La bella Aurora - Félix Lope de Vega y Carpio - E-Book

La bella Aurora E-Book

Félix Lope de Vega y Carpio

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Beschreibung

La bella Aurora es la primera de las doce comedias incluidas en la Parte XXI de las obras de Lope, publicada ya de manera póstuma en 1635 por la hija del dramaturgo. En La bella Aurora Lope de Vega transforma la trama del mito de Céfalo y Pocris añadiendo nuevos ingredientes. Incrementa el protagonismo de Aurora y también introduce personajes de su propia cosecha para crear una mayor densidad en el enredo amoroso. Lope añade también su particular dosis de comicidad. Lo hace a través del criado gracioso, Fabio, y los pastores, Julio y Anteo, que viven atemorizados por los faunos y las ninfas.

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Félix Lope de Vega y Carpio

La bella Aurora

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La bella Aurora.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica: 978-84-9816-185-4.

ISBN ebook: 978-84-9897-716-5.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 51

Jornada tercera 93

Libros a la carta 137

Brevísima presentación

La vida

Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, 1562-Madrid, 1635). España.

Nació en una familia modesta, estudió con los jesuitas y no terminó la universidad en Alcalá de Henares, parece que por asuntos amorosos. Tras su ruptura con Elena Osorio (Filis en sus poemas), su gran amor de juventud, Lope escribió libelos contra la familia de ésta. Por ello fue procesado y desterrado en 1588, año en que se casó con Isabel de Urbina (Belisa).

Pasó los dos primeros años en Valencia, y luego en Alba de Tormes, al servicio del duque de Alba. En 1594, tras fallecer su esposa y su hija, fue perdonado y volvió a Madrid.

Entonces era uno de los autores más populares y aclamados de la Corte. La desgracia marcó sus últimos años: Marta de Nevares una de sus últimas amantes quedó ciega en 1625, perdió la razón y murió en 1632. También murió su hijo Lope Félix. La soledad, el sufrimiento, la enfermedad, o los problemas económicos no le impidieron escribir.

Personajes

Céfalo

Floris

Fabio

Elisa

El Príncipe Doristeo

Perseo

Aurora

Belisa

Diana

Julio, villano

Anteo, villano

Un Gigante

Felicio

Fineo

Jornada primera

(Salen Céfalo, de camino, y Floris.)

Céfalo Señora, fálteme Dios

si hallo cosa en esta ausencia

que pueda hacer resistencia

al mal de faltarme vos.

Y es para el alma tan fuerte, 5

que su consideración

no tiene comparación

con el rigor de la muerte.

Crece la tristeza mía

con tanta violencia, amor, 10

que en el temor y el dolor

mil veces muero en un día.

Yo llevo, en fin, de los dos

mayor soledad agora,

que no estáis sola, señora, 15

acompañada de vos;

que para comparación

de que en dolor me igualáis,

pues que vos con vos estáis,

mayores mis males son. 20

Dad ventaja a mi memoria

de las penas que sentís,

porque donde vos vivís,

¿qué puede haber sino, gloria?

Cesar la eterna armonía 25

de las esferas del cielo,

alma del Sol, que en el suelo

cuanto vive engendra y cría:

Hacer eterna amistad

los elementos, parece 30

decir que haceros merece

mi presencia soledad.

No lo creáis, pensamiento;

máteme cuerdo el pesar,

y no sin seso el pensar 35

tan altos merecimientos.

Floris Si es cumplir la obligación

que a los discretos les dan

el ser marido y galán,

Céfalo, en esta ocasión, 40

como ya propia mujer,

viéndoos burlar y partir,

pondré el cuidado, en sentir,

no le pondré en responder:

y no diré el sentimiento, 45

si no es que celos me den

para responder también

vuestro mismo entendimiento.

Que dicen que suelen ser,

con la fuerza del sentir, 50

tan discretos en decir

como necios en hacer.

Sé que os vais, y que no es justo

que me obligue lo que os culpa,

porque no tiene disculpa 55

quien se parte por su gusto.

Y así, no quiero admitir

lo que vos me podéis dar;

que quien lo pudo excusar,

¿cómo lo puede sentir? 60

Y aunque galán presumáis

quererme satisfacer,

basta ser propia mujer

para que no lo sintáis.

Céfalo Vos habéis, mi bien, caído 65

en yerro en que muchas dan,

que no puede amar galán

el que posee marido;

porque la seguridad

no quita fuerza al amor, 70

que antes, en todo rigor,

aumenta la voluntad;

ni sé qué pueda tener

de discreto ni de grave

el marido que no sabe 75

ser galán de su mujer.

Que adonde hay entendimiento

y discurso de razón,

una justa posesión

no quita el merecimiento. 80

Que me parto por mi gusto

niego, pues voy tan forzado

cuanto sé que causa he dado,

mi bien, a vuestro disgusto.

No presumáis tan cruel 85

que mi amor en celos anda,

pues el Príncipe me manda

ir a esta caza con él.

¿Qué excusa pudiera dar

que me pudiera valer? 90

Que de la propia mujer

nunca se admite el pesar.

Porque, fuera de perdelle,

quedáramos mal los dos

si dijera que por vos 95

dejaba de obedecelle.

Floris La disculpa no os faltara

si el gusto y la novedad

para dejar la ciudad,

a mis brazos no os forzara: 100

mas no quiero daros pena,

que me voy pasando a dama,

cosa que la buena fama

en mujer propia condena.

Y aunque al honor fuera impropia, 105

¡ay Dios, quién supiera hacer

que se pudiera perder

esto de ser mujer propia!

Céfalo ¡Oh, qué donaire tan grande!

¡Oh, qué imposible tan nuevo! 110

(Salen Fabio y Elisa, criados.)

Fabio Yo cumplo con lo que debo,

si no es que quedar me mande.

Elisa Bien te supieras quedar

si me tuvieras amor.

Fabio No hay amor donde hay señor, 115

ni quedar donde hay mandar.

Elisa ¿Otros criados no había?

Fabio No seas, Elisa, loca;

que hay criados de la boca,

que la sirven todo el día, 120

que en dando todo señor

en llamar siempre un criado,

aquél es de su cuidado

inmortal ejecutor.

Céfalo ¿Es Fabio?

Fabio ¿Qué es lo que quieres? 125

Céfalo ¿Qué hay de partida?

Fabio Que ya

todo apercibido está.

Floris Fabio, cuidadoso eres.

Fabio Lo primero los rocines,

aunque boca abajo están, 130

relinchos por gracias dan

que al campo los encamines;

el tuyo el bocado muerde

bañando el oro en espuma,

ya papagayo sin pluma 135

todo vestido de verde;

porque sin las guarniciones,

verdes por partes distintas,

en crin y cola, mil cintas

sirven de plumas y alones; 140

yo llevo aquel bayo a quien

cubre el enmaderamiento,

un pellejo macilento

por quien las tripas se ven.

Si ves el rocín, señor, 145

pensarás que han puesto allí

un viejo guadamací

a un banco de un herrador.

¡Por Dios, que pienso que voy

sobre la envidia a esta caza! 150

Céfalo ¿No vas con gusto?

Fabio Mi plaza

a quien la quisiere doy.

Céfalo El correrá.

Fabio Poco o nada;

presto tus ojos lo vean,

sino es que los ciervos sean 155

hechos de paja y cebada.

De perros nos va mejor,

galgos, sabuesos y bracos,

grandes, chicos, gordos, flacos,

que atados forman, señor, 160

una capilla perruna

en esa puerta, que es cosa

insufrible.

Céfalo Dulce esposa,

yo voy corriendo fortuna

en el mar de vuestros ojos; 165

no me aneguéis de esa suerte,

ni el Sol que de ellos se vierte

eclipse nubes de enojos.

Venid a verme partir

pues tan presto he de volver. 170

Floris Temo que os he de perder,

porque me suele decir

el alma muchas verdades.

Céfalo ¿Perder por ir a cazar

a un monte? ¡Qué incierto mar 175

para apartar voluntades!

Venid, que el Príncipe espera.

Floris No me puedo consolar.

Fabio Y ella no puede llorar.

Elisa Llorar ¡oh Fabio! quisiera; 180

pero tengo el corazón

encontrado con los ojos.

Fabio Pues pescados sin remojos

secos, incomibles son;

no llores si hay fe tan poca; 185

que llorar y no sentir,

es por los ojos mentir,

que suele ser por la boca.

(Salen el Príncipe de Tebas, Doristeo, de caza, y Perseo, privado suyo.)

Doristeo Si sabes qué es amor, sabrás, Perseo,

que es siempre industrias todo. 190

Perseo No sé de amor el modo,

mas sé que amor es hijo del deseo,

y que para gozar lo que desea,

no hay imposible que difícil sea.

Doristeo Adoro la divina prenda hermosa 195

de Céfalo dichoso,

imposible forzoso,

por ser, como lo es ya, su casta esposa:

hoy al campo le llevo

sin estimar lo que a mí mismo debo. 200

No a quitarle la vida, porque fuera

quitársela a su esposa:

una industria amorosa

me enseña a que le deje en la ribera

del mar, o entre las selvas divertido, 205

para que vuelva a pretender su olvido;

favor pido al amor, Céfalo ausente,

que ausencias suelen darle:

no con dejar de amarle,

con menos quiero yo que me contente: 210

hábleme solo a mí, solo merezca

mi amor, que sin amarme le agradezca.

Dos ojos tiene el cielo: el verdadero

se llama el Sol dorado;

con resplandor prestado 215

sale la Luna; pues lo mismo quiero.

Quiera a Céfalo bien, ¡qué desvarío!

Y resplandor prestado será el mío.

Perseo Si no supiera yo lo que es amarte,

divina Floris mía, 220

fuera vana porfía

sus experiencias presumir el arte;

el Príncipe te adora, y yo en secreto,

pero con esperanza a un mismo efeto.

Mas ¿quién tan atrevida y locamente 225

al poder amoroso

querrá oponer celoso

su loco amor, si el Príncipe le siente?

Porque no solo la lealtad debida,

que igual peligro correrá la vida. 230

Doristeo ¿Murmuras de mi loco pensamiento,

o por ventura piensas

que igualará defensas

Floris a su amoroso atrevimiento?

Pues ten por cierto (aunque parezca loco) 235

que, a ser posible, le tuviera en poco.

Armese Floris de desdén conmigo,

cubra el hermoso cielo

de cristalino hielo,

y los dioses me dan mayor castigo 240

que a quien hurtó su llama, que no puedo,

tener menos amor ni mayor miedo.

Perseo Conmigo estás, señor, tan disculpado,

que de este pensamiento

a tu merecimiento, 245

si no te conociera, hubiera dado

aquel lugar que la naturaleza

puso en tu sangre por mayor grandeza.

Ama a Floris divina, al campo lleva

a su engañado esposo; 250

que amor es poderoso,

y no es la industria en sus intentos nueva:

de los dioses que adoras en su templo,

los engaños de amor toman ejemplo.

Coronados de flores, blanco Toro, 255

pasó la mar a Europa,

sin vela, o viento en popa,

Júpiter, que otra vez en lluvia de oro

transformado, gozó de Danae bella.

Doristeo Valed, engaños, mi amorosa estrella. 260

(Salen Céfalo y Fabio.)

Céfalo Déme, señor, Vuestra Alteza

los pies.

Doristeo ¡Oh, Céfalo amigo!

¡Ay celos, de amor castigo!

¡Ay, soberana belleza!

¡Oh, qué gran favor me has hecho 265

en quererme acompañar!

Céfalo Esto es servirte, y mostrar

que amor me debe tu pecho.

Doristeo El ser tan recién casado,

bien claro muestra que ha sido 270

haberme favorecido

y para siempre obligado.

Quedará Floris muy triste.

Céfalo Es discreta, y vio que es justo

servirte, porque en tu gusto 275