La villana de Getafe - Félix Lope de Vega y Carpio - E-Book

La villana de Getafe E-Book

Félix Lope de Vega y Carpio

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Beschreibung

La villana de Getafe es un comedia urbana de Lope de Vega. Salió impresa por vez primera en la Parte XIV de sus comedias, en 1620. Se trata de una divertida comedia, probablemente escrita por el Fénix de los Ingenios hacia 1613. Es el año del edicto contra los moriscos, a tenor de las escenas finales del acto 11, que ponen de manifiesto un sentimiento contra esa minoría. El rencor contra los moriscos es aquí un asunto secundario. El tema central de esta comedia el galanteo impropio entre un noble madrileño don Félix y la villana Inés de Getafe. Una relación absolutamente inusitada para los parámetros sociales de la época.

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Félix Lope de Vega y Carpio

La villana de Getafe

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La villana de Getafe.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-364-1.

ISBN rústica: 978-84-9816-200-4.

ISBN ebook: 978-84-9897-731-8.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Dirigida a don Francisco López de Aguilar 9

Personajes 12

Jornada primera 13

Jornada segunda 65

Jornada tercera 117

Libros a la carta 175

Brevísima presentación

La vida

Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, 1562-Madrid, 1635). España.

Nació en una familia modesta, estudió con los jesuitas y no terminó la universidad en Alcalá de Henares, parece que por asuntos amorosos. Tras su ruptura con Elena Osorio (Filis en sus poemas), su gran amor de juventud, Lope escribió libelos contra la familia de ésta. Por ello fue procesado y desterrado en 1588, año en que se casó con Isabel de Urbina (Belisa).

Pasó los dos primeros años en Valencia, y luego en Alba de Tormes, al servicio del duque de Alba. En 1594, tras fallecer su esposa y su hija, fue perdonado y volvió a Madrid.

Entonces era uno de los autores más populares y aclamados de la Corte. La desgracia marcó sus últimos años: Marta de Nevares una de sus últimas amantes quedó ciega en 1625, perdió la razón y murió en 1632. También murió su hijo Lope Félix. La soledad, el sufrimiento, la enfermedad, o los problemas económicos no le impidieron escribir.

Dirigida a don Francisco López de Aguilar

Júntanse a concilio poético ciertos que hablan siempre en versos, y deben de saber hacerlos, aunque quien esto sabe, pocas veces habla en ellos, que cuando los dueños andan a buscar quien se los oiga, no pienso que arguye buena opinión, que anda siempre fuera de la persona, y muchas leguas de la propia conversación. Y en esta junta, o digamos Ateniense Liceo, llegó un soneto mío al rayo de aquel generoso caballero, tan desdichado como ilustre, que decía así:

Venerable a los montes laurel fuera

Júpiter servador, tu sacra encina,

si tu mano feroz la sierpe trina

en su tronante origen suspendiera.

Cuando el temor humano considera

tal vez inmoble la piedad divina,

teme la majestad, porque imagina

preciso el orden de la eterna esfera.

¿Por qué de un árbol siempre duro hiciste

defensa al cielo, ¡oh tú!, que su horizonte

bañado en esplendor trémulo viste?

¡Ay, decreto fatal!, en todo un monte

blanco a las flechas de sus iras fuiste,

y siendo Endimión, mueres Faetonte.

Aunque este no sea su propio lugar, y más parezca carta de defensa que dedicatoria de una fábula, en tanta amistad, en tanto amor, y escribiendo a ingenio tan conocidamente docto, no cae fuera de su lugar satisfacer brevemente a las objeciones propuestas, aunque si en esto he de mirar, teniendo tanto escrito, corta fuera mi vida, puesto que la igualara el cielo con la de aquellos hombres en cuyo siglo habla menos poetas, pero más sabios.

A Júpiter llamaron servator, consagrándole la encina por el primero sustento del mundo, Jovis arbore, y sacra Jovi, dijo Ovidio; amica Jovi, Valerio Flaco; y Claudiano y Alciato en una emblema: Grata Jovi est quercus qui nos servat fovetque. Pero si no esta la dificultad en esto, y les enfada haber llamado al rayo de Júpiter sierpe trina, porque usan tanto de sierpe de cristal para las aguas, debe de ser este elemento más común por la tierra, con que le mezclan como junta de dos ceras los astrólogos, que el fuego elementar no todos le alcanzan de vista, por fácil que nos le enseñen los Metheoros de Aristóteles; llamarla trina, siendo de tres puntas, ¿qué dificultad tienen? Trisulci fulminis, dijo Séneca de los antiguos; y Policiano, de los modernos: Trifidum fulmen; y por la misma razón Baptista Pío de Neptuno: Trifido tridenti; y Claudiano: Cuspis trifida; y Ovidio en la muerte de Faetón por el rayo:

Naiades Hesperiae trifida y fumantia flamma

corpora dant tumulo.

Pero no les parecerá que es lo mismo que trino, de quien usaron César, Cicerón y Suetonio.

Si Endimión fue cazador, ¿por qué se contentan, por calumnia, de que haya sido astrólogo? Valerio le llama: Lathmius venator; Reusnerio: Errantem sylvis Endimiona; Ovidio: Lathmius Endimion, y aquellos versos:

Lathmius aestiva residet venator in umbra,

dignus amore Dee.

Natal Comite, en su Mitheologia, da la culpa de los amores de la Luna, porque: ad lunae lumen venaretur; de donde le nació para su astrología el observarla, y decir Pausanias que tuvo de la misma diosa cincuenta hijos, habiéndolo él sido de Ethleo y de Calices. Finalmente, no olvidaron esta opinión después de todos Fausto Sabeo, Vespasiano Estroza, y el Sanazaro, y todo el soneto junto se entiende ansí: don Miguel de Guzmán era cazador, andaba por los montes, no se hizo hijo del Sol, aunque pudiera, siéndolo del duque de Medina Sidonia, pues ¿cómo le mata Júpiter con su rayo, si fue solo Endimión por las selvas, y no por el cielo Faetonte?». V. M. no se canse en su defensa, sino reciba en su servicio y protección esta fábula, mientras sale a luz con su nombre la Filomena, con más digno estilo de su alto ingenio, aunque también desigual a sus merecimientos y mis deseos. Dios guarde a V. M.

Su capellán,

Lope de Vega Carpio

(Representola Valdés)

Personajes

Doña Ana

Pedro, estudiante

Inés, labradora

Carretero

Martínez, estudiante

Pascuala, labradora

Don Pedro, caballero

Bartolomé, labrador

Fabricio, criado

Hernando, labrador

Leonelo, criado

Don Félix, caballero

Lucio, criado

Lope, su criado

Julia, criada

Doña Beatriz

Urbano, viejo

Ramírez, escudero

Fulgencio, viejo

Ruiz y Zamora, caminantes

Doña Elena, dama

Salgado, estudiante

Mendoza, criado

Escudero

Ramón

Cabrera y Ribas, criados

Jornada primera

(Sale doña Ana, dama; don Félix, y Lope, lacayo.)

Doña Ana ¿A Sevilla vas, en fin?

Don Félix En fin, a Sevilla voy,

solo a procurar mi fin.

Lope Mientras con la yegua estoy,

di que me tenga el rocín. 5

Doña Ana ¿Ya te vendrán a llamar,

y ahora acabas de entrar?

¿Qué hay, Lope?

Lope Dejé a la puerta,

por verte...

Doña Ana ¡Hallárasme muerta!

Lope El caminante ajuar: 10

maleta, portamanteo,

rocín, fieltro y guardasol.

Don Félix Que nos ha de ofender creo,

si aquí dejamos el Sol;

más que el calor, el deseo 15

los ojos han de llover:

el fieltro puedes llevar.

Doña Ana ¡Buen modo de encarecer!

Lope Si tanto piensas llorar,

fieltro será menester. 20

Doña Ana Si aquí te partes llorando,

¿qué harás cuando estés ausente?

Don Félix Morir, doña Ana, pensando

quien queda en Madrid presente

tu gusto solicitando. 25

¡Ay de quien se va a Sevilla

a negocios de un indiano,

adonde por maravilla

vendrá una carta a mi mano!

Ni tú querrás escribilla, 30

y yo, triste, en dolor tanto,

con soledades del gusto

que con matrimonio santo

pensé gozar, como es justo,

cansaré el cielo con llanto. 35

Yo aseguro que en partiendo,

de don Pedro los servicios

solicitando, escribiendo

y dando de amor indicios,

le dan lo que yo pretendo; 40

que como el que ya murió

no puede volver por sí

contra aquel que le ofendió,

no podré volver por mí,

que ausente y muerto soy yo. 45

Doña Ana Don Félix, si a tu partida

no muestro más sentimiento,

es porque estoy ofendida;

y hace mal tu pensamiento,

si allá me llevas la vida, 50

Sin imaginar que en mí

hay potencias, ni sentidos,

todo lo llevas en ti:

ojos, manos, gusto, oídos;

sombra soy, no soy quien fui. 55

La voluntad en mi amor,

la memoria en tu deseo,

que ausente será mejor,

que el Sol que en partirte veo

crece la sombra al temor; 60

pues ya de mi entendimiento

¿qué te puedo yo decir?

Dirás que es falso argumento,

si apenas para sentir

me ha de quedar sentimiento. 65

Deja de don Pedro celos,

que en tanto que por tu parte

aseguras mis recelos,

no han hecho para olvidarte

talle ni ingenio los cielos. 70

Cúmpleme ausente la fe

que de ser mío me has dado.

Don Félix Como parto volveré,

pues ya voy asegurado

de que firme te hallaré. 75

Daré priesa, por volver,

doña Ana, a casar contigo,

a lo que llevo que hacer.

Doña Ana ¿Cumpliraslo?

Don Félix En lo que digo,

¿qué duda puedes poner, 80

sin ofender tu valor?

¡Mil años te guarde el cielo!

Doña Ana No agravies, Félix, mi amor;

y pues de ausencia el consuelo

y la obligación mayor 85

es escribir el ausente

al que deja, lo que siente,

no venga a Madrid correo

sin nuevas de tu deseo

y que tu salud me cuente. 90

Don Félix Tú lo verás.

Doña Ana Dios te guarde.

Don Félix Partamos, Lope, que es tarde.

Doña Ana Lope.

Lope Señora.

Doña Ana Oye.

Lope Di.

Doña Ana Don Félix parte de aquí;

yo quedo, y quedo cobarde. 95

Hazme un bien.

Lope Pide segura.

Doña Ana De acordarle mi deseo;

y si vieres por ventura

que trata de nuevo empleo,

ciego de alguna hermosura, 100

ríñele, estorba, desvía

que no se llegue a mi ofensa;

que te prometo aquel día

que llegues...

Lope Detente y piensa, 105

señora, la lealtad mía.

Soy hidalgo, aunque lacayo,

y puedo, en lo que es firmeza,

ser peñasco de Moncayo.

Doña Ana Lope, una limpia belleza

del más firme ausente es rayo. 110

Dícenme que hay en Sevilla

hermosuras con tal brío

que exceden las de Castilla;

¡pues la ocasión de aquel río

y de aquella verde orilla! 115

¡Ay, Lope! Si en algún barco

les juntare la ocasión,

detén al Amor el arco.

Lope Tú verás mi obligación,

si camino o si me embarco. 120

¡Vive Dios!, que si le emprende

ojo negro sevillano,

que desde lejos enciende,

sombrerillo o blanca mano,

después moneda de duende 125

que se convierte en carbón,

que le he de dar un jabón

con que a tus obligaciones

pida humilde mil perdones;

y dame ahora perdón, 130

que es tarde, y queremos ir

a Las Ventas a dormir,

y entrar mañana en Toledo,

supuesto que tengo miedo

que no ha de poder salir 135

o en Getafe ha de quedarse.

Doña Ana Lope, bien suelen pagarse

las buenas obras.

Lope Señora,

bástales por premio ahora

tan justamente emplearse. 140

(Vase.)

Doña Ana No hay cosa de temor que no se nombre

con el nombre de ausencia justamente;

la ausencia es noche, porque, el Sol ausente,

hace que el mundo su tiniebla asombre;

la ausencia es muerte, porque muerto un hombre

mortales ojos no le ven presente; 145

la ausencia es deslealtad, pues que consiente

que se disfamen la opinión y el nombre.

Pues con un enemigo tan extraño,

justamente a la muerte se apercibe 150

quien, antes de venir, conoce el daño.

¡Oh, mal que en el principio el fin recibe!,

pues antes de llegar el desengaño

es desdichado quien ausente vive.

(Vase. Sale Inés y Pascuala, labradora.)

Pascuala No levantéis la cabeza, 155

por vuestros ojos, Inés;

goce el suelo esa belleza:

contaréis a vuestros pies

y no a mi vuestra tristeza,

que a fe que es lo que mostráis 160

de vuestro dolor testigo.

¿Qué temes, en qué pensáis?

Porque, si verdad os digo,

zagala, no me agradáis.

Si en Getafe no tenéis 165

quien esa belleza rara

no trate como queréis,

¿para qué os laváis la cara

con lágrimas que vertéis? 170

Si a cualquiera que os desea

le decís que de otra sea,

yo lo que diga pensando,

que de la corte llorando

vais y venís a la aldea.

Pero, aunque callar importe, 175

deciros será mejor,

sin que el temor me reporte,

que con cuidados de amor

vais y venís a la corte.

Si obliga a que no lo crea 180

conocer quien os desea,

¿qué tengo yo de pensar,

si en el campo y el lugar

andáis triste, y no sois fea?

Yo conozco quien os ama, 185

pero no os veo contenta

cuando os mira, cuando os llama;

otra ocasión os alienta

si no me miente la fama.

Vos lloráis, vos suspiráis; 190

bien puede ser que tengáis

otros dolores secretos;

pero con estos efetos,

doyme a Dios si vos no amáis.

Inés Pascuala querida, 195

las obligaciones

de haberos criado

amigas conformes

desde la maestra,

puntos y labores, 200

juntando meriendas

y los corazones

con las voluntades,

en años mayores,

me piden que diga 205

que las ocasiones

causan mis tristezas,

penas y dolores.

De Getafe, aldea

tan grande que acoge 210

a dos mil vecinos,

iba yo a la corte.

En estas dos leguas

cantaba canciones,

y los pasajeros 215

me pagaban porte.

Requiebros oía,

pero sus razones

menos me movían

que si fuera un monte. 220

Jamás de Madrid

saqué pretensiones

que no las dejase

en su puente o bosque;

mas pasando un día, 225

ya tú me conoces,

libre como un ave,

dura como un bronce,

una cierta calle,

no lejos de adonde 230

al santo flechado

hacen una torre,

estaba en su puerta

un hidalgo noble;

sombrerito bajo, 235

cuya falda entonces

de dosel servía

a los dos bigotes;

el cuello, parejo,

haciendo arreboles; 240

de blanco y azul

los puños disformes,

que de servilletas