El desafío de Carlos V - Francisco de Rojas Zorrilla - E-Book

El desafío de Carlos V E-Book

Francisco de Rojas Zorrilla

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Beschreibung

Tras la pérdida de Belgrado y Budapest (donde murió su cuñado el rey de Hungría), Carlos V junto con su hermano Fernando, defendió en 1532 la Viena Imperial del ataque de Solimán el Magnífico. En el El desafío de Carlos V Francisco de Rojas Zorrilla relata los avatares políticos de la España del siglo XVI.

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Seitenzahl: 70

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Francisco de Rojas Zorrilla

El desafío de Carlos V

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: El desafío de Carlos V.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-9953-594-4.

ISBN rústica: 978-84-9816-221-9.

ISBN ebook: 978-84-9897-053-1.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

La historia real 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 47

Jornada tercera 73

Libros a la carta 103

Brevísima presentación

La vida

Francisco de Rojas Zorrilla (Toledo, 1607-Madrid, 1648). España.

Hijo de un militar toledano de origen judío, nació el 4 de octubre de 1607. Estudió en Salamanca y luego se trasladó a Madrid, donde vivió el resto de su vida. Fue uno de los poetas más encumbrados de la corte de Felipe IV. Y en 1645 obtuvo, por intervención del rey, el hábito de Santiago.

Empezó a escribir en 1632, junto a Pérez Montalbán y Calderón de la Barca, la tragedia El monstruo de la fortuna. Más tarde colaboró también con Vélez de Guevara, Mira de Amescua y otros autores.

Felipe IV protegió a Rojas y pronto las comedias de éste fueron a palacio; su sátira contra sus colegas fue tan dura al parecer que alguno de los ofendidos o algún matón a sueldo le dio varias cuchilladas que casi lo matan. En 1640, y para el estreno de un nuevo teatro construido con todo lujo, compuso por encargo la comedia Los bandos de Verona. El monarca, satisfecho con el dramaturgo, se empeñó en concederle el hábito de Santiago: las primeras informaciones no probaron ni su hidalguía ni su limpieza de sangre, antes bien, la empañaron; pero una segunda investigación que tuvo por escribano a Quevedo, mereció el placer y fue confirmado en el hábito (1643). En 1644, desolado el monarca por la muerte de su esposa Isabel de Borbón y poco más tarde por la de su hijo, ordenó clausurar los teatros, que no se abrirían ya en vida de Rojas Zorrilla, muerto en Madrid el 23 de enero de 1648.

La historia real

Tras la pérdida de Belgrado y Budapest (donde murió su cuñado el rey de Hungría), Carlos V junto con su hermano Fernando, defendió en 1532 la Viena Imperial del ataque de Solimán el Magnífico.

Personajes

Carlos V

El Rey de Hungría

Solimán, gran turco

El Duque de Alba

El Marqués del Basto

Juan Sepusio

Abraimo

Don Luis de la Cueva

Buscaruido

Don Luis

Luna

Doña Leonor

Mari Bernardo

Jornada primera

(Sale doña Leonor, con máscara, y tras ella, don Luis de la Cueva.)

Don Luis Copia de la luz primera,

tú, que con seguridad

del cuerpo de la ciudad

me has sacado a esta ribera;

y con el cubierto velo

que disfraza tu blancura,

eclipsas tanta hermosura

y rebozas tanto cielo:

puesto que ya te he seguido

y de Viena me has sacado,

dime, pues soy tu llamado,

si vengo a ser tu escogido.

No es el que me trae tu ardor,

que aunque te sigo, deidad,

vengo de curiosidad,

y no he venido de amor:

y aunque viniera amoroso

a adorar tu rostro puro,

ni tan fácil te aseguro,

ni a mí me hallo tan dichoso.

Si es desafío, me di,

pues al campo hemos llegado.

Dime, ¿por qué me has buscado,

y a qué me has traído aquí?

Ya escuchar tu voz intento

y tu belleza adorar.

Doña Leonor A un tiempo te quiero dar

la voz y el conocimiento.

(Descúbrese.)

Don Luis Divina prenda, Leonora,

¿cómo a buscarme has venido?

Doña Leonor Diré lo que ha sucedido,

si me estás atento ahora.

Don Luis ¿No me llegas a abrazar?

Doña Leonor Antes referirte intento,

que cae mejor el contento

cuando intervino el pesar.

Don Luis ¿Cómo de Liens has venido,

tu patria, a buscarme aquí?

¿No estaba sitiada?

Doña Leonor Sí;

oye lo que ha sucedido,

y no intentes divertirte,

que ahora quiero contarte

desde el principio de amarte

hasta el fin de persuadirte.

Era una hermosa mañana,

cuando las sombras lúgubres

huyendo del gran planeta

al Poniente se conducen,

y el alba que le aposenta

borda de perlas las cumbres

o ya luciente las ría,

o fatigada las sude,

cuando yo sobre un caballo

que de hipogrifo presume,

pues sin ajarlas, las piso

de flores la muchedumbre,

salí a ensayarme en la guerra

con la caza, imagen útil

donde el corazón se anima,

y donde el valor se infunde.

Tras el cerdoso animal

que precipitado sube

el abrigo espeso, y grave

de los podos y acebuches

con el venablo corría,

cuando en este impulso luce

que como siempre con Venus

los ensayos de amor tuve,

al diferenciarlos pasos

me reduce a la costumbre.

No bien vibraba el venablo,

para que el brazo le pulse

a dar diluvios de sangre

que el campo sediento ocupe,

cuando un clarín por el aire

o me para o me confunde,

que las lisonjas de Marte

son de Venus pesadumbre.

Vuelvo a examinar la causa,

y advierto que se descubren

de caballos españoles

dos tropas que el campo pulen

para que galán se vista

de centauros andaluces.

Tú en todos, de más gallardo,

con haber tantos, presumes;

que no por la competencia

el mérito se desluce.

Mirásteme atentamente,

solté a tus ojos mis luces,

elevose mi pasión

(Todo el valor se reduce),

eclipses mi honor padece,

volcanes mi pecho incluye;

y aunque el confesarlo es

gran bajeza de mi lustre,

no ande hipócrita el cuidado

cuando dos almas se unen,

porque faltara al amor

quien a la materia acude.

Subiste con tus soldados

a Viena, donde puse

en tu presencia estos linces

racionales, que confunden

la vida y la muerte a un tiempo;

pues cuando por ellos triunfen,

basiliscos de sí propios,

a sí propios se destruyen.

Volviste, pues, de Viena,

y con afectos comunes,

pues siempre es vulgar entrada

la que el amor introduce,

me obligaste cariñoso,

mi honor a tu pecho expuse,

como mujer te creí,

encendiose aquella lumbre

que aun después de hecha cenizas

constante en el alma luce,

y escuché tu voluntad,

que siempre el mérito suple

las circunstancias del trato,

y con nuevas inquietudes

quedamos los dos a un tiempo,

tú puesto a las servidumbres,

yo al premio de tus cuidados;

fuiste a Viena, y yo fuime

a Liens, mi patria; y los dos

en ese monte, que escupe

por tantas bocas de piedra

cristales que el campo usurpe

nos hemos visto mil veces;

y porque el amor le ayude,

de los más finos afectos

fingimos ingratitudes.

Seis días ha que no te he visto,

seis días ha que el cielo cubre

de jenízaros y turcos

esos campos y esas cumbres;

y aunque te he venido a ver

a un riesgo grande me expuse,

y por la senda encubierta

que aquella montaña cubre,

sin que yo misma me hallase,

hice que a los turcos burle

este Pegaso de nieve,

emulación de las nubes.

Liens, mi patria, está cercada,

viento, que en las hojas cruje;

rosa, que es joya del prado;

ave, que el viento discurre;

árbol, garzota en la selva;

clavel, del alba presume;

Clicie, que al Sol enamora;

cristal que las peñas bruñe;

éste no queda en el campo

sin que enemigos le chupen;

árbol, sin que le destronquen;

ave, sin que la atribulen;

rosa, sin que la marchiten;

ni Clicie, sin que la turben;

clavel, sin que le deshojen;

ni viento, sin que le ocupen.

Quinientos mil combatientes

trae Solimán, y presume

asaltar, si Liens le falta,

esas murallas azules.

Flechas dispara que al viento

sus corvos arcos sacuden;

al caer en la ciudad

tan espesas se conducen,

que parece cuando llegan

que las arrojan las nubes;

tormentas padece Liens;

no hay pecho que no se turbe,

ánimo que no se encoja,

necedad que no caduque

consejo que no se yerre,

discordia que no se junte,

suspiro que no sea pena,

pena que no se articule.

El infante entre los brazos,

bien que la madre le arrulle,

sin saber por lo qué llora,

llora más que por costumbre.

El soldado duda el bien,

desmayos el llanto induce,

el valor apenas se halla,

la queja a los cielos sube;

y, en fin, ánimo, consejo,

mocedad, discordia inútil,

suspiro, pena, cuidado.

Llanto, que el dolor resume,

ni unos al trabajo anhelan

ni otros al alivio sufren.