Las bizarrías de Belisa - Félix Lope de Vega y Carpio - E-Book

Las bizarrías de Belisa E-Book

Félix Lope de Vega y Carpio

0,0

Beschreibung

Las bizarrías de Belisa es una comedia del célebre dramaturgo español del Siglo de Oro, Félix Lope de Vega y Carpio. Escrita y fechada en 1634, esta obra es conocida por ser la última comedia datada de este prolífico autor. La trama se centra en las peripecias de Belisa, una joven caracterizada por su gallardía, presunción y elegancia, atributos encapsulados en el término "bizarra". Belisa se encuentra en una lucha encarnizada con la hermosa Lucinda por el amor de don Juan de Cardona. El conflicto entre las dos damas se desarrolla con sutileza e ingenio, y se disimula de manera hábil en el contexto lujoso y elegante de la vida cortesana de Madrid durante el reinado de Felipe IV. A través de las astucias y las estrategias empleadas en esta guerra amorosa, la obra revela los matices y las complejidades de la vida y las relaciones sociales en la corte del Siglo de Oro español.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 79

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Félix Lope de Vega

Las bizarrías de Belisa

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Las bizarrías de Belisa.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-186-9.

ISBN rústica: 978-84-9816-201-1.

ISBN ebook: 978-84-9897-732-5.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 49

Jornada tercera 87

Libros a la carta 125

Brevísima presentación

La vida

Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, 1562-Madrid, 1635). España.

Nació en una familia modesta, estudió con los jesuitas y no terminó la universidad en Alcalá de Henares, parece que por asuntos amorosos. Tras su ruptura con Elena Osorio (Filis en sus poemas), su gran amor de juventud, Lope escribió libelos contra la familia de ésta. Por ello fue procesado y desterrado en 1588, año en que se casó con Isabel de Urbina (Belisa).

Pasó los dos primeros años en Valencia, y luego en Alba de Tormes, al servicio del duque de Alba. En 1594, tras fallecer su esposa y su hija, fue perdonado y volvió a Madrid. Allí tuvo una relación amorosa con una actriz, Micaela Luján (Camila Lucinda) con la que tuvo mucha descendencia, hecho que no impidió su segundo matrimonio, con Juana Guardo, del que nacieron dos hijos.

Entonces era uno de los autores más populares y aclamados de la Corte. En 1605 entró al servicio del duque de Sessa como secretario, aunque también actuó como intermediario amoroso de éste. La desgracia marcó sus últimos años: Marta de Nevares una de sus últimas amantes quedó ciega en 1625, perdió la razón y murió en 1632. También murió su hijo Lope Félix. La soledad, el sufrimiento, la enfermedad, o los problemas económicos no le impidieron escribir.

Personajes

Belisa, dama

Finea, su criada

Celia, dama

Lucinda, dama

Fabia, criada

Don Juan de Cardona

Tello, su criado

Octavio, galán

Julio

El conde Enrique

Fernando, criado del conde

Criados

Músicos

Dos hombres

Jornada primera

(Salen Belisa con vestido entero de luto galán, flores negras en el cabello, guantes de seda negra y valona, y Finea.)

Finea ¿Así rasgas el papel?

Belisa Cánsame el conde, Finea.

Finea ¡Qué ingratitud!

Belisa Que lo sea

me manda Amor.

Finea Fuego en él,

que pienso que no es tan vario

en sus mudanzas el viento.

Belisa Navega mi pensamiento

por otro rumbo contrario.

Castigó mi voluntad

el cielo.

Finea No sé si diga

que justamente castiga,

señora, tu libertad.

Tanto despreciar amantes,

tanto desechar maridos,

tanto hacer de los oídos

arracadas de diamantes,

claro está, que habían de dar

[esa] ocasión al Amor

para vengar tu rigor.

Belisa Bien se ha sabido vengar.

Finea ¡Oh qué bien los has vengado

con querer agora bien

a quien, ni aun sabes a quién,

ni él tampoco tu cuidado!

Tus desdenes con razón

agora diciendo están:

«Qué se hizo del rey don Juan?

Los infantes de Aragón,

¿qué se hicieron?»

Belisa No presumas

que de esta mudanza estoy

arrepentida, aunque doy

agua al mar, al viento plumas;

porque tengo la memoria

de este necio amor tan llena,

que juzgo poco la pena

para tan inmensa gloria.

¿Llaman?

Finea Sí.

Belisa Pues quiero hablarte

con más espacio después;

mira quién es.

Finea Celia es,

que ha venido a visitarte.

(Vase. [Sale Celia].)

Celia Prospere tu vida el cielo.

Belisa No sé, Celia, si querrá

tener ese gusto ya.

Celia Ya la novedad recelo;

dijéronme que te habían

visto con luto en la Calle

Mayor aunque gala y talle

la causa contradecían.

Y hallo que todo es verdad

pero tanta bizarría

no es tristeza.

Belisa Celia mía,

murió.

Celia ¿Quién?

Belisa Mi libertad.

Celia Es imposible que en ti

haya faltado el desdén.

Belisa ¿No es faltarme querer bien?

Celia ¿Tú quieres bien?

Belisa Yo.

Celia ¿Tú?

Belisa Sí.

Ya cesaron mis rigores.

Celia Veré primero sembrado

de estrellas del cielo el prado,

y el cielo de hierba y flores,

y trocado el natural

efeto veré también

a la envidia decir bien,

y a la virtud hablar mal;

veré la ciencia premiada

y a la ignorancia abatida

que es la verdad bien oída

y que la lisonja enfada,

y el imposible mayor

dar honra al que está sin ella,

que crea, Belisa bella,

que puedes tener amor.

Belisa Una tarde, cuando el Sol

dicen que en el mar se esconde

y se le ponen delante

las cabezas de los montes

cuando por aquella raya

que con varios tornasoles

divide el cielo y la tierra

y los días y las noches

nubes de púrpura y oro

van usurpando colores

a la plumas de los aires

y a las ramas de los bosques,

iba sola con Finea,

amiga Celia, en mi coche,

tan Sol de mi libertad

cuanto luego fui Faetonte;

que nunca verán tan altas

las soberbias presunciones

que no las fulminen rayos

como a las soberbias torres.

Era en la parte del Prado

que igualmente corresponde

a esa Fuente Castellana

por la claridad del nombre;

que también hay fuentes cultas

que, aunque oscuras, al fin corren

como versos y abanillos,

¡quiera el cielo que se logren!

Ibas Finea cantando

en gracia de mis blasones

finezas del conde Enrique,

que ya conoces al conde

y a sus papeles escritos

para que, cuando me toque

como papel de alfileres

tenga papeles de amores,

y a mis locas bizarrías

desprecios y disfavores

como si hubiera nacido

de las entrañas de un roble,

cuando veo un caballero

con el semblante conforme

al suceso que esperaba.

Volvió la cara y paróse

a escuchar quién le seguía;

pero con pocas razones

desnudando las espadas

los ferreruelos descogen.

El que digo, el pie delante,

con el contrario afirmóse,

gala y valor que en mi vida

vi hombre tan gentilhombre.

No era el otro menos diestro.

No te parezca desorden

que siendo mujer te cuente

lo que es bien que ellas ignoren;

que, aunque aguja y almohadilla

son nuestras mallas y estoques,

mujeres celebra el mundo

que han gobernado escuadrones.

Semíramis y Cleopatra,

poetas e historiadores

celebran, y fue Tomiris

famosa por todo el orbe.

¿No has visto cuando dos juegan

que sin conocerse escoge

uno de los dos quien mira,

sin que el provecho le importe,

y quiere que el otro pierda

sin saber que esto se obre

por conformidad de estrellas

que infunden inclinaciones?

Pues de esa suerte mi alma

súbitamente se pone

al lado del que juzgaba

por más galán y más noble.

Alzó el contrario de tajo

a quien mi ahijado embebióle

una punta con que dio

en tierra mas levantóse

presto porque después supe

que traía un peto doble

de Milán, labrado a prueba

del plomo, que muros rompe.

Acudieron a este punto,

tirándole varios golpes

tres hombres a mi galán,

cosa indigna de españoles.

Pero dicen entre amigos

que el enemigo perdone,

que solo es vil el que huye,

y valiente el que socorre.

Con razón o sin razón

salto de mi coche entonces,

quito la espada al cochero

que arrimado a los frisones

miraba a pie la pendencia,

todo tabaco y bigotes

como si estuviera el necio

de la plaza en los balcones

y el conde de Cantillana

acuchillando leones;

y partiendo al caballero

me pongo de Rodamonte

a su lado. ¡Cosa extraña!

En fin, hombres de la corte,

pues se volvieron humildes

los que llegaron feroces.

Agradecido el galán

de dos tan nuevas acciones

comenzó a hablarme y no pudo

porque de lejos dan voces

que la justicia venía;

que no hay Santelmo en el tope

después de la tempestad

que como una vara asome.

Díjele, En mi coche entrad

que si los caballos corren,

porque éstos no son de aquellos

que repiten para cofres:

«Presto estaremos en salvo».

Entró el galán y sentóse

en la proa y yo en la popa

como campos fronte a fronte.

Viendo que nadie venía

templó el cochero el galope

y en la Fuente Castellana

para descansar paróse.

Yo siempre que voy al Prado

llevo un búcaro. Tomóle

el cochero y diónos agua.

Dile yo una alcorza y dióme

las gracias en un requiebro

que la mano agradecióle.

Con esto le persuadí

a que dejando favores

me contase la ocasión

de la pendencia; que sobre

cosas de amor sospechaba

que hay profetas corazones,

pues antes que le dijese

celos me daban temores;

que el que ha de matarla sabe

la garza entre mil halcones.

En fin, dijo de esta suerte:

«Agora a escucharme ponte,

para que como él a mí,

de mi desdicha te informe.»

«Yo soy don Juan de Cardona,

hijo del señor don Jorge

de Cardona, aragonés,

y doña Juana de Aponte.

Nací segundo en mi casa

y así mi padre envióme

a Flandes donde he servido

desde los años catorce

hasta la edad en que estoy.

Volvieron informaciones

de mis servicios y cartas

de aquel ángel que coronen

los cielos, Infanta de Austria

de divinos resplandores,

tía del rey que Dios guarde.

Pretendí luego en la corte

a guisa de otros soldados;

pero entre otras pretensiones

de un hábito, vi una tarde

con otro de chamelote,

un serafín de marfil

con toda el alma de bronce.

Quedé sin ella, seguíla,

servíla, y agradecióme

la voluntad, retirando

todo lo que no es amores.

Gasté, empobrecí. Mi padre,

enojado, descuidóse

de mi socorro, y Lucinda,

que éste es de esta dama el hombre,

desdeñosa, a puros celos

me mata viéndome pobre;

que no hay finezas que obliguen

ni lágrimas que enamoren.»