El esclavo de Roma - Félix Lope de Vega y Carpio - E-Book

El esclavo de Roma E-Book

Félix Lope de Vega y Carpio

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Beschreibung

El esclavo de Roma de Félix Lope de Vega dramatiza la historia de Andronio difundida medio siglo antes en las Epístolas familiares de Antonio de Guevara. Es una obra ambientada en el asedio romano de Cartago, y cuenta la historia de los amores entre el joven Andronio y su amada Flora, hija del gobernador de Tiro, quien la ha prometido en contra de su voluntad a Ariodante, gobernador de Cartago.

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Félix Lope de Vega y Carpio

El esclavo de Roma

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: El esclavo de Roma.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-263-7.

ISBN rústica: 978-84-9816-829-7.

ISBN ebook: 978-84-9897-696-0.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 11

Jornada segunda 55

Jornada tercera 101

Libros a la carta 141

Brevísima presentación

La vida

Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, 1562-Madrid, 1635). España.

Nació en una familia modesta, estudió con los jesuitas y no terminó la universidad en Alcalá de Henares, parece que por asuntos amorosos. Tras su ruptura con Elena Osorio (Filis en sus poemas), su gran amor de juventud, Lope escribió libelos contra la familia de ésta. Por ello fue procesado y desterrado en 1588, año en que se casó con Isabel de Urbina (Belisa).

Pasó los dos primeros años en Valencia, y luego en Alba de Tormes, al servicio del duque de Alba. En 1594, tras fallecer su esposa y su hija, fue perdonado y volvió a Madrid. Allí tuvo una relación amorosa con una actriz, Micaela Luján (Camila Lucinda) con la que tuvo mucha descendencia, hecho que no impidió su segundo matrimonio, con Juana Guardo, del que nacieron dos hijos.

Entonces era uno de los autores más populares y aclamados de la Corte. En 1605 entró al servicio del duque de Sessa como secretario, aunque también actuó como intermediario amoroso de éste. La desgracia marcó sus últimos años: Marta de Nevares una de sus últimas amantes quedó ciega en 1625, perdió la razón y murió en 1632. También murió su hijo Lope Félix. La soledad, el sufrimiento, la enfermedad, o los problemas económicos no le impidieron escribir.

Personajes

Andronio

Ariodante

Arpago

Atilio, senador

Belardo

Camilo

Casandro

Cayo, senado.

Celia

César

Elorio

Eufemia

Fabio militar cartaginés

Fabio, senador

Feliciano

Flora

Fortunio

Garcelo

Julia

Léntulo, cónsul

Lidia

Lidoro

Lio

Lisias

Livio

Mauricio

Néstor

Oracio

Parmenio

Porcio

Régulo

Rutilio, soldado.

Rutilio, senador

Tereo

Tiberio

Un pregonero

Un soldado pícaro

Jornada primera

Salen Andronio y Flora.

Andronio Hoy me despido de ti,

hoy bajo del cielo al suelo,

Flora, para todos cielo,

Flora, infierno para mí.

Y no porque desto arguya 5

mi sujeción, libertad,

si no es ir con libertad

irse por hacer la tuya.

Mándasme que no te vea,

dura sentencia mortal 10

con que ha hecho que mi mal

igual al infierno sea,

que más que su fuego siente

quien va al infierno, ¿sabes?,

a ver la pena de no poder 15

ver a Dios eternamente.

Yo condenado en revista

a tu ausencia, Flora, siento

más que todo mi tormento,

el carecer de tu vista. 20

Pluguiera a Dios que tus bríos,

tus desdenes, tus enojos,

como yo viera tus ojos,

martirizaran los míos.

Viérate yo, Flora hermosa, 25

y hicieras en mí mil suertes,

que yo sufriera esas muertes,

por vida tan venturosa.

Pero pues no puede ser

comencemos a partir, 30

que más quiero no vivir

que dejar de obedecer.

Flora ¿Has dicho falsa sirena,

voz dulce y traidor estilo?

¿Has dicho ya cocodrilo? 35

Andronio Ya he llorado, griega Elena,

pero no para engañarte

que fuera cosa muy nueva,

que cuando nada se lleva

en nada engaña el que parte. 40

Flora ¿Yo te he mandado partir?

Andronio Tú, pues.

Flora Mira bien, que es sueño.

Andronio Tú, como al criado el dueño

que no quiere despedir.

No me dicen vocalmente 45

que me vaya tus enojos,

mas verá un ciego en tus ojos

que deseas verme ausente.

Al alma un vestido has hecho

de cristal por donde entró 50

el Sol de mi amor y vio

el tuyo en ella deshecho.

Mas mira que te prevengo

que no puedo, aunque me incitas,

no verte si no me quitas 55

la imaginación que tengo.

Ya está el alma imaginando

que te puedo ver en ella

tan perfeta, hermosa y bella

como aquí te estoy mirando. 60

Mas verte o no después,

tú has de ser obedecida

aunque me cueste la vida

y cueste, que tuya es.

Flora ¡Detente!, que esas razones 65

suelen ser de amor la salsa

con que en vuestra mesa falsa

os dais a comer traiciones.

¡Detente!

Andronio Dirás en esto,

Flora, de mi mal burlando 70

que es el detenerme hablando

para no partir tan presto.

Pues aguarda, que me importa

ver cómo el alma se carga

para jornada tan larga, 75

para partida tan corta.

Mucho, dulce ingrata, siento

que con mis prendas te alejas.

Flora Dirás que el alma me dejas.

Andronio Dejo aquí mi entendimiento. 80

Si voy sin él voy sin mí,

mas justamente se queda

por no tener en qué pueda

encender, que estoy sin ti.

La voluntad que era mía 85

quédese a ver lo que pasa,

aunque ya, Flora, en tu casa

es alhaja muy baldía.

Ya que es fe sin obras muerta

mi amor quisiera sacar, 90

mas habrele de dejar

por no derribar la puerta.

Partamos, pues, que es afrenta

pedir lo que ya le dio,

que más siento, Flora, yo, 95

saber que quedas contenta.

Mil años goces, amén,

de quien tanto mal me ha hecho,

que aunque me echa de tu pecho

no le he visto ni sé quién. 100

Pero pues ya te reservas

de mi amorosa fatiga,

dime de qué tierra amiga

te enviaron esas yerbas.

Que puesto que es verdadero 105

mas que tuyo el mal en mí,

también habrá para mí

algún remedio extranjero.

Dime esas yerbas divinas,

pero sospecho que hay pechos 110

que no toman bien a pechos

extranjeras medicinas.

Pues mi remedio te fío

cuando de mi mal te arguyo

qué desdén se iguala al tuyo 115

ni qué amor se iguala al mío.

Pero dure tu desdén,

adiós, Flora celestial,

que el penar por ti es un mal

más rico que el mayor bien. 120

Flora ¡Oye, necio!

Andronio ¡Tú lo eres

en detener mis extremos!

Flora Como esos bravos tenemos

de un cabello las mujeres.

Andronio Piensa que del monte al llano 125

detienes deshecho el yelo,

piensa que a un rayo del cielo

pones cayendo la mano

o que a las nubes que llueven

balas de granizo espera 130

o que detiene la esfera

con que las otras se mueven.

O que puedes hacer hoy

que el Sol deje de correr,

que eso mismo es detener 135

la furia con que me voy.

(Vase.)

Flora Gran deseo de olvidarme,

mas que tus celos, Andronio,

me dejas por testimonio

de que lo ha sido el dejarme. 140

De Ariodante tienes celos,

puesto que no le conoces

y mejor así me goces;

guarden tu vida los cielos.

Que dejando que pretende 145

mi padre con él casarme

ellos saben que mirarme

me mata, agravia y me ofende,

eras mi primero amor,

soy en África otra Dido, 150

o tú has de ser mi marido

o he de matarme en rigor,

que no a menos me provoca

ese Ariodante, ese hombre.

(Sale Ariodante.)

Ariodante Gracias a Dios que mi nombre 155

oigo, señora, en tu boca.

Que oír el nombre presente

de la hermosa prenda amada

cuando ella está asegurada

que tiene su dueño ausente 160

es la gloria de más gusto

que se puede imaginar.

Flora ¿Hasme oído tú nombrar

tu nombre?

Ariodante A tiempo que es justo.

Porque entre tu padre y yo 165

queda concertado aquí

ser tu esposo.

Flora Dijo sí.

Ariodante Como tú no digas no...

Y esto tan efetuado

que ya me parto a mi tierra, 170

donde Roma intenta guerra

por el agravio pasado.

Y quiere tu padre y mío

que saque de allí mi hacienda,

hasta agora en encomienda 175

de Cloridano mi tío.

Porque si acaso el romano

la combate a sangre y fuego

esté en salvo, y quiere luego

que me des tu hermosa mano. 180

Tiempo tendrás de pensar

si te está bien mientras voy,

aunque palabra te doy

que me debes, Flora, amar.

Por la fe más verdadera 185

que jamás hombre a mujer

pudo en el mundo tener,

ya el alma respuesta espera.

Ya aguardo de los claveles

de esos labios la sentencia, 190

declare en mi presencia,

menos cruel que otras veces.

No respondes, no me espanto,

hasta que tu padre diga

que mi camino prosiga 195

y que tú enmudezcas tanto.

¡Oh, vergüenza!, mas no importa,

el temor la lengua embarga,

que el amor después alarga

cuanto la vergüenza acorta. 200

Mas ya que en mi casamiento,

Flora, no me dices nada,

o de vergüenza ocupada

o de ajeno pensamiento.

¿Qué mandas en mi partida? 205

¿Qué mandas en esta ausencia?

Y di si me das licencia

para dejarte, mi vida.

¿Qué te traeré de Cartago?

¿Qué sedas, qué joyas quieres? 210

Háblame, mi esposa eres,

no me des, Flora, ese pago.

¡Por los dioses, que te adoro!

Flora ¿En fin te vas?

Ariodante Hoy me voy,

tu esposo, mis ojos, soy. 215

Flora Noble Ariodante, eso ignoro.

Pero si mi padre gusta

de que yo tenga ese gusto,

ese tendré por muy justo.

Ariodante Respuesta discreta y justa. 220

Que se acaba de tratar

es tan sin duda que agora

me dio licencia, señora,

para que te entrase a hablar.

Parece que te ha pesado 225

que al honesto rostro diga

la pena a que amor me obliga,

necio como desposado.

Si tú callas por sentillas.

qué más respuesta y favores, 230

qué palabras de colores

con rosas de tus mejillas.

Con el susto que recibe

en la nieve de un papel,

con la pluma de un clavel, 235

tu vergüenza, amor, me escribe.

Dame tus manos hermosas

y licencia a tantas penas,

que bien es darme azucenas,

pues me has dado tantas rosas. 240

Flora Parte, Ariodante, seguro

de lo que mi padre quiere.

Ariodante Tu vida el cielo prospere,

que es solo el bien que procuro.

¿Qué traeré de allá?

Flora A ti mismo. 245

Ariodante Harto has dicho, yo me voy

deste cielo donde estoy

en tu presencia al abismo.

¿No me darás esa mano?

Flora Hasta dártela no sé. 250

Ariodante Con guante la tomaré.

Flora Ya pasas de cortesano,

vete.

Ariodante Aquesta diligencia

es morir con medicinas.

Flora