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En esta versión de la leyenda, Nuño con solo cien soldados recibe la orden de entregar a las doncellas a los musulmanes. Cuando se forma la comitiva, Sancha rasga sus vestidos y va desnuda con el resto de las doncellas y los soldados de Nuño. Al aparecer los musulmanes, Sancha se pone sus vestidos, y explica su conducta. «No os ofenda, cobardes, que desnudas entre mujeres hasta aquí vengamos, que tales sois, pues a las manos crudas llevadas por vosotros caminamos; mas pues vienen varones con agudas armas, es gran razón que nos cubramos, y en cualquier parte ante ellos nos convenza la honestidad, respeto y la vergüenza.» Nuño, conmovido, desobedece a su rey, y ataca y derrota a los enviados del emir de Córdoba con la ayuda de las doncellas asturianas. En un principio, el rey Alfonso el Casto pretende decapitar a Nuño. Sin embargo, tras saber el motivo de su desobediencia lo perdona y le da como esposa a Sancha.
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Félix Lope de Vega y Carpio
Las famosas asturianas
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Las famosas asturianas.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard
ISBN tapa dura: 978-84-1126-172-2.
ISBN rústica: 978-84-9816-203-5.
ISBN ebook: 978-84-9897-734-9.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Las famosas asturianas 9
Personajes 10
Jornada primera 11
Jornada segunda 47
Jornada tercera 85
Libros a la carta 121
Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, 1562-Madrid, 1635). España.
Nació en una familia modesta, estudió con los jesuitas y no terminó la universidad en Alcalá de Henares, parece que por asuntos amorosos. Tras su ruptura con Elena Osorio (Filis en sus poemas), su gran amor de juventud, Lope escribió libelos contra la familia de ésta. Por ello fue procesado y desterrado en 1588, año en que se casó con Isabel de Urbina (Belisa).
Pasó los dos primeros años en Valencia, y luego en Alba de Tormes, al servicio del duque de Alba. En 1594, tras fallecer su esposa y su hija, fue perdonado y volvió a Madrid. Allí tuvo una relación amorosa con una actriz, Micaela Luján (Camila Lucinda) con la que tuvo mucha descendencia, hecho que no impidió su segundo matrimonio, con Juana Guardo, del que nacieron dos hijos.
Entonces era uno de los autores más populares y aclamados de la Corte. En 1605 entró al servicio del duque de Sessa como secretario, aunque también actuó como intermediario amoroso de éste. La desgracia marcó sus últimos años: Marta de Nevares una de sus últimas amantes quedó ciega en 1625, perdió la razón y murió en 1632. También murió su hijo Lope Félix. La soledad, el sufrimiento, la enfermedad, o los problemas económicos no le impidieron escribir.
Comedia
Félix Lope de Vega y Carpio
Dedicada a don Juan de Castro y Castilla
Gentilhombre de la boca de Su Majestad, Corregidor de Madrid
De la antigua casa y nobleza de vuestra merced propuse a las musas la historia en acto cómico; y no habiéndome dado lugar el tiempo, con pleitos, materia casi, adversa a la quietud de su sagrado monte, dejé a más ocio disponer este deseo a la voluntad, y su efeto a la obligación; porque no es justo que cosas tan grandes no tengan el lugar que merecen, para ser tratadas con diferencia y respeto; y así, entre tanto, quise ofrecer a vuestra merced esta historia, que escribí en lenguaje antiguo para dar mayor propiedad a la verdad del suceso, y no con pequeño estudio, por imitarla en su natural idioma. Tuve en esta imaginación presente aquella puerta insigne de la gran ciudad de Burgos, a quien vuestra merced ha honrado tanto, que, como Roma dio la imagen a Scévola, por único, parece que ha puesto en manos de vuestra merced su antigua calidad y grandeza, jamás ofendida del tiempo, que deshace las grandes casas, pero no los blasones de sus dueños. Vuestra merced la reciba en feudo de mi rendimiento y obligación a tantas mercedes recibidas, y dele el cielo el lugar que su gran entendimiento, y cristiano celo tienen tan merecido y yo deseo.
Capellán de vuestra merced,
Lope de Vega Carpio.
El rey Alfonso el Casto
Amir, moro
Nuño Osorio
Celín, moro
Don García, viejo
Tello
Doña Sancha
Pascual, villano
Laín de Lara
Toribio, villano
Sol
Leonor
Fisnando
Tomé
Alarico
Vela, soldado
Fortuno
Anzures, soldado
Teudo
Soldados cristianos
Meledón
Soldados moros
Froilán
Doncellas
Tenorio
Músicos
Suero
Acompañamiento
Audalla, moro
Gente
(La escena es en León y en otros puntos.)
Plaza de León, con puerta de un monasterio.
(El rey don Alfonso, retirándose; Fisnando, Alarico, Fortuno y Gente amotinada, tras él.)
Rey Alfonso Al vueso rey hacer tamaño tuerto,
no es de buenos ni de hijosdalgo.
Fisnando O muera, o le prended.
Rey Alfonso Será más cierto
morir, traidores.
Alarico No cuidéis en algo.
Rey Alfonso Ya estoy, villanos, en sagrado puerto. 5
De las aras de Dios me agarro y valgo.
(Éntrase en el monasterio, y cierran.)
Fisnando Alfonso, hoy finará tu corto imperio.
Alarico Los monjes han cerrado el monasterio.
Fisnando ¡Por la crisma bendita que posada
traigo en la frente, que no deje el puesto, 10
ni de camisa he de cubrir la espada,
hasta que todo yaga descompuesto!
Alarico La puerta es fuerte, en hierros aforrada:
no se podrá desquicionar tan presto;
y si los monjes puyan a la torre, 15
nuestra vida, a la fe, peligro corre.
Fisnando Pues ¿qué pueden hacer los capilludos?
Alarico Tirar de en somo bien fornidos lanchos,
y asaz que son de gruesos y membrudos,
y en se guarir los parapetos anchos. 20
Fisnando No fuimos en matarle bien sesudos;
mas cuiden los Alfonsos y los Sanchos
que no han de reinar, ni sus injurias
sufrir los homes de León y Asturias.
(Nuño Osorio, el Capitán Teudo, Froilán, Tenorio, Fisnando, Alarico, Fortuno, Gente.)
Teudo ¿No llevaremos gente?
Nuño Osorio No me basto 25
a sofrenar, en viendo tan notorio
el daño a mi rey, Alfonso el Casto.
Alarico Éste es el montañés don Nuño Osorio.
Nuño Osorio Siempre mi sangre en su servicio gasto.
¡Aquí, Teudo, Froilán; aquí, Tenorio! 30
¡Mueran estos traidores, y el rey viva!
(Pelean; los amotinados huyen.)
Teudo ¡Verá cuál va la gente fugitiva!
Nuño Osorio Por la casuella santa de Ildefonso,
que no ha de quedar vivo ninguno.
Teudo Pues a Fisnando cántenle un responso. 35
Nuño Osorio Y a Alarico no menos, y a Fortuno.
Teudo Ya sale de la igreja el nueso Alfonso.
Nuño Osorio ¡Oh hidalgos! No quede de vos uno
que no yaga a los pies de Alfonso el Bueno,
de tanta gloria y bienandanza lleno. 40
(El Rey, Nuño, Teudo, Froilán, Tenorio.)
Rey Alfonso No vos humilledes tanto,
amigos, pues que por vos,
del querer del cielo en pos,
a tanto bien me levanto.
Los vuesos brazos me dad; 45
que miembros de tal firmeza
harán bien con la cabeza
junta y unida igualdad.
Nuño Osorio Rey nueso, cuanto nos honras,
tanto a ti mismo levantas: 50
deja besar esas plantas;
que harto de asaz haces honras.
aquellos homes traidores
de abolengo de otros tales,
¿cómo pueden ser leales, 55
no lo siendo sus mayores?
Todos los que ves aquí
son de aquellos asturianos,
cuyos abuelos cristianos
molares hacen allí, 60
por la pérdida de España;
éstos, ganando a León
con el valiente escuadrón
que salió de la montaña,
hicieron rey a Pelayo, 65
a quien sucedió Favila,
primero Alfonso, y Froíla,
de los africanos rayo,
aunque por los suyos muerto,
por vengar a Vimarano; 70
que el ser Caín de su hermano
no era al cielo encubierto.
Reinaron Aurelio y Silo,
y aunque a Dosinda pesó,
Mauregato sucedió, 75
bastardo y de tal estilo
(¡mala su memoria sea!),
que a tal tributo dejó
de cien doncellas, que yo
no quiera Dios que lo vea. 80
La merindad de Pravía
le soportó que debiera
hincar en mala hoguera,
polvos al aire aquel día.
Bermudo en pos del que digo, 85
por estar vos desterrado
en Navarra, fue llamado
al reino entonces conmigo;
mas él, que claro sabía
que érades vos heredero 90
legítimo y verdadero,
que por padre vos venía,
en Safagún se vistió
la cogulla de Benito,
y renunció por escrito 95
el reino, que vos, donó.
Según esto, si sos vos
fijo del rey don Froíla,
¿qué vos cansa y aniquila
ése, que mal haga Dios? 100
A vos, Alfonso, os atañe:
quien vos lo niega es traidor.
Rey Alfonso Con tan noble defensor
no hay traición que me dañe.
Págevoslo Dios, amén, 105
buen alcaide de León.
Nuño Osorio Yo vos beso por el don
la mano, y el pie también.
Hágavos Dios, rey sesudo,
tan temido y acatado, 110
que tenga el vueso reinado
al más envidioso mudo.
Seáis de Dios temeroso
y celador de su ley;
que no puede ser buen rey 115
sin ser de Dios pavoroso.
Veáis las vuesas banderas
sobre las aguas del Tajo,
aunque vos cueste trabajo
el conquerir sus fronteras. 120
y si vos sucede bien,
lleguen a Guadalquivir,
y aun al mar oso decir,
que puedan nadar también.
Crezca vuesa renta al año 125
treinta mil maravedís.
Rey Alfonso Todo el bien que me decís
no será por vueso daño;
que vos juro, el buen Osorio,
que vos amo asaz y quiero 130
por antiguo caballero,
de Solar y hecho notorio,
y por vuestra gran lealtad,
y porque aquí me habéis dado
la vida, y aventurado 135
la vuesa a mi libertad;
que si no fuera por vos,
rompieran el monasterio,
de nuestro honor vituperio
y poco pavor de Dios. 140
Y tórnovos a endonar,
por lo que me bendecís,
quinientos maravedís
de renta al vueso yantar.
Nuño Osorio Y yo a besaros los pies 145
Rey Alfonso A Teudo, mi capitán,
doble sueldo le darán.
Nuño Osorio Leal y hidalgo es
Teudo El cielo os dé larga vida.
Nuño Osorio Vamos; que os quiero hacer 150
fiestas.
Teudo Hoy os ha de ver
con la corona sumida
hasta los ojos León,
porque mostréis en la faz
que vos ha ofendido asaz 155
la mengua de su traición.
Nuño Osorio Como al cuerpo los sentidos,
son al gobierno los nervios,
el castigar los soberbios
y el perdonar los rendidos. 160
Tomemos muesos caballos,
y la fiesta se aperciba.
¡Viva Alfonso el Casto!
Los Otros ¡Viva!
Rey Alfonso Guárdevos Dios, mis vasallos.
(Vanse.)
(Monte.)
(Doña Sancha, sola, con montera de caza, vaquero y venablo.)
Doña Sancha ¿Cuidaste que temía, 165
oso feroz, peludo,
tu catadura fiera doña Sancha?
¿Cuidaste que huía,
pues no hacerlo pudo
el africano, que su campo ensancha? 170
La verde yerba mancha
tu fiero humor sangriento,
haciéndote de grana
la parda y roja lana,
indicio de mi brazo y ardimiento; 175
que destas bizarrías
están colmadas las hazañas mías.
No será tu cabeza
la primera que entolde
el dintel de la puerta de mi casa, 180
puesto que tu fiereza
vendrá como de molde
al arco que de reja a reja pasa.
Calor del Sol me abrasa,
sin el del ejercicio: 185
haced, árboles, sombra,
y vos, yerbas, alfombra;
que no hay en las cortes edificio
como le hacen juntas
de los trabados álamos las puntas. 190
¡Oh cristalinas fuentes,
donde suelo tocarme,
por haceros espejos de mi cara,
con cercos relucientes
de yerba, en que sentarme, 195
y tanta flor en que la vista para!