 95

Libros a la carta 145

Brevísima presentación

La vida

Guillén de Castro (Valencia, 1569-Madrid, 1631). España.

Fue capitán de caballería, gobernador de Scigliano en Nápoles y en Madrid secretario del marqués de Peñafiel. Muy cercano a Lope de Vega, formó parte de la Academia de los nocturnos, la única academia que publicó en actas los poemas discutidos durante sus reuniones semanales y que radicó en Valencia entre 1591 y 1593. Murió en la pobreza y un tanto olvidado.

La trama de El conde Alarcos tiene su origen en un romance anónimo. Existen numerosas versiones de la obra y entre ellas destacan las de Lope de Vega, Mira de Amescua y José Jacinto Milanés. Lope tituló su obra La fuerza lastimosa, y situó la acción en Irlanda dando a su conde otro apellido. Mira de Amescua sitúa el argumento en la corte francesa. Y Milanés escoge el siglo XII para su versión de la obra.

Personajes

Algunos villanos

Carlos, hijo del conde

Criados del rey

El conde Alarcos

El duque

El marqués

El príncipe de Hungría

El rey

Elena, hija del Conde

Fabricio, criado

Gente que acompaña al rey

Hortensio, criado

La infanta

Marcelo

Margarita

Un capitán

Un mayordomo

Un paje

Jornada primera

(Salen el conde y Margarita.)

Conde Vuelve a mi cuello esos lazos,

del alma alegres despojos.

Margarita Para verte y darte abrazos,

quisiera infinitos ojos

y más que infinitos brazos.

¡Mi conde!

Conde ¡Mi Margarita!

Margarita ¿Cómo lo pasaste allá?

Conde Con pena más que infinita,

mas, si muere el que se va,

el que vuelve resucita.

Y tú, mi alegría, aquí

muerta estarías también.

¿Cómo estuviste?

Margarita ¡Ay de mí!

Para responderte bien

basta decir que sin ti,

y sin mí, pues quedé tal...

Conde ¿Fue cierto aquel accidente?

Margarita Y hubiera de ser mortal.

Conde Di que crece el bien presente

referir, pasado, el mal.

Margarita Cuando, a mi pesar, partiste

por general a esta guerra,

llorando tus desengaños,

di crédito a mis sospechas,

porque, entre muchas señales

tan penosas como ciertas,

vi crecerme la barriga

casi al compás de la pena.

Por tener con estas sobras,

señor, mis faltas secretas,

¡qué hice de fingimientos,

qué compuse de cautelas!

Así pasé nueve meses,

pero al cabo de ellos llegan

los dolores con la noche,

que nunca la vi más negra.

Vime —¡ay triste!— en mi aposento,

con sola mi camarera,

que con lágrimas no más

acompañaba a mis quejas,

y éstas, mi bien, no salían

del pecho sino por señas,

porque en llegando a la boca

yo les cerraba la puerta.

De una sábana mordía

con el miedo, y así eran,

aumentando la congoja,

sordo el llanto y mudas ellas,

aunque no lo fueron tanto

que, con la pasión inmensa,

no saliese algún gemido.

Oyéronle mis doncellas,

dieron aviso a la infanta;

vino a verme, y yo, por fuerza,

descubríle mi secreto,

dile parte de mi pena.

Conde ¿A la infanta?

Margarita Sí, a la Infanta.

Y me esforzaba ella mesma

con las manos, con los brazos,

con los ojos, con la lengua.

Con su ayuda y la del cielo

tomé aliento, tomé fuerzas,

defendiéndome la vida

el no cansarme de hacerlas.

Nació así el más bello infante

que formó naturaleza,

al punto que el Sol nacía

alumbrando cielo y tierra,

que, según tardó, imagino

que esperaba a que naciera,

porque le imitara en esto

quien le imita en la belleza.

La infanta se le llevó

y yo quedé casi muerta.

Dice que a criar le ha dado

porque la vida le deba.

Conde ¿Ella le tiene?

Margarita Y le ampara.

Ruego al cielo que parezca

a su padre en el valor

y a su madre en la firmeza.

La color tienes turbada,

di la causa, conde amigo,

Dime ¿qué tienes?

Conde No es nada.

Margarita Pues, ¿tú, secretos conmigo?

Conde ¿Y tú conmigo enojada?

Óyeme.

Margarita Tengo razón.

Conde Yo te diré la ocasión,

porque de ello no te ofendas.

La infanta adora mis prendas

quizá porque tuyas son;

y así, Margarita hermosa,

su rigor vengo a temer,

que la invidia es poderosa,

y más en una mujer

aborrecida y celosa.

Margarita Con causa afligido estás,

mas tú la culpa has tenido

de la pena que me das;

bien dicen que el ofendido

ignora estas cosas. Mas

¿cómo has callado, señor,

y tanto?

Conde El darte martelos,

fuera ofender tu valor,

que el que enamora con celos

sin duda le falta amor.

Y el que descubrir pretende

los amores de otra dama,

a la que su pecho enciende,

en el gusto y en la fama

la una enfada y la otra ofende

y con las dos desmerece.

Margarita ¿Cómo la infanta al de Hungría

entretiene y favorece?

Conde Pienso que en mi amor se enfría

y a sus quejas se enternece.

Margarita Parece que te ha pesado.

Las colores te han salido

que antes se habían entrado.

Conde Tu imaginación ha sido,

que hace efeto en tu cuidado.

Mas, pues he llegado a verte,

serás, mi esposa, señora;

esta mano he de ofrecerte,

que, a no venir vencedora,

no pudiera merecerte.

¿Perderás así el recelo

de lo que aquí imaginaste?

Margarita Darásle al alma consuelo

mas la infanta viene.

Conde Baste.

Margarita Voyme, adiós.

Conde Guárdete el cielo.

Margarita ¿Mostraráste agradecido

si lo que hizo por mí

te dijere?

Conde Harélo así.

Infanta Seas, Conde, bien venido.

Conde Pues vengo a servirte a ti.

(Arrodíllase el conde.)

Infanta Levántate.

Conde Si tu alteza

me da las manos primero.

Infanta Cubre, conde, la cabeza,

y cubre el pecho de acero, y

escúchame.

Conde (Aparte.) (Mal empieza.

Si es que matarme pretenden,

podréme así prevenir.)

(Levántase el conde.)

Infanta No me podrás resistir,

si mis razones te ofenden,

las que te quiero decir,

y en ellas podrás mirar

si son limpias y sencillas,

pues aunque vengo a pensar

que te ofenderá el oíllas,

no te las puedo callar.

¿Por qué con tanta crueldad

menosprecias de este modo

mi alteza, mi calidad,

mi reino y mi voluntad,

que te obliga más que todo?

Conde ¿Cómo preguntas por qué,

pues tú lo sabes mejor?

Infanta Bien dices que yo lo sé.

Conde A quien debo fe y honor,

pago con honor y fe.

Infanta Muy empeñado estarás,

si debes a Margarita

o el honor que tú le das

o el honor que ella te quita,

que yo sé, Conde, que es más.

¿Qué te suspende y altera?

¿Cómo engañado has vivido

dejando...

Conde (Aparte.) (¡Ah, cruel, ah, fiera!)

Infanta ...por un gusto repartido

una voluntad entera?

Conde (Aparte.) (¡Oh lengua infame y maldita!)

¿No sabes que Margarita

entera en mi pecho está?

¿Quien toda el alma me da

dices que el amor me quita?

Ese lenguaje importuno

deja, senora, por Dios,

aunque para mí es ninguno.

Infanta La mujer que quiere a dos

¿no es cierto que ofende al uno?

Conde A mí solo me ha querido.

¿Dónde tus intentos van?

Infanta Bien engañarte ha sabido.

Quiérete a ti por marido,

y al de Hungría por galán.

Conde (Aparte.) (¡Oh, terrible confusión!

Ésta me miente, no hay duda,

con la celosa pasión.)

Infanta (Aparte.) (De mil colores se muda.)

Conde ¿No sabes que primos son

Margarita y el de Hungría?

Del pensamiento desvía

esa sospecha importuna.

Infanta Conde, la sangre que es una,

unos pensamientos cría,

y éstos la juntan mejor,

para que el mundo engañado,

como es tan uno el color,

no advierta que se ha mezclado.

Conde (Aparte.) (¡Ay, mal nacido temor!)

¿Que no me quieres dejar?

¿Quiérete el príncipe a ti

y dasme a mí ese pesar?

Infanta ¡Qué bien te supo engañar!

Conde ¿Luego esto es engaño?

Infanta Sí,

y de esa misma razón

verás que pende tu daño,

pues en cualquiera ocasión,

a la sombra de ese engaño

disimula su traición,

y a decirte habrá probado

que el niño que ella parió

y que yo al príncipe he dado,

era tuyo.

Conde Sí, ¿pues no?

¿Qué dices?

Infanta Que te ha engañado.

Conde ¿No es el niño prenda mía?

Infanta ¿Tuya? Del príncipe es,

que hereda el reino de Hungría,

cuando es la traición con pies,

alcanza cuanto porfía.

Y que me le ha dado, es cierto,

para que a él se le diese;

y, diciendo que era muerto,

para contigo estuviese

este secreto encubierto.

Mira si, de ella ofendido,

es justo que a mí me trates

con desdén y con olvido.

Conde Fuertes son estos combates,

pero a mí no me han vencido.

Que no es mi pena tan loca

que turbe así mis sentidos,

y este fuego que me toca

llega helado a mis oídos,

aunque está ardiendo en tu boca.

Infanta A mal parecer se arrima

tu opinión, no hay bien que espere.

(Aparte.) (Su valor me desanima.)

Conde Quien no confía no estima,

y quien no estima no quiere.

Yo, que en Margarita bella,

estimo tanto el valor,

la fineza de mi amor

pruebo en confiarme de ella.

Infanta (Aparte.) (Esfuércese mi rigor,

crezca el llanto, atice el fuego,

que a tan gran desdicha llego.)

Son tus sinrazones muchas,

mas, Conde, pues sordo escuchas,

yo he de ver si miras ciego.

Conde ¿Cómo así?

Infanta Haciéndote ver

lo que creerme no quieres.

Conde Entonces podría ser.

(Aparte.) (¿Quién fiará de mujeres,

si Margarita es mujer?)

Infanta Donde la sueles hablar

esta noche has de venir;

pero has de ver y callar.

Conde Mejor dijeras morir

donde me acabe el pesar.

Infanta